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Todavía, casi dos semanas después, se sienten los movimientos causados por el “caso Nicolás Petro”. Vale decir, la extraña historia cuyo principal protagonista es nada menos que un hijo del presidente de la República, que se conocía poco a nivel nacional, pero que en la política local de la Costa Atlántica, según se ha sabido, tenía un protagonismo significativo. (Recomendamos: Más análisis de Rodrigo Pardo, este sobre los discursos de balcón de Petro).
El caso alborotó el avispero político con su aparición. Es decir, con el hecho de que eventualmente solicitó dinero a cuestionados personajes del poder para la campaña del actual presidente y que, eventualmente, además se quedó con la plata. Una hipótesis compleja, todavía con más preguntas que respuestas o interpretaciones, pero que por sus características e implicaciones puede llegar a afectar la gobernabilidad de la todavía joven administración Petro. El punto, materia de investigación, es si Nicolás Petro recibió dinero ilegal para la campaña presidencial y que después se quedó con ella.
Un golpe duro para el Gobierno por la convicción de los electores y seguidores petristas de que sus votos eran expresión de una actitud contra la tolerancia con la corrupción. El actual mandatario ha sido un abanderado valiente de esa lucha y un constante denunciante de prácticas sucias en la política y en la administración pública. Petro ha sido un combatiente de la corrupción y ha esgrimido en el pasado esa bandera.
El gran interrogante, desde el punto de vista político, es si la respuesta del presidente bastará y tranquilizará a los electores que lo llevaron al poder. El mandatario hizo un comunicado público en el que se desmarca de su hermano y de su hijo Nicolás (quien también ha afirmado que no irá a elecciones locales, como se había previsto).
Petro, en fin, se la juega por un proyecto -y un camino- difícil: no cuenta con el apoyo (natural, explícito y permanente) de los grandes partidos, ni en su carrera ha sido cercano a los poderes más fuertes (mediático y empresarial). Tampoco representa la interpretación tradicional de los grandes poderes hacia los asuntos públicos. En su presentación habitual no tienen cabida fácil las alianzas con los poderes tradicionales ni con las fuerzas de siempre. Pero necesita de ellos si quiere gobernar, y el cuatrienio apenas empieza. Cómo salga del affaire Nicolás determinará su relación con el establecimiento, porque marcará si se necesitan mutuamente o no.
Habría que ver cuál será al fin su reacción a la compleja coyuntura que le llega al filo de seis meses de haber asumido la Presidencia. Porque no son pocas las condiciones adversas que enfrenta. Pero también es verdad que, al contrario de lo que se preveía y de lo que amplios sectores de la oposición deseaban, el presidente Gustavo Petro en la actualidad conserva más apoyo -o al menos neutralidad- en las fuerzas tradicionales frente a las cuales él diseñó su mapa de “cambio”. Era un escenario difícil de imaginar: los partidos de siempre están de su lado, o al menos a la espera, y sus mayores obstáculos están en su círculo más próximo.
Lo cual dibuja un mapa imprevisto que obliga a pensar que, en verdad, Petro terminó distinto, pero con un modelo que no es el que todos imaginaban. Porque no son pocas las imprevisiones: ¿quién se habría imaginado a un Gustavo Petro, presidente de la República, con problemas entre sus allegados familiares y, en cambio, con eficientes canales de comunicación con los expresidentes César Gaviria y Álvaro Uribe?
Habrá que ver qué viene para el primer mandatario, su administración y su agenda de cambio. No tiene oposición fuerte, pero la coyuntura política anuncia que se vienen dificultades complejas. Cuáles serán las secuelas de los recientes cambios en el gabinete, por ejemplo, y si después de lo acontecido logrará (o no) restablecer la estabilidad en el alto gobierno. Y el impacto de lo ocurrido en las percepciones de la opinión pública (faltan, por ejemplo, encuestas suficientes y creíbles). Y, por supuesto, en qué quedarán sus familiares involucrados.
Igualmente habrá que ver cuál va a ser la respuesta de los parientes del mandatario, que son desconocidos, pero ahora han adquirido un perfil más público. ¿Se vienen tiempos tumultuosos? ¿Se frenará la ambiciosa agenda de cambios? ¿En qué quedará la ambiciosa reforma a la salud? Sobre todo, habrá que esperar el impacto de lo ocurrido sobre la gobernabilidad. Porque el cuatrienio apenas comienza y aún no queda claro, ni siquiera, cómo superó -¿o no?- su primera coyuntura difícil.