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No son pocas las sorpresas que ha traído la elección de Gustado Petro como próximo presidente. Tras su elección, las visiones traumáticas -que no eran pocas y anunciaban desarrollos apocalípticos- han disminuido. El mandatario electo consolidó su victoria clara y con una votación contundente con más de 11 millones de votos, que estuvieron seguidos de rápidos movimientos políticos que contribuyeron a forjar un nuevo clima. Un ambiente optimista que contrasta con el que predominó en la larga campaña electoral.
Este nuevo clima deja atrás el nerviosismo generado por unas elecciones sin antecedentes. El primer triunfo de la izquierda en la competencia presidencial, la victoria de un soldado de mil batallas que nunca quiso matizar o esconder su identidad, un líder opositor que generó incertidumbre y hasta miedo en algunos sectores.
El camino que siguió Petro para reemplazar a Iván Duque fue ignorado por muchos, quienes predijeron que la competencia por la Presidencia en este 2022 sería una repetición, con variaciones, de los escenarios típicos del pasado. Es decir, una elección como la de Iván Duque. La realidad es que se venía un nuevo escenario, encarnado por la dupla Petro-Hernández.
Petro ha sorprendido en innovación, por lo menos en el arranque. Las últimas dos semanas del mandatario electo demostraron que el país que gobernará le demandará avances prontos y reales. Las expectativas son altas en esta nueva recomposición política que, según se ha visto, los partidos pueden salir de taquito. En primer lugar, los tradicionales, pero también los nuevos.
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No es fácil prever ni predecir lo que se viene en los próximos cuatro años. Paradójicamente, las dos semanas posteriores a la elección de Petro se parecen a las que siguieron a las elecciones de los presidentes anteriores a Uribe. Acercamientos entre las partes que se habían enfrentado y el silenciamiento de las voces más pugnaces durante la campaña. Hizo bien el ingeniero Hernández con el reconocimiento de la elección de Petro y su temprana desaparición del debate público con el mensaje de que volverá al ruedo más pronto que tarde.
El anuncio de que José Antonio Ocampo ocupará el Ministerio de Hacienda tranquiliza. Una movida bien recibida por su prestigio académico y experiencia en el ámbito internacional (subsecretario de Naciones Unidas, profesor en universidades de reconocidas en Estados Unidos y en Colombia, entre otros). Ocampo será un miembro del gabinete que puede apoyar medidas novedosas y aportar las suyas propias. Y que, con su trayectoria en la academia y en lo público, brindará también credibilidad, bien necesaria en estos tiempos de nerviosismo generalizado. Petro, con esta designación, parece haber interpretado bien el mensaje de que su primera tarea es cultivar tranquilidad y credibilidad.
Al nombre de Ocampo se suma el de Álvaro Leyva. Más canas y trayectoria conocida. El primer mensaje que envía Petro con el nombramiento de Leyva como canciller es su posición y apuesta por la paz, muy diferente a la ambigüedad de Duque en la materia. Se vienen cuatro años claves para consolidar la puesta en marcha del proceso de paz. Y también la selección de Leyva indica que el nuevo presidente entiende la conexión entre la paz interna y la política exterior. El nuevo canciller es un auténtico líder en la búsqueda de la paz.
Y que le apuesta a fortalecer las dos -la paz y las relaciones exteriores- echando mano de valiosas experiencias del pasado: la de la participación de Colombia en el Grupo de Contadora, durante el gobierno de Belisario Betancur, y la de la participación de la canciller María Ángela Holguín en el proceso de paz con las Farc. La historia demuestra que la paz empieza en casa.
A esto se suma la presencia de gobiernos de izquierda en Perú (Pedro Castillo), Honduras (Xiomara Castro), Panamá (Laurentino Cortizo), México (Andrés López Obrador), Argentina (Alberto Fernández), Chile (Gabriel Boric) y el liderazgo en las encuestas de Lula da Silva en Brasil. Es un continente en busca de cambio y de nuevos caminos.
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El presidente Petro y su canciller Leyva, en síntesis, llegan a sus cargos con el mandato de convertir en realidad lo que han sido sus sueños: buscar una mayor igualdad, mejorar las relaciones con contrapartes claves como Venezuela -y, por supuesto, de Estados Unidos-, y allanar el camino para una paz duradera. Todo indica que la agenda internacional del nuevo gobierno tendrá la oportunidad de aprovechar nuevas oportunidades, tanto en el campo externo como en el interno. Al menos en el arranque.
* Periodista.