Andrés Pastrana y César Gaviria: ¿a qué juegan los expresidentes?
Gaviria tiene las llaves para las reformas del gobierno Petro y Pastrana hizo una jugada que le permitirá posicionarse como opositor, avalar candidatos a las elecciones regionales y darle batalla al oficialismo conservador, por el cual se siente traicionado.
Élber Gutiérrez Roa
Colombia dista mucho de ser uno de esos países en los cuales los presidentes culminan su mandato y se van a descansar. De hecho, dadas las azarosas características de la política criolla, a veces hasta da la sensación de que tuvieran más poder al retirarse que cuando están gobernando.
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Colombia dista mucho de ser uno de esos países en los cuales los presidentes culminan su mandato y se van a descansar. De hecho, dadas las azarosas características de la política criolla, a veces hasta da la sensación de que tuvieran más poder al retirarse que cuando están gobernando.
Aunque destacadas figuras del Centro Democrático digan que fue exactamente al revés, son muchos los ejemplos de la incidencia de Álvaro Uribe en el gobierno de Iván Duque. Y no solo por identidad ideológica, sino porque desde la misma campaña presidencial Duque se mostró como el pupilo leal de Uribe. Hasta le llevaba saludos al rey de España en nombre de su antecesor.
Uribe, además, postuló a Juan Manuel Santos como sucesor y luego lideró la oposición en contra del ahora Premio Nobel de Paz. Y al Uribe presidente también le tocó lidiar con la oposición de los exmandatarios Andrés Pastrana y César Gaviria, aunque con el primero de ellos terminó luego haciendo las paces.
Pastrana no fue la excepción, pues entre sus enconados opositores tuvo al expresidente Ernesto Samper. Pasó las duras y las maduras cuando el efecto bumerán de una propuesta de referendo que amenazaba con revocar al Congreso se le devolvió con un artículo que no le hizo nada de gracia, pues incluía también la posibilidad de revocar al presidente de la República. ¿De qué otro sector político iba a venir la idea? De las huestes del oficialismo liberal, llamado en aquel entonces “serpo-samperismo”, porque estaba liderado por Ernesto Samper y Horacio Serpa.
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Samper le había ganado las elecciones de 1994 a Pastrana, pero casi no termina su mandato por el escándalo del Proceso 8.000, que fue destapado por Pastrana cuando reveló los narcocasetes en los que quedaba en evidencia el ingreso de dinero de la mafia a la campaña del candidato que lo venció.
Ahora, durante la primera presidencia de un grupo político de izquierda en Colombia, Gustavo Petro también tiene que lidiar con los expresidentes. Álvaro Uribe (2002-2010) es su principal rival político y el país sabe que representa la antítesis del actual presidente. Ernesto Samper (1994-1998) apoya a Petro y ha salido a dar la cara por las políticas de corte social del hoy mandatario. Iván Duque (2018-2022) no ha aparecido mucho en la política local, como quiera que hace apenas siete meses se retiró del cargo. Y Juan Manuel Santos, aunque mantiene su influencia en el gobierno actual y apoyó la candidatura presidencial de Gustavo Petro, anda más preocupado en estos días por resolver la guerra en Ucrania que por los pleitos políticos de su país natal.
Pero hay dos exmandatarios que están jugando con habilidad sus cartas y que, en condiciones muy diferentes, quieren estar en el ajedrez político del momento. César Gaviria Trujillo (1990-1994) y Andrés Pastrana Arango (1998-2002). El primero de ellos, en su condición de jefe del Partido Liberal, tiene las llaves para la aprobación de las principales reformas del gobierno Petro en el Congreso. El segundo quiere volver a ser protagonista y acaba de hacer una calculada jugada a tres bandas de la cual ya tomó nota el Partido Conservador.
Las cartas de César Gaviria frente al Gobierno Petro
Gaviria lidera una bancada que reúne a 36 representantes a la Cámara y 13 senadores. Y medio centenar de congresistas son un potosí para un gobierno como el de Gustavo Petro, que no tiene mayorías amplias en el Legislativo y que requiere con urgencia la aprobación de sus banderas de gobierno, entre ellas la reforma a la salud, criticada públicamente por Gaviria y sus congresistas.
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El Partido Liberal se declaró miembro de la bancada oficialista, pero eso no quiere decir que le vaya a aprobar todo al presidente Petro, y así se lo hizo saber Gaviria al entonces electo mandatario, durante su encuentro en Florencia, Italia, en 2022. Gaviria estaba en Nueva York cuando recibió la invitación de Petro para conversar sobre las propuestas que pretendía poner en marcha al asumir la Presidencia. En esa cita hablaron sobre la reforma a la salud, una de las promesas de campaña de Petro.
Medio año después, y cuando ya hay proyecto concreto del Gobierno sobre la materia, Gaviria arreció en sus críticas a la idea con un argumento que suena también a reivindicación de su propia obra de mandato: está bien que el gobierno piense en hacer cambios para mejorar el sistema de salud, pero eso no puede ser a costa de destruir lo que funciona bien ni de devolver al país a las épocas en las que los políticos locales manejaban a su antojo la salud de los colombianos. Gaviria está de acuerdo con que hay que reformar las EPS, pero no comparte la idea de eliminarlas, y advierte que lo que el gobierno Petro propone es cambiar el sistema completo sin tener en cuenta que es, precisamente, un sistema. Además, dice con contundencia que no es cierto que en materia de salud el país esté igual o peor que hace 30 años.
También ha hecho críticas concretas en asuntos como el de la política de hidrocarburos. Según el exmandatario liberal, los cambios hay que hacerlos gradualmente y sin perder de vista el efecto en las finanzas del país derivado de las decisiones que afecten a sectores estratégicos de la economía.
En el liberalismo enfatizan que no se oponen a las propuestas de corte social, a las inversiones en hospitales o a la construcción de planteles educativos, pero también aseguran que hay que reforzar la lucha contra la corrupción y desarrollar la Constitución Política de 1991. Además, tienen la sensación de que, sin negar que Petro conoce los problemas de Colombia, el Gobierno ha dado signos de descoordinación, contradicciones e improvisación que dificultan entender hacia dónde va el país.
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Para Gaviria, una cosa es proponer la construcción de un tren que pase las tres cordilleras y otra es hacerlo. O conseguir los recursos para hacerlo. O tender puentes entre gobiernos para construirlo, dado que una obra de esas -si el país decidiera hacerla y hubiese recursos- no podría ser ejecutada por un solo presidente. Todo eso sin hablar de las dificultades geográficas que, con un derrumbe en Cauca, pusieron en jaque al suroccidente del país.
El asunto complejo en medio de estas diferencias es que a Gaviria no le gustó la forma en la que el Gobierno se ganó el apoyo de los liberales durante los debates a la reforma tributaria. En esa oportunidad, una hábil jugada del ministro del Interior, Alfonso Prada, logró que dos horas antes de la junta de parlamentarios liberales con Gaviria, varios de ellos le declararan apoyo al proyecto. En otras palabras, el Gobierno rompió la bancada liberal. En esta oportunidad la situación es bien diferente, porque Gaviria tiene a la mano el arma de los avales para las elecciones presidenciales y va a ser más difícil que los congresistas se le salgan de la línea trazada frente a los proyectos. Además, los mismos legisladores pidieron que hubiese votación de bancada. Las relaciones, pues, están tensas por esta época.
Gaviria afina crítica sobre propuesta económica de Petro
Este domingo Gaviria le está dando las últimas puntadas a un nuevo documento que expedirá mañana, lunes 13 de marzo, en el cual cuestionará las políticas económicas y la teoría del decrecimiento expuesta por el presidente Petro y su ministra de Minas, Irene Vélez. Ya lo hizo en semanas anteriores hablando de otros temas específicos como la reforma a la salud y las pensiones y en ambos casos el liberalismo terminó en controversia con el Gobierno.
En el fondo, hay un asunto adicional que le incomoda a Gaviria y del cual poco habla. Él percibe que detrás de cada alusión al neoliberalismo como explicación a varios de los problemas del país existe también una intención de borrar su obra de Gobierno. Y sí, en materia económica las reformas de la administración Gaviria ayudaron a moldear la Colombia de hoy y habrá necesidad de hacer ajustes, pero no significa – piensa el expresidente- que lo que se hizo entre 1990 y 1994 haya estado mal o que se tenga que acabar con todo lo construido desde entonces.
Algo parecido ocurre de cara a la estrategia de la paz total. ¿A qué narcos les quieren colaborar con esa iniciativa?, se pregunta Gaviria, quien advierte textualmente que Petro está entrando en una peligrosa espiral muy similar a la del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador: la de más abrazos y no más balazos. No es que el enunciado sea equivocado per se, sino que cuando se trata de narcos, de grupos guerrilleros y de delincuentes hay que tener muy en cuenta los efectos de dichas iniciativas en temas de seguridad ciudadana.
Y la reflexión viene ni más ni menos que del presidente que diseñó la política de sometimiento a la cual se acogió Pablo Escobar, el mismo al que se le fugó el capo y que luego conformó el bloque de búsqueda que desarrolló el operativo en el que murió el poderoso jefe del cartel de Medellín.
El regreso de Andrés Pastrana
El Partido Conservador no gana la Presidencia de Colombia desde hace 25 años, pero siempre se las arregla para estar en el Gobierno (sea cual sea su orientación política) y aprovechar la burocracia estatal a cambio del disciplinado voto de sus congresistas. La estrategia les funcionó con Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Iván Duque y, ahora, con Gustavo Petro, quien los necesita más que nunca para sacar adelante sus reformas.
La publicitada rebelión conservadora que le dio golpe de Estado al senador Carlos Andrés Trujillo cuando estaba fuera del país, que fue conjurada por unas horas, y que terminó con una “cordial” reunión de directorio que proclamó a Efraín Cepeda como nuevo presidente de los conservadores, es el más reciente ejemplo de la estrategia de este partido para mantenerse en el poder sin necesidad de ganar las elecciones.
Hablando en términos de generaciones, no ha habido mandatario colombiano de origen conservador desde que comenzó la época de los pos-millennials. Y el tema de la renovación de liderazgos de cara a las elecciones presidenciales no ha sido el fuerte de los azules en un mundo en el que hasta las ideas sobre familia, Iglesia y escuela están en plena discusión.
¿Y qué ha hecho el Partido Conservador para mantenerse en el poder? Negociar con el gobierno de turno y valorizar el voto disciplinado de su bancada en el Congreso de la República. Es lo que pasa ahora, cuando el relevo en el directorio conservador puso como director al senador Efraín Cepeda, con el fin de que la bancada tenga otro tipo de relación con el gobierno Petro. En palabras de los congresistas del partido, apoyarán lo que crean conveniente para el país y se opondrán a lo demás. Y los efectos de ese relevo ya comenzaron a verse con la presentación de un proyecto alternativo al de la reforma a la salud que promueve el Gobierno.
Justo en ese contexto es que el expresidente Andrés Pastrana acaba de lograr que el Consejo Nacional Electoral (CNE) reviva a su partido político, la Nueva Fuerza Democrática, una disidencia del oficialismo conservador con la cual hizo su carrera política. Nadie puede decir hasta dónde llegará en esta oportunidad la microempresa electoral de Pastrana, pero su situación es muy distinta a la de hace apenas dos meses, cuando nadie en su propio partido le prestaba atención. De hecho, ya puede avalar a candidatos para las elecciones de alcaldes y gobernadores del 29 de octubre.
Finalmente, Pastrana hace rato viene buscando posicionarse como contradictor de Petro. Y lo hace en momentos en que el Centro Democrático, auténtico opositor del mandato de la Colombia Humana, no parece consolidar una voz que asuma ese papel y justo cuando su Partido Conservador se debate entre quedarse con Petro o hacerle oposición. Al igual que ocurrió durante el gobierno de Santos, Pastrana y su pupilo Cepeda vuelven a tener posturas abiertamente contrarias frente al mandato de Petro.
Cepeda anda en la onda pragmática, distinta al respaldo incondicional que Carlos Andrés Trujillo le brindaba al presidente Petro, pero tamibén muy distante de la linea completamente opositora a la que invita Pastrana.
¿Y cuándo comenzó la distancia entre Cepeda y Pastrana? Se hizo evidente cuando se discutía el apoyo al referendo por la paz en el mandato de Juan Manuel Santos. Pastrana, el mismo que llevó a la política a Cepeda en 1991, se fue entonces en contra de su pupilo, quien -al igual que ahora- era el jefe del Partido Conservador. “Hoy Cepeda es la antítesis del movimiento en el cual nació”, decía Pastrana, quien lo calificaba como “uno de los grandes símbolos de la corrupción en Colombia y campeón de la mermelada”.
Cepeda respondía diciendo que “un expresidente que se quedó sin fuerza política caza peleas en busca de audiencia” y aseguraba que “la injuria y calumnia del expresidente Andrés Pastrana no tiene límites. Con más ahínco defenderé la Colombia de regiones que él desconoce”.
Ahora, cuando Pastrana acaba de recibir de nuevo la personería jurídica de la Nueva Fuerza Democrática, el jefe del directorio Conservador le dio la bienvenida en tono muy cortés, pero ninguno se ha referido al tema de los avales para las elecciones.
Cepeda tiene la maquinaria para garantizar la lealtad de los dirigentes conservadores y evitar que alguno de ellos se deslice hacia una disidencia como la de Pastrana, pero eso no significa que el expresidente se abstenga de intentarlo. Si logra seducir a uno ya podrá revivir su discurso en torno a la necesidad de renovación y del inconformismo por no marcar una línea más apegada al ideario conservador. Ahora, una cosa era presentarse como ejemplo de renovación hace cuatro décadas y otra es hacerlo ahora, con todo el desgaste de su vida en política encima.
Revivir un partido es asunto complejo y ya lo han visto otros de los colectivos que resucitaron como consecuencia de la misma sentencia que trajo de vuelta a la Nueva Fuerza Democrática y que también habían esgrimo del argumento de que fue la violencia la que los llevó a la extinción.
En conclusión, la campaña electoral está a la vuelta de la esquina y los seis expresidentes que siguen vigentes en la política colombiana comenzarán a hablar duro, como si aun fueran candidatos, y a recordar lo que hicieron bien, a negar o que les salió mal y a recomendarle al país que vote mejor para que no se siga equivocando a la hora de elegir. Paradojas.