Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Hay destierros que intentan desdibujar las aspiraciones de quien termina transitando caminos complejos en tierras lejanas, encontrando a su paso la soledad impuesta como compañera permanente y la nostalgia de los recuerdos representados en incontables lágrimas. Estas palabras se quedan cortas para describir lo que 26.500 colombianos víctimas de la violencia (incluidos en el Registro Único de Víctimas a partir de declaraciones presentadas en los consulados colombianos), deben atravesar al tener que salir de sus terruños e iniciar una nueva vida en países desconocidos.
>Lea más sobre el Congreso, el Gobierno Petro y otras noticias del mundo político
Eso es lo que ha vivido Viviana Ávila, una caleña que esboza una sonrisa cuando a su mente llegan los recuerdos de los ‘cotejos’ de fútbol en el barrio, de cuando se escapaba de la escuela para ir a cazar animales o de aquel día que la sacaron del salón por quemar una petaca (pólvora) en clase. “Me gustaba hacer cosas que siempre iban en contra de lo que era impuesto y por eso no se imaginan las ‘pelas’ que me pegaba mi mamá, fueron muchas locuras”, dice.
Siempre recuerda a su Cali del alma como una ciudad alegre, deportiva, rumbera, de gente amable y solidaria. “También de valientes y de gente con dignidad. Lo mejor de Cali creo que son nuestras tradiciones, porque recuerdo y extraño muchísimo los fines de semana que nos reuníamos entre amigos para tomar cervecita, rumbear en la calle y, al otro día, el domingo, todos enguayabados nos íbamos a la ciclovía a comernos el cholao que no puede faltar y después ir a Pance a hacer el sancocho en leña y los asaditos”, comenta.
Siempre la caracterizó el liderazgo, lo cual se vio reflejado en sus trabajos, pues sus compañeros la elegían para ser representante sindical. “También empecé mi trabajo social y me encantó el tema de los derechos humanos, estudié en la Universidad de Valle mucho sobre violencia contra las mujeres, pero nunca pensé que por eso, desafortunadamente, fuera a cambiar mi vida”, agrega.
Cambios crueles
La navidad de 2015 tuvo un sabor amargo, pues comenzaron a hacerse más frecuentes las amenazas de muerte por parte de grupos armados organizados y el desplazamiento forzado fue su única solución. “A pesar de que hicimos las denuncias correspondientes a nivel nacional e internacional y de que solicitamos medidas de protección, las cuales nos fueron negadas. Lamentablemente, el 7 de febrero de 2016, las amenazas empezaron a hacerse realidad con el asesinato de mi sobrino menor y ya nos vimos en la obligación de huir del país”, cuenta Viviana.
Le negaron la visa que había solicitado para Estados Unidos, por lo que envió a sus sobrinos a España, pero recibieron un trato tan cruel que uno de ellos tuvo intervenciones quirúrgicas. Fue entonces cuando Viviana y quien ahora es su expareja viajaron a Canadá, en donde ya llevan cuatro años.
La forma como salieron de Colombia y como entraron a un país totalmente desconocido marcó en ellos un capítulo complejo pues, como ella misma lo dice: “No es lo mismo salir por elección que por obligación, porque además del temor natural de llegar a otro país, nosotros teníamos el terror de lo que ya estábamos viviendo y sumado la incertidumbre de lo que te espera en otro país. Al llegar al aeropuerto y buscar a la policía, te sientes como un criminal, porque vas con un terror de que te van a devolver nuevamente para Colombia”.
Trazos de desahogo
Recientemente, la Unidad para las Víctimas abrió una convocatoria para el concurso “Trazos migrantes”, con el fin de que las víctimas en el exterior cuenten sus historias a través de ilustraciones o dibujos. Allí plasmaron mensajes visuales que ayudaron a construir memoria sobre lo que implica ser víctima migrante y, en muchos casos, refugiado o refugiada.
La felicidad embargó a Viviana y acudió inmediatamente a la convocatoria con un dibujo en el que intentó representar el sentimiento de llegar a un país totalmente desconocido; el desconsuelo de dejar atrás todo lo que amaban, pues el camino se hace diferente; a la gente que se mira de otra forma y hasta el aire se respira distinto. “Cuando sales del aeropuerto, lo primero que tocas es la nieve y el frío tan espantoso, que es algo que nunca había sentido. En el caso de nosotros como víctimas, por la situación que habíamos vivido, ese duelo que no hemos podido sanar aún”.
“Eterna transición” fue el título que Viviana Ávila le dio al dibujo, construido a varias manos desde la distancia; “mis sobrinos en España, mi hermana con mis sobrinas en EE. UU, y mi expareja y yo acá en Canadá, y en el momento en el que plasmé el reloj es porque el tiempo se te hace eterno, no encuentras la hora de volver a estar con tu familia”.
No le gusta la palabra ‘víctima’, pues tampoco le gusta hablar de lo sucedido porque es como revivirlos, pero en el caso del dibujo, en particular, le ayudó a dispersar la mente y la tristeza profunda que plasmó allí se transformó en desahogo. Ese tiempo valioso que compartió a distancia con sus familiares fue un fortalecimiento de lazos inquebrantables.
Líneas nuevas
Uno de sus principales anhelos es crear su marca personal de ropa y seguir participando en las causas sociales desde cualquier lugar del mundo. Su otro deseo es ver a una Colombia restaurada, sin conflictos, “que garantice la vida, la libertad, la integridad, donde se respeten los derechos humanos, una Colombia incluyente, respetuosa y no solamente con la comunidad LGBTIQSS, acá en Canadá existen las dos ‘S’, si no la incluyo no sería incluyente, sino que hablo también de una Colombia donde respeten a los niños, campesinos, indígenas, afrodescendientes”.
Quiere regresar algún día a su Cali del alma para bailar salsa con sus amigos en la calle, sin temor de que alguien quiera acabar con su vida. “Volver a ver a mi glorioso Deportivo Cali quedar campeón y poder celebrarlo allá, volver a comer cholao en las canchas panamericanas e ir a Pance a hacer sancochos en leña, asados, qué delicia. Ese es mi deseo, ver a una Colombia totalmente cambiada”.
Su espontaneidad, berraquera, perseverancia hace que afronte con valentía los cambios y le permite dar un mensaje para todos los colombianos migrantes: “Ese acto de lucha que están haciendo día a día en diferentes partes de planeta significa para mí un verdadero acto de fraternidad, un acto heroico que te teje y consolida la hermandad que perdimos al abandonar nuestro país, un acto que nos anima a seguir avanzando y nos hace sentir que no estamos solos y que hay un mejor futuro por venir. Que así como un día dejamos huellas en el camino cuando atravesamos fronteras y barreras, llenos de miedo e incertidumbre, algunos incluso con heridas en el cuerpo, otros con heridas en el alma, hoy la vida, el universo y las divinidades nos están dando la oportunidad de dejar lo mejor de cada uno de nosotros”.
“Un árbol puede cambiar sus hojas, pero no sus raíces”, dicen el refrán. Por eso, así el conflicto armado se ensañe en arrebatar crudamente esas raíces, Viviana sabe que no hay destierro alguno que pueda borrar los sueños de quienes recorren caminos difíciles en tierras lejanas con la frente en alto y con el corazón abierto.