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Uno de los puntos exigidos por los guerrilleros que ocupan desde el pasado 27 de febrero la Embajada de la República Dominicana era la libertad de 311 presos políticos. ¿Quiénes son estos presos? ¿de qué delito se les acusa? ¿en qué cárceles se encuentran? ¿podría el Gobierno, dentro de la propia Constitución, liberarlos?
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Los acusados por delitos de rebelión y otros contra la seguridad del Estado se encuentran en cárceles de todo el país, pero la mayoría (unos 200) está en la Penitenciaria de La Picota en Bogotá. 166 de ellos atienden un Consejo Verbal de Guerra contra el M-19 que se adelanta allí y que empezó el pasado 17 de diciembre de 1979. Entre los detenidos se hallan 37 mujeres, 21 de las cuales son acusadas de pertenecer al M-19.
El Consejo Verbal de Guerra lo preside el coronel Rafael Martín Prieto. Los sindicados son atendidos judicialmente por 40 abogados civiles, 25 de la Fuerza Aérea y 20 de la Policía Nacional. En general, los sindicados ausentes son defendidos por personal jurídico castrense. Las 37 mujeres se encuentran en la Cárcel El Buen Pastor, pero en los días del juzgamiento militar fueron trasladadas al Batallón de Artillería, cerca de La Picota.
El principal delito por el que se los juzga es la rebelión. (Se halla castigado con la pena de seis meses a cuatro años de prisión y bajo la nueva ley penal quedó con una sanción mínima de ocho años de presidio que pueden llegar a 14. Como en el antiguo código de 1890). El segundo, el robo de armas al cuartel de Usaquén, que tuvo ligar el 31 de diciembre de 1978. El tercer delito por el que se adelanta la corte marcial es la extorsión (tratar de obtener dinero mediante amenazas o fingiendo orden de autoridad). En cuarto lugar, homicidios. Luego, sedición: tres secuestros (Ferreira Neira, Germán Ribón, José Raquel Mercado) y otros delitos que se podrían considerar “menores”.
CROMOS entrevistó en la Penitenciaría de La Picota a seis de los acusados por estos delitos. Lo hizo en la celda de Iván Marino Ospina, ideólogo del movimiento conocido como “Felipe González” y luego en la 402 que ocupa Carlos Duplat Sanjuán, conocido director de teatro y cine.
Abogados consultados por esta revista sobre posibles salidas jurídicas a la situación de los presos y la toma de la sede diplomática, enunciaron estas por parte del Gobierno: a) Decretar con base en el artículo 121 de la Constitución, una prescripción extraordinaria para los delitos que motivaron la convocatoria de los Consejos de Guerra. b) Decretar una rebaja de penas. C) Constituir juzgados penales especiales para que continúen el juzgamiento, pero no bajo jurisdicción militar. D) Derogar el Estatuto de Seguridad.
¿Quiénes son nuestros entrevistados?
Iván Marino Ospina, antes comerciante. Hoy oficial superior del M-19 y sindicado de haber dirigido el asalto al Cantón Norte “Rincón Quiñones”.
Álvaro Fayad Delgado, psicólogo de la Universidad Nacional, también oficial superior de la organización del M-19. Se le juzga por rebelión y robo de armas.
Carlos Pizarro León, hijo del almirante Juan Pizarro, quien fuera comandante de la Armada Nacional. Sindicado por rebelión y muerte del dirigente de la CTC, José Raquel Mercado. Fue seminarista en “La Estrella”, Antioquia, estudiante de derecho de la Universidad Javeriana y la Nacional. Expulsado por los jesuitas por haber propiciado la primera huelga que se realizó en la Javeriana.
Israel Santamaría Rendón, abogado, tuvo un puesto directivo en la Anapo y ahora es oficial mayor del M-19. Andrés Almarales Manga, perteneció también a la Anapo, exparlamentario y dirigió el periódico “Mayorías” del movimiento fundando por el General Rojas Pinilla. José Helmer Marín, perteneció a las Juventudes Católicas Obreras, ahora miembro activo del M-19. También se le juzga por rebelión.
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“El Comandante Uno es idóneo en la Operación ‘Libertad y Democracia’ que se realiza en la embajada dominicana. Él sabrá cumplir con las directrices que el Comando Superior le asignó. El lema ‘Vencer o morir’ se mantendrá hasta sus últimas consecuencias. No tenemos afán. Podemos esperar todo el tiempo que sea necesario para que los compañeros consigan nuestra liberación. Mientras tanto, el Gobierno seguirá desprestigiándose y desgastándose. El M-19 ganando espacio, porque cada vez se nos agrupan nuevas fuerzas”.
La voz es firme, pero calmada. Las palabras salen fluidas. Estamos frente a Iván Marino Ospina, quien en su condición de oficial superior de la Dirección Nacional del M-19, lleva en la Cárcel La Picota la vocería de su organización.
Nos parece imposible en este momento haber logrado parte de nuestro objetivo. Estar allí, en el pabellón uno, rodeados de niños jugando a los títeres, de esposas preparando la ropa y la comida de su hombre, mientras nos confundimos entre el ir y venir de familiares y sindicados de pertenecer al M-19.
Iván Marino no tiene aspecto de revolucionario. Habíamos dejado volar nuestra imaginación. Ni chivera, ni pipa, ni mirada circunspecta, ni voz fuerte… No, es todo lo contrario. Un hombre de 32 años, calmado, sonríe poco, sus ojos pequeños y oscuros miran fijamente como escudriñando a su interlocutor o con astucia cuando intuye peligro. Es moreno, con bigote pequeño, pelo ondulado, de regular estatura, con acento paisa. A una orden suya, nos siguen otros hombres silenciosamente, no se sienten ni sus pasos.
Cómo logramos la entrevista
Ese día era intenso el frío en Bogotá. Nos habían advertido que llegáramos temprano. Que ese Domingo de Pascua iría mucha gente. Era el último día de vacaciones, el cual aprovecharían las esposas, las amantes, las hermanas y las amigas de los detenidos.
El reloj marcha las 9:09 minutos de la mañana. La fila llega hasta la primera cadena. Una monedera con la cédula y 300 pesos para el transporte es todo lo que llevamos. Con falda y zapato sin tacón, requisito indispensable para facilitar la requisa íntima. Temblábamos, ¿miedo?
Estábamos a punto de pasar la caseta de control de entrada. Un guardián preguntó: “¿Visita a un preso político?” Asentimos y nos pasó la boleta 103. “Patio uno”, dijo. Después entramos a la garita. Identificamos al otro guardián. El mismo que cinco días antes nos había anunciado el coronel Orlando Peña, director de La Picota. Le habíamos pedido una entrevista con los sindicados de pertenecer al M-19. Nos la había negado. Por un momento pensamos que nos iba a reconocer. “Descúbrase el brazo derecho”, ordeno, y solo cuando sentimos sobre la piel el sello, supimos que habíamos dado el primer paso para nuestra exclusiva.
Ahora teníamos que pasar la garita de la guardia externa. Allí piden la cédula. Nos tocó detrás de Gladys. Ella hace un año que no venía a su hombre. Lo habían cogido un día en Barranca con un arma de esas famosas, robadas en el Cantón “Rincón Quiñones”. La noche anterior había llegado a Bogotá. Vive en San Jacinto, una vereda del departamento de Bolívar. Duró dos días y dos noches bordeando a canoa el Magdalena hasta llegar a La Dorada. Allí cogió una flota y se hospedó en un hotel de mala clase en San Victorino.
El vestido de verano se le ha manchado con la sopa caliente que le trae a Jorge. “No importa, dijo, la hice con dos pollos y tiene bastante sustancia. Además, tengo algunos ahorros para dejarle”.
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Apareció en la garita un hombre pelirrojo. “Es el sargento torturador”, corrió la voz. Las señoras temblaron y llamaron inmediatamente a los hijos que estaban carreteando. Este hombre tiene los ojos verdes, vidriosos, poblada barba y viste mal. Nos tocó el turno y extendimos nuestra identificación. Nos preguntaron el nombre del detenido que íbamos a visitar y nos pusieron el segundo sello.
Se había alterado la fila. Quedamos cerca de Costanza, una adolescente de Manizales. Su hermano está detenido por ser del M-19. Ahora estamos en la puerta que tiene un letrero: “Requisa”. “¿Es la primera vez?”, preguntó Constanza. Cuando asentimos nos miró con lástima. “Sea fuerte”, recomendó y apretó nuestro brazo. Una voz dura de mujer dijo: “Pasen”. Estaban seis guardianas sentadas. Tres a cada lado. Igual número de visitantes nos colocamos frente a ellas. La falda facilitó la requisa. Luego de comprobar que en nuestras partes íntimas no llevábamos nada, nos dejaron pasar.
Después, al salir al patio de entrada, alzamos la vista. Estaba allí la Virgen de Fátima. Esta visión nos reconfortó. Pasamos la guardia interna, seguimos por los pasillos hasta llegar al pabellón uno, el destinado a los presos políticos. Allí nos pusieron el tercer sello, pero antes nos pidieron el nombre de quién íbamos a visitar y nuestra dirección. Mientras hacíamos fila pedimos el favor que llamaran a nuestro contacto en la cárcel. No lo conocíamos, pero cuando lo vimos bajando la escalera supimos que era él. “Qué milagro que haya vuelto”, dijo a manera de saludo y solo así volvimos a recobrar la serenidad.
Nuestro amigo nos llevó a la celda 402, la de Carlos Duplat Sanjuán. No hubo necesidad de presentación. Lo reconocimos. Sus ojos azules que miran con alegría, un poco belfo, su pelo rubio oscuro, ahora lo tiene algo largo. Es alto, camina con seguridad. Quisimos empezar a entrevistarlo. “Más tarde, dijo. Primero quiero presentarle a Iván Marino Ospina”. Y nos llevó al primer piso.
“El Consejo de guerra es ilegal. Rechazamos el crimen de Pardo Buelvas”
La celda de Iván Marino Ospina es pequeña. 1,50 m de ancho, 2,10 de largo y 2,50 de alto. Cabe una cama sencilla y una mesita de noche. No está solo. Poco a poco van llegando más detenidos hasta completar seis. Forman allá el Comando Superior del M-19. Además de Iván Marino Ospina, están Álvaro Fayad Delgado, Carlos Pizarro León, Israel Santamaría Rendón, Andrés Almarales y José Helmer Marín. Justamente los presos políticos que el Comandante Uno solicita y que ha dicho que no son negociables desde ningún punto de vista.
Nos hemos situado en la cabecera de la cama. Nos llevan papel fino y un bolígrafo azul para los apuntes.
¿Ustedes sabían que iba a suceder la toma de la embajada dominicana?, es la primera pregunta que se nos ocurre.
No, contesta Iván Marino. Nuestros compañeros trabajan desde afuera. Nosotros tenemos nuestra misión aquí: responder al Consejo de Guerra y convertir esta universidad del crimen en una universidad de hombres nuevos y lo estamos haciendo. Nuestros compañeros en la calle y dentro de la Embajada también están cumpliendo con su misión.
Estamos aquí reunidos 166 presos políticos, continúa. Un gran error de los militares, porque nos han fortalecido. Ahora parece que nos van a enviar a las distintas brigadas para juzgarnos en varios consejos de guerra. En el fondo es la respuesta al problema de acumulación de delitos. Quieren corregir la ilegalidad con que han actuado.
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¿Qué tipo de ilegalidad?
El Consejo de Guerra que se realiza en La Picota, contesta el abogado Andrés Almarales, empezó viciado de nulidad por un fenómeno jurídico elemental: acumulación de delitos en un solo proceso, entre ellos la sustracción de armas, porte ilegal de las mismas, y rebelión… No nos juzgan como M-19, sino por acciones delictivas.
Hasta ahora el Gobierno ha dicho no sobre liberación de presos políticos, entre los cuales figuran ustedes, ¿qué opinan?
De todas maneras, contesta Iván Marino Ospina, quien toma nuevamente la vocería, la operación ‘Marcos Zambrano’ ya ha demostrado al mundo que en Colombia no hay democracia, que se violan los elementales derechos humanos. Rescatar todos los presos políticos que hay en Colombia es un imposible, pero si podemos liberar a algunos, entonces lo intentamos. Además, no solo nos interesa la liberación de miembros del M-19, también de otras agrupaciones gremiales sin discriminar su labor política. Nos interesa, repito, el trabajo gremial de la clase obrera, sus líderes que han sido detenidos.
El M-19 pide la libertad de Héctor Fabio Abadía Rey del MAO, condenado por el asesinato del exministro Rafael Pardo Buelvas. Además, en la lista también figuran miembros del PLA, del ELN… ¿eso quiere decir que están de acuerdo con los crímenes que se han cometido?
De ninguna manera. Es más, nuestra organización los rechaza. Se han incluido estos nombres porque a ellos les han violado los derechos humanos, los han torturado. No podemos estar de acuerdo jamás con la manera como los han tratado, sin tener en cuenta su condición de seres humanos.
Insistimos, ¿ustedes qué piensan sobre su posible liberación? ¿Hay esperanza?
No tenemos ningún afán. De lo que sí puede estar seguro el Gobierno es que nosotros no tomaremos la iniciativa de violencia. Al M-19 no le interesa una masacre en la Embajada. Somos guerrilleros nacionalistas y revolucionarios. Por el carácter de presos políticos que tenemos los detenidos en esta cárcel y otras del país, es que los compañeros exigen nuestra liberación. La acción de la Embajada se realiza con serenidad, porque estamos interesados en una salida decorosa si el Gobierno lo desea. Si están dispuestos a respetar la vida de los embajadores y la extraterritorial de la Embajada. Nuestros compañeros antes de la toma tuvieron en cuenta que las negociaciones podían llegar a ser muy largas. Así que no ha habido sorpresa para el Comandante Uno y su grupo.
Pero dentro de la Embajada hay gente inocente. Los hogares, las esposas y sus hijos están sufriendo la ausencia de los ahora rehenes. El ambiente en las casas es tenso, de angustia…
Ahora contesta Israel Santamaría. Un abogado que tuvo un puesto directivo en las filas de la Anapo. Su esposa Beatriz y dos de sus hijos han venido a visitarlo desde Ibagué. Él tiene unos 35 años, blanco, más bien de baja estatura, muy amable cuando habla. Contesta:
Lamentamos que esto suceda pero la revolución integra todas las formas de lucha necesarias para sembrar de justicia y de libertad al país. Si la oligarquía colombiana obliga al pueblo a esa guerra para ejercer sus derechos, entre ellos la justicia social y la democracia, entonces no queda más remedio. Pero antes, hay que acudir a todas las fórmulas posibles para defender al pueblo. La Embajada es una tribuna más a nivel mundial. No es una acción contra los embajadores. Contra ellos no tenemos nada. Se han convertido en garantes de que en Colombia se apliquen los convenios sobre el derecho internacional y derechos humanos, que sus países han suscrito y que en Colombia se están violando con el visto bueno del Estado. Se respetará la dignidad y el rango de los embajadores. Si el Gobierno colombiano anuncia que este problema le incumbe a él como gobierno, entonces ¿por qué su deseo de continuar con su posición negativa y correr el riesgo que lo de la Embajada se convierta en una masacre por su gusto? ¿por qué no negocia?
“Carlos lleras dice: Colombia es un país descuadernado”
Ya todo el mundo sabe que las peticiones del Comando que se tomó la Embajada son la liberación de 311 presos políticos, 50 millones de dólares y publicación de un comunicado del M-19 en diferentes países del mundo. La gente se pregunta por qué no pidieron algo concreto para el pueblo, a cual ustedes dicen defender. Era su oportunidad.
Nosotros no somos populistas. Hemos logrado cosas importantes para el pueblo, como reivindicaciones salariales. Pero vayamos a su pregunta. El solo hecho de liberar presos políticos que luchan por su pueblo y mostrar al mundo la opresión en que vive Colombia, denunciar un régimen oligárquico y antidemocrático de injusticia social y de dependencia nacional es de por sí un logro. En la medida que saquemos de las cárceles a quienes llevan sobre sus hombros el delito de luchar por el pueblo, estamos haciendo en la Embajada una acción eminentemente nacionalista, en beneficio de la gente del pueblo. Eso es más importante que una reivindicación, por ejemplo escuelas, responde Helmer Marín, también ideólogo del movimiento. Antes de pertenecer al M-19 hizo parte de las Juventudes Católicas Obreras. Es moreno, de regular estatura, de mirada sagaz.
Esta toma de la Embajada ha ocasionado un caos. La economía ha sufrido alteraciones, el turismo ha disminuido, la imagen de Colombia se ha deteriorado. ¿Qué opinan?
El caos no lo formamos nosotros, lo forma la oligarquía. Carlos Lleras dice que “Colombia es un país descuadernado”. Aquí hay muchas injusticias, violaciones de los derechos humanos y mientras esto continúe, estaremos dispuestos a realizar este tipo de acciones y otras similares. Afirma también este político liberal: “Que ha habido torturas ya no cabe duda alguna, torturas relativamente leves, torturas crueles y torturas mortales. El Gobierno no puede ignorarlas”.
Ustedes han sido definidos en algunas ocasiones como delincuentes comunes. ¿Qué responden a esta acusación?
El Comando Superior del M-19 hace una pausa de silencio. Entonces encargan a Andrés Almarales, un hombre de aspecto reposado que dirigió el periódico ‘Mayorías’ cuando pertenecía a la Anapo, exparlamentario del movimiento que fundó el General Rojas Pinilla. Dice: Eso es un mecanismo de la oligarquía para desacreditarnos. A Jesús lo condenaron y lo sacrificaron como delincuente común. A Bolívar y a todos los patriotas también. Entonces que quede claro que eso es un mecanismo oligárquico para confundir a las masas”.
“El Gobierno no quiso salvar a Mercado”
Si ustedes son tan idealistas, ¿entonces por qué secuestraron a Mercado y luego lo mataron?
Un momento, refuta Carlos Pizarro, sindicado precisamente de esta acción; José Raquel Mercado fue detenido, sentenciado y ajusticiado, no asesinado. El Gobierno durante esos meses, 15 de febrero a 19 de abril de 1976, en que el M-19 lo tuvo cautivo, se negó a negociar. En ese tiempo no hubo una sola manifestación para apoyar al dirigente sindical. Él no fue ni torturado ni humillado y se corrió todo tipo de riesgos al mantenerlo con vida. El Gobierno no hizo nada por salvarlo. No hubiera sido ajusticiado, a pesar que el M-19 lo encontró culpable de traición a la clase obrera, después de un plebiscito popular con respuestas escritas en las paredes, de haber descubierto por pruebas irrefutables que recibía dinero de la CIA. Si el Gobierno hubiera aceptado lo que pidió nuestra organización: reintegro de los trabajadores despedidos injustamente en esa época, derogación de tres decretos que iban contra la estabilidad sindical y la publicación de nuestro boletín, el líder sindical hubiera salido con vida de este operativo.
Carlos, ¿usted participó en lo que llaman ajusticiamiento de Mercado?
Este hombre alto, de unos 28 años, de ojos claros, blanco, de pelo oscuro, de presencia distinguida y temperamento alegre, nos mira de frente, sonríe y elude la respuesta.
En el Consejo de Guerra no nos juzgan por el ajusticiamiento de Mercado, ni por secuestros. El cargo es rebelión y robo de armas. Como ya lo hemos dicho, está viciado de nulidad.
“Al pueblo jamás lo tocaremos. A los monopolios sí”
Ustedes dicen que no son delincuentes comunes. ¿Acaso no es delito el secuestro? El M-19 se ha atribuido el de Hugo Ferreira Neira, y el de Nicolás Escobar Soto. El primero quedó enfermo y el segundo murió.
La organización no se financia con plata del obrero, ni del campesino, ni de los pequeños o medianos propietarios, dice Israel Santamaría. Ni traficamos con coca o con marihuana. No llevamos a la quiebra a una empresa que trabaje por Colombia. Con lo que no estamos de acuerdo es con los grandes monopolios, con Carlos Ardila Lulle, con la Federación de Cafeteros o las multinacionales como Texas Petroleum Company que, a través de contratos leoninos con el Estado colombiano, nos explotan. Al pueblo jamás lo tocaremos, a los grandes monopolios sí. Ellos tienen que ayudar al proceso revolucionario. El imperialismo yanqui se lleva el petróleo de la Nación y no podemos cruzarnos de brazos.
Conocimos “La Cárcel del Pueblo”, donde estuvo secuestrado Nicolás Escobar Soto. No resistimos dentro más de 10 minutos. ¿No fue cruel haberlo tenido allí?
Usted la conoció después que la dinamitó el Ejército, contestan. Usted no pudo respirar porque todavía estaban concentrados los gases que utilizaron los militares, todavía olía a sangre. Esta cárcel, al sur de Bogotá, tenía buena luz, ventilación adecuada. El prisionero estaba bien tratado. Mire esta celda, analice las condiciones en que vivimos, recuerde las torturas a que fuimos sometidos. Compare, solo eso, compare esto con la cárcel donde la organización tuvo al gerente de la Texas Petroleum Company con las mazamorras y ‘las cuevas’ donde nos torturaron. Pero vayamos más allá, piense en los mineros de Amagá que quedaron sepultados, en sus esposas, en los hijos que quedaron sin padre, en la miseria. En las injusticias a los trabajadores de Indupalma, que hasta después del secuestro de Ferreira Neira les fueron reconocidos sus prestaciones sociales, sus pagos de dominicales, sus horas extras. Antes no les respetaban estos derechos. El pueblo colombiano está enloqueciendo por las injusticias.
Pero en el operativo contra la Texas Petroleum Company, murió el secuestrado. Nicolás Escobar Soto era un hombre bueno. ¿Por qué nunca se pensó en la posibilidad de escapar con él en caso de un ataque? Ustedes, expertos en túneles, ¿por qué no construyeron uno de emergencia para salir en caso de necesidad? Había detrás de la casa un terreno baldío que se prestaba para ese fin.
A Nicolás Escobar Soto lo mató el Ejército colombiano que conocía la existencia de ‘La Cárcel del Pueblo’ y optó por una política de tierras arrasadas por la brutalidad a raíz del robo de armas. Sí, provocaron una masacre. Nuestros compañeros en legítima defensa, después de agotar todos los recursos por la vida, mueren con dignidad. A Escobar Soto lo mató el Ejército.
A propósito, algunas versiones le han atribuido al M-19 el túnel de Pasto y el robo de los $80 millones al Banco de la República. ¿Es cierto?
A nuestra organización le han atribuido muchos actos que no han sido ciertos. El M-19 no robó los $80 millones del Banco de la República, no construyó ese túnel. Si lo hubiéramos hecho, hubiéramos reivindicado la acción.
“Sí hay militares activos en el M-19”
Hablemos un poco de la fundación del M-19, ¿cuándo sucedió?
El M-19 y su organización son más de 30 años de historia nacional. Se crea a partir de la necesidad de un cambio patriótico. Acoge gente partidaria de Jorge Eliecer Gaitán, de Camilo Torres, gente que sufrió la violencia y no quiere que esta repita. También participan expartidarios del Frente Nacional, del MRL que fundó Alfonso López Michelsen, y concluye con Rojas Pinilla y el robo de las elecciones en 1970. El M-19 recoge experiencias nuevas. Queremos una Colombia nueva.
Ahora el que habla es Álvaro Fayad Delgado, ideólogo del M-19, oficial superior de la organización. Psicólogo egresado de la Universidad Nacional es el de menor estatura de los seis del Comando Superior. Moreno, ni delgado ni gordo, de cejas pobladas, pelo oscuro y lacio. Su mirada es de rebelde.
¿Quién es el jefe máximo?
Jaime Bateman es nuestro líder, él vivió la violencia y sus consecuencias. Sigue Carlos Toledo Plata, antiguo gaitanista, después se acogió a las toldas de la Anapo.
¿Tienen ustedes otros líderes?
El pueblo está dando sus propios líderes. ¿Entonces quién sino ellos van a dirigir el país? Se están formando dentro los obreros, en el campo, con personas de experiencia diplomática, con expertos en el manejo de Estado, parlamentarios…
¿Hay militares en su organización?
Sí, hay militares de todos los rangos. En el Ejército hay sectores nacionalistas que son tímidos y reprimidos. Tenemos muchos en nuestras filas y se van a acrecentar aún más. Los interrogatorios y torturas a que fuimos sometidos tenían como máxima fidelidad que dijéramos los nombres de los militares activos que hacen parte de nuestra organización, de los que nos ayudaron en el robo de armas del Cantón Norte. Pero jamás dijimos un solo nombre, a pesar de que utilizaron los métodos más crueles y sofisticados de torturas. Si la consciencia está firme, el cuerpo aguanta lo que sea.
¿Cuántos años tiene la organización?
Siete años. Durante ese tiempo hemos realizado 500 operativos exitosos. Hemos buscado mostrar al pueblo un camino de libertad, democracia y justicia social. Hemos logrado reivindicaciones salariales. No solo ha sido destacado el operativo del Cantón Norte, llamado ‘Operación Colombia’. Con el secuestro de Hugo Ferreira Neira, quien jamás podrá decir que lo tratamos mal y él mismo ha reconocido públicamente que nuestra relación fue cordial, logramos convencerlos de las injusticias que se estaban haciendo en Indupalma. Cuando quedó libre autorizó la aceptación del pliego sindical de sus trabajadores. También participamos en el Peldar, concretamente durante su convención en el Hotel Nutibara de Medellín. Tomamos parte igualmente en la acción sindical de Cartón de Colombia, Croydon, Fruko de Cali, Maizena, La Garantía… Primero llamamos a los directivos de las empresas; después, si no obtenemos resultado positivo en bien de los trabajadores, iniciamos nuestra acción político-militar. Esto demuestra que en este país para lograr reivindicaciones de los trabajadores hay que hacer movilización de masas. Solo así el Gobierno se preocupa.
¿Es decir que todos los logros sindicales han sido de ustedes?
No, eso no lo podemos decir. Estos logros no se los puede atribuir solo al M-19. El movimiento obrero ha dado un gran salto. A raíz del ajusticiamiento de José Raquel Mercado el sindicato se une. Por ejemplo, con el paro del 14 de septiembre. Mucha gente ya ha tomado consciencia. Mediante el desarrollo del proceso revolucionario, se descubrirán los esquiroles, los vende-obreros. Ellos serán dejados a un lado, serán desenmascarados para purificar la reivindicación salarial.
¿Cuándo se reúne la totalidad del Comando Superior del M-19?
Nos hemos reunido siete veces, en diferentes lugares del país. Es decir, se han realizado siete conferencias nacionales. Jamás se inician si no tenemos la espada de Bolívar, a Jaime Bateman y a Carlos Toledo Plata.
¿Cuándo fue la última reunión?
Ese dato no se lo podemos dar.
“María Eugenia traicionó el movimiento anapista”
El lema del M-19 al comienzo fue: “Con el pueblo, con las armas, con María Eugenia al poder”. Así llegaban sus boletines. De pronto fue suprimido el nombre de ella. ¿Por qué?
Fue a raíz que comenzara sus componendas con sectores de los partidos tradicionales y el abandono de la bandera antioligárquica que había agitado su padre, el General Gustavo Rojas Pinilla.
María Eugenia traicionó el movimiento anapista. Entró en contradicción no solo con el grupo de los dirigentes de Anapo que dictaban el periódico ‘Mayorías’, dirigido por Andrés Almarales, sino que llegó a graves contradicciones con el organismo de base de la Anapo.
Su alianza con Belisario Betancur agravó la situación. María Eugenia despilfarró 1,5 millones de votos en un tiempo récord de dos años. Ella abandonó a su pueblo y el pueblo a su vez la abandonó.
¿El General Rojas Pinilla conocía el pensamiento del M-19?
Sí, lo conocía y había manifestado su simpatía por la organización. Desde 1970 y el robo de las elecciones, el General entiende más claramente la necesidad de lucha que se está adelantando para la defensa contra otro posible fraude electoral. Empieza a entender que en este país la solución simplemente electoral no es suficiente. Eso mismo es el reflejo de lo que piensa y siente el pueblo anapista. Desde el 19 de abril se da cuenta que jamás se llegara al poder por los votos.
El General Rojas Pinilla murió el 17 de enero de 1975. Al mes, armados y cubiertos sus rostros con medias, el M-19 se toma la sede de la Anapo en donde estaba reunida la plana mayor del partido. ¿Cuál fue la finalidad?
Manifestarle a María Eugenia el pésame por la muerte de su padre. Además, informar públicamente que seguiremos en la lucha antioligárquica que había emprendido años atrás el General Gustavo Rojas Pinilla.
“Filmamos todo el operativo en el Cantón Norte”
Iván Marino Ospina ha ejercido una vigilancia constante. No se ha quedado quieto. Frecuentemente sale al pasadizo a abrazar a su esposa Fanny y a su pequeña de 10 años. Ella tiene sobre su frente varios mechones de pelo blanco producto de los sufrimientos que tuvo durante casi un año de prisión. Solo tiene 29 años. El niño se distrae mientras Caperucita Roja hace maldades en el patio porque en la historia de títeres en la cárcel, ella es la malvada y el lobo el bueno.
¿No fue demasiado rápida la publicidad que le dieron al robo de armas al Ejército? ¿No perjudicó esto a muchos de los miembros del M-19 que les fueron allanadas sus residencias y luego detenidos?
Posiblemente sí. Pero cuando hicimos el robo de armas, hacia tres meses que los militares nos estaban hostigando. Los militares habían enviado una carta a Alfonso López Michelsen, pidiendo que la Corte Suprema de Justicia legalizara los actos del Ejército para seguridad del Estado. El decreto 070 autorizó a las Fuerzas Armadas para matar, es decir, fue la aplicación de la pena de muerte y comenzó con la masacre del Barrio Contador, que todos recuerdan. Turbay, 20 días después de asumir la Presidencia y cuando no había una huelga en el país y ninguna acción gremial, implanta el Estatuto de Seguridad. Desde ese momento se impiden las manifestaciones callejeras y se niega el derecho de protesta.
Soportamos tres meses de torturas y allanamientos y como respuesta hicimos la ‘Operación Colombia’ en el Cantón Norte. Mientras estábamos dando el golpe recordábamos las torturas y el asesinato de José Manuel Martínez Quiroz, el abaleo en un bus a Pedro Pablo Bello, diputado de la Asamblea de Cundinamarca, las torturas a los indígenas.
¿No aceleró las detenciones el haber enviado a los periódicos la fotografía de Arteaga Morón con una de las armas robadas en la mano y el rostro cubierto con una media, pero perfectamente identificable?
De todas maneras el Ejército iba a saber que la casa desde donde se hizo el túnel al Cantón ‘Rincón Quiñones’ la había habitado Arteaga. Los nombres de los directivos del M-19 ya lo sabían. Además, hemos demostrado que los éxitos del Ejercito sobre nuestra organización son más ostentosos que reales. En medio de la ofensiva del enemigo hicimos más de cien operativos.
Ustedes acostumbran tomar fotografías de sus acciones. ¿Lo hicieron con el robo de armas al Ejército?
Hay algo más que eso. Tenemos una película con la filmación de la ‘Operación Colombia’. Ella hace parte de la historia del M-19. No es negociable, no nos interesa ganar dinero con ella. Es el testimonio invaluable de un operativo importante de nuestra organización.
“No somos de izquierda ni de derecha. Somos patriotas”
¿Hay extranjeros en su organización?
Nuestra lucha es colombianista y patriótica, pero ello no excluye que los compañeros de América Latina que creen en el sueño de Bolívar sobre la unión panamericana puedan aportar su esfuerzo, su inteligencia y su propia vida para la realización de nuestros proyectos revolucionarias. En la gesta emancipadora de 1800 en Colombia, pelearon combatientes de toda América. También lo hicieron en Venezuela, en Perú… Inclusive combatientes del Viejo Mundo. Para nosotros, los extranjeros siempre serán bien recibidos con la condición que vengan a luchar por la libertad. Mal recibidos cuando su deseo sea explotarnos.
¿Tienen influencia Tupamara sus operativos?
Ni Tupamara, ni montoneros, ni fedayines, ni de la ETA. La burguesía extranjerizante no cree en su país, por eso se empeña en buscar modelos foráneos en todo lo que hace nuestro pueblo.
Hay dudas sobre su ideología. Algunos dicen que el M-19 es un movimiento de derecha. ¿Es cierto? Contesta Andrés Almarales:
Inicialmente podría haber motivos por la misma novedad del movimiento, por considerarnos de procedencia derechista. Con el transcurso del tiempo se han clarificado los conceptos y hoy diría que se han comprobado nuestros objetivos eminentemente revolucionarios, populares, nacionalistas. Hasta el punto que actualmente en torno al M-19 el campo se ha dividido: el pueblo como sus amigos y los oligarcas como sus enemigos. Y en este caso nos referimos a la oligarquía terrateniente, la industrial, la comercial, la financiera, vinculada al imperialismo yanqui.
¿Tienen que ver con la izquierda?
Nosotros somos patriotas, porque consideramos que la lucha no es la que conduce a la posición izquierdista en abstracto, sino la que convoca a los patriotas a enfrentar el problema modular de Colombia y de América Latina que es el de la dependencia. El marxismo busca el socialismo, nosotros buscamos el nacionalismo, lo cual redunda en beneficio del pueblo oprimido, de la clase obrera. Para afrontar el problema de la dependencia no se necesita ser de izquierda o de derecha, sino patriota.
Suena el timbre que anuncia que la visita ha terminado. La celda en donde estábamos reunidos se abre. No hay despedidas. Los detenidos se confunden en abrazos con sus esposas e hijos. En ese momento han olvidado que son guerrilleros. Solo tienen presente que quién sabe hasta cuándo podrán volver a tener cerca a sus seres queridos.