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Belisario Betancur: los 100 años del conservador más liberal

Al cumplirse 100 años del nacimiento del presidente, El Espectador recuerda a uno de los políticos de mayores contrastes del siglo XX.

Juan Sebastián Lombo
04 de febrero de 2023 - 02:00 p. m.
Belisario Betancur, presidente entre 1982-1986, murió el 7 de febrero de 2018.
Belisario Betancur, presidente entre 1982-1986, murió el 7 de febrero de 2018.
Foto: RODRIGO DUEÑAS

Hoy, hace 100 años, un matrimonio campesino de muy bajos recursos de Amagá (Antioquia) tenía el segundo de sus 22 hijos. De estos, fue uno de los cinco que sobrevivieron a lo que él mismo denominó como “morir de subdesarrollo”. De condiciones de suma pobreza y de una ausencia casi total de oportunidades, salió el que sería el presidente de Colombia entre 1982-1986: Belisario Antonio Betancur Cuartas.

Como ninguna otra carrera política, la trayectoria de Betancur estuvo marcada por los contrastes. A pesar de su cuna de bajos recursos, tuvo importantes oportunidades de estudio que lo hicieron uno de los políticos más cultos de su época. Aunque comenzó en el ala más “goda” del conservatismo, al lado de Laureano Gómez, es reconocido como uno de los presidentes de mayor pensamiento liberal y progresista del siglo XX. A pesar de que su nombre proviene de un general bizantino, fue un hombre de paz y uno de los mandatarios que más le apostó a ella. No obstante, su administración fue una de las más violentas.

Sobre la niñez de Betancur hay poco que decir. El también conocido por su generación como “el hijo de Amagá” reseña en un libro de memorias que su educación comenzó a los cuatro años, cuando su abuela le enseñó a leer con Shakespeare y Homero. Su filiación por el Partido Conservador se habría dado desde muy joven, pues por culpa de los liberales perdió una beca educativa. Estudió en un seminario de Yarumal fundado por Miguel Ángel Builes -enemigo enconado de los liberales desde el púlpito- y en la Universidad Pontificia Bolivariana -donde el conservatismo sobreabundaba-, y parte de su familia fue víctima de la violencia por parte de los del trapo rojo.

Para el historiador Álvaro Tirado Mejía, en diálogo con El Espectador, la vida de Belisario “tuvo una evolución muy interesante, de la mano de la evolución que tuvo el país”. Recuerda que en un primer momento, en los últimos semestres de universidad y primeros de trayectoria política, el presidente tuvo una inclinación bastante beligerante como militante del ala laureanista del conservatismo, que coqueteaba con el fascismo europeo. Betancur llegó a ser incendiario y reaccionario en los textos que publicaba en “El Colombiano” y luego en el periódico “La Defensa”, ambos medios de Medellín. Tanto así, que firmaba sus textos como el “Bélico”.

Como uno de los cercanos a Laureano Gómez, tuvo un vertiginoso ascenso político que incluyó un escaño en la Asamblea de Antioquia, un cargo en el Ministerio de Educación y hasta llegó a ser representante a la Cámara con tan solo 28 años. Sus columnas en distintos medios de comunicación a nivel nacional se convirtieron en una tribuna del conservatismo más acérrimo en plena época de la violencia, después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Según el historiador Nicolás Pernett, autor del libro “Presidentes sin pedestal”, este período de Belisario Betancur fue “muy laureanista”, incluso llegó a ser elegido como representante de este sector en la fallida Asamblea Nacional Constituyente de 1953, interrumpida por el golpe de Estado de Gustavo Rojas Pinilla.

Precisamente, el laureanismo de Betancur se sintió con más fuerza durante la dictadura de Rojas Pinilla. Desde el principio fue uno de los pocos que se opuso a la usurpación de la democracia, mientras que liberales y conservadores celebraban que había sido arrancado del poder al que llamaban “La Bestia”. Incluso estuvo en prisión en varias ocasiones por sus posiciones en contra del dictador. Su primer carcelazo, como este mismo lo denominó en una entrevista publicada en el libro “Sin límites”, fue por pasar una proposición en el momento de la instalación la Asamblea Nacional Constituyente, en la que se decía que “el presidente constitucional de la República seguía siendo Laureano Gómez”.

Belisario Betancur fue parte del grupo denominado “Escuadrón Suicida”, que le hizo frente a los cuatro años de dictadura de Rojas Pinilla desde la Constituyente. En este espacio no tuvo temor de catalogar de dictadores a los partidarios del general. Esto lo hizo acreedor de varias idas a la cárcel e incluso en una de ellas llegó a planearse, junto con otros opositores, una acción armada para derrocar a la dictadura. Aunque en un principio se limitó a una defensa aguerrida a Laureano Gómez, para muchos fue este período en el que pasó a tener una visión más democrática, fundamentada en la situación de haber sido “uno de los pocos conservadores en enfrentarse al dictador”, según contó Álvaro Tirado Mejía a este diario.

El regreso a la democracia de Colombia fue a la misma vez el quiebre en la vida política de Betancur. “En su segunda etapa de vida fue un demócrata con sentido social. Cuando se inició el Frente Nacional fue uno de sus actores”, señala Tirado Mejía. Durante esta época siguió en la línea laureanista y fue una de sus fichas más importantes en este acuerdo de convivencia entre partidos, tanto que se volvió común verlo en la fotografía de las reuniones en los primeros años frente-nacionalistas.

Antes de llegar a ser presidente, la senda de Belisario incluyó ser ministro de Trabajo de Guillermo León Valencia y embajador en España en el gobierno de Alfonso López Michelsen. Como ministro, Tirado Mejía destacó que el líder conservador “tuvo unas actitudes muy progresistas” frente a las huelgas. Sin embargo, algo que sería reiterativo en su vida, tuvo que asumir la responsabilidad ante la acción represiva de la Policía en una huelga en una cementara, acciones que dejaron más de 12 trabajadores muertos.

En cuanto a su labor como embajador, pasó a ser reconocido como responsable de la visita del rey Juan Carlos de España a Colombia, tal como este diario reseñó en octubre 1976: “se le debe bastante en la realización de esta visita”. Dicha visita de Estado fue relevante en su momento, pues se dio justo cuando el país ibérico salía del franquismo y volvía a la democracia. Además, la labor diplomática hecha le serviría para tejer unas redes que después serían fundamentales durante su gobierno.

Nicolás Pernett recalca que uno de los rasgos más llamativos de Betancur fue que “tenía una ambición presidencial muy clara”. En total fueron cuatro las veces que intentó llegar al máximo cargo del Ejecutivo. En la primera ocasión, nominado por Laureano Gómez, fue precandidato en contra de León Valencia. Luego, habiendo marcado un poco de distancia con el Frente Nacional, formó parte de la disidencia conservadora que se presentó en las elecciones de 1970 contra Misael Pastrana Borrero. Después, en 1978, perdió en unas reñidas elecciones con Julio César Turbay. Solo una división en las fuerzas liberales permitió que Betancur llegara a la Presidencia en 1982.

Su arribo al poder fue algo que esperaban con ansias distintos sectores. Tal como narra su nieta Paula Gaviria Betancur: “Era un triunfo esperado después de muchos intentos. Fue una emoción bastante particular”. Betancur llegó a la jefatura del Estado con una promesa de unidad, que incluso inició en su propio partido, como comenta el expresidente Andrés Pastrana: “Fue muy conciliador, y uno de sus éxitos para ser presidente fue sentar a Álvaro Gómez y Misael Pastrana. Fue fundamental”. Este llamado a la unidad lo extendió a otros sectores políticos, tanto que llegó bajó la figura de un “movimiento nacional”, que iba más allá de su propio partido.

Aunque “godo” de cuna y de carrera política, Belisario Betancur tuvo una presidencia marcada por una línea muy liberal, sobre todo si se compara con su antecesor, Julio César Turbay, que llegó por el partido del trapo rojo, pero su mandato estuvo marcada por el Estatuto de Seguridad. Entre las principales diferencias de ambos presidentes se destaca la forma de abordar el conflicto. Mientras que Turbay Ayala encuadró el fenómeno de guerrillas dentro del anticomunismo y la doctrina de seguridad, Betancur fue de los primeros en hablar desde el poder de las múltiples causas de la violencia, gran parte fundamentadas en necesidades insatisfechas de la gente y en el imperativo de darle una salida política al conflicto.

Ese nuevo acercamiento al conflicto vino acompañado de una promesa de búsqueda de paz con los distintos actores, que quedó consignada desde la misma posesión, el 7 de agosto de 1982: “Levanto una blanca bandera de paz para ofrecerla a todos mis compatriotas. Tiendo mi mano a los alzados en armas para que se incorporen al ejercicio pleno de sus derechos, en el amplio marco de la decisión que tomen las cámaras. Les declaro la p az a mis conciudadanos sin distinción alguna: ¡a esa tarea prioritaria me consagro, porque necesitamos esa paz colombiana para cuidarla como se cuida el árbol que convocará bajo sus gajos abiertos a toda la familia nacional”.

Los primeros meses del gobierno Betancur estuvieron marcados por una gran esperanza. “Era un fervor y muchísima emoción popular. Era un momento de muchísima ilusión. Como si supiera que estaba pasando algo muy importante”, recuerda su nieta Paula Gaviria. Y es que para ese momento se hizo muy común que las personas dibujaran en sus fachadas y en las calles una paloma de la paz, como muestra de acompañamiento al Gobierno. La respuesta del Ejecutivo fue intentar llevar a cabo varios procesos de paz con las distintas guerrillas que había en el país (FARC, M-19, EPL, ELN, entre otras) y hasta comisionó al expresidente Alfonso López para dialogar con los narcotraficantes.

Pero la paz nunca llegó a buen puerto. Fueron múltiples los problemas que se dieron para que los diálogos con la subversión fracasaran. “Fue el primer presidente que quiso establecer una negociación, pero se encontró con lo que ese momento era los enemigos agazapados de la paz: los militares. No supo manejarlos y ese proceso fracasó”, comentó a El Espectador el expresidente Juan Manuel Santos, como diagnóstico de la imposibilidad de los procesos de paz en dicha época.

Además, tampoco hubo un compromiso de paz de las guerrillas, que se aprovecharon el gran margen de las amnistías ofrecidas generosamente por el Gobierno y nunca se plantearon verdaderamente dejar las armas. Y, como han reseñado algunos, tampoco el establecimiento nacional estaba convencido a totalidad de las bondades de una paz negociada, como registró tiempo después Eduardo Pizarro y fue recogido en la tesis de Sara Botero sobre el presidente Betancur: “Ni el país en su conjunto ni los grupos guerrilleros estaban maduros todavía para una negociación exitosa”.

Rápidamente la expectativa de paz y apertura de los primeros meses del gobierno Betancur fueron reemplazadas por las emociones encontradas de unos de los cuatrienios más convulsos de la historia del país, tanto por desastres naturales como por acciones violentas. En su administración ocurrió el terremoto de Popayán, el crecimiento del narcotráfico y su mutación en narcoterrorismo, el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, el fracaso de las negociaciones con las guerrillas, el auge del fenómeno paramilitar, la renuncia al Mundial de Fútbol, la toma y retoma del Palacio de Justicia, la tragedia de Armero, entre otros hechos que marcaron la historia nacional reciente.

El 7 de agosto de 1986, Belisario Betancur dejó el poder e hizo el compromiso de retirarse de la política. Y en gran medida lo cumplió. Aun así, a las sombras, fue un guía para futuros mandatarios en el país. “A pesar de que dijo que se retiraba, siempre fue abierto cuando acudía a su consejo”, reseña Andrés Pastrana. Incluso, habría sido el impulsor de la carrera política de Juan Manuel Santos: “Fue una de las personas a las que acudí para preguntarle si yo debería permanecer en “El Tiempo” o si debería aceptar entrar al gabinete de César Gaviria. Él me dijo que en el fondo a mí me gustaba la política y que me movía por encima del periodismo”.

Más allá de un posible mentorazgo a algunas figuras políticas, la principal preocupación de Belisario Betancur hasta su muerte fue la cultura, sobre todo en espacios como la Fundación Santillana. Para algunos, más allá que la política, la verdadera pasión del presidente siempre fue el arte, y eso lo habría dejado ver en sus últimos años de vida. El que mejor supo comprender esta naturaleza fue nuestro nobel Gabriel García Márquez: “La historia no se mostró tan truculenta con Belisario Betancur porque no fue en realidad un gobernante que amaba la poesía, sino un poeta a quien el destino le impuso la penitencia del poder”.

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