Bill Gates llama a los dirigentes políticos a evitar un desastre climático
A propósito del encuentro del filántropo con el presidente Gustavo Petro, fragmento del libro “Cómo evitar un desastre climático” (2021), editado en Colombia con el sello Plaza & Janés.
Bill Gates * / Especial para El Espectador
En Estados Unidos, sobre todo, la política ha desviado la atención del debate sobre el cambio climático. Algunos días da la impresión de que hay pocas esperanzas de conseguir algún avance. Mi mentalidad es más propia de un ingeniero que de un experto en ciencias políticas, de modo que no tengo la solución política al cambio climático. En lugar de eso, aspiro a poner el punto de mira en lo que hace falta para llegar a las cero emisiones: canalizar el entusiasmo y la inteligencia científica del mundo hacia las soluciones relacionadas con energías limpias que ya existen, así como hacia la invención de otras nuevas, para dejar de verter gases de efecto invernadero en la atmósfera. (La noticia: la reunión de Gustavo Petro con Bill Gates).
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En Estados Unidos, sobre todo, la política ha desviado la atención del debate sobre el cambio climático. Algunos días da la impresión de que hay pocas esperanzas de conseguir algún avance. Mi mentalidad es más propia de un ingeniero que de un experto en ciencias políticas, de modo que no tengo la solución política al cambio climático. En lugar de eso, aspiro a poner el punto de mira en lo que hace falta para llegar a las cero emisiones: canalizar el entusiasmo y la inteligencia científica del mundo hacia las soluciones relacionadas con energías limpias que ya existen, así como hacia la invención de otras nuevas, para dejar de verter gases de efecto invernadero en la atmósfera. (La noticia: la reunión de Gustavo Petro con Bill Gates).
Tengo claro que no soy la persona más indicada para transmitir mensajes sobre el cambio climático. En el mundo no escasean los hombres ricos con ideas ambiciosas respecto a lo que deberían hacer los demás o con la convicción de que la tecnología puede arreglarlo todo. Además, soy propietario de grandes casas y vuelo en aviones privados —de hecho, viajé en uno a París para participar en la conferencia sobre el clima—, de manera que ¿qué derecho tengo a sermonear a nadie acerca del medio ambiente?
Me declaro culpable de los tres cargos.
No puedo negar que soy un tipo adinerado con una opinión. Sin embargo, creo que se trata de una opinión bien fundamentada, y siempre procuro informarme mejor.
Por otro lado, soy tecnófilo. Cuando se me presenta un problema, siempre busco remedio en la tecnología. Por lo que respecta al cambio climático, sé que la innovación no es lo único que necesitamos. Pero sin ella no lograremos que la tierra siga siendo habitable. Las soluciones técnicas no bastan, pero son necesarias.
Por último, es cierto que mi huella de carbono es desorbitada. Me he sentido culpable por ello durante mucho tiempo. Ya era consciente de lo elevadas que son mis emisiones, pero trabajar en este libro me ha abierto aún más los ojos respecto a mi responsabilidad de reducirlas. Disminuir mi huella de carbono es lo menos que cabe esperar de alguien en mi posición a quien le preocupa el cambio climático y que hace llamamientos públicos a la acción.
En 2020 empecé a adquirir combustible de aviación sostenible y en 2021 habré compensado por completo las emisiones de mi familia en ese aspecto. Para el resto, intento contrarrestar nuestra huella a través de una empresa que cuenta con una planta que absorbe el dióxido de carbono del aire (si quieres saber más acerca de esta tecnología, llamada «captura directa de aire», ve al capítulo 4). También apoyo a una organización sin ánimo de lucro que instala sistemas de energía limpia en viviendas asequibles en Chicago. Además, continuaré buscando otras maneras de aminorar mi huella particular.
Por otra parte, invierto en tecnologías neutras en carbono. Me gusta pensar que eso contrarresta parte de mis emisiones. He destinado más de mil millones de dólares a iniciativas que confío en que ayuden al mundo a alcanzar la meta del cero, entre ellas la generación de energía limpia y fiable, así como la fabricación baja en emisiones de carbono de productos tales como el cemento, el acero y la carne, entre otros. Y no sé de nadie que invierta más en tecnologías de captura directa de aire.
Por supuesto, invertir en empresas no reduce mi huella de carbono, pero, si he elegido bien los proyectos, gracias a ellos se retirará de la atmósfera más carbono del que emitimos mi familia o yo. Por otra parte, el objetivo no es que cada individuo subsane sus emisiones, sino evitar un desastre climático. Por eso apoyo la investigación preliminar sobre energías limpias, invierto en empresas energéticas prometedoras, defiendo políticas que impulsarán avances en todo el mundo y animo a otras personas que disponen de recursos a hacer lo mismo.
El quid de la cuestión es el siguiente: mientras que los grandes emisores como yo deberíamos consumir menos energía, el mundo en general debería consumir más productos y servicios proporcionados por la energía. No tiene nada de malo utilizar más, siempre y cuando no esté basada en el carbono. La clave para atajar el cambio climático estriba en producir una energía verde tan barata y fiable como la que procede de los combustibles fósiles. Dedico enormes esfuerzos a promover todo aquello que creo que nos conducirá hasta ese punto y supondrá una diferencia significativa que nos permitirá pasar de los 51.000 millones de toneladas a cero.
Este libro propone una vía para avanzar, una serie de pasos que podemos dar para maximizar nuestras probabilidades de evitar un desastre climático. Se divide en cinco partes:
¿Por qué cero? En el capítulo 1 profundizaré en por qué tenemos que alcanzar las cero emisiones, así como lo que sabemos (y lo que no) acerca de cómo afectará el aumento de las temperaturas a la población mundial.
La mala noticia: llegar a cero será muy complicado. Dado que todos los planes para conseguir un objetivo deben comenzar con una valoración realista de las barreras que se interponen en nuestro camino, en el capítulo 2 nos dedicaremos a analizar los desafíos a los que nos enfrentamos.
Cómo mantener una conversación razonada sobre el cambio climático. En el capítulo 3 intento aclarar algunas estadísticas confusas que circulan por ahí y comparto el puñado de preguntas que tengo presentes cada vez que participo en un diálogo sobre el cambio climático. Me han salvado de meter la pata en incontables ocasiones y espero que también te sirvan a ti.
La buena noticia: podemos lograrlo. En los capítulos 4 a 9 analizo los campos en que la tecnología actual puede resultar útil y aquellos otros que requieren avances importantes. Será la parte más larga del libro, pues son muchos los temas que hay que cubrir. Algunas soluciones que tenemos que implementar a gran escala ya existen, pero también necesitamos desarrollar un montón de innovaciones y difundirlas por el mundo en pocas décadas.
Aunque expondré algunas de las tecnologías en las que deposito más esperanzas, no nombraré muchas empresas concretas. Esto se debe en parte a que he invertido en algunas de ellas y no querría dar la impresión de estar favoreciendo a compañías en las que tengo intereses financieros. Pero la razón más importante es que deseo enfocar la atención en las ideas e innovaciones, no en los negocios específicos. Algunas empresas podrían irse a pique en los próximos años; suele ocurrir cuando se trabaja con tecnología de vanguardia, y no es necesariamente una señal de fracaso. Lo fundamental es aprender de los errores e incorporar las lecciones recibidas a la siguiente iniciativa, tal como hicimos en Microsoft y tal como hacen los demás innovadores que conozco.
Medidas que podemos tomar ahora. He escrito este libro porque no solo tengo claro el problema del cambio climático, sino también la posibilidad de resolverlo. No se trata de un optimismo iluso; ya cumplimos con dos de las tres condiciones necesarias para llevar a buen término cualquier tarea de envergadura. En primer lugar, tenemos empeño, gracias a la pasión de un movimiento mundial creciente liderado por jóvenes profundamente preocupados por el cambio climático. En segundo lugar, nos fijamos metas cada vez más ambiciosas para solucionar el problema a medida que más dirigentes nacionales y locales de todo el mundo se comprometen a arrimar el hombro.
Solo nos falta la tercera condición: un plan preciso para alcanzar dichas metas.
Del mismo modo que nuestros objetivos se basan en lo que nos dice la climatología, cualquier plan práctico para reducir las emisiones tiene que basarse en distintas disciplinas: física, química, biología, ingeniería, ciencias políticas, economía y finanzas, entre otras. Así pues, en los últimos capítulos, propondré un plan fundamentado en las recomendaciones que me han hecho expertos de todos estos campos. En los capítulos 10 y 11 me centraré en las políticas que pueden adoptar los gobiernos; en el capítulo 12 propondré una serie de pasos que todos podemos seguir para ayudar al mundo a alcanzar la meta del cero. Tanto si eres una autoridad gubernamental, un empresario o un votante muy ocupado y con muy poco tiempo libre (o las tres cosas a la vez), puedes hacer algo para contribuir a evitar un desastre climático.
* Se publica por cortesía de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Plaza & Janés. Bill Gates es un experto en tecnología, líder empresarial y filántropo. En 1975, fundó Microsoft junto a su amigo de la infancia Paul Allen. En la actualidad es el copresidente de la Fundación Bill & Melinda Gates, donde lleva más de veinte años trabajando para resolver problemas globales de salud y desarrollo; entre ellos, la prevención de pandemias, la erradicación de enfermedades y los retos en materia de agua, saneamiento e higiene.