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La excepción se convirtió en la regla. Si bien la recolección de firmas para avalar candidaturas es un mecanismo meramente ocasional y esporádico -ideado justamente para que ciudadanos sin partidos puedan abrirse espacio en la política-, parece ser que ahora es la argucia más eficaz para de darle rienda suelta a una campaña anticipada. El fenómeno no es nuevo y, de hecho, es creciente y está sobrediagnosticado. Con las elecciones de 2022 a la vuelta de la esquina, nuevamente se vive el boom. ¿Cómo está el panorama y qué se puede hacer para no pervertir la figura?
Con corte al pasado 17 de septiembre, según datos de la Registraduría conocidos por este diario, solo para Presidencia de la República se contaba con al menos 30 comités o Grupos Significativos de Ciudadanos -como se conocen formalmente- para recoger las firmas que servirán de sostén para el aspirante. Ello implica que, en solo cuatro meses, y a tres de que concluya la inscripción de más, ya se cuentan más de la mitad del total de grupos que se registraron para 2018 (ver infografía al final).
Entre los aspirantes figuran viejos conocidos en la arena electoral, pero también nombres inéditos. Enrique Peñalosa, Rodolfo Hernández, Juan Carlos Echeverry, Federico Gutiérrez, Roy Barreras, Francia Márquez y Alejandro Gaviria forman parte del ramillete de los más renombrados. Sin embargo, también hay espacio para candidatos menos mediáticos, como John Hitler Delgado, Judas Tadeo Echeverría o Efraín Torres Plazas. Este último, por ejemplo, llega con un movimiento ciudadano que denominó “Eliminemos las Ratas Políticas marcando aquí”.
Los beneficios de conformar el pelotón de candidatos por firmas no son de poca monta. Aunque la norma indica que los aspirantes solo pueden iniciar la propaganda electoral tres meses antes de la elección -en el caso de los presidenciables el 28 de febrero-, quienes se le miden a recoger rubricas tienen patente de corso para salir a las calles y ganar visibilidad con la recolección de apoyos, pueden sumar recursos sin mayor vigilancia y hasta marginarse de partidos políticos tradicionales, sacando pecho como “independientes”.
Una muestra de ello se vivió hace apenas dos años, en los últimos comicios en el país: las elecciones de alcaldes, gobernadores y autoridades locales. En 2019, los Grupos Significativos de Ciudadanos llegaron a los 1.164. Incluso, al revisar las elecciones legislativas de 2014, se evidencia que para Senado hubo 55 y para Cámara de Representantes 117.
Las motivaciones del “boom”
A pesar de las más de 30 candidaturas que buscan ser avaladas por firmas, el hecho no debería sorprender si se tiene en cuenta que desde hace dos décadas el fenómeno es cada vez más marcado en las elecciones presidenciales. Incluso, uno de los primeros en “echar mano” de la figura fue el entonces candidato Álvaro Uribe Vélez en 2002, quien, tras marginarse del Partido Liberal, decidió apostar por las firmas y recoger alrededor de un millón de rúbricas.
El primer punto que entra a jugar en la decisión de ir por firmas es el descrédito institucional que hay en el país, por el que los partidos políticos se han visto afectados, ya que muchos electores suelen asociarlos con malas prácticas o simplemente con la política tradicional que se ha repudiado durante las recientes jornadas de movilizaciones. Pero hay otras razones que impulsan a la presentación de esas candidaturas, como los espacios que se les abren durante la recolección de firmas.
Así lo explicó Juan Pablo Milanese, docente de ciencias políticas de la Universidad Icesi, quien resaltó que recolectar firmas permite empezar la campaña mucho antes de lo que dicta el calendario electoral. “Es un tiempo de hacer campaña, del que no gozan quienes se lanzan por partidos. Eso es importante en un escenario en el que muchos de esos candidatos son desconocidos en la mayor parte del país”.
En este punto es importante mencionar que esta modalidad también busca llegar a las zonas rurales, que mantienen una disciplina partidista muy marcada. Para Jaime Wilches, analista político y docente en varias universidades, “este fenómeno es muy urbano y corresponde a una democracia de opinión, porque en zona rural se sigue creyendo mucho en los partidos al haber un sistema de información más limitado”.
Otro punto clave es que tanto el número de candidatos como los nombres, muchos de ellos desconocidos para la opinión pública, son una muestra de que varias de esas candidaturas serán ignoradas y no tienen mucha posibilidad de llegar hasta las etapas decisivas de la carrera presidencial. “Más de 30 intentos de candidatura lo que muestran es la irrelevancia de la mayor parte. Hay muchos que no tienen el más mínimo chance o relevancia”, agregó Milanese.
Por supuesto, varios de esos candidatos son conscientes de la situación. Por tanto, puede que su aspiración por firmas no sea más que una excusa para hacerse un nombre con el fin de, curiosamente, ser llamados por algún partido político, bien sea para ser parte de su candidatura presidencial o como una ficha a tener en cuenta para las elecciones legislativas e incluso las regionales de 2023.
De acuerdo con Patricia Muñoz Yi, de la Facultad de Ciencia Política de la U. Javeriana, estas son candidaturas que ven como una “oportunidad estratégica” el proceso de recolectar firmas. “La gran mayoría esperan que algún partido termine ofreciéndoles un espacio para participar en las elecciones legislativas. No aspiran a llegar al final, sino ver qué opción les ofrecen. Algunos también estarán proyectándose para las elecciones regionales”, dijo la docente, quien puntualizó que en estos procesos son pocos los candidatos que tienen una intención seria.
Acabar con esta práctica no parece sencillo, pues está probado que es una buena fórmula para aquellos candidatos que quieren ser reconocidos más por su personalidad y don de gentes que por sus ideas o su pasado político. No obstante, concluyó Wilches, sí podría pensarse en el impulso de ciertas reformas que regulen y limiten este ejercicio para que no se vuelva un “ejercicio individualista y de figuración personal” de quienes saben que no tienen posibilidades, pero buscan figurar en la elección.
Aunque la baraja de aspirantes a ocupar la Casa de Nariño podría seguir creciendo, a estas alturas ya se perfilan las candidaturas más serias y que seguro serán parte en la recta final de la justa electoral. Son aquellos que vienen siendo citados, junto a los precandidatos de los partidos tradicionales, a las primeras discusiones sobre temas coyunturales. Sobre los demás habrá que ver hasta qué punto logran llevar su aspiración y si, en efecto, lo hicieron como una plataforma para sus verdaderas pretensiones.