Campaña crispada: los debates internos de los partidos
El Centro Democrático, la Alianza Verde y el Liberal son los partidos que viven las tensiones más fuertes en el pulso por definir sus candidatos a la elección presidencial de 2022.
Colombia vive por estos días la efervescencia preelectoral de cara a las elecciones de 2022, sobre todo en lo que tiene que ver con la Presidencia de la República. Y algunos de los que hoy protagonizan en este escenario han optado por una manida estrategia que ya a muchos, en el país y en el mundo, les ha dado resultado: criticar, distraer y confrontar. Táctica que no solo aplica contra quienes están en otras orillas políticas, sino también contra quienes se pelean por quedarse con la nominación dentro de un mismo partido o movimiento. De ahí que lo que se está viendo, desde hace rato, es una serie de choques, disputas y hasta solicitudes de escisión, en lo que mucho tiene que ver el juego de las coaliciones, a las que unos quieren llegar y otros miran con recelo. Eso sí, los más pesimistas tienen su propio diagnóstico: los partidos están reventados.
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¿Realmente es así? Veamos. Bien se puede decir que, en esta recta final de la campana, el primero en sacar a la luz pública sus grietas y tomar decisiones fue el Polo Democrático, cuando en octubre del año pasado, en un congreso extraordinario virtual, aprobó la escisión del MOIR, que lidera el senador más votado de la colectividad, Jorge Enrique Robledo. Detrás de esa movida estuvo la intención de este último de ser candidato presidencial, con su movimiento Dignidad, cruzada que adelanta en las filas de la Coalición de la Esperanza, junto a Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle. La división tuvo de fondo la figura de Gustavo Petro, líder del Pacto Histórico, la alianza de centro izquierda en la que ahora confluye el Polo con el senador Alexánder López como precandidato. De hecho, hay llamados a la unidad de estas dos coaliciones (la de la Esperanza y el Pacto), pero las diferencias crecen cada día.
Lo cierto es que las escaramuzas entre Robledo y Petro han estado a la orden del día. Los antiguos compañeros en el Polo se han enfrascado en un cruce de mensajes en redes sociales e incluso hasta hubo un reto a debatir, que no se dio. El primero llegó a calificar de “falaz e irresponsable” las propuestas del segundo, refiriéndose a la idea de reemplazar la energía de las termoeléctricas y el futuro energético del país por energía solar. Y otra propuesta de Petro, de que el país no exporte más petróleo para combatir el cambio climático, recibió respuesta de Robledo: “Haría un daño brutal con nefastas consecuencias sociales. Ayer le escribí tres veces para que acordáramos los términos de nuestro debate. Sigo pendiente”, le escribió. Ambos se han sacado los cueros al sol y el candidato de Dignidad hasta acusó al exalcalde de Bogotá por su supuesto acuerdo con Juan Manuel Santos en 2010, que fracturó la alianza que los unía cuando eran oposición al uribismo.
Y si por los lados de la centro izquierda llueve, por los de la derecha no escampa. El fin de semana pasado, un comunicado público firmado por quienes se denominan “la militancia”, que se hizo viral en Twitter con la etiqueta #UribismoUnidoPorEl22, dejó entrever los caminos pedregosos que por estos días de precampaña recorre el Centro Democrático. “A pocos meses de las elecciones, hemos llegado al punto de sentirnos confiados en poder derrotar sin dificultad al candidato que llevaría a Colombia a su destrucción. Hasta el momento hemos cabalgado sobre sus errores que, por fortuna, no han sido pocos; sin embargo, no hay escenario más peligroso que ese: el exceso de confianza que trae consigo un relajamiento; y hoy, muchos, en lugar de unir, se han dedicado a dividir”, señalaba el escrito.
Expresando una posición de rebeldía: “Nos rebelamos contra los que piensan que derrotar a la amenaza socialista solo es cuestión de acuerdos y de imposiciones desconectadas de la ciudadanía. También nos rebelamos contra las barras bravas de los candidatos que están empeñadas en destruir a los demás. Por eso debemos estar unidos y rechazar todo intento de fragmentarnos y distraer nuestro verdadero propósito, que se llama Colombia”, concluía dicho comunicado, que fue replicado por varios de quienes están en la baraja como precandidatos presidenciales del uribismo para 2022.
De hecho, todos salieron a hablar de consensos. “La unidad es fundamental y se fortalece respetando la diversidad de opinión”, dijo Óscar Iván Zuluaga. “Jamás hemos promovido la división. Colombia primero”, trinó María Fernanda Cabal. “Es indispensable la unidad. Sin egos, sin vanidades, con la patria como prioridad”, enfatizó Rafael Nieto Loaiza. “Siempre unidos y siempre firmes”, respondió Paloma Valencia. Sin embargo, más allá de esas posturas conciliatorias, se sabe que el ambiente es de recelo y desconfianza. Y hay dos hechos que tienen a más de uno con los nervios alterados: la petición de un grupo de 52 congresistas del Centro Democrático de ungir a Zuluaga como su candidato único y la decisión del Comité de Ética de la colectividad de excluir la precandidatura del representante a la Cámara Edward Rodríguez.
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Porque nadie puede negar que el respaldo parlamentario a Zuluaga causó roncha. Por ejemplo, Nieto Loaiza lo calificó de “inconveniente”, pues cree que deben ser las bases del partido las que escojan. “Aprecio a mis amigos congresistas, pero dan un pésimo mensaje. Hay que respetar el mecanismo de definición del candidato del Centro Democrático. Se debe proclamar es a quien los militantes del partido y los uribistas escojan, a quien ellos, la base, crean que mejor los representa”, dijo. Y Cabal, en un tono más agresivo, definió ese apoyo como una “vergüenza”, señaló que de los 52 congresistas firmantes de la carta a favor del exministro de Hacienda solo cinco son conocidos y pidió escuchar a los simpatizantes del uribismo para tomar decisiones. Tan así que las directivas del partido tuvieron que salir a pedir respeto por las preferencias y diferencias que tengan sus militantes, clamando afianzar la democracia participativa.
El capítulo de Edward Rodríguez es aparte. Y el agarrón es directamente con Nieto Loaiza, a quien acusó de “leguleyadas” para sacarlo del camino, junto al exmagistrado Marco Antonio Velilla. Todo por un supuesto impedimento ético, pues en una carta habría puesto en duda los orígenes de los recursos con los que el representante financió su campaña a la Cámara en 2014 y compró un apartamento. Rodríguez ha dicho que el Consejo Nacional Electoral (CNE) avaló las cuentas y que el inmueble lo adquirió con el crédito de un banco. “Nieto ha dicho que es él o soy yo. Está generando vetos al interior del partido. No gana en democracia, sino en la influencia politiquera que puede tener (…), es una persona que odia al presidente Iván Duque y sus políticas. Él representa la política de la exclusión, del odio, de los extremos y los apellidos”, replicó el legislador.
Esta semana, el Comité de Ética aclaró que no existen sanciones en contra de Rodríguez, pero las directivas del partido sostienen la decisión de no avalar su precandidatura. Muchos claman porque el expresidente Álvaro Uribe imponga su liderazgo y llame al orden. El exmandatario ha pedido consensos y recalcado que no va a hacerle el guiño a nadie, haciendo referencia a los líos judiciales que afronta. “Soy consciente que el daño que me han hecho le hace daño a cualquier candidato que apoye. Entonces, yo no voy a apoyar candidatos, yo voy a apoyar la democracia”, manifestó recientemente. Y hasta hay quienes rumoran que sus simpatías están con alguien que está por fuera del abanico del Centro Democrático, el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez. El candidato uribista será escogido con encuestas y se anunciará el 22 de noviembre. Mientras tanto, no hay señales de tregua.
Otro partido en problemas internos es la Alianza Verde y todo tiene que ver con el rumbo a tomar con miras a 2022. ¿Entrar de lleno a la Coalición de la Esperanza o consolidar un acuerdo con el Pacto Histórico? Esa fue la pregunta que desde el inició dividió a la colectividad que, haciendo honor a la verdad, está compuesta por militantes de centro, pero también por petristas y fajardistas que encontraron en sus toldas un nicho para hacer política. Como se sabe, esa pregunta, que continúa abierta, enfrentó al precandidato Camilo Romero (que impulsa la unión con Petro) con un sector del partido, siendo la senadora Angélica Lozano, una de las más poderosas entre los verdes, su gran contradictora.
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La congresista aboga por comprometerse con la Coalición de la Esperanza y el partido lo aceptó en marzo pasado; sin embargo, las cartas se voltearon (por diferentes motivos, dependiendo a quién se le pregunte). Así, con una fuerte oposición dentro del ejecutivo nacional de la colectividad, todo quedó como en un principio: en veremos. Qué camino coger y si llevar un candidato único o no fueron temas que quedaron de nuevo sobre la mesa. Mientras esa discusión se daba en redes sociales y los comentarios subían de tono y agresión en cada trino, se decidió seguir en la idea de tener una ficha única a la Presidencia en 2022.
Los senadores Iván Marulanda y Jorge Londoño se bajaron del bus en el que siguieron cuatro precandidatos: los congresistas Sandra Ortiz y Antonio Sanguino, y los exgobernadores Carlos Amaya y Camilo Romero. Este último continúa hoy con una carrera en solitario, abogando aún por abrirle la puerta al Pacto Histórico. Los demás (dos del ala de Lozano) se ingeniaron la “terna verde”, un mecanismo para definir el candidato. Pero Ortiz tiró la toalla alegando machismo y falta de garantías en el proceso, y después de una encuesta, Amaya fue el vencedor. Actualmente, él y Romero siguen en el pulso para quedarse con la nominación verde.
Pero pese a todo ese camino recorrido, las tensiones no han bajado. Y mucho tiene que ver la aparición de Alejandro Gaviria en el partidor presidencial. Tanto que, una vez lanzada su campaña por firmas, la representante verde Juanita Goebertus empezó a recogerle firmas y otros decidieron jugar en una apuesta doble: por la Coalición de la Esperanza y por Gaviria al mismo tiempo. A la pregunta sobre qué hacer se le sumaron dos opciones más: ¿dejar a los militantes en libertad o escindir el partido? Es un interrogante que hace poco apareció en el tablero. En esta mixtura de posibles vías para que la Alianza Verde tenga protagonismo en las presidenciales, sus tres copresidentes también se pronunciaron. Antanas Mockus y Antonio Navarro dijeron que no había posibilidad de juntarse con Petro, al menos en primera vuelta, y que veían un horizonte en la coalición de Fajardo, Robledo y los demás. Por su parte, Carlos Ramón González insistió en la llave con el senador de la Colombia Humana y descartó, eso sí, la escisión.
Hoy todo sigue en veremos. Por lo pronto, para entender qué quieren sus simpatizantes y su militancia, las directivas pusieron en marcha dos encuestas nacionales para saber qué camino seguir. Las empresas que convocan las mediciones son el Centro Nacional de Consultoría y Econometría Consultores, que socializarían los resultados esta semana; no obstante, varias fuentes manifestaron que no serán concluyentes para tomar ya una decisión. Mientras esto ocurre, Romero y Amaya mantienen sus candidaturas.
Por cierto, Alejandro Gaviria ha significado también un punto de quiebre dentro del Partido Liberal, al que estuvo vinculado en el pasado. Aunque el exrector de los Andes insiste en su independencia, en los mentideros políticos se habla del apoyo, bajo la mesa, que tiene del expresidente César Gaviria, jefe de la colectividad roja. Razón que, hacia afuera, esgrimen en la Coalición de la Esperanza para descartar una alianza, al menos por ahora. Pero internamente, un sector liderado por el senador y precandidato Luis Fernando Velasco ha armado rancho aparte y camina del lado del Pacto Histórico, cargando duro contra los dos Gavirias. “Nuestro partido, el mismo que en 1991 le dio al país una Constitución progresista, no puede desandar su historia y terminar siendo vagón de cola de la derecha colombiana”, dice de César, recordando el apoyo del exmandatario al hoy presidente Duque en la segunda vuelta de 2018. Y de Alejandro comenta: “Los liberales no debemos ser ajenos al grito de nuestra gente, cuando desde la sede de la Caracas les piden a nuestros militantes recoger firmas para inscribir como candidato presidencial a un académico que ofrece maquillar esta dura realidad y busca no identificarse con el liberalismo”.
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Y así va la campaña que todavía es preelectoral. Con cada partido y movimiento político padeciendo sus cuitas y maniobrando para mantener la tan mentada unidad. En esto también caben los conservadores, que cada cuatro años hablan de querer pelear por el poder pero terminan pegados al caballo ganador. Ya su Dirección Nacional tuvo que salir a desautorizar a un grupo de militantes que expresó el apoyo a Óscar Iván Zuluaga. “Invitamos al conservatismo del país, que ha defendido la vocación del poder en una candidatura presidencial propia, a estar atento a las decisiones que en el marco institucional se tomen al respecto, las cuales serán comunicadas por los canales institucionales”, precisó la colectividad azul. Por ahora, el panorama no pinta cambios y las disputas internas persistirán mientras los partidos no tomen decisiones definitivas. Y eso que aquí solo hablamos de las peloteras en torno a las aspiraciones presidenciales, porque otro rollo es el de la definición de las listas al Congreso, donde sí que impera esa estrategia de criticar, distraer y confrontar entre los mismos copartidarios.
Colombia vive por estos días la efervescencia preelectoral de cara a las elecciones de 2022, sobre todo en lo que tiene que ver con la Presidencia de la República. Y algunos de los que hoy protagonizan en este escenario han optado por una manida estrategia que ya a muchos, en el país y en el mundo, les ha dado resultado: criticar, distraer y confrontar. Táctica que no solo aplica contra quienes están en otras orillas políticas, sino también contra quienes se pelean por quedarse con la nominación dentro de un mismo partido o movimiento. De ahí que lo que se está viendo, desde hace rato, es una serie de choques, disputas y hasta solicitudes de escisión, en lo que mucho tiene que ver el juego de las coaliciones, a las que unos quieren llegar y otros miran con recelo. Eso sí, los más pesimistas tienen su propio diagnóstico: los partidos están reventados.
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¿Realmente es así? Veamos. Bien se puede decir que, en esta recta final de la campana, el primero en sacar a la luz pública sus grietas y tomar decisiones fue el Polo Democrático, cuando en octubre del año pasado, en un congreso extraordinario virtual, aprobó la escisión del MOIR, que lidera el senador más votado de la colectividad, Jorge Enrique Robledo. Detrás de esa movida estuvo la intención de este último de ser candidato presidencial, con su movimiento Dignidad, cruzada que adelanta en las filas de la Coalición de la Esperanza, junto a Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle. La división tuvo de fondo la figura de Gustavo Petro, líder del Pacto Histórico, la alianza de centro izquierda en la que ahora confluye el Polo con el senador Alexánder López como precandidato. De hecho, hay llamados a la unidad de estas dos coaliciones (la de la Esperanza y el Pacto), pero las diferencias crecen cada día.
Lo cierto es que las escaramuzas entre Robledo y Petro han estado a la orden del día. Los antiguos compañeros en el Polo se han enfrascado en un cruce de mensajes en redes sociales e incluso hasta hubo un reto a debatir, que no se dio. El primero llegó a calificar de “falaz e irresponsable” las propuestas del segundo, refiriéndose a la idea de reemplazar la energía de las termoeléctricas y el futuro energético del país por energía solar. Y otra propuesta de Petro, de que el país no exporte más petróleo para combatir el cambio climático, recibió respuesta de Robledo: “Haría un daño brutal con nefastas consecuencias sociales. Ayer le escribí tres veces para que acordáramos los términos de nuestro debate. Sigo pendiente”, le escribió. Ambos se han sacado los cueros al sol y el candidato de Dignidad hasta acusó al exalcalde de Bogotá por su supuesto acuerdo con Juan Manuel Santos en 2010, que fracturó la alianza que los unía cuando eran oposición al uribismo.
Y si por los lados de la centro izquierda llueve, por los de la derecha no escampa. El fin de semana pasado, un comunicado público firmado por quienes se denominan “la militancia”, que se hizo viral en Twitter con la etiqueta #UribismoUnidoPorEl22, dejó entrever los caminos pedregosos que por estos días de precampaña recorre el Centro Democrático. “A pocos meses de las elecciones, hemos llegado al punto de sentirnos confiados en poder derrotar sin dificultad al candidato que llevaría a Colombia a su destrucción. Hasta el momento hemos cabalgado sobre sus errores que, por fortuna, no han sido pocos; sin embargo, no hay escenario más peligroso que ese: el exceso de confianza que trae consigo un relajamiento; y hoy, muchos, en lugar de unir, se han dedicado a dividir”, señalaba el escrito.
Expresando una posición de rebeldía: “Nos rebelamos contra los que piensan que derrotar a la amenaza socialista solo es cuestión de acuerdos y de imposiciones desconectadas de la ciudadanía. También nos rebelamos contra las barras bravas de los candidatos que están empeñadas en destruir a los demás. Por eso debemos estar unidos y rechazar todo intento de fragmentarnos y distraer nuestro verdadero propósito, que se llama Colombia”, concluía dicho comunicado, que fue replicado por varios de quienes están en la baraja como precandidatos presidenciales del uribismo para 2022.
De hecho, todos salieron a hablar de consensos. “La unidad es fundamental y se fortalece respetando la diversidad de opinión”, dijo Óscar Iván Zuluaga. “Jamás hemos promovido la división. Colombia primero”, trinó María Fernanda Cabal. “Es indispensable la unidad. Sin egos, sin vanidades, con la patria como prioridad”, enfatizó Rafael Nieto Loaiza. “Siempre unidos y siempre firmes”, respondió Paloma Valencia. Sin embargo, más allá de esas posturas conciliatorias, se sabe que el ambiente es de recelo y desconfianza. Y hay dos hechos que tienen a más de uno con los nervios alterados: la petición de un grupo de 52 congresistas del Centro Democrático de ungir a Zuluaga como su candidato único y la decisión del Comité de Ética de la colectividad de excluir la precandidatura del representante a la Cámara Edward Rodríguez.
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Porque nadie puede negar que el respaldo parlamentario a Zuluaga causó roncha. Por ejemplo, Nieto Loaiza lo calificó de “inconveniente”, pues cree que deben ser las bases del partido las que escojan. “Aprecio a mis amigos congresistas, pero dan un pésimo mensaje. Hay que respetar el mecanismo de definición del candidato del Centro Democrático. Se debe proclamar es a quien los militantes del partido y los uribistas escojan, a quien ellos, la base, crean que mejor los representa”, dijo. Y Cabal, en un tono más agresivo, definió ese apoyo como una “vergüenza”, señaló que de los 52 congresistas firmantes de la carta a favor del exministro de Hacienda solo cinco son conocidos y pidió escuchar a los simpatizantes del uribismo para tomar decisiones. Tan así que las directivas del partido tuvieron que salir a pedir respeto por las preferencias y diferencias que tengan sus militantes, clamando afianzar la democracia participativa.
El capítulo de Edward Rodríguez es aparte. Y el agarrón es directamente con Nieto Loaiza, a quien acusó de “leguleyadas” para sacarlo del camino, junto al exmagistrado Marco Antonio Velilla. Todo por un supuesto impedimento ético, pues en una carta habría puesto en duda los orígenes de los recursos con los que el representante financió su campaña a la Cámara en 2014 y compró un apartamento. Rodríguez ha dicho que el Consejo Nacional Electoral (CNE) avaló las cuentas y que el inmueble lo adquirió con el crédito de un banco. “Nieto ha dicho que es él o soy yo. Está generando vetos al interior del partido. No gana en democracia, sino en la influencia politiquera que puede tener (…), es una persona que odia al presidente Iván Duque y sus políticas. Él representa la política de la exclusión, del odio, de los extremos y los apellidos”, replicó el legislador.
Esta semana, el Comité de Ética aclaró que no existen sanciones en contra de Rodríguez, pero las directivas del partido sostienen la decisión de no avalar su precandidatura. Muchos claman porque el expresidente Álvaro Uribe imponga su liderazgo y llame al orden. El exmandatario ha pedido consensos y recalcado que no va a hacerle el guiño a nadie, haciendo referencia a los líos judiciales que afronta. “Soy consciente que el daño que me han hecho le hace daño a cualquier candidato que apoye. Entonces, yo no voy a apoyar candidatos, yo voy a apoyar la democracia”, manifestó recientemente. Y hasta hay quienes rumoran que sus simpatías están con alguien que está por fuera del abanico del Centro Democrático, el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez. El candidato uribista será escogido con encuestas y se anunciará el 22 de noviembre. Mientras tanto, no hay señales de tregua.
Otro partido en problemas internos es la Alianza Verde y todo tiene que ver con el rumbo a tomar con miras a 2022. ¿Entrar de lleno a la Coalición de la Esperanza o consolidar un acuerdo con el Pacto Histórico? Esa fue la pregunta que desde el inició dividió a la colectividad que, haciendo honor a la verdad, está compuesta por militantes de centro, pero también por petristas y fajardistas que encontraron en sus toldas un nicho para hacer política. Como se sabe, esa pregunta, que continúa abierta, enfrentó al precandidato Camilo Romero (que impulsa la unión con Petro) con un sector del partido, siendo la senadora Angélica Lozano, una de las más poderosas entre los verdes, su gran contradictora.
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La congresista aboga por comprometerse con la Coalición de la Esperanza y el partido lo aceptó en marzo pasado; sin embargo, las cartas se voltearon (por diferentes motivos, dependiendo a quién se le pregunte). Así, con una fuerte oposición dentro del ejecutivo nacional de la colectividad, todo quedó como en un principio: en veremos. Qué camino coger y si llevar un candidato único o no fueron temas que quedaron de nuevo sobre la mesa. Mientras esa discusión se daba en redes sociales y los comentarios subían de tono y agresión en cada trino, se decidió seguir en la idea de tener una ficha única a la Presidencia en 2022.
Los senadores Iván Marulanda y Jorge Londoño se bajaron del bus en el que siguieron cuatro precandidatos: los congresistas Sandra Ortiz y Antonio Sanguino, y los exgobernadores Carlos Amaya y Camilo Romero. Este último continúa hoy con una carrera en solitario, abogando aún por abrirle la puerta al Pacto Histórico. Los demás (dos del ala de Lozano) se ingeniaron la “terna verde”, un mecanismo para definir el candidato. Pero Ortiz tiró la toalla alegando machismo y falta de garantías en el proceso, y después de una encuesta, Amaya fue el vencedor. Actualmente, él y Romero siguen en el pulso para quedarse con la nominación verde.
Pero pese a todo ese camino recorrido, las tensiones no han bajado. Y mucho tiene que ver la aparición de Alejandro Gaviria en el partidor presidencial. Tanto que, una vez lanzada su campaña por firmas, la representante verde Juanita Goebertus empezó a recogerle firmas y otros decidieron jugar en una apuesta doble: por la Coalición de la Esperanza y por Gaviria al mismo tiempo. A la pregunta sobre qué hacer se le sumaron dos opciones más: ¿dejar a los militantes en libertad o escindir el partido? Es un interrogante que hace poco apareció en el tablero. En esta mixtura de posibles vías para que la Alianza Verde tenga protagonismo en las presidenciales, sus tres copresidentes también se pronunciaron. Antanas Mockus y Antonio Navarro dijeron que no había posibilidad de juntarse con Petro, al menos en primera vuelta, y que veían un horizonte en la coalición de Fajardo, Robledo y los demás. Por su parte, Carlos Ramón González insistió en la llave con el senador de la Colombia Humana y descartó, eso sí, la escisión.
Hoy todo sigue en veremos. Por lo pronto, para entender qué quieren sus simpatizantes y su militancia, las directivas pusieron en marcha dos encuestas nacionales para saber qué camino seguir. Las empresas que convocan las mediciones son el Centro Nacional de Consultoría y Econometría Consultores, que socializarían los resultados esta semana; no obstante, varias fuentes manifestaron que no serán concluyentes para tomar ya una decisión. Mientras esto ocurre, Romero y Amaya mantienen sus candidaturas.
Por cierto, Alejandro Gaviria ha significado también un punto de quiebre dentro del Partido Liberal, al que estuvo vinculado en el pasado. Aunque el exrector de los Andes insiste en su independencia, en los mentideros políticos se habla del apoyo, bajo la mesa, que tiene del expresidente César Gaviria, jefe de la colectividad roja. Razón que, hacia afuera, esgrimen en la Coalición de la Esperanza para descartar una alianza, al menos por ahora. Pero internamente, un sector liderado por el senador y precandidato Luis Fernando Velasco ha armado rancho aparte y camina del lado del Pacto Histórico, cargando duro contra los dos Gavirias. “Nuestro partido, el mismo que en 1991 le dio al país una Constitución progresista, no puede desandar su historia y terminar siendo vagón de cola de la derecha colombiana”, dice de César, recordando el apoyo del exmandatario al hoy presidente Duque en la segunda vuelta de 2018. Y de Alejandro comenta: “Los liberales no debemos ser ajenos al grito de nuestra gente, cuando desde la sede de la Caracas les piden a nuestros militantes recoger firmas para inscribir como candidato presidencial a un académico que ofrece maquillar esta dura realidad y busca no identificarse con el liberalismo”.
Lea también: María Fernanda Cabal raja de la mayoría de su bancada del Centro Democrático
Y así va la campaña que todavía es preelectoral. Con cada partido y movimiento político padeciendo sus cuitas y maniobrando para mantener la tan mentada unidad. En esto también caben los conservadores, que cada cuatro años hablan de querer pelear por el poder pero terminan pegados al caballo ganador. Ya su Dirección Nacional tuvo que salir a desautorizar a un grupo de militantes que expresó el apoyo a Óscar Iván Zuluaga. “Invitamos al conservatismo del país, que ha defendido la vocación del poder en una candidatura presidencial propia, a estar atento a las decisiones que en el marco institucional se tomen al respecto, las cuales serán comunicadas por los canales institucionales”, precisó la colectividad azul. Por ahora, el panorama no pinta cambios y las disputas internas persistirán mientras los partidos no tomen decisiones definitivas. Y eso que aquí solo hablamos de las peloteras en torno a las aspiraciones presidenciales, porque otro rollo es el de la definición de las listas al Congreso, donde sí que impera esa estrategia de criticar, distraer y confrontar entre los mismos copartidarios.