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Antioquia es el sexto departamento de Colombia en tamaño. El segundo en número de pobladores, después de Cundinamarca, y el primero en muchos renglones de la economía nacional. Pero al mismo tiempo, las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico han hecho de sus valles, montañas y costas una cruda escena del conflicto armado. Sus números, sumados y restados, hacen que sea una apetecida plaza política. Le corresponden 17 curules en la Cámara de Representantes —una menos que Bogotá— y pone el 10% del total de los congresistas.
La joya de la corona es el Valle de Aburrá, una de las nueve subregiones que componen Antioquia y sin duda la más desarrollada. Tiene diez municipios, que albergan casi el 60% de la población del departamento, con poco más de 4 millones de habitantes, de los 6 millones 300 mil que tiene el departamento. El Espectador construyó el mapa electoral de una importante porción de la denominada área metropolitana, que comprende los municipios de Medellín, Envigado, Itagüí, Bello, Copacabana, Barbosa, Caldas y Sabaneta. Un Valle de Aburrá que vive una agitada campaña electoral.
Las calles de cada uno de estos municipios están atestadas de publicidad. Grandes vallas, pendones o afiches de candidatos y partidos tienen al borde de la asfixia a los habitantes del área metropolitana y, según los conocedores de la escena electoral, en los barrios, los eventos con candidatos no desentonan. La Misión de Observación Electoral ha ubicado a Antioquia entre los departamentos con mayor riesgo y sobre sus municipios pende una seria amenaza. Una realidad que tiene que ser vista a la luz del mapa de la criminalidad e interpretada teniendo en cuenta a las poderosas casas políticas que por años han dominado el panorama electoral.
Para Luis Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades), una organización que ha logrado recopilar valiosa información sobre la presencia de las bandas criminales en esta zona, un porcentaje impensable del territorio del área metropolitana está bajo el control de las bandas criminales. “Los Urabeños y la Oficina tienen prácticamente el dominio de todo el Valle de Aburrá. Aunque es una guerra que todavía se está desarrollando en Barbosa, Girardota, Copacabana, y en algunos sectores de Bello, la hegemonía de estos es casi total y sobre esas dos estructuras pesa lo que ocurra en finanzas criminales y alianzas políticas con partidos y con algunos candidatos”, explicó Quijano.
Al ser indagado sobre la influencia política y electoral de las bandas criminales, contesta: “Le respondo con un ejemplo: en el caso de Medellín, más del 60% de la ciudad está en manos de ellos. Son 350 bandas, unos 13.500 hombres. Controlan rutas de transporte, los ‘pagadiarios’ o vacunas ejercen control territorial a través del patrullaje, han construido economías informales en los barrios y hasta han establecido una base social. Son una especie de gobierno urbano que obviamente influye en la política”. Quijano recuerda que la parapolítica tuvo epicentro en Antioquia y advierte que muchos de los involucrados constituyen sólidas casas electorales que siguen teniendo poder en el departamento.
A su turno, Álvaro Córdoba, coordinador regional de la Misión de Observación Electoral, explicó que Antioquia es uno de los departamentos en alto riesgo de fraude. “La inscripción desmesurada y atípica de cédulas, la presión de grupos armados, la compra de votos y la trashumancia son los delitos electorales que más nos preocupan en el Valle de Aburrá, porque pretenden legitimar las elecciones de 2015 a alcaldías y gobernación, por lo que las elecciones a Congreso son el primer pulso de las fuerzas políticas que tienen sus candidatos a Cámara y Senado. Son políticos que se mueven de sur a norte y se disputan el poder de los municipios del Valle”, afirma. El investigador sostiene que los parapolíticos siguen metiéndoles mano a las elecciones y que han influido mucho en la inscripción irregular de cédulas , aprovechándose de que la Registraduría no investiga la trashumancia electoral como delito. También observó que la propaganda política es manejada de forma irregular.
El Espectador se reunió con diferentes políticos antioqueños que tienen juego en las elecciones del 9 de marzo, para indagar sobre cómo se están disputando los municipios del área metropolitana. A pesar de ser de casas políticas diferentes, coincidieron en la mayoría de las observaciones sobre cómo se encuentra el escenario electoral. Todos, sin excepción, advirtieron que las elecciones a Congreso tienen que entenderse a la luz de los poderes locales, que las fuerzas políticas que tienen las alcaldías y la Gobernación poseen sus candidatos y van a buscar consolidarse o recuperar el poder perdido. También coincidieron en explicar que es más fácil predecir el comportamiento de la Cámara que el del Senado, y pidieron remitirse a esta para lanzar sus análisis y cábalas.
Las cosas en el Área Metropolitana están de la siguiente manera: 183 candidatos luchan por las 17 curules a la Cámara. Por mecánica electoral, los más opcionados son los actuales representantes o los herederos de los que van de salida; que por demás pertenecen a las casas políticas que hoy tienen asiento en los poderes regionales y locales. A esto hay que agregarle el ingrediente del regreso del expresidente Álvaro Uribe a la escena. Un peso pesado que es acompañado por tradicionales barones electorales, como el exgobernador Luis Alfredo Ramos —hoy preso por parapolítica—, que tiene a su hijo en la lista a Senado uribista, o el exministro Fabio Valencia, también con su hijo apostando por la Cámara.
La Gobernación está en manos de Sergio Fajardo, de Compromiso Ciudadano, una fuerza política que no tiene apuestas en estas elecciones. El Partido Conservador es tradicionalmente el más poderosos en la región. Actualmente tiene siete representantes, tres senadores y tres alcaldías en los diez municipios del Valle de Aburrá. El Partido Liberal ha crecido en los últimos años y hoy tiene cuatro representantes, dos senadores y dos alcaldías, entre las que se cuenta Medellín, que pone un importante porcentaje de votos. El Partido de la U logró dos senadores, cuatro representantes y una alcaldía. Cambio Radical sacó un representante. El partido político ASI alcanzó una Cámara y el PIN —hoy Opción Ciudadana— tiene una alcaldía.
Según los análisis de los políticos consultados, las figuras más fuertes para las elecciones del 9 de marzo son Jhon Jairo Roldán, quien según se dice es apoyado por la casa Suárez Mira, de conocido poder en Bello, Copacabana y Girardota. De otro lado están la representante Nidia Marcela Osorio y Nicolás Albeiro Echeverry, allegados a la casa Itagüí. Por los lados de Envigado, aparece José Ignacio Mesa, de Cambio Radical, hijo del eterno alcalde de Envigado, Jorge Mesa. Una fuerza política que a su vez tiene fuertes lazos con la alcaldía de Aníbal Gaviria, por lo que Sofia Gaviria —hermanan del alcalde— y Víctor Yepes tendrán importante votación en este municipio del sur.
En Sabaneta la pelea está al rojo vivo entre los liberales cercanos a la casa Suárez Mira y los de Itagüí. En Caldas, la hegemonía la tiene el Partido de la U y sus candidatos son León Darío Muñoz y Guillermo Palacios, este último cuenta con el apoyo del representante Augusto Posada, que no buscará reelegirse. Medellín es una ciudad de complejas tendencias y allí todos los candidatos encuentran votos. Sin duda, un sector que no aparece en las cuentas actuales pero que dará de qué hablar son los candidatos del Centro Democrático, que cuentan con Óscar Darío Pérez, Santiago Valencia y Regina Zuluaga.
La cuenta regresiva para las elecciones ya empezó. Los candidatos gastan sus últimas fuerzas y el resto de sus recursos. Las poderosas casas políticas de Antioquia luchan por los valiosísimos —y costosísimos, dicen algunos— votos de los municipios del Valle de Aburrá. Esta poderosa región antioqueña pone más de la mitad del poder que este departamento designa para el Congreso de la República. Un lugar donde las alarmas electorales están prendidas y las bandas criminales también buscan tener influencia en los comicios del 9 de marzo. Gran prueba para la democracia.
amolano@elespectador.com
@AlfredoMolanoJi