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“Fue en la madrugada; eran como las 4:30 de la mañana cuando cortaron la luz. Luego se escuchó ladrar a los perros y al ratico empezaron a tumbar las puertas de las casas y a sacar la gente. Sacaban sólo hombres”. Así recuerdan algunos de los habitantes, que aún viven en el corregimiento, lo que fue la mañana del 17 de enero de 2001 cuando cerca de 60 paramilitares al mando de Rodrigo Mercado Pelufo alias 'Cadena' , irrumpieron en la zona y masacraron a 27 habitantes. Ese día no hubo un solo disparo. Con lista en mano los paramilitares asesinaron a sus víctimas empleando machetes y haciendo uso de un artefacto artesanal conocido como “Mona”, que sirve para partir piedras.
Un hecho por el que el 19 de octubre de 2009 el juzgado cuarto Administrativo de Sincelejo, juzgó al Estado por la omisión y desidia en la protección de los habitantes del corregimiento de los Montes de María por parte de la Policía Nacional y la Infantería de Marina, a pesar de las amenazas que habían comenzado incluso seis meses antes de perpetrado el ataque. La nación fue juzgada y obligada a pagar $3.500 millones a los familiares de las víctimas de la masacre.
Han pasado 16 años y Chengue se resiste a morir. De 90 familias y 100 viviendas existentes previamente a la masacre, hoy tan sólo quedan 23 viviendas y un total de 83 habitantes, según reporta una encuesta realizada por la Fundación Renovación y Confianza. La mayoría de las víctimas decidieron abandonar su tierra para buscar una nueva vida en el casco urbano de Ovejas. Muchas de ellas utilizaron el dinero que les fue dado por el Estado para montar pequeños negocios; otros, se fueron y no se ha vuelto a saber de ellos.
Hoy Chengue es casi un corregimiento fantasma. Al llegar, luego de un recorrido en moto de hora y media por caminos deteriorados y difíciles de andar en tiempo de invierno, se puede ver la desgastada cancha deportiva (y única obra) que construyó el Estado en mayo de 2010 a través de la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional como proyecto de respuesta rápida en los Montes de María.
Los pocos habitantes sobreviven en un ambiente hostil, donde el único servicio público con el que cuentan es el eléctrico, ya que el actual alcantarillado no cumple con las normas básicas y dignas para el consumo de agua. La escuela tiene apenas 3 salones. Uno de ellos sirve como área de informática, pero los equipos son viejos y obsoletos. Solo un profesor es el encargado de dictar todas las asignaturas a los 28 niños que asisten regularmente.
El puesto de salud, donde fueron llevadas las víctimas asesinadas, hoy está ocupado por una familia sobreviviente de Chengue. En un conversatorio realizado el 28 de noviembre del año pasado, el alcalde electo Mauricio Gabriel García Cohen, se comprometió a habilitarlo, dotarlo y a asignarle un médico para la atención de las emergencias en la comunidad.
En cuanto a la productividad del corregimiento, los ovejeros recuerdan con nostalgia la “época antes de la violencia” donde la producción del aguacate, el arroz y el maíz, les daba para construir y mejorar sus casas, mantener en condiciones el puesto de salud y contratar los profesores para la escuela.
Hoy ya solo son recuerdos que se tiñen de tristeza tras el abandono del Estado. Dentro de la sentencia del Tribunal Administrativo de Sucre, y luego de que la masacre fuera declarada como un delito de lesa humanidad por un fiscal de la Unidad Nacional de Derechos Humanos, se le ordenó al Estado crear un monumento dedicado a la memoria de las víctimas. Sin embargo, hasta el día de hoy los habitantes sólo han visto promesas incumplidas de políticos en campaña.
En medio de la adversidad, tras años de acciones poco eficientes del Estado, los chengueros han puesto sus esperanzas en lo que han escuchado sobre el posconflicto. Ven en el acuerdo firmado entre las Farc y el Gobierno, una oportunidad para reconstruir el Chengue productivo que enorgulleció a Ovejas ante la región y el departamento de Sucre.