“Este país necesita vencer a sus verdaderos enemigos”: iglesia católica
Monseñor Omar Sánchez, arzobispo de Popayán y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, aseguró que esta Semana Santa debe servir para que los líderes de la nación serenen sus ánimos y busquen consensos para enfrentar las problemáticas que azotan en varios frentes a Colombia. Dijo que las voces deben reflexionarse para evitar que la polarización aumente y las crisis persistan. También alertó por la situación del Cauca y rechazó lo dicho por el padre Chucho en torno a que, según él, habría riesgos de una supuesta “guerra civil”.
¿Qué mensaje envía la Iglesia católica en estos días tan caldeados de debate público?
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¿Qué mensaje envía la Iglesia católica en estos días tan caldeados de debate público?
En esta Semana Santa se vive la fe cristiana y florece la vida, ya de manera irreversible, sobre el pecado y sobre el mal, porque el mal hace su camino en nuestra patria. Uno no puede confesarse cristiano y manifestar signos de muerte, codificar con el mal y afianzarse en pecados que destruyen vidas, que lastiman a otros, que roban felicidad, que descomponen futuros. Ese es el pecado. Eso le tiene que ser difícil a un creyente que se esmera en una básica coherencia. Por supuesto que fallamos, aunque a veces el mal se presenta con apariencias de bien y, por eso, somos capaces de corrompernos. Esas confusiones hacen que las masas sean manipulables.
¿Eso es lo que está pasando en Colombia, Monseñor?
Uno ve cuando la masa es vulnerable y se deja conducir hacia la mentira. Y necesariamente todos los que estamos en este marco de la fe, y se lo hablo con mucha franqueza, junto a millones de colombianos estamos haciendo un esfuerzo por una identidad y ser coherentes. Como pastor, me encuentro montones de gente buena, coherente, y que demuestra que el país tiene con qué responderle a tanta fuerza de mal, de muerte. Y esta Semana Santa tiene que ligar a los corazones buenos, a las personas que hacen un esfuerzo para que todos los días, entre el bien y el mal, elijamos el bien. No podemos caer en una fe individualista, hay que sumar voluntades desde nuestros lugares de trabajo o desde nuestros núcleos familiares para salir adelante con la lógica de la verdad y del bien.
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¿Los líderes del país entienden ese mensaje?
Este cristianismo que profesamos nos genera implicaciones. E intento hablarle al pueblo que se confiesa, al pueblo católico e incluso a todas las confesiones cristianas que viven esta fe, en el entendido de que esta es una religión del amor. Fundamentalmente, es convencer al otro del bien; eso lo tendremos que construir. Las acciones que nos desintegran, que nos hacen dudar del bien del otro y que generan sectarismos marcados para derrotar al otro, debemos superarlo. Este país tiene gente valiosa desde el punto de vista político, académico, moral, empresarial; desde todo punto de vista y en todos los territorios. Hay liderazgos enormes, sanos, constructivos, y cada uno tiene que ayudar a entender que todo va más arriba de las infraestructuras de las redes que nos polarizan. Más allá de eso, hay la suficiente inteligencia, bondad y coherencia que pueden bajar los ánimos, crear sensatez y que todos podamos converger.
¿Es un llamado al presidente Gustavo Petro y a sus contradictores a que le bajen al tono?
Aquí hay responsabilidad de los grandes líderes y de quienes estamos en unas orillas concretas de serenarnos para construir con inteligencia. Se trata de apaciguarnos y dejar de enfrentarnos. El país tiene enemigos generales, como el drama del narcotráfico que pulula, avanza y que nadie detiene. Este país tiene enemigos de corrupción, que le quitan la moral a un pueblo y que le abaja su vocación de honestidad. Si no ubicamos nuestros verdaderos problemas, nos vamos rompiendo entre nosotros con posiciones parcializadas. En ese sentido, en esta Semana Santa hay necesidad de serenar los espíritus y pensar, desde la vocación de esta religión del amor, en el bien del otro, en el bien de todos.
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¿La Semana Santa podrá darle al país un espacio de reflexión?
Yo aspiro desde la fe a creer en el poder. El espíritu santo hace su obra, centra personas y lleva luces nuevas, incluso dentro de las crisis, para recuperar propósitos. En esta jornada de Semana Santa habrá mucha oración, y esto va a ayudar a que la sensatez ayude a superar nuestras diferencias y a sumar objetivos comunes para sacar al país adelante. Tenemos que reflexionar en estos días santos, porque una voz o una palabra pueden subir los ánimos, y lo que debemos hacer es desarmar posiciones y juntarnos en propósitos. Este país necesita vencer a sus verdaderos enemigos, no hacernos enemigos a nosotros mismos.
¿Qué tan complejo está el panorama en el Cauca, Monseñor?
Aquí no solo están los actores armados, sino lo que es la guerra, que genera unas problemáticas en los territorios, en los productores. Esas infraestructuras de economía ilícita, sin estigmatizar a nadie, generan y complejizan las soluciones. Estas crisis con las disidencias generan más violencia en la zona, como pasó con los indígenas luego de que se rompió el cese al fuego. Pero las mesas podrían ser necesarias para ir llevando a los territorios reconciliación, en el sentido más integral del término. Así que en este momento las tensiones son altas, porque se activa la Fuerza Pública con acciones concretas.
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¿Puede recrudecerse la guerra?
Las presencias de los ilegales no polarizan, sino que homogenizan los territorios. Así que aquí tendremos que esperar a ver de qué manera lo militar va dando una visión del territorio y de qué manera las mesas profundizan soluciones. El Cauca como pueblo es resistente. Aquí también hay un capital humano y social, por lo cual el Cauca no se ha destrozado. La lógica de la guerra tiene unas dinámicas propias y seguramente tiene víctimas, y eso nos duele. Y esperaríamos que sean más prontas las soluciones a estas crisis.
¿Le merece algún comentario lo dicho por el padre Jesús Hernán Orjuela, conocido como padre Chucho, en torno a que, según él, Colombia va hacia “una guerra civil”?
En las crisis, las visiones del futuro de todos, sacerdotes, médicos y demás, efectivamente dan paso a la interpretación. Pero en realidad este es un país sólido, con una democracia, y en ese sentido uno no puede hacer pronósticos tan rápidos. Hay voces que desalientan desde todos los sectores, pero definitivamente yo diría que este país tiene solidez y calidad de las personas. Además, por los dolores por los que ya hemos pasado, no se deberían dar pronósticos tan cerrados. Yo veo en todo con esperanza, porque nunca hay mayor esperanza que cuanto más oscuro está; es decir, nunca hay más ocasión de amanecer que cuanto más oscuro se pone. Así que yo, frente a eso, simplemente dejo una visión de mucha esperanza en este país. El caos total no está dentro de mi visión.
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