Conmoción interior, el fantasma de una figura autoritaria

Tras ser proclamado oficialmente como el candidato único del Partido Conservador, el senador David Barguil tuvo varias propuestas polémicas. Entre ellas una reforma constitucional en la que se reduce el derecho a la consulta previa y la reanudación de la fumigación con glifosato de cultivos de uso ilícito. Pero, sin duda lo que generó mayor ruido fue el anuncio de que apenas llegue a la Casa de Nariño decretaría la conmoción interior.

Tras ser proclamado oficialmente como el candidato único del Partido Conservador, el senador David Barguil tuvo varias propuestas polémicas. Entre ellas una reforma constitucional en la que se reduce el derecho a la consulta previa y la reanudación de la fumigación con glifosato de cultivos de uso ilícito. Pero, sin duda lo que generó mayor ruido fue el anuncio de que apenas llegue a la Casa de Nariño decretaría la conmoción interior.

“Quiero anunciar de manera pública que inmediatamente lleguemos a la presidencia de Colombia, estamos listos para decretar la conmoción interior y de manera simultánea presentaremos al Congreso una reforma constitucional que plantee que ante problemas que tocan la seguridad nacional del país no caben consultas y que la droga será erradicada con todos los mecanismos disponibles, incluida la fumigación”, expresó Barguil.

De inmediato se prendieron las alarmas y al candidato conservador le cayeron varias críticas ante una propuesta catalogada como autoritaria y en contra de estado de derecho. “David Barguil, candidato conservador, afirmó ayer que su propuesta de gobierno es imponer una dictadura para destruir la separación de poderes públicos mediante declaración del estado de conmoción interior. Es el mismo que dice, sin rubor, que Petro ‘amenaza la democracia’”, declaró el senador Iván Cepeda, miembro del Pacto Histórico.

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La postura también fue calificada como populista y peligrosa frente a lo que actualmente está ocurriendo en el país, debido a que un problema de orden público podría ser usado para acciones de corte autoritario. Y es que el estado de excepción propuesto por Barguil tiene unas implicaciones que recuerdan a los estados de sitio que dominaron la segunda mitad del siglo XX en Colombia.

Durante 40 años, los presidentes recurrieron de forma continúa al artículo 121 de la Constitución de 1886 para quedar “investido de las facultades que le confieran las leyes, y, en su defecto, de las que le da el Derecho de gentes, para defender los derechos de la Nación o reprimir el alzamiento”. Esto sirvió para los excesos y la violación de los derechos humanos en la guerra antisubversiva que se mantuvo en contra de las guerrillas de las Farc, Eln, entre otras.

El continúo estado de excepción en el que se encontró el país con el estado de sitio sirvió para múltiples violaciones de derechos humanos y arbitrariedades, como ocurrieron con el estatuto de seguridad del gobierno de Julio César Turbay Ayala. Esto hizo que uno de los principales objetivos con la Constitución de 1991 fue superar esta figura que llegaba a suspender garantías constitucionales e idear una nueva forma de estado de excepción que no afectara el orden constitucional.

Esta figura fue el estado de comoción interior, consagrado en el artículo 213, y que establece que “”en caso de grave perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad del Estado, o la convivencia ciudadana, y que no pueda ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades de Policía, el presidente de la República, con la firma de todos los ministros, podrá declarar el estado de conmoción interior en toda la República o parte de ella”.

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Aunque suena parecido al estado de sitio, esta figura de excepción restringió la capacidad presidencial pues fijó que esta solo podía aplicarse por un periodo de 90 días y ser prorrogable hasta por dos periodos más, un total de 270 días. Sin embargo, esto último debía hacerse con el permiso del Senado. Además, se estableció que los decretos legislativos emitidos, que pueden suspender la aplicación de leyes, solo podrían ser con relación a la situación que llevó a la conmoción interior y quedaban sin efecto tras la finalización de la figura. Por último, todo decreto legislativo presidencial en el marco de la conmoción interior tendría que ser revisado y con el visto bueno de la Corte Constitucional.

Aunque es cierto que la conmoción interior tiene muchas más garantías que el estado de sitio, igualmente es una figura que es cuestionada cuando se intenta recurrir a ella debido a que implica una concentración de poderes en el presidente y que rompe la división de poderes para que el Ejecutivo tome decisiones legislativas por sí mismo.

Solo en cuatro ocasiones de 1991 se ha convocado esta figura. La primera vez fue en julio de 1992, cuando la Constitución apenas tenía un año de vida. César Gaviria invocó la figura ante el riesgo de que los participes en el crimen de Luis Carlos Galán quedaran en libertad debido a que para ese momento quedaba sin efecto la figura de estado sitio por la que estaban detenido. En ese entonces el estado de excepción fue aprobado por la Corte Constitucional.

En este mismo gobierno se intentó volver a invocar esta figura en 1994 bajo argumentos similares, pero en ese momento el tribunal constitucional no le dio vía libre ya que consideró que las razones podían solucionarse mediante el ordenamiento constitucional establecido.

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Aunque después hubo rumores de aplicar esta figura de nuevo, solo se volvió a hacer uso de ella en dos ocasiones durante el gobierno de Álvaro Uribe. En 2002, se decretó la conmoción interior ante la situación de orden púbico por las guerrillas, que habían tomado un amplio poder en el territorio. Esta figura sirvió para otorgarle mayores recursos a la Fuerza Pública para su fortalecimiento y la expedición de decretos que le dieron al DAS poder para hacer allanamientos sin orden judicial, interceptaciones y detenciones. Esta fue tumbada por la Corte Constitucional cuando Uribe intentó prorrogarla.

En 2008, el expresidente Uribe volvió a invocar esta figura, esta vez por el supuesto funcionamiento irregular de la justicia que había llevado a que miles salieran de las cárceles por el vencimiento de término. Sin embargo, el alto tribunal constitucional no le dio vía libre a la pretensión presidencial bajo el argumento de que esta situación era natural a la congestión judicial.

Desde entonces, ningún otro presidente ha recurrido a esta figura. Sin embargo, siempre que el país parece salirse de las manos al primer mandatario, rumores de conmoción se sienten con fuerza. En el gobierno de Juan Manuel Santos se tanteó la posibilidad cuando el periodo del fast track para tramitar los acuerdos de paz con las extintas Farc se estaba acabando y no se había tramitado la ley estatutaria de la JEP. Al final los tiempos dieron y no se necesitó de esta figura.

En el gobierno de Iván Duque se ha hablado en varias ocasiones de esta figura. Cuando la JEP otorgó garantía de no extradición a Jesús Santrich, distintos sectores pidieron que la conmoción interior fuera declarada para enviar al que traicionó el acuerdo de paz hacia los Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno no tuvo en cuenta esta posibilidad.

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Luego, en el paro del 2021, nuevamente rumores de conmoción interior se escucharon. La situación por las movilizaciones en las grandes ciudades del país hizo que desde presidencia se tanteara la posibilidad y hasta hubo fuertes rumores de que se iba a firmar le temido decreto para convocarla. Sin embargo, al final, el presidente Duque la descartó.

Ahora último, con la compleja situación de orden público, nuevamente se está invocando la figura de estado de conmoción interior para responder a esta ofensiva armada. La propuesta ya no solo viene de distintos sectores del Congreso o de la ciudadanía. En esta ocasión, un candidato presidencial tomó esta bandera como una de sus principales propuestas.