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Constitución de 1991: el comienzo de un nuevo país

Con dos actos de proclamación, la nueva carta magna transformó a Colombia. Su eje fundamental fue el Estado social de derecho y nació la Corte Constitucional como garante y defensora de sus postulados.

Juan Sebastián Lombo
04 de julio de 2021 - 02:00 a. m.
Constitución de 1991: el comienzo de un nuevo país

La Constitución de 1991 tuvo dos actos de proclamación: el primero fue en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional y el segundo en la habitación 1135 del Hotel Tequendama. La primera fue una ceremonia fastuosa y grandilocuente, en la que primó un tono épico por la creación de una nueva carta magna. La segunda fue un mero acto jurídico, mediado por el desorden de los cientos de archivos que por dos días fueron revisados para comprobar que lo aprobado por la Asamblea Constituyente era lo mismo que quedó consignado en el texto oficial. La primera proclamación fue el 4 de julio de 1991, con los 74 delegatarios, una gran cantidad de invitados y miles de colombianos sentados frente a sus televisores. La segunda fue el 7 de julio, tres días después, y apenas contó con algunos delegatarios, el secretario general de la Asamblea y unos cuantos periodistas que registraron el momento.

El 4 de julio de 1991 pasó a la historia como el día en que entró en vigor la Constitución que hoy rige a los colombianos. Debido a la importancia de la fecha, el evento tuvo una carga ceremoniosa y solemne que treinta años después aún se puede percibir en las grabaciones que sobreviven al paso del tiempo. Los encargados de redactarla —excepto Alberto Zalamea— se dieron cita en el Salón Elíptico para proclamar la naciente carta magna. Allí también estuvieron el presidente César Gaviria y su esposa, Ana Milena Muñoz; el expresidente Alfonso López Michelsen, en ese entonces director del Partido Liberal, y cientos de invitados que fueron captados por las cámaras del que por muchos años fue el evento con mayor sintonía de la televisión nacional.

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Tal como cuenta Humberto de la Calle, ministro de Gobierno de la administración Gaviria, fue Álvaro Gómez Hurtado quien definió hasta el mínimo detalle del evento, incluso que se realizara en el Capitolio, a pesar de que en un primer momento la Constituyente fue renuente a sesionar allí, bajo la idea de que se debían marcar distancias con el Legislativo. Gómez Hurtado también definió la lista de invitados. En un primer momento, según el entonces ministro, el miembro del triunvirato fue renuente a que la primera dama estuviera en la mesa principal de la ceremonia, pero al final aceptó. Eso sí, proscribió al secretario de la Asamblea, Jacobo Pérez Escobar, y lo envió a las barras con los periodistas. No está clara la razón. Algunos dicen que fue por choques durante las sesiones, otros que era para supuestamente encubrir la falta del texto completo y hasta se ha dicho que por un velado racismo heredado de Laureano Gómez.

Con el Elíptico lleno, la ceremonia comenzó con las notas del Himno Nacional, que fue interpretado y entonado por la Orquesta Sinfónica de Colombia, el Coro Infantil y Juvenil de Colcultura y el Coro de Santa Fe de Bogotá, que durante toda la jornada amenizaron el evento con piezas de música clásica y del folclor colombiano. Luego, el presidente Gaviria firmó el supuesto ejemplar final de la Constitución. Este fue seguido por De la Calle y los tres presidentes de la Asamblea Constituyente (Horacio Serpa, Antonio Navarro Wolff y Álvaro Gómez Hurtado). A renglón seguido, los constituyentes pasaron al frente para también firmar lo que algunos aseguran eran una simple resma de papel en blanco y para otros el texto oficial de la nueva Constitución, sin la numeración final.

Cada uno de los 73 delegatarios desfiló para estampar su firma. La primera en liderar la comitiva fue Aída Avella, que por razones de un error ortográfico en su inscripción figuraba como la primera en la lista —esto también le sirvió para ser la primera presidenta de la Constituyente—. Le siguió el resto de asambleístas, entre los que se destacó Marcos Chalita (exmiembro del M-19), quien rompió el ritualismo de la ceremonia. Primero al asistir sin corbata, con una camisa arremangada y su típico sombrero panamá, y luego al firmar y hacer un signo de paz ante las cámaras. También se recuerda a Juan Carlos Esguerra, que se santiguó antes de firmar, o a Lorenzo Muelas, que fue con su traje guambiano típico, siendo muy aplaudido al acercarse a la mesa principal. Gustavo Zafra fue el último en firmar.

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Los discursos

Tras las firmas vino un largo discurso del presidente Gaviria, centrado en destacar el trabajo hecho y las bondades de la nueva carta magna. “Compatriotas, quiero compartir con ustedes la felicidad que anima el corazón de los colombianos. La satisfacción de los que hemos luchado por construir una patria abierta a la participación, que no excluya a nadie, que les ofrezca a todos un lugar bajo el sol de Colombia, que cobije por igual a pobre y a ricos, a fuertes y débiles, a los que han sido los gestores de nuestra historia y a los que serán protagonistas del mañana. Si bien hoy concluye esta importante gesta, también se inicia una nueva era política para Colombia”, de esta forma comenzó su intervención.

En ese mismo camino, destacó que en el país estaba naciendo una “nueva democracia que no es una utopía” y enfatizó en que el nuevo texto constitucional se enfocaba en las minorías: “Dicha preocupación por las minorías dista de una actitud paternalista, es el resultado de que por primera vez en nuestra historia estamos en una misma casa, frente a frente, en condiciones de igualdad”. En medio de sus loas a la Constitución, que describió como “bien distinta a la de 1886” al destacar la participación ciudadana, el entonces primer mandatario tuvo palabras de agradecimiento con su ministro de Gobierno, que fueron correspondidas con un atronador aplauso de varios minutos. Al final, concluyó su discurso afirmando: “La Constitución de 1991 no es de nadie en particular, es de todos”.

Luego llegó el turno de los tres presidentes de la Asamblea. Primero fue Horacio Serpa, quien comenzó diciendo que durante esos meses, Colombia entera, representada en los 74 delegatarios, estuvo “en el recinto de las deliberaciones”. Asimismo, celebró que habían “cumplido la misión del pueblo”. Habló después Antonio Navarro, que siguió una línea muy parecida a la de su homólogo liberal. Para el líder de la AD-M-19, las 3.500 horas de sesiones y debates fueron “el trabajo más grande de una generación” y destacó la heterogeneidad de los constituyentes: “Los indígenas reivindicando 500 años de olvido, cristianos, católicos y no católicos, ateos, exguerrilleros, sindicalistas y políticos tradicionales. Nuevas fuerzas. El mosaico de país trabajando sin descanso y sin pausa. Los 74 colombianos más heterogéneos que jamás se hayan reunido sacaron una constitución en 150 días”.

El último de los triunviros en intervenir fue Álvaro Gómez Hurtado. Este, en vez de marcar la ruptura que los demás hicieron frente a la Constitución de 1886, aseguró que el nuevo texto era un homenaje a los constituyentes que fueron liderados por Rafael Núñez. Para el líder del Movimiento de Salvación Nacional, se trató de “una oportunidad de comenzar de nuevo” y deseó que así fuera: “Esperamos que a las nuevas generaciones no les corresponda vivir lo que hemos padecido”. Y concluyó: “No vamos a permitir que la reforma se congele, la queremos como un cuerpo vivo y no como un cuerpo de archivo. Queremos que sea una carta de navegación, un renacimiento de los conceptos esenciales de la bondad, de lo honesto, de lo verdadero”.

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Al finalizar la ronda de discursos, los tres presidentes fueron llamados al frente para el acto de proclamación. “1, 2, 3… En nombre de la Asamblea Nacional Constituyente, los presidentes, en representación del pueblo, proclamamos la nueva Constitución de Colombia”, recitaron al unísono Navarro, Serpa y Gómez. El coro presidencial fue seguido de los “aleluyas” del coro que interpretaba El Mesías, de Friedrich Händel. De esta forma magna cerró el evento que oficializó la Constitución de 1991. Sin embargo, más allá de la espectacularidad, el evento no tuvo implicaciones legales, porque el texto constitucional no había sido codificado del todo y el secretario de la Asamblea no había certificado que era el mismo que fue aprobado en las plenarias.

Jacobo Pérez le cobró a Gómez Hurtado no haberlo puesto al frente para presenciar las firmas de los constituyentes. Un día después, el 5 de julio, el secretario comenzó a decir que no había nueva Constitución y que seguía en vigor la de 1886. Señaló que no había podido certificar que lo firmado era la nueva carta magna y que solo era una resma de hojas blancas. Después de un tire y afloje, que incluyó propuestas de una nueva proclamación, Pérez Escobar se comprometió a revisar los textos para avalarlos. Duró casi dos días en esta labor. Encerrado en la habitación 1135 del Hotel Tequendama, el secretario verificó los 380 artículos de la Constitución y los 59 artículos transitorios.

En la madrugada del 7 de julio, Pérez Escobar terminó su tarea. Tal como después lo contó en un libro que autoeditó (Constitución de 1991: La farsa del Capitolio Nacional), la segunda proclamación estuvo alejada del glamur del primer evento. Además del secretario, solo estuvieron 21 personas más, entre ellas, siete delegatarios, el viceministro de Gobierno, el consejero para Asuntos Constitucionales de la Presidencia (Manuel José Cepeda) y unos pocos periodistas que registraron el momento, calificado por la prensa como “tan sencillo, tan íntimo y tan histórico”. La firma de Pérez Escobar fue la proclamación oficial de la Constitución.

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“Bajo el rigor jurídico que nos imponen las leyes, solo ahora podemos decir que hay Constitución”, comentó la constituyente María Teresa Garcés en dicho momento, cuando la veintena de personas presentes aplaudió y celebró el final jurídico de la tarea constitucional. Como no había ninguna botella de licor para la celebración, se mandó a dos de los que estaban en la ceremonia improvisada para que compraran una champaña. Aunque se supone que el texto firmado por Jacobo Pérez Escobar era el definitivo, días después se tuvo que hacer una fe de erratas de varios artículos que, por la premura del tiempo, habían sido escritos mal o que habían sido omitidos a pesar de que habían sido aprobados.

Treinta años de un cambio total

Sin importar las diferencias abismales entre ambas proclamaciones, los dos momentos implicaron el comienzo de un nuevo rumbo para Colombia. La naciente Constitución de 1991 transformó un anquilosado sistema que había regido al país por más de cien años y pedía un cambio a gritos. Aunque la Constitución de 1886 sirvió como base para algunos aspectos del ordenamiento estatal, en otros fue el cambio rotundo. Basta con mirar los temas de equidad de género. No solo es destacable que por primera vez participaron mujeres en la redacción de un texto constitucional, sino que se reconoció la plena igualdad: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”.

Esto también implicó un reconocimiento a las minorías, que habían sido ignoradas por más de 200 años de vida republicana. Es el caso de los indígenas, que también por primera vez fueron incluidos en un proceso para definir la carta magna. “Para nosotros fue la primera vez en 500 años de la historia de Colombia que tuvimos representación”, comentó el constituyente Lorenzo Muelas a este diario. Dicha participación desembocó en el reconocimiento de la riqueza étnica de Colombia, que en ninguna de las constituciones anteriores había sido siquiera consignada. También conllevó a que se consagrara la autonomía de gobierno que tenían dichas comunidades en sus territorios.

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Estos aspectos se potenciaron con la proclamación del Estado social de derecho. El énfasis constitucional cambió totalmente. Mientras que el texto del 86 se centraba en las instituciones, la actual carta magna tiene se enfoca en el tema de los derechos. Ello se evidencia en la extensa carta de derechos que trae la Constitución de 1991. No son solo los derechos fundamentales, sino que también se comienza a hablar de derechos de índole social y económica. Además, se crearon varias instituciones para su defensa: la Corte Constitucional y la Defensoría del Pueblo, por ejemplo. En fin, no se podrían resumir en estas páginas los cientos de cambios que trajo la nueva Constitución. Lo cierto es que fue el comienzo de un nuevo país.

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William(06077)04 de julio de 2021 - 11:46 p. m.
Tanta tinta, tantas palabras, tantos incisos, tantas leyes, tanta alharaca y hoy todo sigue igual. Al contrario, nada nos salvó de César Gaviria, hoy atornillado y metiendo baza en todo, y todos los políticos que el representa. La corrupcion y la ciencia rampante, la pobreza y la desigualdad. No en vano, Pablo Escobar se sintió triunfante y hasta se entregó. Nada cambia en Colombia con los mismos.
Mianmopi(15665)04 de julio de 2021 - 05:41 p. m.
Yo le daría el crédito al proceso de paz con las FARC. Pero sí creo que la constitución del 91 sentó presedente al no ser una capitulación de una guerra como sí había pasado con la del 86 y anteriores.
Luciano(02077)04 de julio de 2021 - 05:56 a. m.
Un nuevo país, que se tiró el expresidiario 1087985.
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