Corrupción no distingue estrato o ideología política, según estudio
La investigación de la Universidad Nacional, que contó con participantes del sector público y privado, determinó también que el 69,8 % de los encuestados respondió que hubo un aumento de la corrupción durante el último año.
Redacción Política con información de la Agencia de Noticias de la UNAL
Un estudio experimental adelantado por la Universidad Nacional concluyó que, si bien la corrupción es vista como un problema social en Colombia, se trata de un comportamiento que puede llegar a protagonizar cualquier ciudadano, “sin importar su nivel de ingresos económicos o ideología política”.
Según determinó el estudio, dentro de las causas más frecuentes para explicar el comportamiento corrupto está la falta de sanción (74,1 %), la ausencia de valores éticos (69,7 %) y la presión de actores políticos (54,6 %).
La investigación contó con una muestra de 139 participantes (71 del sector público y 68 del privado) de entre 25 y 40 años, a quienes se les aplicó una encuesta de caracterización sociodemográfica y una batería de dilemas sociales en situaciones de corrupción.
Frente a la entrevista, esta solo fue aplicada a una submuestra del total de participantes con el fin de hacer una aproximación a la dimensión subjetiva de lo que entienden por corrupción, si son conscientes cuando incurren en un comportamiento corrupto, cuáles son las justificaciones que dan y a qué dimensiones pertenecen esas justificaciones, es decir, si se trata de algo cultural, social o económico, entre otros.
En las entrevistas se encontró que las personas no se consideran corruptas, aunque en ciertas situaciones han tenido que incurrir en esos comportamientos que emergen según las condiciones sociales.
“En las encuestas, los individuos consideran que ellos no han incurrido en comportamientos corruptos, pero afirman que las demás personas sí lo harían. Sin embargo, cuando se enfrentaron en la entrevista aceptaron haber incurrido al menos una vez en un comportamiento corrupto”, explicó el autor del estudio, Fabián Valera, magíster en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional.
Una de las principales variables que tuvo en cuenta el investigador fue el nivel de ingresos salariales de la persona, y encontró que no existe una relación entre dicho nivel con la decisión de ser corrupto. Es decir, sin importar si una persona tiene un ingreso inferior al mínimo o por encima de los tres salarios mínimos ($2′725.000) o más, están bajo las mismas posibilidades de incurrir o no en un comportamiento corrupto.
“Algunas personas identifican el comportamiento corrupto con lo que se considera contexto de supervivencia, es decir, que justifican un poco incurrir en el comportamiento en la situación económica del momento, por ejemplo, por una multa de tránsito que no están dispuestos a pagar”, señala el investigador.
En materia de percepción, los resultados demostraron que la mayor parte de la población encuestada reconoce o identifica la corrupción como un problema en constante crecimiento sobre el que no se actúa. El 69,8 % (97 personas) respondió que hubo un aumento durante el último año, el 26,6 % (37) considera que permaneció igual, y solo el 3,6 % (5) afirman que disminuyó.
A los participantes se les plantearon varios juicios sociomorales en un escenario de corrupción. Por ejemplo, una persona tenía que renovar su pasaporte en una oficina local, pero debido a la ineficiencia de los funcionarios tenía que hacer una fila de cinco horas. Sin embargo, un funcionario ofrecía validar el pasaporte en 5 minutos si le daban una propina de $20.000, por lo que los individuos se veían enfrentados a sobornar o no hacerlo.
En este escenario, en el que la persona tiene la opción de sobornar a un funcionario para agilizar su proceso y reducir su tiempo de espera, el 30,94 % de los encuestados afirmaron dar la propina de $20.000 al funcionario, siempre y cuando nadie los viera, y ante la pregunta sobre ¿qué cree que harían los demás?, el 82,73 % afirma que serían capaces de incurrir en esta práctica de soborno.
“Quise averiguar qué lleva a una persona a tomar la decisión de ser corrupto, porque los individuos no nacemos corruptos. A medida que fui desarrollando lo teórico y conceptual me fui dando cuenta de que, aunque el tema de la corrupción se ha trabajado mucho desde un componente experimental, en el país no hay grandes desarrollos”, precisó Valera.
Un estudio experimental adelantado por la Universidad Nacional concluyó que, si bien la corrupción es vista como un problema social en Colombia, se trata de un comportamiento que puede llegar a protagonizar cualquier ciudadano, “sin importar su nivel de ingresos económicos o ideología política”.
Según determinó el estudio, dentro de las causas más frecuentes para explicar el comportamiento corrupto está la falta de sanción (74,1 %), la ausencia de valores éticos (69,7 %) y la presión de actores políticos (54,6 %).
La investigación contó con una muestra de 139 participantes (71 del sector público y 68 del privado) de entre 25 y 40 años, a quienes se les aplicó una encuesta de caracterización sociodemográfica y una batería de dilemas sociales en situaciones de corrupción.
Frente a la entrevista, esta solo fue aplicada a una submuestra del total de participantes con el fin de hacer una aproximación a la dimensión subjetiva de lo que entienden por corrupción, si son conscientes cuando incurren en un comportamiento corrupto, cuáles son las justificaciones que dan y a qué dimensiones pertenecen esas justificaciones, es decir, si se trata de algo cultural, social o económico, entre otros.
En las entrevistas se encontró que las personas no se consideran corruptas, aunque en ciertas situaciones han tenido que incurrir en esos comportamientos que emergen según las condiciones sociales.
“En las encuestas, los individuos consideran que ellos no han incurrido en comportamientos corruptos, pero afirman que las demás personas sí lo harían. Sin embargo, cuando se enfrentaron en la entrevista aceptaron haber incurrido al menos una vez en un comportamiento corrupto”, explicó el autor del estudio, Fabián Valera, magíster en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional.
Una de las principales variables que tuvo en cuenta el investigador fue el nivel de ingresos salariales de la persona, y encontró que no existe una relación entre dicho nivel con la decisión de ser corrupto. Es decir, sin importar si una persona tiene un ingreso inferior al mínimo o por encima de los tres salarios mínimos ($2′725.000) o más, están bajo las mismas posibilidades de incurrir o no en un comportamiento corrupto.
“Algunas personas identifican el comportamiento corrupto con lo que se considera contexto de supervivencia, es decir, que justifican un poco incurrir en el comportamiento en la situación económica del momento, por ejemplo, por una multa de tránsito que no están dispuestos a pagar”, señala el investigador.
En materia de percepción, los resultados demostraron que la mayor parte de la población encuestada reconoce o identifica la corrupción como un problema en constante crecimiento sobre el que no se actúa. El 69,8 % (97 personas) respondió que hubo un aumento durante el último año, el 26,6 % (37) considera que permaneció igual, y solo el 3,6 % (5) afirman que disminuyó.
A los participantes se les plantearon varios juicios sociomorales en un escenario de corrupción. Por ejemplo, una persona tenía que renovar su pasaporte en una oficina local, pero debido a la ineficiencia de los funcionarios tenía que hacer una fila de cinco horas. Sin embargo, un funcionario ofrecía validar el pasaporte en 5 minutos si le daban una propina de $20.000, por lo que los individuos se veían enfrentados a sobornar o no hacerlo.
En este escenario, en el que la persona tiene la opción de sobornar a un funcionario para agilizar su proceso y reducir su tiempo de espera, el 30,94 % de los encuestados afirmaron dar la propina de $20.000 al funcionario, siempre y cuando nadie los viera, y ante la pregunta sobre ¿qué cree que harían los demás?, el 82,73 % afirma que serían capaces de incurrir en esta práctica de soborno.
“Quise averiguar qué lleva a una persona a tomar la decisión de ser corrupto, porque los individuos no nacemos corruptos. A medida que fui desarrollando lo teórico y conceptual me fui dando cuenta de que, aunque el tema de la corrupción se ha trabajado mucho desde un componente experimental, en el país no hay grandes desarrollos”, precisó Valera.