De la palabra “mamerto” en el actual debate presidencial
El término, utilizado probablemente desde la década de los 60, ha tomado auge en el actual proceso electoral para atacar, ofender, burlarse o menospreciar a quienes critican a los líderes y candidatos de la derecha o comparten las ideas de los de la izquierda.
Redacción Politíca
Por estos días de campaña electoral presidencial, de polarización y de arduo debate en medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales, hay una palabra que utilizan muchos los seguidores de los candidatos considerados de derecha para “ofender”y "atacar" a los de la izquierda: “mamertos”. Tan es así, que la actual representante a la Cámara y senador elegida María Fernanda Cabal, del Centro Democrático, que según ella ha padecido en carne propia el “matoneo” de esa izquierda y de los opositores al uribismo, se inventó recientemente los “Premios Mamerto”, en los que a través de una página en Internet, las personas pueden nominarlos en diferentes categorías: pseudointelectual, degenerado, doble vida, escondido, internacional y premium.
De hecho, de acuerdo con su parecer, Cabal tiene su propia definición: “Un mamerto es sumamente irresponsable, medio vago. Juzga a todos los demás, pero no permite que ese rasero le sea aplicado a sí mismo. Se contradice, es incoherente, le gusta lanzar señalamientos y acusaciones. Pero a la hora de hacer, no hace, no sabe hacer. Solo sabe criticar y juzgar”. En una rápida revisión en la página de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el resultado que arroja es: “La palabra ‘mamerto’ no está en el diccionario”. Sin embargo, Oxford Dictionaries dice que es un término coloquial que en Colombia implica una “persona que es “miembro del Partido Comunista” y en Ecuador, “persona que tiene escasa inteligencia o habilidad”.
De cualquier manera, no solo frente al actual debate político sino en general, la palabra es utilizada de manera despectiva y para ofender. El catedrático Jorge Hernán Arbeláez Pareja, profesional en Gestión Cultural y Comunicativa, en su blog “En armonía con Cervantes”, señala que pocos conocen su significado y la mayoría la usa con excesiva liberalidad. Y explica que si bien se utiliza para definir, por ejemplo, un texto largo y dificultoso; a una persona que siempre lleva la contraria o le encuentra “peros” a todo o que, en efecto, es un “izquierdoso”, la acepción original está vinculada con el Partido Comunista (PCC).
“La historia es simpática. Cuando alboreaban los años 60 comenzaron a surgir organizaciones de izquierda inspiradas en el ejemplo de la Revolución Cubana. Las agremiaciones sindicales, campesinas y el movimiento estudiantil eran hasta entonces instrumentos de los partidos Liberal y Conservador y de la llamada democracia cristiana. A nuestra imaginación le resulta difícil concebir a un dirigente obrero que disfrutara de las peroratas de alguien del oscuro talante de Laureano Gómez, pero sorprendámonos, así sucedía. Pues bien, estos partidos fueron progresiva y paulatinamente desplazados. Los trapos rojiazules y las camándulas fueron reemplazados por la hoz y el martillo, las encíclicas papales fueron desalojadas de los morrales por los libros de Marx y Althuser”, escribe.
Y agrega: “En esos años, coincidencialmente, una buena parte de los dirigentes del PCC tenían nombres como Gilberto, Filiberto o Alberto. El primero, Gilberto Vieira, fue su conspicuo secretario general durante muchas décadas; un fósil erudito y conocedor, como pocos, de las luchas sociales. En el habla cotidiana de los colombianos, quien se retracta, se arrepiente o procede con mesura es considerado ‘mamón’. Quien se ‘mama’ simplemente desiste y, como bien se dice, ‘para ese no hay ley’. En medio del sectarismo ideológico, algunas organizaciones de izquierda, en disputa permanente por nuevos feligreses, consideraban que el PCC era timorato porque rechazaba lo que este juzgaba aventurerismos prematuros. De la mezcla de esos nombres y del colombianísimo término ‘mamarse’ surge la palabra ‘mamerto’. En la jerga de la izquierda colombiana, ‘mamertiarse’ puede ser, o bien abandonar y posponer cualquier lucha (cualesquiera sean las razones), o bien adoptar posturas que se juzgan propias del PCC”.
A esta explicación hay que agregarle, concluye Arbeláez Pareja, que en los años 60, cuando el Partido Comunista tenía más auge, existía en la radio un programa de humor llamado “Los chaparrines”, donde uno de los personajes era “Mamerto”, destacado por ser torpe, ingenuo y muy cómico. Por supuesto, esa figura les sirvió a los detractores del PCC para burlarse de ellos. Una utilización que aún hoy en día se le da por parte de quienes quieren ser despectivos, ofensivos o menospreciar a los seguidores de los candidatos de izquierda.
En Twitter, por ejemplo, pululan los perfiles de personas que, o bien escriben a favor de los “mamertos” o son sus críticos: "Mamertos por doquier", "No más maestros mamertos", "Somos mamertos", "Los mamertos", "La rosa de los mamertos". Y hay que decir que en los diferentes foros y conversaciones que se dan en torno al actual proceso electoral presidencial, el término se desvía a “izmierdosos”, “castrochavistas” o “farcsantistas”, solo por nombrar algunos insultos. Claro, del otro lado no se quedan callados y responden con términos como: “uribestias” o “paracos”. Son palabras que se quedan en el vocabulario de la gente y que se usan constantemente en este polarizado escenario electoral, donde imperan más las descalificaciones que las ideas y las propuestas. Así somos.
Por estos días de campaña electoral presidencial, de polarización y de arduo debate en medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales, hay una palabra que utilizan muchos los seguidores de los candidatos considerados de derecha para “ofender”y "atacar" a los de la izquierda: “mamertos”. Tan es así, que la actual representante a la Cámara y senador elegida María Fernanda Cabal, del Centro Democrático, que según ella ha padecido en carne propia el “matoneo” de esa izquierda y de los opositores al uribismo, se inventó recientemente los “Premios Mamerto”, en los que a través de una página en Internet, las personas pueden nominarlos en diferentes categorías: pseudointelectual, degenerado, doble vida, escondido, internacional y premium.
De hecho, de acuerdo con su parecer, Cabal tiene su propia definición: “Un mamerto es sumamente irresponsable, medio vago. Juzga a todos los demás, pero no permite que ese rasero le sea aplicado a sí mismo. Se contradice, es incoherente, le gusta lanzar señalamientos y acusaciones. Pero a la hora de hacer, no hace, no sabe hacer. Solo sabe criticar y juzgar”. En una rápida revisión en la página de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el resultado que arroja es: “La palabra ‘mamerto’ no está en el diccionario”. Sin embargo, Oxford Dictionaries dice que es un término coloquial que en Colombia implica una “persona que es “miembro del Partido Comunista” y en Ecuador, “persona que tiene escasa inteligencia o habilidad”.
De cualquier manera, no solo frente al actual debate político sino en general, la palabra es utilizada de manera despectiva y para ofender. El catedrático Jorge Hernán Arbeláez Pareja, profesional en Gestión Cultural y Comunicativa, en su blog “En armonía con Cervantes”, señala que pocos conocen su significado y la mayoría la usa con excesiva liberalidad. Y explica que si bien se utiliza para definir, por ejemplo, un texto largo y dificultoso; a una persona que siempre lleva la contraria o le encuentra “peros” a todo o que, en efecto, es un “izquierdoso”, la acepción original está vinculada con el Partido Comunista (PCC).
“La historia es simpática. Cuando alboreaban los años 60 comenzaron a surgir organizaciones de izquierda inspiradas en el ejemplo de la Revolución Cubana. Las agremiaciones sindicales, campesinas y el movimiento estudiantil eran hasta entonces instrumentos de los partidos Liberal y Conservador y de la llamada democracia cristiana. A nuestra imaginación le resulta difícil concebir a un dirigente obrero que disfrutara de las peroratas de alguien del oscuro talante de Laureano Gómez, pero sorprendámonos, así sucedía. Pues bien, estos partidos fueron progresiva y paulatinamente desplazados. Los trapos rojiazules y las camándulas fueron reemplazados por la hoz y el martillo, las encíclicas papales fueron desalojadas de los morrales por los libros de Marx y Althuser”, escribe.
Y agrega: “En esos años, coincidencialmente, una buena parte de los dirigentes del PCC tenían nombres como Gilberto, Filiberto o Alberto. El primero, Gilberto Vieira, fue su conspicuo secretario general durante muchas décadas; un fósil erudito y conocedor, como pocos, de las luchas sociales. En el habla cotidiana de los colombianos, quien se retracta, se arrepiente o procede con mesura es considerado ‘mamón’. Quien se ‘mama’ simplemente desiste y, como bien se dice, ‘para ese no hay ley’. En medio del sectarismo ideológico, algunas organizaciones de izquierda, en disputa permanente por nuevos feligreses, consideraban que el PCC era timorato porque rechazaba lo que este juzgaba aventurerismos prematuros. De la mezcla de esos nombres y del colombianísimo término ‘mamarse’ surge la palabra ‘mamerto’. En la jerga de la izquierda colombiana, ‘mamertiarse’ puede ser, o bien abandonar y posponer cualquier lucha (cualesquiera sean las razones), o bien adoptar posturas que se juzgan propias del PCC”.
A esta explicación hay que agregarle, concluye Arbeláez Pareja, que en los años 60, cuando el Partido Comunista tenía más auge, existía en la radio un programa de humor llamado “Los chaparrines”, donde uno de los personajes era “Mamerto”, destacado por ser torpe, ingenuo y muy cómico. Por supuesto, esa figura les sirvió a los detractores del PCC para burlarse de ellos. Una utilización que aún hoy en día se le da por parte de quienes quieren ser despectivos, ofensivos o menospreciar a los seguidores de los candidatos de izquierda.
En Twitter, por ejemplo, pululan los perfiles de personas que, o bien escriben a favor de los “mamertos” o son sus críticos: "Mamertos por doquier", "No más maestros mamertos", "Somos mamertos", "Los mamertos", "La rosa de los mamertos". Y hay que decir que en los diferentes foros y conversaciones que se dan en torno al actual proceso electoral presidencial, el término se desvía a “izmierdosos”, “castrochavistas” o “farcsantistas”, solo por nombrar algunos insultos. Claro, del otro lado no se quedan callados y responden con términos como: “uribestias” o “paracos”. Son palabras que se quedan en el vocabulario de la gente y que se usan constantemente en este polarizado escenario electoral, donde imperan más las descalificaciones que las ideas y las propuestas. Así somos.