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El día en que Luis Ignacio Andrade Díaz enterró de por vida su carrera política para convertirse en sacerdote coincidió con el último en que el país vería con vida al entonces máximo líder y jefe único del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, en 1948.
Era una época candente y dura en Colombia: la Violencia. Liberales y conservadores se disputaban las riendas del país y, mientras Bogotá se preparaba para darle un giro de 180 grados a su historia, ese viernes 9 de abril un duro golpe recaería sobre una de las almas de la fuerza conservadora de aquel tiempo.
Ese viernes, Andrade Díaz, quien era ministro de Obras Públicas de Mariano Ospina Pérez, supo que su esposa, Felisa Manrique, tenía cáncer; sus días estaban contados, le dijeron en la Clínica de Marly.
Mientras tanto, alrededor de las dos de la tarde, en otro lado de la ciudad, una multitud de fanáticos se ensañaría contra quien, se dice, fue el asesino del caudillo que comandaba una de las dos fuerzas liberales; la otra, la de la élite, era de Gabriel Turbay, fallecido en 1947. Frente a las puertas del edificio Agustín Nieto, Juan Roa Sierra descargó tres balazos sobre la nuca y espalda de Gaitán.
Cerca de allí, en la carrera 9ª con calle 50, Luis Ignacio Andrade, un conservador vertical, hizo una promesa que acabaría tajantemente con su posible candidatura presidencial. Ofreció la salud de su mujer al beato Antonio María Claret, a quien le pidió que la conservara por más tiempo, y él, a cambio, entraría a ejercer el sacerdocio en la Comunidad Claretiana cuando ella falleciera.
“No se sabía qué tipo de cáncer tenía Felisita, pero era en las vías digestivas. Hubo una reserva absoluta de su enfermedad por parte de la familia. Lo que sí se conoció fue la promesa que hizo el doctor Andrade”, cuenta Alicia Anzola, amiga entrañable de la familia. “Tengo recuerdo de él desde mis 8 años”.
Luis Ignacio Andrade Díaz, aunque criado en la ciudad de Neiva, nació el 5 de febrero de 1894 en Altamira (Huila). “El trabajo siempre fue su tema y el estudio su preocupación”, escribió su hermana, Sara Andrade, en un manuscrito de 18 páginas que años después llegaría a manos de Luis Ignacio Andrade Blanco, nieto del político convertido en sacerdote.
Estudió en el Colegio de Santa Librada, en la capital huilense. Para ayudar a sobrellevar la pobreza que entonces merodeaba su hogar, recogía leña y “se la vendía a la señora Mercedes Losada de Gutiérrez y a otras panaderas”, se lee en una de las páginas de la carta de la hermana.
Logrado el título de bachiller, el futuro Fray Anselmo de Santa Quiteria participó en un sorteo para ganar una beca y estudiar en la capital. Al salir favorecido, partió para Bogotá, contando con la fortuna de ser protegido del señor Arcadio Charry, familiar de Andrade y senador de la República por esos años. Él y su hermana le ayudaron a conseguir trabajo, que hábilmente logró intercalar con sus estudios en filosofía y letras.
Su espíritu político no tardaría en florecer cuando, al año de graduarse del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario en 1916, fue elegido segundo suplente del representante a la Cámara Alfonso Medina, por el Distrito Electoral de Neiva. Fue además presidente del Senado en las sesiones de noviembre 20 de 1939 y diciembre 17 de 1941 y, en general, ocupó gran cantidad de dignidades cuya descripción haría interminable esta nota.
Sin embargo, Alicia tiene un recuerdo más personal de Andrade: “Para él, lo más importante eran la amistad y la bondad, por encima de la política. Era muy desprendido y generoso. Su casa, en Neiva, era la de todos los huilenses sin distingos políticos. Era una persona combativa y honesta”.
Además, fue un gran fiestero. Eran imperdibles para él las fiestas de San Juan y San Pedro, en las que, sin tapujos, lograba desprenderse del corbatín que pocas veces reemplazaba por una corbata para sesionar en el Congreso.
La carrera pública de Andrade despegó pronto y en unos años llegó a ocupar los ministerios de Obras Públicas y Gobierno, este último durante la administración presidencial de Roberto Urdaneta Arbeláez, quien fue el designado presidencial de Laureano Gómez (una figura que precedió a la invención de la Vicepresidencia en el país).
Para 1953, Andrade era ya un prominente líder político, lo suficiente al menos para ser enviado a la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra, una experiencia halagadora, como le escribió en una carta a su hijo Felio: “Fui objeto de consideraciones y honores que nunca imaginé por parte del gobierno de Su Majestad: en la Abadía, fui colocado entre los jefes de Estado y, dentro de estos, en lugar preferente junto al trono”.
El miércoles 10 de junio de 1953, El Espectador publicó una nota acerca de la llegada de Andrade de Londres. “El directorio del partido conservador le tiene preparada una recepción especial con el objeto de destacar al ex Ministro de Gobierno y nuevo miembro del comando nacional, como a una de las primerísimas figuras del partido en los actuales momentos”. El texto fue escrito tres días antes del golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla.
El día del golpe, Luis Ignacio Andrade llegó a la casa de Laureano Gómez temprano en la mañana. Desde allí telefoneó a Roberto Urdaneta (que había asumido el poder luego del retiro del presidente por cuenta de una enfermedad) para informarle que Gómez quería reunirse con él. A las 11:00 a.m. se dio el encuentro, en el que el presidente le informó a Urdaneta que iba a retomar el mando del país.
Luego de esto se convocó a una reunión ministerial. Poco a poco, los ministros fueron llegando al Salón de los Virreyes en el Palacio de Nariño. Se les anunció que Gómez se pondría de nuevo al frente del país y que el comandante del Ejército, general Gustavo Rojas Pinilla, sería retirado de la institución por cuenta de un escándalo de abuso contra el empresario Felipe Echavarría, quien, después de esto, supuestamente terminó por complotar para asesinar a varias personas. Lucio Pabón, ministro de Guerra, rechazó esta decisión. Renunció al cargo y salió del recinto.
Jorge Leyva asumió esa cartera y de inmediato se dirigió al Batallón Caldas para posesionarse en su cargo. Allí se encontró de frente con Rojas Pinilla que había llegado en avión desde Girardot. El ministro y tres oficiales que lo acompañaban fueron arrestados por el general. El golpe había comenzado.
“Ante las graves determinaciones tomadas por el doctor Laureano Gómez y su simultáneo ocultamiento, las fuerzas militares consideraron, para salvar al país del caos y de la anarquía, que debía asumir de nuevo el mando el señor doctor Roberto Urdaneta Arbeláez, designado para ejercer la presidencia de la república. Así se lo manifestamos. El doctor Urdaneta Arbeláez, por razones fundamentadas en la actitud sorpresiva tomada horas antes por parte del doctor Gómez, consideró que no era el caso de reasumir el ejercicio del mando sin que existiera renuncia previa del presidente”, publicó este diario al día siguiente, 14 de junio.
El 15 de junio, Andrade renunció al Directorio Nacional Conservador y paulatinamente a su vida política, a pesar de que Rojas Pinilla le propuso hacer parte de su “comando”. Sus siguientes apariciones públicas estarían asociadas con el llamado “escuadrón suicida”, un pequeño grupo (conformado por Belisario Betancur, Alfredo Araújo Grau, Guillermo Amaya, José Mejía, Carlos Sardi y Manuel Coronado) que le hizo oposición al gobierno del general.
Años más tarde, y aún bajo la dictadura de Rojas Pinilla, en diciembre de 1956, falleció la señora Felisa y, con ella, la vida política de su esposo. Pocos meses antes se había firmado el Pacto de Benidorm, que permitiría, en 1957, a través del Pacto de Sitges (desarrollo del primero) establecer las bases de lo que sería el Frente Nacional. Hasta ese entonces, Andrade se perfilaba como el candidato seguro de los conservadores para la Presidencia, con el apoyo de Laureano Gómez.
Contra todo pronóstico, Luis Ignacio Andrade, al mes de fallecida su mujer, decidió unirse a la Comunidad Claretiana y dedicarse a labores sociales, como la fundación del Centro de Capacitación para Niños Desamparados en la ciudad de Neiva, en donde falleció el 30 de diciembre de 1966, bajo el nombre de Anselmo de Santa Quiteria y ejerciendo, por 10 años, la “inigualable dignidad de ser ministro de Dios”.