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Corrupción, la pandemia por el COVID-19, el proceso de paz, el tema social y la inseguridad son algunos de los temas que desde hace varios meses han estado en la mesa de la justa electoral de 2022 que ya despunta. No obstante, en las últimas semanas se ha comenzado a posicionar un factor que en la vida política colombiana siempre ha estado presente, pero poco se aceptan sus vínculos directos: la religión. De hecho, ya se han anunciado coaliciones fundamentadas en esas creencias, algunos de los candidatos han sido cuestionados por su no credo y otros hasta dan discursos haciendo referencias claramente religiosas. Estos hechos han sido cuestionados por parte de la opinión pública, que ha predicado en ocasiones el principio de la Ilustración, de que no debe haber alianzas entre “el trono y el altar”.
Sin embargo, expertos consultados concuerdan que estas últimas semanas rebaten esa idea secularista, pues poco se ha aplicado en Colombia en sus dos siglos de vida republicana. “Las alusiones religiosas han estado presentes en nuestro país durante 200 años. La división de buenos y malos siempre ha estado”, expresó el experto en comunicación Mario Morales, de la Universidad Javeriana. Postura compartida por Jenny Andrea Santamaría, teóloga, politóloga y docente, quien plantea que la religión sirvió al sistema político tanto para garantizar la cimentación de la Colonia, como para las ideas independentistas. Luego, en la época republicana, comentó, hubo figuras como Laureano Gómez que encontraron en el discurso religioso una forma de hegemonía política.
Para Santamaría, los hechos de las últimas semanas en el panorama político-electoral son una muestra de que “la variable religiosa cada vez va a tener más fuerza en Occidente. Contrario a la idea de que iba en aumento el ateísmo y la secularización, se ha acentuado más fuerte el fenómeno religioso”. En este punto, el filósofo Carlos Manrique considera que hay un prejuicio secularista que dice que “la religión es un peligro en la política” que debe ser superado. “Claro que hay casos de relaciones problemáticas, pero a nombre del ateísmo también ha habido ateísmos muy violentos”, enfatizó el investigador en temas de política y religión, quien ve este tipo de planteamientos restrictivos como anacrónicos.
Cada loro en su estaca
No obstante, los consultados coincidieron en su mayoría en que los hechos de estas semanas, en los que interactuaron religión y política, no pueden ser leídos en bloque. “Nunca la entrada de la religión en la política es monolítica. Nunca implica lo mismo y su ausencia tampoco”, agregó Manrique. Desde esta premisa, es necesario individualizar cada uno de los casos. En cuanto al primero en mención, el anuncio de la coalición cristiana entre MIRA y Colombia Justa-Libres y la adhesión de un sector cristiano a la campaña de Gustavo Petro no pueden interpretarse con el mismo rasero de que son grupos evangélicos entrando a la arena electoral para tratar de arañar votos de los fieles que se identifican bajo esta creencia.
Frente a la coalición cristiana, la politóloga Nadia Pérez, investigadora de la UNAB, destacó que es un proceso que en los últimos años se ha venido consolidando. Desde 1991, los movimientos cristianos han tenido una que otra participación, pero solo “desde el Acuerdo de Paz comenzaron a poner un antecedente importante”. Ello se evidenció en el plebiscito y en que después reafirmaron su presencia con dos partidos. Ahora, con un electorado ganado y con el uribismo en una situación no tan favorable, buscan su propio camino. “El uribismo está tan desdibujado, que esas iglesias conservadoras buscarán ir por su lado. Si tiene apoyos cristianos puede ganarles a los sectores de derecha con un candidato presidencial del conservadurismo evangélico”, planteó Manrique.
Sobre este punto, Santamaría también expresó la importancia de que las minorías religiosas tengan una expresión política. Sin embargo, llamó la atención en que estos movimientos están “organizados desde una lógica hegemónica” y “no han demostrado tener un impacto significativo en el país”. En su concepto, “es positivo que continúen participando y sería beneficioso que lo hicieran desde el contenido propio del judeocristianismo, pero entran a competir el poder a los no creyentes y actúan en estos espacios, de la misma manera de los no creyentes. Se han fusionado con la corrupción y sus valores solo quedan en el discurso”.
Aunque el apoyo de un grupo de cristianos evangélicos a Petro también está enmarcado en esta preponderancia que ha venido tomando esta creencia en la arena política, tanto Manrique como Santamaría lo ven diferente. El filósofo dijo que es importante para el Pacto Histórico, pues no tenía puentes con estos sectores. Sin embargo, expresó que no podría leerse como el apoyo que han dado los partidos cristianos al uribismo, pues los evangélicos “son un sector heterogéneo. Hay que hacer matices porque no todo el cristianismo es lo mismo”. A esto, añadió Santamaría: “Es positiva la adhesión de los cristianos a Petro, porque siempre se ha generalizado que los protestantes son unos fanáticos y afirmados en la teología de la prosperidad. Estos grupos resisten desde otras perspectivas y algunos siguen la teología de la liberación”.
En este tema, la politóloga Nadia Pérez destacó que esta alianza “es una apuesta pragmática para ganar donde siempre ha perdido Petro”, aunque hizo la salvedad de que “toca ver cuál es el precio de esa unión”. Algunos de los consultados también vieron los discursos con referencias religiosas de Petro como parte de ese pragmatismo. “En América Latina, Dios es parte de la política. Uno no puede hacer una campaña contra Dios, eso es perder votos”, aseveró el analista de medios Ómar Rincón. “Petro sabe que debe conseguir esos votos porque son superfieles a Dios y a lo que diga el pastor. Como no hay candidato del uribismo que se los quite rápido, es una jugada interesante”.
Petro vs. Gaviria
También que Gustavo Petro comenzara su campaña al frente de la Catedral Metropolitana de Barranquilla y con tantas referencias religiosas fue considerado como un intento de ganarle un pulso a Alejandro Gaviria, que se reconoce como agnóstico. “Puede ser una actitud reactiva ante Gaviria”, refirió Morales, agregando que “quiere marcar diferencia en la franja de votantes creyentes”. La teóloga Jenny Santamaría recordó que un intento de aprovechar la no creencia también ocurrió en el pulso Santos-Mockus de 2010, pero este último rechazó los señalamientos de ateísmo al decir que era católico y que llegó a ser acolito cuando niño. Por eso esta sería la primera vez que un autodenominado “no creyente” hace carrera y esto podría ser determinante, pues “la negación o la creencia en Dios puede definir mucho la toma de decisión del ciudadano creyente”.
Carlos Manrique no comparte esta posición del todo, pues sugiere que la creencia predominante, el catolicismo popular, no lo vería tan esencial, aunque las últimas encuestas muestran que solo el 1 % de los consultados votarían por un ateo. Además, para el experto, es apresurado decir que Petro ataca a Gaviria por su no creencia: “En el caso de Petro, hay alusión en su discurso que no es nueva. Había hecho esas alusiones a la teología de la liberación. Es una tradición de una espiritualidad política típica en Latinoamérica”. En esta postura también confluyó Mario Morales, quien señaló que “Petro ha sido consistente en mencionar su catolicismo enfocado en la teología de la liberación, seguidor de Camilo Torres y de la opción preferencial de los pobres”. Y que son típicos los símbolos religiosos en este, como lo fue en la adhesión de Mockus a su campaña, en 2018.
El diablo en la campaña
Sin embargo, a los analistas les llama más la atención sobre las referencias de Petro sobre el diablo. “Se mete en una perspectiva de tesis, antítesis y síntesis. Menciona, entre líneas, a los que hicieron el pacto con el diablo y lo da como un político de carne y hueso”, expresó Morales, agregando que el líder de la Colombia Humana lo que hace es aplicar una “estrategia de comunicación que alude a la transfusión de propiedades del diablo a los que señala”. En esta línea, dijo la teóloga Santamaría, “señalar al otro de satanismo es peligroso y es una manera de marketing político para construir al enemigo. Construye en el otro el estilo medieval del miedo y el terror que producía la figura de Satanás”.
Ómar Rincón también se manifestó ante esta particularidad, pero trató de distanciarse un poco de la postura anterior. “Creo que Uribe ya había creado ese sistema cuando aseguró que Mockus era el anticristo y que era un caballo discapacitado; Bolsonaro dijo algo parecido, que las mujeres son el nuevo comunismo o que Dios está por encima de la Constitución; Chávez también habló cosas parecidas e igual Trump, con sus menciones del diablo y los mexicanos”, expresó. Para este, solo se trata de un juego retórico muy común de la política contemporánea. “El problema es que se le da mucha importancia por parte de los medios. Lo que se debería es no hacerle tanto caso, porque son frases para generar trinos”, concluyó.
La justa electoral por Congreso y Presidencia de 2022 apenas está dando sus primeros pasos, pero desde ya está dejando entrever que la religión volverá a ser un tema preponderante. La presencia de un candidato que se reconoce como no creyente, el fortalecimiento de sectores cristianos evangélicos en distintos espectros y el uso de un lenguaje extraído de la creencia cristiana por uno de los sectores con más opciones de ganar hacen pensar que las próximas elecciones tendrán un tinte bastante religioso que, a pesar de que se ha tratado de negar, ha sido una constante en nuestro panorama político.