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Desde que se inició el brote del nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) en Colombia, el senador de la oposición Gustavo Petro ha sido intenso en sus propuestas sobre cómo manejar la crisis sanitaria. Ha alertado sobre la posibilidad de que el sistema de salud colombiano entre en apuros, por lo que plantea a futuro la reforma total de la Ley 100, que regula la materia, y desde el principio sugirió la declaración de la cuarentena.
El día que el presidente Iván Duque declaró el aislamiento preventivo obligatorio, el jefe de Estado habló con Petro y le propuso varias medidas sociales para garantizar la alimentación de las personas más pobres para garantizar el éxito del confinamiento. Para él, las ayudas no deben ser focalizadas, sino que debe ser un asunto de derechos universales para toda la población.
Explica las razones por las que considera que el hospital San Juan de Dios, en Bogotá, está apto para ser utilizado en medio de la emergencia y por qué, a su juicio, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, está siendo engañada con la información que recibe al respecto.
¿Cómo califica las medidas que se han tomado desde el Gobierno Nacional para afrontar el nuevo coronavirus?
Primero, un contexto. El virus en el mundo ha destruido una concepción político-ideológico-económica, un paradigma, que venía imponiéndose a todos los gobiernos del mundo desde hace 40 años, que es lo que llamamos neoliberalismo. No había otra manera que detener la circulación del capital para salvar a la gente. Entonces, se produce una quiebra de modelos, de política, de concepciones, que desde hace 40 años se pensaba que eran las correctas.
¿Y cómo aterrizamos eso en Colombia?
¿Qué pasa en Colombia? Estamos aún amarrados a esa visión vieja, es decir, no nos dimos cuenta ni como sociedad ni como Estado de que el paradigma varió completamente. Al no darnos cuenta sucedieron varias cosas que nos afectan. Primero, no nos preparamos, había un mes para eso, desde que comenzó la cosa en China y mostró su peligrosidad. Hoy se puede decir que no tenemos un sistema para la detección de la enfermedad, no sabemos qué pasa con ella, los datos públicos que se dan demuestran, por el comportamiento irregular de la tendencia, que no nos sirven. Eso no significa que haya malos profesionales, sino que no nos preparamos, no compramos las pruebas suficientes, no tenemos cómo auscultar en forma general a la gente, que es lo primero que hay que hacer.
El sistema quedó en las EPS, y ellas no hacen eso porque su negocio no es descubrir con lo que se van a quebrar, si dependiera de ellos el tratamiento de la enfermedad. El sector público había sido destruido para hacer eso. Cuando el ministro de Salud informa que compraron 22 laboratorios, lo que está es confesando que no había una preparación para detectar el virus. El tratamiento está a ciegas. Es como conducir un Ferrari, pero con los ojos vendados.
Es decir, ¿la situación del coronavirus en Colombia puede ser mucho peor que lo que muestran las cifras?
Ojalá no. Ser terminantes en esto tampoco es científico, pero, en las primeras de cambio, perdimos, que era prepararnos en el poco tiempo que teníamos para detectar. Y es lo que logran hacer los chinos en Wuhan, y los coreanos, y en enorme medida, en Europa: saber dónde están y qué hacer con los enfermos. En Bogotá había un aparato de medicina preventiva que nosotros configuramos, con cerca de 5.000 personas, que hubiese sido óptimo, extendiéndolo a toda la ciudad para detectar con pruebas dónde está la enfermedad. Ese aparato humano de prevención lo desmantelaron hace cuatro años y no se reconstituyó en este mes que teníamos para prepararnos.
Duque decidió decretar la cuarentena y tomar medidas sociales…
El confinamiento es la realidad de lo que toca. Aunque nos demoramos algo, se ha tomado como una decisión y de la disciplina dependerá el éxito que tenga ese confinamiento. Tengo una gran inquietud y es con las medidas sociales para sostener el confinamiento, que no va a ser de 15 días, sino mínimo de dos meses. Ttoca ver cómo se sostienen las familias confinadas. Las medidas sociales han sido focalizadas, y esa es la idea neoliberal. Es la idea de meter una plata focalizada y creer que ahí la gente se sostiene. Eso era antes, eso hoy no es. Ahí se comete otro grave error que puede llevar a que no exista disciplina en el confinamiento porque la gente sale a buscar ingresos. La estrategia se va al suelo.
¿Y qué propone usted?
Lo que yo propongo es lo que han hecho otros países, que es mucho más costoso. No hay que focalizar, hay que manejar la ayuda social como un derecho universal, es decir, para todos y todas. Por ejemplo, no el pago de deudas. Claro, eso tiene un afectado, que es el banco, pero alguien tiene que perder. Se trata de distribuir las pérdidas que ocasiona el hecho de que se paraliza la economía. El no pago de deudas es un derecho universal, tiene un círculo virtuoso: si un empresario pequeño tiene que dejar que sus trabajadores se vayan y hay que seguirles pagando, está en un problema de flujo de caja porque no está produciendo. Pero si a él le dicen que las deudas que tenía, por lo menos en los dos meses, no se pagan y no causan intereses, ese señor tiene un respiro que le permitiría dejar que sus trabajadores se vayan a sus casas y pagarles.
¿Y qué pasa con el resto de la población?
Al taxista, al mototaxista en la costa, al que vende en la esquina, le dicen que se guarde, y claro, no tiene ingresos. Ellos no están en el Sisbén y no están en los grupos de focalización porque previamente tenían ingresos. No son de los más pobres de los pobres, sin embargo, se quedan sin ingresos. Si a esa persona le dicen que las deudas no las va a pagar en tres meses, y adicionalmente le dicen que no se pagan los arriendos, y que los servicios públicos tampoco, porque el Estado los asume para no quebrar las empresas de servicios públicos, esa familia tiene mayor tranquilidad para los dos meses de cuarentena. Lo primero es una política universal de ayuda social, eso no tiene que ver con el neoliberalismo ni con política de focalización, no se hace en términos de dinero, es decir, no es consignarle plata a la gente en las cuentas, sino que se mueve en términos de derechos.
En medio de la emergencia, las EPS también quedan con un papel importante…
Si el país se mueve en confinarse bien y fortalecer el sistema de sistema de salud, al país le va mejor. En ese asunto tenemos un enorme hueco. Esa política en Bogotá se está cimentando en las EPS, es decir en la Ley 100, en el enfoque neoliberal de la salud. A nivel nacional, con el decreto 444, todo se mueve a entregarle la plata del ahorro nacional a las EPS para comprarles las carteras. Claro, la plata termina en los hospitales, las EPS queda sin deudas con el hospital, pero sí con el Estado. ¿Cómo va a pagar la EPS la deuda con el Estado por un billón de pesos? Pues, no tiene otra manera que el Estado mismo le dé la plata para pagar. Estamos viendo una cadena de intermediación innecesaria, ineficaz, porque la EPS no hace detección ni tratamientos, y al final, la EPS sobra en el tratamiento de la epidemia porque ese tratamiento es para todo el mundo, además público y gratuito. La Superintendencia de Salud, que tiene intervenida una serie de clínicas de EPS quebradas, debe entregar de manera inmediata a los alcaldes toda esa red inutilizada, para que estos, con el dinero del decreto 444, les pongan redes de oxígeno, compren camas de cuidados intensivos o las manden a hacer y contratar personal médico.
¿Cuál es el error de que las EPS asuman la detección de la enfermedad?
Es que las EPS son aseguradoras, que es el mismo modelo de los Estados Unidos, en donde hay gente que tiene ingresos medios superiores, también es el mismo modelo chileno. En los tres países se ha fracasado rotundamente ante la enfermedad. El objetivo de la EPS es la ganancia, y para eso se deben minimizar costos, es decir, lo que gasta en los pacientes. Cuando les ponen a las EPS a hacer la detección de la enfermedad, se genera un gasto, y lo primero que va a preguntar el gerente de una EPS es dónde está la plata, porque no es capaz de sacar de sus propios recursos para hacer miles de pruebas. Le están delegando a una empresa con lógica de ganancia algo que no da ganancias, que es detectar la enfermedad en el mayor número de personas posibles. Eso tiene un costo que no va a generar utilidades y la EPS busca una utilidad. La EPS no va a hacer una intervención de salud pública masiva, eso lo hace el Estado.
¿Hay ejercicios anteriores sobre esas intervenciones?
Nosotros construimos durante la alcaldía algo que se llamó Territorios Saludables, que eran territorios pequeños cubiertos por equipos de salud pagados por la Alcaldía de Bogotá, que estaban vigilando la salud de las personas en esos sitios. No teníamos virus, pero las tasas de morbilidad bajaron. Ese tipo de detección, que se ve en Corea del Sur, con gente en las calles haciendo pruebas en las calles, no lo puede hacer una EPS porque no tiene utilidad desde el punto de vista económica, su utilidad es social.
Usted habló con el presidente Duque. ¿Considera que él, luego de esa llamada, ha tenido en cuenta las sugerencias que usted le dio?
Yo pienso que Duque está confundido y es lógico. Es una persona que se ha educado exclusivamente con la concepción neoliberal del mundo, con poca profundidad, además... Y de pronto le cae un asteroide, porque eso es lo que representa la pandemia en cada país. A todos les cayó un problemón, que no se puede tratar con lo que aprendieron, ni con política de mercado ni nada. Eso es lo que hoy en una posición muy minoritaria están haciendo Bolsonaro y Trump, y cada vez que dudan, hay muertos. Todo se va midiendo en muertos. A Duque le queda muy difícil romper con una serie de paradigmas. Por ejemplo, nombra un gerente, como si el virus fuese una empresa privada, que no tiene ni idea de salud. Él está escuchando las experiencias en otros países, de la OMS, de la Organización Panamericana de la Salud (OPS... Fíjese en esta paradoja, el alto consejero de la OPS, Mauricio Gómez Bustamante, era el secretario de Salud de Bogotá Humana y estuvo frente a la recuperación del San Juan de Dios. Duque sabe que el problema es inmenso, que, si no se trata bien, lo que va a haber es una mortandad terrible, que la sociedad no va a aguantar y eso y que su gobierno se puede poner en peligro si comete errores. Entonces, se mueve entre una ideología que no le sirve hoy para nada y una realidad que le está demandando cambios. Él va vacilando. El decreto 444 es una vacilación. Yo lo apoyé, porque no creo que el Estado no pueda sacar la plata ahorrada pública para enfrentar la enfermedad, pero ahí hay una vacilación, que es entregar la ayuda social focalizada.
Usted ha hablado del riesgo de colapso del sistema de salud. ¿Cree que se puede replicar lo que ha sucedido en Italia o España?
Puede ser peor. Ya en Estados Unidos, desde el punto de vista de contagios detectados es peor, es el foco mundial de la enfermedad. Colombia imitó, sin plata, el modelo de salud de Estados Unidos, que, desde el punto de vista de la prevención, fracasó. Eso va para arriba hasta que Trump se dé cuenta que su función no es hacer guerra, sino cuidar la vida de su pueblo. Sin embargo, tiene una red hospitalaria mucho más fuerte que la colombiana y por eso hay menos muertos. Eso tiene un límite y, cuando colapsa, empiezan a llenar camiones con cadáveres. Eso puede pasar en Colombia en peores proporciones porque no tenemos la ventaja de una red hospitalaria fuerte. En regiones muy pobres, a donde ojalá no llegue el virus, en el Caribe, en el Pacífico, la epidemia puede acabar con una parte sustancial de la población.
La preocupación del Gobierno es que las medidas de cierre por sanidad afecten lo menos posible la actividad económica. ¿Cómo lo manejaría usted para lograr un equilibrio?
Ante la pandemia no hay que pensar. La economía se paraliza. Punto. Hay que paralizarla, si es que sola no se paraliza. Ahí no se hace como estamos acostumbrados: un poquito acá, un poquito allá. Jugar a lo tibio, a lo que llaman aquí el centro. Entre la vida y la muerte, no hay centro. Si queremos la vida, se paraliza la economía por un tiempo. Ya veremos después cómo se reactiva, es otra discusión, pero hay que pasar lo peor del virus. Mientras esto sobrevenga, la economía se paraliza. Lo que hay que mantener es una economía de subsistencia, de lo esencial, poder vivir encerrados en la casa. Eso implica que los campesinos puedan producir, que la cadena de abastecimiento vincule a los campesinos, para que la producción agraria que rodea a las ciudades sea la que les dé los alimentos. Se corta el suministro extranjero de alimentos y nos atenemos a nuestra producción, que la tenemos y es suficiente. La cadena de abastecimiento tiene que variar, que las regiones produzcan y las plazas de mercados y supermercados les compren a los campesinos. Esa economía es la que debe subsistir, con los servicios públicos, la seguridad, las telecomunicaciones, los servicios de salud. Lo demás para.
¿Qué cree que va a pasar después de la pandemia?
El presidente tiene que preocuparse ahora de salvar al pueblo colombiano. Después, ya veremos cómo y en qué condiciones se reactiva la economía. Aquí van a quedar muchas lecciones. Después de esto, la Ley 100 tiene que desaparecer, tenemos que montar un sistema de salud pública fuerte. Este no va a ser el último virus, y por tanto las condiciones de normalidad que teníamos antes, se acabaron, y tenemos que vivir de otra manera.
También ha discutido sobre el uso del hospital San Juan de Dios. ¿Qué elementos tiene para asegurar que es apto para ser utilizado para atender pacientes con coronavirus?
Cuando nosotros compramos el hospital, con muchas dificultades, yo me puse en la tarea, en los últimos meses de 2015, de adecuarlo para algún tipo de servicios de salud. Vimos en los primeros pisos, no en todos, que se podían adecuar para entregar servicios de salud, allí hay 17 salas de cirugía, casi media hectárea. Queríamos servicios del más alto nivel, porque la idea era que fuese el hospital con más alta tecnología de toda Colombia. Se hicieron los contratos para adecuar los pisos y las redes de oxígeno y nitrógeno para que las salas de cirugía y las de cuidados intensivos se pudieran poner a funcionar con el espacio de urgencias. Dejamos los estudios hechos del reforzamiento estructural, y cuando ya salí, el último día, me despedí de la alcaldía en ese espacio que ya estaba construido. Ya estaba la red, los puntos fijos de conexión, hasta la pintura nueva.
¿Y qué pasó después?
El gobierno de Peñalosa, simplemente porque estábamos haciendo ese esfuerzo, decidió cambiar los propósitos, cambio el Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP), como es un hospital arquitectónicamente protegido, para posibilitar la demolición del hospital, del edificio central, y privatizarlo. Ese es el punto más bárbaro de todos. Es decir, volver a la época de la Colonia, porque fueron Bolívar y Santander los que volvieron público el hospital para cuidar las tropas libertadoras. Peñalosa suspendió la adecuación interna del hospital, quedaron solo las obras que hicimos, el sótano, el primer, segundo y tercer piso del edificio central. Los convirtió en consultorios y eso es lo que hoy cree Claudia López. Las obras no están hechas para consultorios, sino para cuidados intensivos y cirugía. Al final de su gobierno adjudicó la demolición del hospital y la entrega a esa misma empresa de la operación de un hospital nuevo.
¿Qué es lo que ocurre ahora con el gobierno de Claudia López?
En medio de la epidemia, la Empresa de Renovación Urbana (ERU), no sé si consultado con Claudia o con el secretario de Salud, tomó la decisión de firmar el contrato que está demandado ante la justicia. Dentro del edificio central hay media hectárea de adecuaciones listas para recibir camas de cuidados intensivos para dar un servicio con los 38 puntos de oxígeno. Eso tiene capacidad para 160 camas de cuidado intensivo. Eso es oro en tiempos de la epidemia, una sola cama representa la muerte o la vida de 10 personas durante toda la epidemia. Tener una cama o no para un enfermo grave es la opción de salvarse o morir. Cuando tenemos un espacio listo para 160 camas, que no lo tiene el hotel Tequendama ni Corferias ni los hospitales que ya tenemos porque están copadas, es una barbaridad no hacerlo simplemente porque fueron unas obras que hizo Bogotá Humana y Petro. Les da grima que el hospital más viejo y antiguo en la historia de la salud pública en Colombia tenga otra vida nueva porque se creyeron el cuento de que la salud privada es la cumbre.
¿Por qué cree que a Claudia López la están engañando con la información del San Juan de Dios?
Yo pienso que, primero, hay un sectarismo, es decir, con todo lo que suene a Petro. Se ha visto con el metro subterráneo. No les gusta nada que suene a Bogotá Humana. Los territorios saludables, que estaban escritos en el programa de Claudia, y que sería clave en la prevención y detección de la enfermedad, no fueron implementados. Ahí hay un sectarismo pegado a la línea tradicional, que es la misma de Duque y el Gobierno, de tratar la epidemia con política social y hospitalaria neoliberal. Por otro lado, también hay engaño porque el negocio del hospital San Juan de Dios es de medio billón de pesos. Una empresa, de la que no sabemos quiénes son sus dueños, fue sancionada en Perú por presentar documentación falsa y va a recibir medio billón de pesos, no solo por demoler y hacer un edifico, que no lo vale, sino que va a recibir una especie de mensualidad altísima por operar, todo eso bajo la Ley 100. Y no se va a llamar San Juan de Dios, sino Santa Clara. Lo que hay ahí es un negocio de medio billón de pesos.