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Diógenes Quintero pasa cuatro días de la semana en Bogotá. Son días que tienen como principal paisaje el Congreso de la República: la Comisión Primera de la Cámara, en la que ejerce como representante; el Salón Elíptico, donde debate la plenaria de la corporación, y dentro de su oficina, ubicada en el Edifico Nuevo del Congreso. Los tres días restantes regresa a Norte de Santander, el departamento en el que nació. En Cúcuta y Ocaña lo espera su familia cada fin de semana, después de que concluye su labor en el Legislativo representando al Catatumbo desde su curul de paz y defendiendo las causas en las que siempre ha creído: la paz y los derechos de la población campesina.
Este miércoles, Quintero celebró una victoria más dentro del recinto del Congreso: el proyecto de acto legislativo que hace del campesinado sujeto de especial protección en la Constitución Política pasó su séptimo debate. Con uno más en la plenaria de la Cámara, completará las dos vueltas necesarias para convertirse en realidad, lo cual debe suceder antes de que acabe la legislatura el próximo 20 de junio. El congresista abrazó y le dio la mano a sus colegas de la Comisión Primera y les agradeció el compromiso con la iniciativa.
Su deseo de hacer política es una de las herencias que le dejó su padre, quien, por más de 30 años, fue presidente de junta de acción comunal en la vereda de Agua Blanca, de donde son originarios. “Era de esas personas que, en el escenario en el que estuviera, siempre era un referente del liderazgo. Desde que nací, trabajaba en la junta de acción comunal y crecí viéndolo ahí, entre libros y reuniones”, cuenta el representante. “Él no era un apasionado sectario y dogmático, pero sí le gustaba hablar de política. En un pueblo muy conservador como lo es Hacarí, le gustaba decir ¡Viva el Partido Liberal!”. La familia de Quintero llegó precisamente al Catatumbo, esa región en el nororiente de Norte de Santander, desde Aracataca, en Magdalena, a raíz de la violencia entre liberales y conservadores.
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La influencia de su padre se hizo evidente pronto. En la primaria y en el bachillerato, el ahora congresista fue personero estudiantil y, en la universidad, representante de su curso. Estudió derecho en la Universidad Libre de Cúcuta, donde también hizo parte de un colectivo estudiantil. “Siendo una universidad privada, nosotros éramos como los revoltosos”, dice entre risas. “Me enorgullezco de decir que era muy buen estudiante, fui becado y un profesor me ofreció irme a trabajar con él en su oficina de abogados, pero yo preferí regresar a mi pueblo a ser personero. Elegí la defensa de los derechos humanos y de la vida pública”.
Más temprano que tarde, entendió que ser defensor de derechos humanos en Catatumbo supondría una labor titánica. Fue personero de Hacarí en 2012 y en 2018 quiso ser alcalde de su municipio, pero los problemas de seguridad lo hicieron desplazarse. Cuenta que recibió múltiples amenazas y que un día el exterior de su casa fue baleado. “No le pasó nada a nadie, donde estábamos no llegaron las balas”. Después de eso, Quintero nunca volvió a vivir en Hacarí. Se radicó en Ocaña, la cabecera de la provincia, donde fue nombrado defensor regional en 2019. En 2021 fue asesor del despacho del defensor nacional, Carlos Camargo.
Su carrera por conseguir un escaño en el Congreso no fue muy diferente. “La campaña para la curul de paz fue bastante difícil también por la influencia de los actores armados, porque, básicamente, donde podían votar por mí era un territorio controlado socialmente y territorialmente por actores armados”. Hablamos sobre un tema que ha estado circulando por estos días: las amenazas del Estado Mayor Central para el desarrollo de las elecciones regionales en octubre de este año tras el levantamiento de cese al fuego bilateral. Le pregunto cómo funciona este tema en su departamento. “Yo te puedo decir con total seguridad que en el Catatumbo no ha habido una sola elección en que los actores armados no hayan influido. En absolutamente todas. Donde hay fusiles, hay influencia de los actores armados”.
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“Al comienzo yo pude hacer mi trabajo tranquilamente, pero las dos semanas antes de las elecciones fueron bastante difíciles. Hubo sitios donde no pude ir, otros donde no permitieron votar por mí, hubo lugares en los que los actores armados controlaban las mesas de votación”, recuerda Quintero su campaña como candidato a la Cámara de las Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz (CITREP), la cual dio frutos en marzo de 2022. Ganó la elección tras ser cabeza de la lista avalada por la Asociación de Familias Desplazadas de Hacarí, con 7.056 votos.
En junio de 2022, la Asociación de Campesinos del Catatumbo (Ascamcat) señaló que Quintero tendría una presunta inhabilidad para ejercer el cargo, al igual que irregularidades en el escrutinio de los votos y favorecimiento del entonces alcalde de Hacarí, Deivy Bayona, al candidato. En noviembre de ese mismo año, el Consejo de Estado desestimó las pruebas facilitadas por Ascamcat y ratificó la elección del representante a la Cámara.
Llegar al Legislativo no supuso, para Quintero, el fin de los retos. “Yo llegué con un afán grande de querer hacer todo y al comienzo me pareció aburrida la dinámica. Siento que perdemos mucho tiempo en discusiones vanas que no aportan a la construcción del país. Luego entendí cómo era esto, hay una agenda que cada congresista tiene, por ejemplo para mí lo fundamental es mi territorio, que es el Catatumbo y que coincide con todos los territorios apartados del país con las mismas problemáticas de conflicto y abandono del Estado, y hay que buscar escenarios de consenso”, afirma. “Me he ido adaptando también a ver escenas teatrales, gente preocupada más por las redes que por la discusión profunda que debemos dar”.
“¿Cómo maneja el ego?”, le pregunto. “Yo pienso que la mejor estrategia contra el ego es el contacto con la gente. Si uno quisiera y lo permitiera, la vida del Congreso lo lleva a creerse un ciudadano distinto, pero estar visitando el territorio siempre lo aterriza uno en la realidad del país. Entonces siempre busco eso, en el contacto con la gente no se olvida lo que en esencia uno es y representa”, afirma.
Asegura que el Congreso también le ha traído muchas satisfacciones. “Yo fui ponente y conciliador de la ley de paz total (Ley 2272 de 2022). En el Plan Nacional de Desarrollo también logramos, después de una peleadera, unas proposiciones importantes, sobre todo en el tema de víctimas. El presidente hizo promesas de volcar la inversión del Estado hacia los territorios más abandonados y golpeados por el conflicto y esa coincidencia hace que algunas cosas se faciliten”, precisa el congresista. “Cuando uno se ubica en el escenario en el que está, de que una idea de uno convertida en una proposición o en un proyecto de ley va a quedar para la historia del país y va a incidir en la realidad, uno cae en cuenta de cuánto vale la pena”.
Le pregunto que cómo se protege, cómo se desplaza cada fin de semana por ese territorio que conoce tan bien sin temer que un día las balas no lleguen solo a la fachada de su casa. “Yo tengo un esquema hace rato, pero funciona en la ciudad y en las carreteras secundarias, pero no allá. En Catatumbo el tema es el acompañamiento de las comunidades. Para yo ir a un municipio, voy acompañado de la gente”, concluye. Es el apoyo de la gente lo que se configura como el mejor escudo de protección.
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