EE.UU. y Colombia: un siglo de cercanía y subordinación
Los últimos 70 años de relaciones entre ambos países han estado guiados por la guerra contra el comunismo, las drogas y el terrorismo. Tras un importante apoyo al acuerdo de paz, las relaciones, en plenas elecciones, parecen volver a temas que parecían superados.
Este martes, los Estados Unidos de América van a las urnas oficialmente para escoger al que será su presidente entre 2021-2025. Más allá de la incertidumbre del pueblo norteamericano, Colombia también está pendiente del futuro del país del norte. Históricamente, el devenir de la potencia ha tenido importantes consecuencias en el país, pero los señalamientos de supuesta injerencia colombiana en el debate electoral estadounidense le ponen un nuevo condimento a esta relación bilateral armónica que se remonta a poco más de un siglo. El vínculo Estados Unidos-Colombia ha estado marcado por una estrechez que incluso ha llevado a que lleguen a calificar a Colombia como un intento de “protectorado” estadounidense, así lo hizo Alfonso López Pumarejo.
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Este martes, los Estados Unidos de América van a las urnas oficialmente para escoger al que será su presidente entre 2021-2025. Más allá de la incertidumbre del pueblo norteamericano, Colombia también está pendiente del futuro del país del norte. Históricamente, el devenir de la potencia ha tenido importantes consecuencias en el país, pero los señalamientos de supuesta injerencia colombiana en el debate electoral estadounidense le ponen un nuevo condimento a esta relación bilateral armónica que se remonta a poco más de un siglo. El vínculo Estados Unidos-Colombia ha estado marcado por una estrechez que incluso ha llevado a que lleguen a calificar a Colombia como un intento de “protectorado” estadounidense, así lo hizo Alfonso López Pumarejo.
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Más allá de la pérdida de Panamá, impulsada por el gobierno estadounidense para garantizar la construcción del canal a principio del siglo XX, el esfuerzo diplomático de Colombia se ha centrado en tener una “relación privilegiada con Estados Unidos”. Según el profesor Javier Garay, investigador de la Universidad Externado, “Colombia desde la doctrina respice polum, formulada en 1914 por el entonces canciller y futuro presidente, Marco Fidel Suárez, condicionó sus esfuerzos a acercarse a Estados Unidos”. Esta postura de mirar hacia la estrella polar (EE. UU.) llevó a condicionar la economía del país y la política a la hoja de ruta dictada en el país norteamericano. Aunque desde 1914 ha sido así, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el vínculo tomó el carácter actual.
Tras el fin de la confrontación intercontinental el mundo se dividió en un sistema bipolar encabezado por el bando capitalista por los Estados Unidos y el bando socialista por la Unión Soviética. En lo que se conoció como la Guerra Fría, Colombia tomó claro partido por la potencia norteamericana. En medio de esa confrontación dialéctica, Estados Unidos fue artífice de varias iniciativas multilaterales, muchas de las que Colombia entró a apoyar. No hay mejor ejemplo que las Naciones Unidas, en la que el país acompañó al gobierno norteamericano como uno de los miembros fundadores y “brindó importante soporte a las posiciones estadounidenses”, según Adolfo León Atehortúa, exrector de la Universidad Pedagógica Nacional.
Otros grandes ejemplos de esa colaboración primigenia en ámbitos multilaterales fue el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) y la creación de la Organización de los Estados Americanos (OEA). El primero fue un tratado de defensa mutua interamericana que configuró al continente en un bloque contra una posible ofensiva soviética y que contó con la firma de Alberto Lleras Camargo. Precisamente el expresidente fue el primer secretario general de la OEA, originada en Bogotá en 1948. Para el historiador Álvaro Tirado Mejía, “no es casual que Colombia haya sido donde comienza la OEA. Es una muestra de que el país durante la Guerra Fría se pone decididamente a favor de los Estados Unidos”.
Con la llegada de Laureano Gómez al poder en 1950, siempre quedó en el ambiente su apoyo en los editoriales y en la plaza pública al franquismo durante los años de la Segunda Guerra Mundial. Según Tirado Mejía, el conocido como La Bestia había sido “fichado como fascista” y para cambiar dicha imagen dio un viraje total a favor de Estados Unidos. Como parte de este acercamiento del líder conservador a los norteamericanos, se habría gestado el envío de tropas colombianas a luchar de la mano del ejército norteamericano. Para el profesor Garay, más allá de un acto de “sumisión”, el envío de tropas a la península coreana se trató de un interés por Colombia de profesionalizar sus fuerzas. Cualquiera de los motivas que fuera, lo cierto es que fue el único país latinoamericanos que envió soldados a la guerra de Corea.
La guerra de Corea afianzó la afiliación de Colombia de Colombia en la lucha anticomunista liderada por Estados Unidos, así lo deja ver comunicaciones de la Embajada de Colombia en Washington en 1954: “Colombia es un país esencialmente anti-comunista, fundamentalmente amigo de los Estados Unidos y si se es anticomunista, debe lucharse contra el comunismo en todos los campos, como lo ha hecho Colombia en Corea”. El país interiorizó la doctrina de la seguridad nacional y la guerra antisubversiva predicada por Estados Unidos. Además, la alianza con EE. UU. pasó por la instrucción militar, que llevó a la creación de la Escuela de Lanceros y el paso e instrucción de cientos oficiales colombianos por la Escuela de las Américas.
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Con la Revolución Cubana (concretada en 1959), los norteamericanos sintieron a la Unión Soviética en “su patio trasero”, por lo que afianzaron relaciones con sus cercanos, entre ellos Colombia. Como parte de la estrategia de contención, en el gobierno de John F. Kennedy se ideó la Alianza para el Progreso, un programa de ayudas económicas y sociales para América Latina para hacerle frente a la “amenaza” comunista. “Colombia se volvió la vitrina del programa”, señaló Tirado Mejía, que destacó la visita del presidente Kennedy a Bogotá para poner la primera piedra del barrio que llevaría su apellido. A cambio, Colombia apoyó el aislamiento contra Cuba y su expulsión de la OEA.
En palabras del historiador, en el Frente Nacional los gobiernos colombianos se las jugaron por Estados Unidos. “Hubo pequeños incidentes, porque a Estados Unidos no le gustaba la independencia”, uno de estos episodios fue el intento de Alfonso López Michelsen durante su administración de restablecer relaciones con Cuba, pero esto fue revertido durante el gobierno de César Turbay Ayala. Precisamente en este mandato se inició un nuevo estadio de las relaciones con Estados Unidos: la guerra contra las drogas. Y es que durante el gobierno de Richard Nixon, tras la derrota en Vietnam, se pasó a perseguir el consumo de las drogas por encima del discurso anticomunista.
En un principio Colombia no fue epicentro de esa lucha, pero, al ser mencionado el presidente Turbay en el programa ’60 Minutes' como participe de negocios de la Bonanza Marimbera, el involucramiento del país fue total. Luego, con el viraje del consumo hacia la cocaína y la aparición de los grandes carteles en el territorio nacional, la ayuda se centró en la lucha contra estas mafias. La colaboración pasó por inteligencia, entrenamiento, y hombres, entre otras cosas. Tanto así que aún hoy se discute si fue una fuerza estadounidense la que acabó con la vida de Pablo Escobar. En medio de esa lucha contra las drogas se dio uno de los periodos más álgidos de las relaciones bilaterales: el proceso 8.000 durante el gobierno de Ernesto Samper.
Los señalamientos de la entrada de dineros del narcotráfico en su campaña presidencial puso a Samper en contra la pared y en un continúo choque por la amenaza estadounidense de la descertificación. A pesar de los esfuerzos y continuos golpes al Cartel de Cali, al final el gobierno norteamericano cumplió su palabra y descertificó a Colombia y le quitó la visa al presidente Samper y a varios funcionarios. Fue al siguiente mandatario, Andrés Pastrana, el que le tocó recomponer las maltrechas relaciones. Lo logró e incluso llevó a que Estados Unidos apoyara los diálogos del Caguán con las Farc, para ello se ideó lo que se conocería como el Plan Colombia.
Al fallar los diálogos, este plan de ayuda pasó a enfocarse nuevamente en la lucha antidrogas. Se trató de vincular la actividad antisubversiva colombiana con la guerra contra los estupefacientes: se identificó a las Farc como uno de los grandes productores de droga del mundo. La colaboración del Plan Colombia se destinó casi a su totalidad a fortalecer el Ejército en su lucha contra la coca. En medio de los primeros años de esta colaboración, en EE. UU. ocurrió los ataques del 11 de septiembre. Desde entonces el enfoque mundial pasó a la guerra contra el terrorismo, y el recién llegado a la Casa de Nariño, Álvaro Uribe, lo supo aprovechar. La histórica lucha contra las guerrillas la supo camuflar en esa cruzada liderada por George Bush contra “el monstruo del terrorismo”.
“Sin el plan Colombia, Uribe no hubiera podido hacer lo que hizo contra la guerrilla”, señaló Tirado Mejía, y es que, tras el 9/11, Uribe logró habilitar los recursos y la asesoría norteamericana para la lucha frontal contra las guerrillas y el fortalecimiento del Ejército. Fue en su mandato que se pasó a una mayor cooperación militar, que incluyó la habilitación de bases para la presencia de miembros del Ejército norteamericano. Al final, con la ayuda estadounidense, se les dio los mayores golpes a las estructuras insurgentes. Por otro lado, en ese mismo mandato se negoció el Tratado de Libre Comercio, que afianzó a Estados Unidos como mayor socio comercial del país y confirmó la desequilibrada balanza comercial ente ambos (las importaciones de Colombia son mayores que sus exportaciones).
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Con el cambio de Gobierno, y el inicio de las negociaciones con las Farc, la ayuda militar fue redirigida a los temas de la paz. A pesar de que en un principio solo tuvo un somero apoyo las negociaciones planteadas por Juan Manuel Santos, la administración de Barack Obama luego pasó a dar un apoyo irrestricto que llevó a nombrar, a comienzos de 2015, a Bernard Aronson como enviado especial estadounidense para el proceso de paz. Esta movida fue vital para lograrse la firma del acuerdo. Sin embargo, el apoyo a la paz en el gobierno de Donald Trump ha estado en veremos. Al principio, cuando todavía gobernaba Juan Manuel Santos, aplaudió los acuerdos, pero ahora se ha pronunciado en contra. Trump ha traído inestabilidad a la relación bilateral y, en su afán electoral, volvió a poner el comunismo en la agenda, tal como en la segunda mitad del siglo XX.