El fallo de la Corte Internacional de Justicia, según todas las interpretaciones, fue favorable a Colombia sin matices ni argumentos ambiguos. Sin ambigüedades, incluso, de esas que en el pasado se encontraban en otras decisiones de la misma entidad y que les daban a sus decisiones un sabor a “sí pero no”, que se prestaban para interpretaciones y malos entendidos. En esta ocasión la decisión fue contundente, hasta el punto de que así lo reconoció el propio gobierno de Managua. Punto final. (Recomendamos: Más análisis de Rodrigo Pardo, este sobre los discursos de balcón de Petro).
Quedan, eso sí, lecciones y tareas que no se pueden ignorar. Entre las primeras, hay que tener en cuenta que el asunto del archipiélago de San Andrés tuvo un manejo en Colombia en el que participaron varios partidos y fuerzas. Si el país ha dudado entre esquemas de gobierno de un solo partido y otros caracterizados por esquemas colectivos, el fallo reciente reitera que el tratamiento conjunto de varios asuntos, sobre todo los más complejos y los de la agenda de política exterior, puede -y debe- hacerse con participación de varios partidos.
Sobre todo en el caso de los asuntos de política exterior, en los que la capacidad de negociación nacional debe fortalecerse por el consenso nacional. Está bien que haya diferencias, que se planteen debates y alternativas diversas, pero en algunas áreas -como la política exterior- conviene trabajar con esquemas que permitan construir consensos y apoyos de diversas fuerzas. No para limitar el debate ni para prohibir opiniones, ni para cerrar posibilidades de discusión y debate -ni de oposición-, sino para construir posiciones más sólidas y de carácter nacional. El resultado del litigio con Nicaragua deja lecciones valiosas. En una democracia se requiere encontrar un mecanismo de respeto a las diferencias ideológicas y partidistas, y a la vez un entendimiento sobre los asuntos que no conviene debilitarse por un debate excesivo y poco racional.
Otra lección que queda del reciente triunfo diplomático de Colombia es que el lenguaje de las autoridades requiere algo de moderación y mucho de sabiduría. Los negociadores colombianos, encabezados por Manuel José Cepeda, Carlos Gustavo Arrieta y Eduardo Valencia, fueron prudentes, cumplieron con sus deberes de dar información en forma muy moderada y cuidadosa, y por la importancia del tema y de lo que estaba en juego, construyeron una comunicación eficaz y moderada que los medios, en general, supieron manejar y lo hicieron con respeto. Pero queda reiterado que la manera como los gobiernos comunican puede encontrar formas que alcanzan el equilibrio entre la prudencia que se requiere, sobre todo en temas de interés colectivo, y el deber de facilitar información al público en general que permita el debate público y la controversia democrática.
También está pendiente el diseño de una estrategia sofisticada, creíble y financiada hacia San Andrés. No sería sano que, superado el diferendo, el archipiélago pierda atractivo para los ojos de los distintos grupos del país. Que se “abandone” el archipiélago. Por el contrario, es un momento en que, sin estar en el centro de controversias, los gobiernos de Colombia están llamados a diseñar una estrategia con norte -y con fondos- para empujar al archipiélago.
Y habrá que ver cómo manejarán la coyuntura actual el presidente Petro y su canciller Leyva. Para empezar, si superado el proceso en la Corte se puede construir una relación más constructiva con Nicaragua -a pesar de las antipatías que genera su dictadura- y si la diplomacia colombiana puede reforzarse en una región tan cercana a los intereses nacionales. Se viene una nueva etapa en el campo bilateral que requerirá creatividad, sobre todo si se plantea que, terminado el diferendo, se puede aspirar a construir nuevos desarrollos a pesar de la difícil situación interna del actual gobierno de Managua.
Después de varios años en los que las relaciones estaban afectadas por incertidumbre y desconfianzas propias de una situación de conflicto, se abre una etapa diferente con Nicaragua y con la región centroamericana en general. El fin del conflicto, en fin, abre oportunidades (a pesar de las limitaciones que persisten) que se podrían sentir en toda la región. ¡Queda mucho trabajo por hacer!
* Excanciller de Colombia y periodista.