El discurso de Iván Duque entre líneas: estos serían los ejes de su gobierno
A partir de lo dicho el domingo en la noche, en su parte de victoria, se pueden comenzar a vislumbrar los lineamientos de lo que será el mandato del nuevo presidente de Colombia. Por ejemplo, todo indica que se reeditará la tesis de la seguridad democrática, esta vez acompañada del concepto de justicia.
HUGO GARCÍA SEGURA
Por el desayuno se puede saber cómo será el almuerzo, reza un dicho popular. Y no cabe duda de que el discurso de victoria que pronunció el domingo en la noche el ahora presidente electo Iván Duque, en el centro empresarial y recreativo El Cubo de Bogotá, sitio donde se concentró a esperar los resultados de la jornada electoral, deja entrever lo que serán los principales lineamientos de su futuro mandato, más allá de los llamados que hizo a la unidad, a dejar los odios y la polarización y a que todos tiremos para el mismo lado.
El primer tema que abordó fue el de la corrupción. "Esta tiene que ser una oportunidad para que nos unamos en contra de aquellas cosas que le han hecho daño históricamente a Colombia y una de ellas es la corrupción. Nuestra bandera será la lucha frontal contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo. Acogemos las propuestas que han sido presentadas en el Congreso, en la Consulta Anticorrupción, porque es un deber de los colombianos, pero iremos mucho más allá porque aquí lo que queremos de una vez por todas es que Colombia, unida, lleve a la corrupción a una derrota total y contundente que se sienta en todo el territorio nacional", dijo.
Es claro que, siendo su primer discurso, todavía se sienta que sigue en campaña. Sus opositores ponen en tela de juicio esos postulados contra la corrupción, argumentando que al final terminaron a su lado partidos y dirigentes políticos cuestionados. El reto de Duque, por lo tanto, será marcar distancia de ellos, aunque todos sabemos que históricamente las relaciones Ejecutivo-Legislativo pasan por una necesaria "negociación" -para otros “chantaje”- cuando de aprobar proyectos se trata. Porque la tan mentada "mermelada" no se inventó en el gobierno Santos y, con otros calificativos, como auxilios parlamentarios, cupos indicativos, lentejas, ha estado siempre presente en las relaciones de poder.
Habría que citar entonces otro refrán: "Por sus obras, los conocereís". Mejor dicho, como lo dijo el mismo presidente electo, de la transparencia y eficacia de su mandato en esa materia de luchar contra los corruptos dependerá el que la ciudadanía recobre la perdida confianza en las instituciones. Una tarea titánica en la que no podrá luchar solo, pues las mafias siguen enquistadas en los sectores de la salud, en el manejo de los recursos de las obras públicas, en los de la alimentación escolar, en alcaldías, en gobernaciones. En fin, en todo lado.
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El segundo punto en el discurso de Duque tuvo mucho que ver con la línea de su mentor, el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe: seguridad. Esta vez con un ingrediente adicional: justicia. "Hoy, cuando hablamos de esos retos que están en la legalidad, también debemos asumir uno más grande y es que debemos, en todos los rincones del país, construir ese sueño de la seguridad de la mano con la justicia (…) la seguridad es un valor democrático que nos permite edificar una mejor sociedad, donde estemos libres de miedo, y una sociedad libre de miedo es una sociedad en verdadera paz".
Como quien dice, es de esperar el regreso de la tesis de la "seguridad democrática", eje de los ocho años de mandato de Uribe. Solo que es aquí donde aparecen los fantasmas que tanto asustan a muchos: el de la modificación los acuerdos de paz firmados con la ya desmovilizada guerrilla de las Farc y el de la eliminación de las cortes judiciales para crear una sola súper-poderosa. Hoy la promesa es la de no hacer "trizas" los acuerdos, pero sí hacer "correcciones para que las víctimas de verdad sean el centro del proceso y garanticemos verdad, justicia, reparación y no repetición", manifestó. El problema es saber hasta qué punto estará dispuesto a ir el el uribismo en esos cambios que, sea como sea, implicarán romper los compromisos que se adquirieron como Estado, avalados por la comunidad internacional.
Y con advertencia de por medio: "Si los cultivos ilícitos siguen creciendo en nuestro país, amenazando la seguridad nacional, si aparecen dineros y armas escondidas, si vemos que hay algunos que permiten, con sus armas, seguir obstruyendo el curso institucional del país o lo que es peor, acallando a las autoridades y acallando la ciudadanía, ahí lo que estamos haciendo es fracturando el anhelo de la paz. Por eso, pueden tener la plena certeza que obraré como comandante en jefe de todos los colombianos para defender nuestra Constitución y que todo el territorio se protejan la vida, la honra y los bienes de los colombianos".
En cuanto a la reforma judicial, hay que decir que en los últimos planteamientos de campaña, Iván Duque se apartó de la propuesta de eliminar las cortes, aunque también es cierto que en ese sentido iba un proyecto que presentó en 2014 la bancada del Centro Democrático, de la que él hizo parte. Pero de lo que sí habla es de llegar a acuerdos, según sus palabras, para hacer una justicia más cercana a los ciudadanos en cada rincón del país. "Nosotros no vamos a fracturar la justicia, ni vamos a llegar a desinstitucionalizar a Colombia", fue lo que exactamente recitó. habrtía que ver a qué tipo de consensos de refiere.
Como presidente electo, habló igualmente de sacar adelante la ley del veterano para los militares; de impulsar el emprendimiento para que a través de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas se genere empleo; de derrotar la pobreza; de expandir la clase media; de simplificar el sistema tributario; de responsabilidad fiscal. Y de una gran reforma rural "para llevar los bienes públicos, calidad de la vivienda, educación y salud al campo". Este último, un tema que fue eje del Acuerdo de Paz con las Farc, que ni el gobierno Santos ni el actual Congreso supieron llevar a buen puerto y que quedará en manos del nuevo gobierno uribista, a partir del 7 de agosto. Otro asunto que puede reñir con lo pactado en La Habana.
Por supuesto, hubo líneas para resaltar el papel que tendrán los jóvenes en su mandato, y para la llamada "economía naranja", esa que se crea a partir de la ciencia, la tecnología y la innovación. Habló también, casi al final, de llevar adelante las grandes reformas que necesita el país para seguir en el camino del desarrollo. Sin embargo, no mencionó en concreto si se trata de la pensional o la tributaria, que, según dicen los entendidos, serán absolutamente necesarias para garantizar un buen clima para las finanzas públicas.
Eso sí, como prolongación de la campaña, puso sobre la mesa las promesas de un mejor sistema de salud, que implicaría cerrar las EPS ineficientes, con cobertura, presencia territorial y médicos bien remunerados; de propender por la sostenibilidad ambiental, por ejemplo, con la promoción de vehículos eléctricos o el reciclaje; de justicia social; de equidad; de una educación digna, con jornada única, con doble alimentación, con preescolares, con bachillerato técnico y donde la juventud vea que llega la educación universitaria gratuita a los estratos 1 y 2. De cultura, de deporte, de equidad de género. Y de respeto a los derechos ciudadanos y de las minorías, otro asunto por el que varios han expresado temores a raíz de que hicieron campaña por él personas y sectores considerados contrarios a avances logrados en esa materia o porque incluso él mismo fijo posturas contradictorias.
Terminemos entonces con otro refrán: “Escoba nueva barre bien”. Y como ya se dijo, el discurso de victoria de Iván Duque como presidente electo no fue más que el resumen de las que fueron sus promesas de campaña, dejando algunos temas neurálgicos por fuera, quizás para evitar malas interpretaciones o porque todavía no hay una línea definida. Aun así, se puede ver algo del talante que tendrá su administración, lo cual depende no solo de su liderazgo como cabeza del gobierno, sino también de las personas que lo acompañen en ministerios y otras entidades del poder central. Además de la capacidad que tenga su partido, el Centro Democrático, para aglutinar fuerzas en el Capitolio en pro de las iniciativas que desde la Casa de Nariño se quieran sacar adelante.
Sea como sea, le corresponderá a Duque demostrar que esta es la hora de las nuevas generaciones, algo en lo que tanto ha insistido y que muchos ponen en entredicho por tener al lado a personas como el expresidente Andrés Pastrana, el exprocurador Alejandro Ordóñez, la exfiscal Viviane Morales, entre otros, que para nada representan renovación. Y para quienes han dicho que podría llegar a ser un "títere" de Uribe, toca decir que al menos en su discurso solo hizo una breve alusión agradeciéndole su apoyo, y nada más. Nada de referirse a él como "el mejor presidente de la historia de Colombia", como sí lo dijo Juan Manuel Santos cuando ganó en 2010. Es cierto que sus opositores tienen muchas críticas y muchas dudas, pero solo el tiempo y la obra de gobierno irán mostrando el verdadero camino.
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El primer tema que abordó fue el de la corrupción. "Esta tiene que ser una oportunidad para que nos unamos en contra de aquellas cosas que le han hecho daño históricamente a Colombia y una de ellas es la corrupción. Nuestra bandera será la lucha frontal contra la corrupción, la politiquería y el clientelismo. Acogemos las propuestas que han sido presentadas en el Congreso, en la Consulta Anticorrupción, porque es un deber de los colombianos, pero iremos mucho más allá porque aquí lo que queremos de una vez por todas es que Colombia, unida, lleve a la corrupción a una derrota total y contundente que se sienta en todo el territorio nacional", dijo.
Es claro que, siendo su primer discurso, todavía se sienta que sigue en campaña. Sus opositores ponen en tela de juicio esos postulados contra la corrupción, argumentando que al final terminaron a su lado partidos y dirigentes políticos cuestionados. El reto de Duque, por lo tanto, será marcar distancia de ellos, aunque todos sabemos que históricamente las relaciones Ejecutivo-Legislativo pasan por una necesaria "negociación" -para otros “chantaje”- cuando de aprobar proyectos se trata. Porque la tan mentada "mermelada" no se inventó en el gobierno Santos y, con otros calificativos, como auxilios parlamentarios, cupos indicativos, lentejas, ha estado siempre presente en las relaciones de poder.
Habría que citar entonces otro refrán: "Por sus obras, los conocereís". Mejor dicho, como lo dijo el mismo presidente electo, de la transparencia y eficacia de su mandato en esa materia de luchar contra los corruptos dependerá el que la ciudadanía recobre la perdida confianza en las instituciones. Una tarea titánica en la que no podrá luchar solo, pues las mafias siguen enquistadas en los sectores de la salud, en el manejo de los recursos de las obras públicas, en los de la alimentación escolar, en alcaldías, en gobernaciones. En fin, en todo lado.
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Como quien dice, es de esperar el regreso de la tesis de la "seguridad democrática", eje de los ocho años de mandato de Uribe. Solo que es aquí donde aparecen los fantasmas que tanto asustan a muchos: el de la modificación los acuerdos de paz firmados con la ya desmovilizada guerrilla de las Farc y el de la eliminación de las cortes judiciales para crear una sola súper-poderosa. Hoy la promesa es la de no hacer "trizas" los acuerdos, pero sí hacer "correcciones para que las víctimas de verdad sean el centro del proceso y garanticemos verdad, justicia, reparación y no repetición", manifestó. El problema es saber hasta qué punto estará dispuesto a ir el el uribismo en esos cambios que, sea como sea, implicarán romper los compromisos que se adquirieron como Estado, avalados por la comunidad internacional.
Y con advertencia de por medio: "Si los cultivos ilícitos siguen creciendo en nuestro país, amenazando la seguridad nacional, si aparecen dineros y armas escondidas, si vemos que hay algunos que permiten, con sus armas, seguir obstruyendo el curso institucional del país o lo que es peor, acallando a las autoridades y acallando la ciudadanía, ahí lo que estamos haciendo es fracturando el anhelo de la paz. Por eso, pueden tener la plena certeza que obraré como comandante en jefe de todos los colombianos para defender nuestra Constitución y que todo el territorio se protejan la vida, la honra y los bienes de los colombianos".
En cuanto a la reforma judicial, hay que decir que en los últimos planteamientos de campaña, Iván Duque se apartó de la propuesta de eliminar las cortes, aunque también es cierto que en ese sentido iba un proyecto que presentó en 2014 la bancada del Centro Democrático, de la que él hizo parte. Pero de lo que sí habla es de llegar a acuerdos, según sus palabras, para hacer una justicia más cercana a los ciudadanos en cada rincón del país. "Nosotros no vamos a fracturar la justicia, ni vamos a llegar a desinstitucionalizar a Colombia", fue lo que exactamente recitó. habrtía que ver a qué tipo de consensos de refiere.
Como presidente electo, habló igualmente de sacar adelante la ley del veterano para los militares; de impulsar el emprendimiento para que a través de las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas se genere empleo; de derrotar la pobreza; de expandir la clase media; de simplificar el sistema tributario; de responsabilidad fiscal. Y de una gran reforma rural "para llevar los bienes públicos, calidad de la vivienda, educación y salud al campo". Este último, un tema que fue eje del Acuerdo de Paz con las Farc, que ni el gobierno Santos ni el actual Congreso supieron llevar a buen puerto y que quedará en manos del nuevo gobierno uribista, a partir del 7 de agosto. Otro asunto que puede reñir con lo pactado en La Habana.
Por supuesto, hubo líneas para resaltar el papel que tendrán los jóvenes en su mandato, y para la llamada "economía naranja", esa que se crea a partir de la ciencia, la tecnología y la innovación. Habló también, casi al final, de llevar adelante las grandes reformas que necesita el país para seguir en el camino del desarrollo. Sin embargo, no mencionó en concreto si se trata de la pensional o la tributaria, que, según dicen los entendidos, serán absolutamente necesarias para garantizar un buen clima para las finanzas públicas.
Eso sí, como prolongación de la campaña, puso sobre la mesa las promesas de un mejor sistema de salud, que implicaría cerrar las EPS ineficientes, con cobertura, presencia territorial y médicos bien remunerados; de propender por la sostenibilidad ambiental, por ejemplo, con la promoción de vehículos eléctricos o el reciclaje; de justicia social; de equidad; de una educación digna, con jornada única, con doble alimentación, con preescolares, con bachillerato técnico y donde la juventud vea que llega la educación universitaria gratuita a los estratos 1 y 2. De cultura, de deporte, de equidad de género. Y de respeto a los derechos ciudadanos y de las minorías, otro asunto por el que varios han expresado temores a raíz de que hicieron campaña por él personas y sectores considerados contrarios a avances logrados en esa materia o porque incluso él mismo fijo posturas contradictorias.
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Sea como sea, le corresponderá a Duque demostrar que esta es la hora de las nuevas generaciones, algo en lo que tanto ha insistido y que muchos ponen en entredicho por tener al lado a personas como el expresidente Andrés Pastrana, el exprocurador Alejandro Ordóñez, la exfiscal Viviane Morales, entre otros, que para nada representan renovación. Y para quienes han dicho que podría llegar a ser un "títere" de Uribe, toca decir que al menos en su discurso solo hizo una breve alusión agradeciéndole su apoyo, y nada más. Nada de referirse a él como "el mejor presidente de la historia de Colombia", como sí lo dijo Juan Manuel Santos cuando ganó en 2010. Es cierto que sus opositores tienen muchas críticas y muchas dudas, pero solo el tiempo y la obra de gobierno irán mostrando el verdadero camino.
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