El duque del uribismo: un salto a la Presidencia en tiempo récord
Con una corta carrera política, Iván Duque Márquez llegará el próximo 7 de agosto a la Casa de Nariño. Tiene el reto de gobernar y convocar a la unidad de un país que pocos consensos ha logrado desde la fundación de la República.
Germán Gómez Polo y Leonardo Botero
No hubo sorpresa. Con el 100 % de las mesas informadas quedó confirmado que el nuevo presidente de Colombia es Iván Duque Márquez, quien también fue el ganador de la primera vuelta presidencial el pasado 27 de mayo, cuando, con más de 7’500.000 votos (39,14 %), superó la votación obtenida por el candidato Gustavo Petro Urrego. La victoria de Duque, con la “bendición” del expresidente Álvaro Uribe Vélez en una contienda histórica —pues se trataba de la primera elección presidencial luego del desarme de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)—, significa, grosso modo, el regreso de las fuerzas del uribismo al poder, que no pudo lograr su continuidad a través del actual presidente Juan Manuel Santos, quien fue “el que dijo Uribe” en 2010.
Con una sencilla hoja de vida y una corta carrera política, en la que se cuentan su paso por la Corporación Andina de Fomento (CAF), una década en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y un período como senador de la República, a donde llegó integrando la lista del Centro Democrático, Duque pasó de menos a más. En las primeras encuestas de intención de voto, cuando aún no había sido ungido como candidato del uribismo y se disputaba la candidatura con varios de sus colegas de bancada, como las senadoras Paloma Valencia y María del Rosario Guerra, el presidente electo figuraba con porcentajes por debajo del 10 %. Luego, en diciembre, el Centro Democrático inició un proceso interno, a través de encuestas, para elegir al candidato único que se mediría con Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez en una consulta popular.
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Duque fue proclamado, finalmente, como el aspirante único que recogería las banderas del expresidente Álvaro Uribe Vélez y gran parte de la derecha colombiana. Empezó a subir en las encuestas; no obstante, tenía que enfrentarse en las urnas con Ramírez y Ordóñez. Las dudas que se despertaron en ese espectro político, ante la fortaleza que representaba la exministra de Defensa —quien tenía detrás al expresidente Andrés Pastrana Arango— fueron despejadas el 11 de marzo de 2018, cuando se realizaron las elecciones a Congreso y las consultas interpartidistas. Duque, con 4’038.101 votos (67,74 %), asumió sobre sus hombros la responsabilidad de liderar la derecha colombiana. Una semana después, el exsenador se disparó en la intención de voto, alcanzando el 40 % de las encuestas y ocupando un lugar que nadie pudo quitarle.
El pasado 27 de mayo logró el 39,14 % de la votación. Gustavo Petro, por su parte, obtuvo el 25,08 %. Ambos ganaron un boleto directo a la segunda vuelta. Sin embargo, a pesar de que la diferencia era de un poco más de 2’700.000 votos, una serie de movimientos políticos generaron unas condiciones que resultaban más adversas para Petro que para Duque. Por ejemplo, la decisión de Sergio Fajardo, quien logró el 23,73 % de la votación, de no apoyar a ninguno de los dos e irse por el voto en blanco, no obstante, su programa, en definitiva, tenía mayores afinidades con el del exalcalde de Bogotá que con el candidato uribista. Esa misma decisión tomó Humberto de la Calle, que, aunque logró una sorpresiva baja votación, se había convertido en el símbolo del Acuerdo de Paz con las Farc, pues fue uno de sus principales constructores.
En contraste, alrededor de Duque se aglomeraron los partidos tradicionales, como el Conservador e, inesperadamente, el Liberal, a pesar de haber enarbolado las banderas del candidato de la paz. También lo hicieron gran parte de los congresistas que habían sido dejados en libertad por sus partidos, los gremios económicos e incluso algunos medios de comunicación. Ahora, la llegada de Duque al poder abre un gran interrogante que fue expuesto por sus contradictores durante la campaña: ¿qué tanto se respetará el equilibrio y la independencia de los poderes del Estado? Esto, teniendo en cuenta el riesgo de que estos queden en poder de un solo sector político, como lo es el uribismo, con Duque en la Presidencia (Poder Ejecutivo), un senador del Centro Democrático en la presidencia del Senado (Poder Legislativo), como ya se prevé, y una eventual reestructuración de la justicia (Poder Judicial) en cabeza del nuevo presidente.
Fue justamente sobre este tema al que se refirió Duque durante su discurso de victoria. “Nuestro anhelo es que podamos construir consenso para que Colombia tenga una justicia creíble, eficaz, cercana al ciudadano. Una justicia de excelencia en sus jueces, con una primera y segunda instancia fortalecidas, que permita, además, que cuando el ciudadano activa su proceder tenga una respuesta oportuna para generar confianza. Nosotros no vamos a llegar a fracturar la justicia, ni vamos a desinsticuionalizar a Colombia, lo que vamos a hacer es fomentar el gran consenso que reclamara el país para que la justicia sea cercana a todos los ciudadanos”, anotó Duque, a pesar de que en su discurso nunca mencionó a Gustavo Petro.
“¡Duque, Duque, Duque!”
Después del triunfo, que en el Cubo de Colsubsidio cantaban desde el primer boletín de la Registraduría, los ánimos en la campaña uribista se calmaron a la espera del discurso de Iván Duque. Así empezaron los reconocimientos. Un video en las pantallas mostraba el recorrido político de Duque, haciendo especial énfasis en su paso por el Senado. Después, la agasajada fue Marta Lucía Ramírez, quien ayer se convirtió en la primera mujer en llegar a la Vicepresidencia en la historia de Colombia.
“Ha llegado el momento de estrecharnos la mano, de mirar hacia adelante, ha llegado el momento de la esperanza porque demostramos que cuando hay una idea clara, que cuando se respetan las diferencias, que cuando somo capaces de debatir sin agresiones, el pueblo colombiano reacciona con su mandato soberano. Aquí no termina nuestra lucha, continúa desde el gobierno con ustedes”, dijo el nuevo presidente.
“Sí se pudo. ¡Duque, Duque, Duque¡”, coreaban algunos asistentes. Otros expresaban arengas trayendo a colación el fantasma del llamado “castrochavismo”, que se instaló en la contienda electoral: “Y no queremos y no me da la gana una dictadura como la cubana”. También llegaban los chiflidos, en señal de rechazo, cuando la televisión hablaba de las reacciones de Gustavo Petro o entrevistaban a la senadora electa Angélica Lozano, de la Alianza Verde. Ahí está el principal reto de Duque como presidente: lograr gobernar y convocar, con hechos, a la unidad de los colombianos, que muy pocas veces han coincidido en un fin común desde que se fundó la República.
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No hubo sorpresa. Con el 100 % de las mesas informadas quedó confirmado que el nuevo presidente de Colombia es Iván Duque Márquez, quien también fue el ganador de la primera vuelta presidencial el pasado 27 de mayo, cuando, con más de 7’500.000 votos (39,14 %), superó la votación obtenida por el candidato Gustavo Petro Urrego. La victoria de Duque, con la “bendición” del expresidente Álvaro Uribe Vélez en una contienda histórica —pues se trataba de la primera elección presidencial luego del desarme de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc)—, significa, grosso modo, el regreso de las fuerzas del uribismo al poder, que no pudo lograr su continuidad a través del actual presidente Juan Manuel Santos, quien fue “el que dijo Uribe” en 2010.
Con una sencilla hoja de vida y una corta carrera política, en la que se cuentan su paso por la Corporación Andina de Fomento (CAF), una década en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y un período como senador de la República, a donde llegó integrando la lista del Centro Democrático, Duque pasó de menos a más. En las primeras encuestas de intención de voto, cuando aún no había sido ungido como candidato del uribismo y se disputaba la candidatura con varios de sus colegas de bancada, como las senadoras Paloma Valencia y María del Rosario Guerra, el presidente electo figuraba con porcentajes por debajo del 10 %. Luego, en diciembre, el Centro Democrático inició un proceso interno, a través de encuestas, para elegir al candidato único que se mediría con Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez en una consulta popular.
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El pasado 27 de mayo logró el 39,14 % de la votación. Gustavo Petro, por su parte, obtuvo el 25,08 %. Ambos ganaron un boleto directo a la segunda vuelta. Sin embargo, a pesar de que la diferencia era de un poco más de 2’700.000 votos, una serie de movimientos políticos generaron unas condiciones que resultaban más adversas para Petro que para Duque. Por ejemplo, la decisión de Sergio Fajardo, quien logró el 23,73 % de la votación, de no apoyar a ninguno de los dos e irse por el voto en blanco, no obstante, su programa, en definitiva, tenía mayores afinidades con el del exalcalde de Bogotá que con el candidato uribista. Esa misma decisión tomó Humberto de la Calle, que, aunque logró una sorpresiva baja votación, se había convertido en el símbolo del Acuerdo de Paz con las Farc, pues fue uno de sus principales constructores.
En contraste, alrededor de Duque se aglomeraron los partidos tradicionales, como el Conservador e, inesperadamente, el Liberal, a pesar de haber enarbolado las banderas del candidato de la paz. También lo hicieron gran parte de los congresistas que habían sido dejados en libertad por sus partidos, los gremios económicos e incluso algunos medios de comunicación. Ahora, la llegada de Duque al poder abre un gran interrogante que fue expuesto por sus contradictores durante la campaña: ¿qué tanto se respetará el equilibrio y la independencia de los poderes del Estado? Esto, teniendo en cuenta el riesgo de que estos queden en poder de un solo sector político, como lo es el uribismo, con Duque en la Presidencia (Poder Ejecutivo), un senador del Centro Democrático en la presidencia del Senado (Poder Legislativo), como ya se prevé, y una eventual reestructuración de la justicia (Poder Judicial) en cabeza del nuevo presidente.
Fue justamente sobre este tema al que se refirió Duque durante su discurso de victoria. “Nuestro anhelo es que podamos construir consenso para que Colombia tenga una justicia creíble, eficaz, cercana al ciudadano. Una justicia de excelencia en sus jueces, con una primera y segunda instancia fortalecidas, que permita, además, que cuando el ciudadano activa su proceder tenga una respuesta oportuna para generar confianza. Nosotros no vamos a llegar a fracturar la justicia, ni vamos a desinsticuionalizar a Colombia, lo que vamos a hacer es fomentar el gran consenso que reclamara el país para que la justicia sea cercana a todos los ciudadanos”, anotó Duque, a pesar de que en su discurso nunca mencionó a Gustavo Petro.
“¡Duque, Duque, Duque!”
Después del triunfo, que en el Cubo de Colsubsidio cantaban desde el primer boletín de la Registraduría, los ánimos en la campaña uribista se calmaron a la espera del discurso de Iván Duque. Así empezaron los reconocimientos. Un video en las pantallas mostraba el recorrido político de Duque, haciendo especial énfasis en su paso por el Senado. Después, la agasajada fue Marta Lucía Ramírez, quien ayer se convirtió en la primera mujer en llegar a la Vicepresidencia en la historia de Colombia.
“Ha llegado el momento de estrecharnos la mano, de mirar hacia adelante, ha llegado el momento de la esperanza porque demostramos que cuando hay una idea clara, que cuando se respetan las diferencias, que cuando somo capaces de debatir sin agresiones, el pueblo colombiano reacciona con su mandato soberano. Aquí no termina nuestra lucha, continúa desde el gobierno con ustedes”, dijo el nuevo presidente.
“Sí se pudo. ¡Duque, Duque, Duque¡”, coreaban algunos asistentes. Otros expresaban arengas trayendo a colación el fantasma del llamado “castrochavismo”, que se instaló en la contienda electoral: “Y no queremos y no me da la gana una dictadura como la cubana”. También llegaban los chiflidos, en señal de rechazo, cuando la televisión hablaba de las reacciones de Gustavo Petro o entrevistaban a la senadora electa Angélica Lozano, de la Alianza Verde. Ahí está el principal reto de Duque como presidente: lograr gobernar y convocar, con hechos, a la unidad de los colombianos, que muy pocas veces han coincidido en un fin común desde que se fundó la República.
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