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Este fin de semana se conoció, a través de un informe de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el fortalecimiento y crecimiento que ha tenido el Eln en el país, sobre todo en las zonas en las que antes operaban las extintas Farc. Ese texto lo que hizo fue confirmar lo que organizaciones sociales y expertos han venido diciendo en el último tiempo: el Eln se ha hecho fuerte en el territorio nacional y ha llegado a zonas donde no había tenido presencia o influencia en el pasado. Además, en estos últimos días también se vino a conocer un carácter de esta guerrilla que desde hace mucho tiempo no tenía: ser punto de la agenda internacional e influir en las relaciones bilaterales de Colombia. Específicamente, lo hizo en los frentes de Cuba y Ecuador.
Desde hace un tiempo el Eln era un tema de resorte doméstico. Si acaso se mencionaba su presencia en la frontera venezolana. Sin embargo, en menos de dos semanas, se volvió a posicionar en un marco internacional, sobre todo ante la tendencia del gobierno de Iván Duque de hacer de los temas de defensa y seguridad un asunto diplomático. Frente al primer país, Cuba, el asunto pasa por la carta que envió la embajada de dicho país a la Cancillería colombiana, en la que se advirtió sobre un posible atentado terrorista planeado por el frente de guerra Oriental de esa guerrilla. En ese mismo comunicado, el gobierno isleño señaló que se les había preguntado a los líderes de esa organización que están en la isla sobre dicho asunto, pero ellos afirmaron desconocer el supuesto plan.
La respuesta desde el Gobierno colombiano apuntó a demeritar de cierta forma la colaboración, asegurando que ya tenían información de posibles atentados y a aprovechar para volver a insistir en el pedido a Cuba que extradite a los líderes del Comando Central (Coce), que permanecen en La Habana desde el rompimiento de los diálogos de paz que había iniciado en la administración de Juan Manuel Santos. Por otro lado, Cuba tuvo severos comentarios en contra del alto comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, por las posiciones en su contra e insistió en que no enviará a los jefes guerrilleros a Colombia porque debía cumplir con su papel de garante de los acuerdos fallidos. Los últimos hechos son una muestra de que el asunto del Eln se convirtió en el punto central y filtro por el que pasan las relaciones con Cuba.
Según el profesor Mauricio Jaramillo, de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, mientras que el gobierno de Miguel Díaz-Canel tuvo una señal amistosa hacia Colombia, en respuesta a las acusaciones que los llevaron a ser incluidos en la lista de países que apoyan al terrorismo, “el gobierno Duque asumió una posición inflexible, que no deja ningún espacio de negociación y pone a Cuba en una posición contraria al Derecho Internacional Humanitario”. En esa línea, el internacionalista señaló que dicha postura traslada los problemas internos y de defensa a la política exterior. “El traslado de los temas de defensa es de gente que no está interesada en la paz. En esencia, muestra un poco que el Gobierno se quedó sin agenda de paz”, concluyó.
Por otro lado, la profesora María Teresa Aya, encargada de la maestría de relaciones internacionales de la Universidad Externado, consideró que este asunto de Cuba va más por la línea de tener un gesto que permita que Joe Biden los saque de la lista de países que apoyan el terrorismo. Sin embargo, desde el punto de vista colombiano, “el Gobierno ha tomado una posición con Cuba y no se va a salir de ella”. A esto agregó: “Para Colombia es importante que les devuelvan a los guerrilleros, y Cuba por su lado no piensa hacerlo”. Este toma y dame por los jefes del Eln ha llevado a que Colombia no apoye los pedidos de Cuba ante la ONU para que se levante el embargo y para que fuera uno de los factores usados por Donald Trump para incluir a la isla entre los países que apoyan el terrorismo a escala mundial.
Ecuador, la otra arista
En cuanto al tema ecuatoriano, la presunta influencia del Eln va en la línea de los computadores de Andrés Felipe Vanegas, alias Uriel, quien murió en una operación militar en octubre de 2020. Terminando enero, una semana antes de las elecciones en el vecino país, se conoció un informe periodístico que señalaba que la Fiscalía tenía los equipos del jefe guerrillero, abatido en un operativo de la Fuerza Pública en Chocó, y que ahí se encontraron documentos que hablaban sobre una posible donación del Eln a la campaña presidencial de Andrés Arauz. Cerca de tres semanas después, el fiscal Francisco Barbosa se desplazó hasta Quito para entregar de forma personal la información que vincularía al ganador de la primera vuelta de las elecciones con dineros de la guerrilla. El viaje del jefe del ente acusador fue justo en las semanas previas a la segunda vuelta electoral, que definirá el próximo presidente ecuatoriano.
Lo cierto es que la visita de Barbosa a Ecuador fue ampliamente criticada y fue calificada como “un intento de injerencia del Gobierno colombiano en las elecciones”. Para varios, se usó la excusa del Eln para influenciar el proceso electoral ajeno, similar a la supuesta intervención en los comicios estadounidenses de 2020. Entre los que ostentaron dicha tesis está el expresidente Ernesto Samper, quien, a través de un comunicado, desestimó la información y señaló que se trata “de un juego sucio que están orquestando desde Colombia los sectores radicales de la derecha”. De forma menos dura, el exmagistrado José Gregorio Hernández también se expresó sobre el hecho: “No es bueno que autoridades colombianas interfieran en los procesos electorales de otros países (…) Hasta hace poco Colombia respetaba el principio de autodeterminación de los pueblos. Sus autoridades no se inmiscuían en procesos electorales de otros países”.
Estos hechos, para la profesora María Teresa Aya, además de interpretarse como un nuevo acto de intervención, traen a la memoria temas como el bombardeo a Raúl Reyes en territorio ecuatoriano y los señalamientos de Álvaro Uribe de que el gobierno de Rafael Correa auspiciaba las extintas Farc. Incluso, la internacionalista fue más allá y aseguró que la movida encabezada por Barbosa puede ser problemática a futuro, “pues se piensa que Arauz va a ganar, entonces por qué meterse con el próximo presidente”. La docente también expresó que en el ámbito internacional importa tanto la forma como el fondo y, en este caso, si se lee la ley ecuatoriana, “el candidato tiene fuero y no se puede hacer nada. Y si gana, igual tendrá fuero. Lo hacen justo en tiempo electoral y eso puede afectar a Arauz al final”.
En una línea similar, Mauricio Jaramillo tildó este hecho como “insólito y atípico. Es una violación al Estado ecuatoriano en medio de un proceso electoral”. En este punto recalcó que es cierto que hay cooperación entre las fiscalías colombiana y ecuatoriana, pero no había urgencia para que Barbosa viajara cuando no hay una prueba contundente. Además, cuestionó que ese despliegue de la Fiscalía colombiana no se hubiese hecho en 2018, con el asesinato en la frontera de los tres periodistas. Por otro lado, aseguró que no existe un vínculo entre el Eln y Ecuador, pero “el presidente Lenín Moreno ha querido meter el discurso del conflicto de Colombia para sacarle rédito político”.
Aunque son dos marcos de relaciones bilaterales distintos, ambos han visto cómo desde el Gobierno colombiano se ha llegado a introducir al Eln como un punto en la agenda. En el caso de Cuba, el asunto de los líderes de dicha guerrilla que están en la isla se ha convertido en un eje central y hasta ha guiado la toma de decisiones en el ámbito multilateral. Por otro lado, frente a Ecuador, el asunto de una supuesta financiación de esta guerrilla a una campaña ha sembrado las dudas sobre una posible injerencia colombiana en un proceso electoral externo. Además, de llegar Arauz a la Presidencia, este tema del Eln podría afectar el desarrollo de las relaciones entre ambos países, sembrando molestias, tal como ha ocurrido con Estados Unidos.