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Hace 150 años empezó a regir en Colombia una constitución de libertades que apenas estuvo vigente 23 años, pero que le dejó al país un generoso legado para la protección de los ciudadanos: la Carta Política que 61 delegatarios redactaron en Rionegro (Antioquia) entre el 4 de febrero y el 8 de mayo de 1863 y que dio lugar a los tiempos del liberalismo radical. El empeño de una generación por hacer de la instrucción pública un deber, fortalecer la autonomía de las regiones y avanzar socialmente apostando a las opciones de la modernidad y la tolerancia.
El escenario académico que conservó esa herencia y que luego congregó a quienes fueron excluidos del orden político impuesto por Núñez y Caro desde la Constitución de 1886, fue la Universidad Externado de Colombia. Como histórica paradoja, fundada el mismo año en que la Carta de 1863 dejó de existir. Pero la “responsabilidad universitaria de la democracia” que animó a su fundador, Nicolás Pinzón Warlosten, hoy sigue vigente, y fue precisamente esta casa de estudios la que no dejó pasar inadvertido lo sucedido hace 150 años.
El liberalismo radical. Colombia y la modernidad del siglo XIX es el título de la exposición conmemorativa del sesquicentenario de la Constitución de 1863, que la Universidad Externado de Colombia desarrolló en su sede y en la recogió los aspectos claves de este capítulo especial de nuestra historia. “El Externado conserva la posta de 1863 y la de sus fundadores en 1886”, se lee en el catálogo de colección que acompañó la exposición. El rector, Juan Carlos Henao, sintetiza así lo que la Universidad Externado ha decidido exaltar.
¿Por qué las ideas liberales que tomaron forma en el siglo XIX terminaron por ceder terreno a las que se imprimieron en la Constitución de 1886?
No es raro que en el siglo XIX se presentara también el péndulo entre el pensamiento conservador y el liberal. Hay quienes parten de una concepción conservadora, que requieren de seguridades expresadas tanto en instituciones férreas y centralizadas como en un maximalismo de principios, que marcan el comportamiento de masas en las cuales el individuo si acaso existe. Frente a esta opción existe la liberal, que permite un mayor impulso del libre desarrollo de la personalidad, que se sustenta en principios sólidos pero no necesariamente numerosos, que parte de que la vida tiene muchas maneras de ser vivida, razón por la cual la tolerancia le es esencial. Es el péndulo en el que se ha movido el ser humano y la historia, lo cual explica en buena medida el cambio de la Constitución de 1863 a la de 1886.
Pero a más de esta observación general, puedo decirle que el advenimiento de la Constitución de 1886 se explica tanto por aspectos internos como externos o de contexto internacional. Empiezo por los segundos. Ante las conquistas ideológicas de lo que podríamos considerar como la modernidad temprana, es decir las de la Ilustración y luego, ya en el siglo XIX, la de la gran apertura mental que se empezó a generar en el mundo occidental con el estandarte de las libertades públicas y de la ciencia y el conocimiento, se desató también una reacción por parte de quienes querían sostener el antiguo régimen, es decir el de una sociedad autoritaria, autocrática, dogmática, incluso monárquica y fundada en los principios del catolicismo. Por eso a lo largo del siglo XIX se produjeron varias encíclicas papales que tuvieron un importante impacto en la sociedad católica y por tanto en la Colombia de aquellos tiempos. Me refiero particularmente a la de Gregorio XVI en 1832 -Mirari Vos-, la de Pío IX en 1864 -Quanta Cura- , y la de León XIII en 1888 –Libertas-, en las cuales se condenaron con severidad y de manera expresa la libertad de culto, de prensa, de conciencia, la separación iglesia-estado y los avances liberales que se presentaban en el siglo XIX. Además, Pío IX proclamó en 1864 un documento titulado Syllabus, que es el listado de lo que la jerarquía católica consideró como los 80 errores modernos. Esos errores son precisamente las libertades. La iglesia rechazó cualquier tipo de conciliación con la nueva visión del mundo y esa posición avanzó por aquellos tiempos como respaldo para quienes no querían cambiar aquel statu quo. Ese estado de cosas no era simplemente un asunto teológico o de defensa de unos principios religiosos. Era, claro está, el mantenimiento de unas estructuras de poder, de propiedad, de control social de vieja data que no se querían cambiar. Ahora, en cuanto a los aspectos internos, la Nueva Granada, nombre del país hasta 1858, avanzaba por un camino contrario: de la mano del civilismo heredado de Santander logró afianzar a mediados de siglo una serie de conquistas como la abolición de la esclavitud, la libertad de imprenta y de palabra, la libertad de enseñanza, la libertad religiosa y la separación iglesia-estado, la supresión de la pena de muerte, entre otras profundas reformas de la llamada “revolución liberal de medio siglo”. Este escenario de libertades terminó por consolidarse con la Constitución de Rionegro en 1863, es decir hace 150 años, pero solamente tuvo una vigencia de 23 años, hasta 1886. Ahí, en el terreno militar y en el de la política, y con el apoyo de la iglesia católica, se produjo un giro que con la nueva Constitución suprimió las libertades públicas, entronizó un estado clerical y eliminó durante muchos años los avances modernos alcanzados por el país. Naturalmente que no se trató únicamente de un enfrentamiento ideológico y político, la historiografía colombiana ha indagado también lo relacionado con los aspectos económicos y en ese sentido podría agregarse lo vinculado con los intereses de los latifundistas y los exportadores, además de los comerciantes, que en algunos casos promovieron una organización centralista del país, contraria a la federación de los radicales. El librecambio que estimuló las exportaciones de origen agrícola generó a la vez problemas de fondo en los artesanos que enfrentaron una competencia muy fuerte en los productos importados. Además, la inestabilidad del mercado internacional no le dio continuidad a las bonanzas exportadoras y debilitó así a las aristocracias regionales. Rafael Núñez se convertiría entonces en el promotor de una estructura institucional en la que se le diera mayor peso al ejecutivo, un énfasis decidido al poder central y el restablecimiento de las relaciones iglesia-Estado.
¿Cuáles fueron los grandes aportes a la sociedad colombiana de los radicales liberales del siglo XIX?
Hay un aspecto que en gran medida sintetiza el aporte que se produjo con la “revolución liberal de medio siglo” y su continuación en las décadas siguientes. Transcurridos treinta e incluso más años de la consolidación de la independencia política del país, seguíamos aferrados a estructuras coloniales en muchos campos de nuestra vida social, política y económica. Éramos independientes de España pero podría decirse que no éramos libres en el sentido estricto del término, es decir no nos habíamos emancipado de forma orgánica, estructural. Esto es realmente un asunto de fondo. De manera que con los aportes de las corrientes civilistas, liberales y radicales llegamos a lograr esa emancipación, a la real ruptura con muchas de las ataduras coloniales que persistían en el país entrada la segunda mitad del siglo XIX. Si usted mira este asunto en perspectiva y en un largo plazo, no deja de sorprenderse al ver que transcurridos cincuenta años del siglo XIX aún existiera la esclavitud en el país, que todavía se utilizaran como textos en las universidades los de la vieja escolástica ajena a los avances científicos del momento, que la educación en general fuera clerical, que permaneciera una cierta estructura teocrática, que no se hubiera avanzado en el conocimiento del territorio nacional, que existieran trabas de tipo colonial para la industria y el comercio, que se mantuviera la pena de muerte, que el centralismo del Estado fuera férreo, y, en fin, que no se hubiere producido una sacudida real que orientara al país de manera decidida hacia la democracia y la modernidad. En el ámbito judicial, por ejemplo, estos liberales introdujeron el juicio por jurados de conciencia. Los liberales radicales hicieron entonces el gran aporte de emprender con valentía y convicción el proceso de cambio y vincular al país con las vanguardias del mundo en diferentes campos para propiciar el desarrollo y el bienestar de la población.
Qué aportes fundamentales dio la Comisión Corográfica al desarrollo del país y cómo se involucraron en ella las ideas liberales?
La Comisión Corográfica, dirigida por el gran ingeniero militar Agustín Codazzi, fue el primer proyecto científico moderno de la República de la Nueva Granada. Levantó la primera cartografía del país, utilizando instrumentos precisos (cronómetros náuticos, sextantes, niveles, teodolitos y barómetros) para localizar los principales accidentes geográficos. Igualmente, para escribir las geografías de las provincias y unirlas en una sola Geografía General. Para ello, visitaron casi todo el país, recorriendo los caminos, los ríos y pueblos, para localizarlos, medirlos y describirlos física, social y económicamente. Aunque actualmente son documentos históricos siguen siendo la base para analizar la formación territorial de Colombia en el siglo XIX.
Los promotores de la Comisión Corográfica fueron el General Tomas Cipriano de Mosquera y José Hilario López, dos ilustres radicales que apoyaron esta obra, lo mismo que otros grandes proyectos de modernización del país. Cuando, en 1858, se creó la Confederación Granadina, Codazzi comenzó a unir los mapas de las provincias para realizar los de los nuevos Estados Confederados; sin embargo, no pudo terminarlos porque murió, en las sabanas del río Cesar, en 1860.
¿Qué otros avances sociales y económicos dejó a Colombia el periodo conocido como el radicalismo liberal?
Esta pregunta es un buen complemento para entender lo que se derivó a partir precisamente de la Comisión Corográfica. En términos generales señalé ya las reformas asociadas con la estructura del Estado y las reformas de tipo liberal que se iniciaron con el gobierno de José Hilario López en 1849 y se consolidaron con la Constitución de 1863. Pero no todo se quedó en el mundo de la ideología o de la Constitución y las leyes. El dinamismo emprendido durante el tiempo de los gobiernos radicales en materia de infraestructura fue extraordinario. Imagínese usted a los Estados Unidos de Colombia: nueve Estados soberanos en los que permanecían las mismas estructuras de comunicación y comercio de los tiempos coloniales para interactuar entre ellos y en su interior. Es decir, la inexistencia de un mercado nacional y de una estrategia exportadora; a la sumisión ideológica y mental de grandes sectores de la población, se sumaba el letargo productivo. La pobreza de la Colombia de aquellos tiempos era aterradora, baste leer algunas de las crónicas de los viajeros extranjeros que pasaron por estas tierras. Un recuento rápido de algunas de las realizaciones de los gobiernos radicales en el campo social y económico muestra el fortalecimiento de las vías de comunicación, construcción de caminos, promoción de la navegación a vapor, la colonización del río Magdalena, la construcción de ferrocarriles. A esto se le agregó el gran avance tecnológico de la época: el telégrafo eléctrico, el internet de aquellos tiempos, que permitió la comunicación inmediata entre lugares distantes. Debo mencionar también el modelo agroexportador en el que se sucedieron las bonanzas del tabaco, añil, quina y café, desafortunadamente asociado a la incertidumbre del comercio internacional. La desamortización de bienes de manos muertas concentrados en la iglesia y con bajísima productividad dinamizó el mercado de tierras. Por lo demás, durante los años del liberalismo radical surgió el sistema bancario del país, lo que impactó positivamente la acumulación de capitales para la incipiente industria manufacturera. A todo esto puede agregarse la gran reforma educativa de los radicales, la introducción de la moderna Misión Pedagógica Alemana y la fundación de la Universidad Nacional. La educación era una de sus prioridades.
La Universidad Externado surgió en pleno auge de La Regeneración de Núñez, ¿cómo hizo para afianzarse en medio de la hegemonía conservadora?
Siempre se ha señalado esa paradoja, la de que el Externado se hubiera fundado con esa perspectiva ideológica amplia, libertaria, moderna, científica, en momentos en los que el país tomó el rumbo autoritario, clerical, dogmático de la Regeneración. Los aires del país eran adversos para una institución como el Externado en 1886. Dicha paradoja es precisamente la que explica el nacimiento del Externado. La naciente universidad se constituyó en refugio para estudiantes y profesores expulsados de universidades como la Nacional o el Colegio del Rosario a los que se cambió su norte y en los que la educación empezó a regirse según el dogma católico. Por el contrario, el Externado adoptó en su esquema moderno lo más novedoso y de avanzada para la época, empezando por el positivismo de Spencer. Pero a pesar de un cierto afianzamiento del Externado la situación no fue fácil. Si bien contamos en aquellos tiempos con profesores muy eminentes y de nuestras aulas se graduaron estudiantes que luego tendrían gran figuración nacional, la adversidad terminó por asfixiar a nuestra universidad. El primer Externado duró de 1886 a 1895. Profesores muy eminentes de nuestra universidad fueron expatriados, empezando por Santiago Pérez en 1893. En 1895 falleció el fundador, Nicolás Pinzón Warlosten y en ese mismo año, en el que además el país vivió otra guerra civil perdida por los liberales, el Externado se clausuró. De manera que tuvo una vida breve aunque muy fructífera como lo muestran los estudiantes graduados y las tesis absolutamente de vanguardia que escribieron y que precisamente publicamos en un tomo hace algo más de un año. No deja de ser curioso que luego, ya en la hegemonía conservadora, en 1918 se hubiera refundado el Externado, muestra de que en los tiempos reaccionarios siempre hay quienes persisten en los ideales de las libertades.
¿La Universidad Externado nació en 1886 y El Espectador en 1887, qué afinidades se dieron en estas dos creaciones intelectuales?
Usted bien lo califica, afinidades. No se trata de conexiones directas pero sí de una clara empatía ideológica. En Medellín don Fidel Cano fundó El Espectador y un año antes se había fundado el Externado en Bogotá, dos bastiones del liberalismo en tiempos difíciles para ese pensamiento. Son los valores liberales aquí y allá buscando expresarse cuando se les constriñe. Sería interesante revisar en detalle El Espectador de aquellos primeros años porque de pronto nos encontramos sorpresas; hombres de prensa como Santiago Pérez que posiblemente hubieran escrito en sus páginas y quien sabe cuántos profesores y egresados del primer Externado. La causa era la misma, la formación en el pensamiento liberal, en la tolerancia, en la modernidad, en la crítica, desde dos escenarios similares, el de la prensa y el de la educación.
¿Cómo responde usted a las preguntas que formula la propia exposición: por qué no se han logrado generaciones críticas y tolerantes, en contravía con los planteamientos de Murillo Toro sobre la diversidad y la tolerancia?
Esto no puede generalizarse. Los jóvenes siempre nos sorprenden de la forma más positiva por sus posiciones críticas, tolerantes, creativas. La Constitución de 1863 tuvo una vigencia de 23 años; la de 1991 lleva 22 años. La vemos relativamente cercana en el tiempo, tan solo dos décadas y fíjese usted las dificultades para que se logren afianzar sus formulaciones novedosas, algunas de ellas que ya habían formado parte de la Constitución de 1863 hace 150 años. Lo que quiero que entienda con esta introducción es que la Constitución de 1886 fue el modelo de este país durante 105 años, es decir que unas cuatro generaciones de colombianos se moldearon bajo una cultura política y social dogmática, autoritaria, poco crítica, atada al pasado. Un ambiente como el de la Constitución de 1886 –a pesar de algunas de sus reformas-, un escenario como el de finales del XIX y comienzos del XX en el que se consideraba pecado al liberalismo, el desprecio por el otro, por el diferente, por las minorías que vivió el país hasta finales del siglo XX y que no se ha erradicado del todo, impide el contar con generaciones críticas y tolerantes. Pero como le respondí al comienzo: soy optimista y confío en que se mantenga el espíritu crítico y tolerante, lo cual es una de las tareas de la universidad.
¿Cree usted que el centralismo retardó el progreso en Colombia?
Claro que sí, aunque esto posee sus matices. Es obvio que se requiere de un cierto centralismo para que un país funcione, para contar con un sentido de unidad nacional, con un proyecto de nación y con una organización que regule factores y convenciones básicas de estabilidad social. Durante los años de la Constitución de 1863 usted bien conoce que el país se organizó bajo nueve Estados Soberanos que tenían su propio presidente y una gran autonomía. La unidad nacional giraba alrededor de la política exterior, los pesos y medidas, el comercio exterior, el crédito público y el ejército nacional. En todo lo demás se impuso la soberanía de cada Estado e incluso ellos contaban con su propio ejército. En algunos Estados el progreso durante el federalismo fue sorprendente. Esto fue particularmente notorio en Antioquia y en Santander, curiosamente el primero con el empuje decisivo del presidente conservador Pedro Justo Berrío y el segundo de varios de los más importantes líderes del radicalismo que luego fueron presidentes del país, empezando por Manuel Murillo Toro. Es decir, más allá del énfasis liberal o conservador dentro del Estado, lo importante es que era Soberano, autónomo dentro del régimen federal y eso le generó beneficios. La fórmula que se estableció en 1886 al suprimir el federalismo fue malévola: “Centralización política y descentralización administrativa”. De alguna forma ese fue otro de los retornos a la colonia –además de los ideológicos- al reincorporar el centralismo colonial, que ni siquiera supuso una descentralización administrativa efectiva. La autonomía en las regiones es como la autonomía en los individuos: fuente de energía, de sentimiento propio, de valía individual, de carácter y criterio propios de entidades emancipadas.
¿Luego de 150 años, están dadas las condiciones para un orden social pacífico?
Desafortunadamente no. A pesar de los avances extraordinarios del país en diferentes indicadores sociales y económicos mantenemos índices elevados de pobreza, de desigualdad, de inequidad en la distribución de la riqueza, de desempleo, de concentración en la propiedad de la tierra. Este es un país de contrastes paradójicos. Pero en lo específico de su pregunta señalo el desafío que todavía persiste en Colombia alrededor de la tolerancia, del diálogo, del respeto por el otro. ¿Qué decir por ejemplo de la violencia intrafamiliar, de la intolerancia entre vecinos, de la recurrente y creciente violencia que desata el fútbol? Si existen colombianos que no pueden convivir en un mismo espacio muchas veces a causa de nimiedades, ¿qué decir de los problemas de fondo que algunos creen poder solucionar por medio de la fuerza? Nos hace falta un gran esfuerzo alrededor de la convivencia pacífica, de la tolerancia, de la cultura ciudadana, de una política pública de cohesión social asociada con la cultura de la paz, pero orgánica, profunda, real, ligada también a las oportunidades económicas para todos; para ello juega un papel esencial la educación en sus diferentes niveles.
¿Qué afinidades encuentra entre el ideario del radicalismo liberal del siglo XIX y la constitución de 1991?
Existen bastantes. Las más obvias están asociadas con la separación iglesia-estado, las libertades públicas, el respeto a la vida privada, la libertad de cultos. Conquistas muy importantes alcanzadas durante los tiempos del radicalismo y suprimidas en la regeneración solamente volvieron a formar parte de la agenda pública en Colombia para finales del siglo XX, por ejemplo el matrimonio civil y el divorcio; o la libertad de cultos. Creo que el papel de la mujer en la sociedad fue de mayor equidad durante el radicalismo y eso se perdió luego por más de un siglo. En materia de autonomía regional no existen afinidades y el país continuó con la opción del centralismo.
¿Usted que fue magistrado de la Corte Constitucional cree que al menos en la jurisprudencia se están tomando valores propios del liberalismo del siglo XIX?
No me cabe la menor duda. En su conjunto, la jurisprudencia de la Corte Constitucional, afianzando el ideario liberal de la Constitución de 1991, ha contribuido a la consolidación de principios democráticos e incluyentes. Basta ver toda la jurisprudencia que protege a los indígenas, a las personas con opciones sexuales diversas, a los recicladores, a las mujeres, a los desplazados, etc. En ellos la Corte recuerda cotidianamente la importancia de la tolerancia y del respeto por las minorías. Pero más que ello, se debe resaltar la importante jurisprudencia de la Corte que ha permitido el avance democrático de los derechos económicos, sociales y culturales. Lo anterior no significa que la Corte pueda jugar el papel de “Hércules Constitucional”. Se requiere de un compromiso de la sociedad en su conjunto, de los tres poderes, en el que se entienda que todo lo que se haga en materia de igualación social es mínimo frente a las desigualdades que existen de base.
¿Por qué la Universidad Externado decide rendirle el homenaje que la sociedad no le hizo a los 150 años de la Constitución de 1863?
Como lo señaló el profesor Salomón Kalmanovitz en su columna de El Espectador del 29 de septiembre pasado, el Externado fue la única voz solitaria que conmemoró el sesquicentenario de la Constitución de 1863, con la bella y didáctica exposición que organizamos y con una edición facsimilar de aquella Constitución y del Pacto de Unión de 1861 que le dio origen, que fueron editadas. Bien dice el profesor Kalmanovitz en su artículo que los avances en democracia, en economía y en educación que hicieron los liberales radicales fueron borrados con sangre por la Constitución de 1886. Es apenas natural que le rindamos homenaje, que siempre la rememoremos porque a ella nos debemos. El Externado fue fundado por los liberales radicales, algunos de ellos constituyentes de 1863, expresidentes de los Estados Unidos de Colombia o muy altos funcionarios de aquellos gobiernos. La Constitución de 1863 murió con la batalla de la Humareda en 1885 y como bien lo dijo el Maestro Fernando Hinestrosa al referirse al origen del Externado, “somos hijos de la Humareda”, es decir, de los liberales derrotados en la guerra de 1885 que se entregaron entonces a la educación y que fueron excluidos por la Constitución de 1886 y por los gobiernos de Núñez y Caro. El Externado no se olvida de los abuelos radicales.
¿Qué postulados de la Constitución de 1863 deberían rescatarse hoy?
Son numerosos. A riesgo de ser repetitivo, insisto en los asociados con las libertades públicas, con la libertad de pensamiento, de cátedra, de culto, de industria, de prensa, de comercio, con la inviolabilidad de la vida humana, que apenas se lograron imponer en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX y que luego fueron segadas durante más de cien años. No fue fácil recuperarlas y no es fácil conservarlas. El pensamiento reaccionario siempre acecha y por eso hay que permanecer alerta.
¿Usted cree que la Universidad Externado sigue siendo la casa de estudios para educar en el pensamiento liberal que la hizo posible?
Desde su fundación su nombre marcó la diferencia: un Externado, es decir un establecimiento abierto, libre, que acoge a todos los jóvenes sin distinción alguna. Externado a diferencia de internado, de claustro colonial, cerrado, discriminador. De manera que el Externado se mantiene firme en sus postulados fundacionales y en el sentido amplio de la palabra externado como lugar para el libre desarrollo de la personalidad en el marco de una educación crítica, científica, humanística, seria, rigurosa. Note usted que el Externado es, sino la única, al menos de las muy pocas universidades que aún hoy en día mantiene sus puertas abiertas, integrada urbanísticamente a la ciudad, donde cualquier persona puede ingresar a su campus, a su biblioteca, a sus bellos jardines…
¿Cuál es o cuáles son los personajes del liberalismo del siglo XIX que son esenciales de estudiar hoy?
El lugar común de la dificultad de establecer listas sí que es cierto en esta pregunta, porque la pléyade de personajes del radicalismo en los campos de la política, la literatura, la ciencia, la educación, es numerosa. Le menciono algunos. Comenzando por los padres fundacionales Francisco de Paula Santander, el gran civilista, y sus cercanos colaboradores ideológicos Vicente Azuero Plata y Ezequiel Rojas. Posteriormente, José Hilario López el gran abanderado de la “revolución liberal de medio siglo”, en la que tuvieron también papel esencial José María Obando y José María Melo. Luego, el liderazgo fundamental de los propiamente radicales en la política, estuvo a cargo de Manuel Murillo Toro, Aquileo Parra, Santos Acosta, José María Rojas Garrido y Eustorgio Salgar. No se puede dejar por fuera a Tomás Cipriano de Mosquera que aunque conservador en sus inicios luego sería gran promotor de la Constitución de 1863 y de varias de las grandes reformas radicales. Ideólogos de la economía fueron Florentino González, Aníbal Galindo y Salvador Camacho Roldán. En la educación, Juan Manuel Rudas, Francisco Eustaquio Álvarez, Dámaso Zapata, Ignacio V. Espinosa y Nicolás Pinzón Warlosten. Hay otros de gran valía como Jorge Isaacs conocido hoy en la literatura pero de gran importancia también en la política o Germán Gutiérrez de Piñeres, el “Alacrán”, que sacudió a la sociedad desde la prensa. El caso de Santiago Pérez, codirector del Externado, fue multifacético porque se destacó en la política, en la prensa y en la educación.
Defina en una frase a estos personajes: José Hilario López, Manuel Murillo Toro, Santiago Pérez, Nicolás Pinzón, Rafael Uribe Uribe.
José Hilario López: Quien desencadenó, en términos literales, todo el proceso que condujo al radicalismo.
Manuel Murillo Toro: El ideólogo radical por excelencia no solo en sus postulados sino en la probidad de su vida personal.
Santiago Pérez: El abanderado de la tolerancia, el respeto y la no violencia, al punto de morir en la miseria en el exilio.
Nicolás Pinzón Warlosten: Como lo dijo uno de sus alumnos en 1892: Asumió la responsabilidad universitaria de la democracia.
Rafael Uribe Uribe: El liberal dispuesto a todo, empuñando la pluma y empuñando las armas.