“El orden público es una preocupación”: Iglesia Católica
Monseñor Héctor Fabio Henao, delegado en la relación Iglesia-Estado, dialogó con El Espectador sobre los desafíos que enfrenta Colombia en este 2024 que, a su juicio, “va a tener un impacto en la vida de la nación”. Aseguró que lo que pase con temas sociales, políticos y la paz será definitivo para el rumbo del país. Explicó en qué van las mesas de diálogo con criminales y dejó un mensaje: “Para el gobierno del presidente Petro es un año muy exigente”.
Daniel Valero
¿Cómo ve este 2024, para dónde va Colombia?
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¿Cómo ve este 2024, para dónde va Colombia?
Este año es un año muy decisivo. Casi todos los años pensamos que van a ser muy claves, pero este año va a tener un impacto en la vida de la nación, con temas que tienen que ver con el desarrollo económico, la política y la paz. Todo esto pensamos que se va a mover muchísimo y hay expectativa en que logremos mantener un nivel mayor de cohesión en el país y mayor capacidad de diálogo social. Es un año en el que hay que construir más acercamientos entre los distintos sectores y tratar de ir modelando ese tipo de país que soñamos y queremos.
Si este 2024 es clave, Monseñor, ¿cómo lo ve para el gobierno del presidente Gustavo Petro?
Es un año muy exigente para el gobierno del presidente Petro, porque hay muchas tareas que tienen que realizarse y todos esperamos que haya un plan de ejecución presupuestal muy importante, sobre todo con énfasis en aquellos sectores más vulnerables donde hay mayores necesidades. Pero en general habrá que mirar que hay muchas obras y temas pendientes, sobre todo en el plano de las reformas que se ha propuesto el Gobierno. El Gobierno tiene una serie de reformas en marcha, sobre las cuales habrá que discutir a nivel legislativo, pero también en el más amplio de la política. Y está la apuesta que se ha armado en torno a un acuerdo nacional.
¿Este también es el año definitivo para ese acuerdo nacional?
Si en este 2024 se logran crear todas las bases para ese acuerdo nacional, con los múltiples sectores de la sociedad colombiana, sin excluir a nadie, eso nos va a permitir caminar hacia una meta que el país ha soñado durante mucho tiempo.
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Hay sectores, incluso afines a la Casa de Nariño, que dicen que el presidente Petro a veces no escucha otras voces. ¿Qué consejo le daría?
A mí me es muy difícil hacerle recomendaciones a un Gobierno, pero hay claves que nos las ha dado el Papa Francisco en una carta que se llama Fratelli Tutti, en la que dice que la verdadera política está basada en el servicio, y no como una capacidad de autorreferenciarse, sino de sentirse al servicio de una sociedad creando diálogo social y fraternidad. Clave el diálogo social, es decir, la capacidad de abrirse a la escucha, al entendimiento, al acercamiento, a que otras voces y otras perspectivas sean incluidas. Es importante que la nación sienta que somos capaces de encontrarnos y reconocernos sin perder las diferencias. Esto es muy importante para superar las enormes dificultades que hay y que son las que han llevado a esta fragmentación de la sociedad colombiana con un desconocimiento total, a veces, de la dignidad y de las perspectivas ajenas.
¿Este es el año para bajarle a la polarización?
Sí, es un año muy importante, porque lo que hay que pensar es que se debe crear un espacio de un país con capacidad de diálogo. Aquí el tema central es la democracia. A veces contraponemos la democracia con los temas de seguridad, y otros. Hay que pensar que las violencias han fragmentado la vida de la democracia. Aquí, para salirles al paso a esas múltiples violencias, tenemos que pensar en una capacidad de diálogo social. Y el diálogo social pasa por distintos niveles, por distintas dimensiones, y una de ellas tiene que ver con la capacidad de identificar las regiones y los sectores sociales con los cuales es necesario construir ese proyecto de nación.
¿Qué piensa la Iglesia de las reformas pensional, a la salud y laboral, que el Gobierno defiende por encima de todas las polémicas?
Hay una política de sentido amplio que es la del bien común y nosotros estamos ahí. Es cierto que hay sectores donde nunca hubo presencia de un sistema de salud robusto, capaz de responder a las poblaciones, capaz de incluir a los más necesitados. Hay regiones enteras donde el sistema de salud no ha tenido la cobertura que debe tener y donde la gente está muy al margen de las posibilidades que se brindan en el centro mismo del país. Entonces, esa capacidad de llevar el sistema de salud a toda la nación, de que todos los habitantes del territorio sintamos que podemos tener acceso a los bienes de la salud, y a los beneficios del trabajo, por ejemplo, eso nos parece muy importante. El país puede avanzar en esos caminos sin perder un enorme recorrido y la riqueza que tiene acumulada de muchos años.
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¿Y la reforma judicial?
Nos parece también muy importante. Colombia tiene que tener una justicia mucho más enfocada hacia el reconocimiento de las víctimas, mucho más restaurativa. Se necesita una justicia que sea capaz de devolver la dignidad a las personas y que sea capaz de crear condiciones para que no se repitan las violencias que existen.
Tras estos 17 meses de administración, ¿qué calificación le daría al actual Gobierno?
Esa es una tarea que analizamos con mucha frecuencia: los avances, los desarrollos, la capacidad del Gobierno de implementar sus apuestas. Pero no me atrevería a dar calificaciones. Lo que diría es que damos una voz de ánimo para que se avance. En esa perspectiva hay que dar respuesta a las necesidades y al clamor ciudadano. Es decir, hay que sintonizar cada vez más con la ciudadanía; por supuesto, hay grandes logros también. Pero hay unos desafíos muy importantes y lo que esperamos es lo mejor. Que este año sea un momento para darle fuerza a esa presencia territorial.
Monseñor, ¿es optimista con que esta vez, pese a todo lo que ha pasado, sí se firmará la paz con el ELN?
Llevamos cinco ciclos de negociación con el ELN y se han producido resultados importantes. Se dio la institucionalización y funcionamiento de la mesa en circunstancias concretas. Y se diseñó una nueva agenda, se definieron lo que inicialmente se llamaron alivios humanitarios. También un comité nacional de participación, que ya está en marcha. Además, hay un cese al fuego. Me parece que ahí tenemos unos avances muy importantes. Hay desafíos, indudablemente, pero yo tengo esperanza de que se va a continuar.
En pocos días arranca un nuevo ciclo y se sabe que hay tensiones en la mesa…
Iniciamos el año con un nuevo ciclo de negociación y tengo esperanza de que se va a poder consolidar mucho más esta propuesta de paz. Los procesos de negociación van mostrando mayor madurez y consolidando propuestas. Aquí la idea es que desde la sociedad colombiana entremos en esa dinámica de participación. La superación de las violencias y de las conflictividades no es solo un asunto del Estado con algunos grupos, es un tema de toda la nación. Y nos toca como ciudadanía entrar a tomar muy en serio este tema de cómo vamos a salir de las conflictividades. Es un asunto que sacude al continente, no solamente a Colombia, y está de por medio la vida de la democracia que tenemos.
¿Y sí le ve esa voluntad al ELN, Monseñor?
Hasta ahora creo que el hecho de que el ELN se mantenga en la mesa, que haya definido un mecanismo de verificación del cese al fuego conjuntamente con el Gobierno, de que se haya puesto en marcha todo el proceso de participación, muestra con esos aspectos concretos unas decisiones de este grupo de seguir avanzando. La realidad es que, aunque ha habido momentos difíciles en la negociación, no se ha roto el ambiente.
Hay quienes creen que, a veces, son las mismas declaraciones de los elenos, como las de alias Antonio García, las que generan escepticismo…
Los mensajes que se lanzan hacia la ciudadanía en general desde múltiples orillas, cuando estamos hablando de la búsqueda de una solución de los conflictos, tienen que ser nítidos, claros, transparentes en lo que se está conversando. Pero también deben llevar una carga de esperanza, de voluntad. Hay unas vocerías oficiales, de cada uno de los sectores, y hay unos mensajes que se hacen de común acuerdo que están en la conclusión de cada uno de los ciclos. Sobre esos avances podemos seguir trabajando. Aquí hay muchos desafíos y es posible que se presenten posiciones que reflejen distintas opciones de cada uno de los grupos, pero aquí lo importante es que estemos atentos a la manera como de común acuerdo se van colocando en la opinión pública los alcances y los logros de cada uno de los ciclos.
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Monseñor, y los procesos con las disidencias de Iván Mordisco y las Iván Márquez, que son distintos, ¿en qué van?
Con una parte de esas disidencias, las que se han conocido como Estado Mayor Central, el proceso ya está en un tercer ciclo y eso ha dado una luz de esperanza. Tiene una agenda propia y unas apuestas en las cuales se ha incluido desde el comienzo el tema del cese al fuego. Eso tiene unas implicaciones humanitarias, unos compromisos muy altos, unos estándares muy exigentes, porque los ceses al fuego siempre ponen sobre la mesa la capacidad de cohesión de los grupos y su voluntad de respeto de la población.
¿Y con las de Márquez?
En esto no hay una definición de cómo se va a proceder, de qué mecanismo se va a seguir, y estamos a la espera de cómo sería una posibilidad de solución con ellos, pero en el momento no hay un camino realmente trazado.
Ustedes como Iglesia también participaron en los acercamientos que hubo con el Clan del Golfo. ¿Eso se frustró?
Ya el excomisionado de Paz, el señor Danilo Rueda, comentó que se habían hecho unos esfuerzos de acercamientos. Nuestra posición es que hay que buscar eso de manera diferenciada, porque cada grupo tienes sus propias especificidades, definiciones y su propia historia. Estamos en una fase en la cual está empezando un nuevo comisionado, el señor Otty Patiño, al quien le deseamos el mejor de los éxitos y le hemos ofrecido todo nuestro apoyo. Pero con este es un grupo, con el Clan, no hay una ruta establecida. Hay asuntos legales que el país no tiene en este momento completamente definidos.
¿También es optimista con las mesas de paz total que hay a nivel urbano?
Hay unas mesas que ya han tenido unos desarrollos. Está una mesa en Buenaventura, y otras en Medellín y Quibdó. El tratamiento de los temas urbanos no hay que desconectarlo de la conflictividad general del país. La búsqueda de la solución, indudablemente, se encuentra en que haya una articulación. Y de ahí la importancia de que en las ciudades se avance. Los jóvenes son, indudablemente, los que más padecen la violencia, pero la juventud también, en muchos casos, es un actor muy fuerte en las violencias urbanas. Es decir, hay que tener un enfoque también en cómo se van a tratar estos sectores que, desde el mundo urbano, están buscando unas transformaciones que hagan irreversible el camino de la paz.
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Siempre se ha hablado que las violencias están relacionadas con el narcotráfico. ¿Qué se puede hacer para atacar ese fenómeno criminal?
Las economías malsanas, dañinas, donde está el narcotráfico, donde está el tráfico de armas, donde está el tráfico de seres humanos, deben ser atendidas. Ese es un asunto complejo en un país de tránsito como es Colombia, con miles de personas que llegan y pueden ser objeto de tráfico, de trata de seres humanos. Y en el caso del narcotráfico, pues hace parte de muchas fuentes de las cuales se alimentan las conflictividades y la ilegalidad. Hay que buscar cómo se trabaja, pero no solamente desde Colombia, este tema a veces es más internacional. El tema de drogas hoy debe tocar a la comunidad internacional. Colombia no puede resolver sola ese asunto. También en Estados Unidos y en otras latitudes del mundo se están haciendo preguntas en ese sentido.
¿El acuerdo de paz con las extintas Farc podría impactar en ese propósito?
Desde el pueblo colombiano podemos dar un aporte muy importante. Se trata de fortalecer temas claves que tenemos pendientes, como la reforma rural integral, los programas que se diseñaron en los acuerdos de 2016 con las extintas Farc y que se llamaron PNIS (programas de sustitución de cultivos de uso ilícito). Ya hay unas rutas en las cuales se puede avanzar mucho más y de las cuales podemos obtener resultados muy importantes.
Usted dice que “el narcotráfico está poniendo en riesgo la estabilidad democrática en el continente”. ¿Eso le aplica también a Colombia?
Sí, el narcotráfico ha sido históricamente un factor desestabilizador de la vida democrática por su capacidad de cooptar poderes, de penetrar en los ordenamientos territoriales, por su capacidad de someter actores regionales. Entonces, siempre hay una tensión entre quienes hacen parte de la vida de la democracia local, regional, nacional, y estos fenómenos. Hay que reconocer que Colombia tiene una serie de apuestas importantes, que tiene una infraestructura social enorme, que tiene unos liderazgos sociales consolidados muy fuertes en todos los territorios, que tenemos una capacidad territorial muy grande de crear economías sanas y de crear perspectivas de vida que permitan encontrar salidas. Esa es nuestra fortaleza.
El orden público es calificado como crítico por organizaciones como Human Rights Watch; los asesinatos de excombatientes de las Farc ya supera los 400; y el asesinato de líderes sociales no para. ¿Qué pasa con el orden público en el país?
Hay ciertamente una preocupación que tiene que ver con la protección de los firmantes del acuerdo de paz de 2016 y de los líderes sociales. También otros sectores han sufrido amenazas, desplazamientos, comunidades que han sufrido confinamientos, y son temas que nos muestran que en la construcción de la paz hay desafíos. Pero esos retos nos tienen que llevar a fortalecer la convicción de que hay que avanzar. Y la medida más importante aquí es el fortalecimiento de nuestra infraestructura social y comunitaria. El llamado es a que se respete la vida de cada persona y a que se reconozca que necesitamos fortalecer la convivencia. Cuando un grupo amenaza, asesina, desplaza comunidades, está poniendo en peligro también su propia vida ciudadana.
Monseñor, ¿le preocupa el orden público?
Sí, el orden público es una preocupación. Hay que pensar que es un tema muy sensible, que hay unos niveles de criminalidad importantes y que eso tendrá que ser objeto permanente de trabajo de parte de las autoridades, pero teniendo una perspectiva muy clara de cómo el Estado en su integridad puede dar salida a estas problemáticas.
El canciller Álvaro Leiva ha dicho en repetidas ocasiones que se debe reformar la JEP. ¿Sí es necesario?
Es un asunto sobre todo técnico y en eso poco entramos. Reconocemos que la JEP ha sido muy importante, ha jugado un papel muy clave. Indudablemente, a todas las instituciones es posible reformarlas, pero son los técnicos quienes deben indicar la manera más correcta y precisa de avanzar en la justicia transicional. Lo importante es un sistema de justicia que nos garantice que no volvamos a las atrocidades y a los errores; que sea capaz de reparar a las víctimas.
Monseñor, para cerrar. Se ha hablado de la necesidad de que la iglesia católica se acople a los nuevos tiempos. ¿Sí lo está haciendo?
El Papa Francisco ha hecho esfuerzos muy grandes para acompasar el diálogo de la iglesia con toda la sociedad actual. Y ha promovido iniciativas enormes como toda esta reflexión sobre la paz, sobre la tierra, sobre el medio ambiente. Ha hecho intervenciones muy fuertes sobre el diálogo social, sobre la fraternidad que se debe haber en el mundo. La iglesia está buscando responder de una mejor manera a la sociedad contemporánea. Con el liderazgo del Papa Francisco se está avanzando en muchos terrenos, pero siempre hay un desafío de esta sociedad permanentemente cambiante. En el último mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, el Papa nos decía una cosa muy importante: no desligar la reflexión sobre la paz del tema del desarrollo, y en el tema del desarrollo no se debe olvidar a la inteligencia artificial.
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