El papa Francisco y Cartagena, la ciudad desigual

El máximo jerarca de la Iglesia católica se despide hoy. Llegará a Cartagena, una de las ciudades más desiguales del país. A las 4:00 p. m. dará una misa en el muelle Contecar. Recordará a los esclavos e insistirá en no olvidar a los más necesitados.

Germán Gómez Polo - Twitter: @TresEnMil
09 de septiembre de 2017 - 03:48 a. m.
Con un gran mural, los habitantes del barrio cartagenero de San Francisco esperan hoy al máximo jerarca de la Iglesia católica. / AFP
Con un gran mural, los habitantes del barrio cartagenero de San Francisco esperan hoy al máximo jerarca de la Iglesia católica. / AFP
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El último día de Francisco en Colombia será en Cartagena. Es la ciudad que muchos buscan desde afuera, de la que disfruta el turismo y en la que se inspiran escritores, pero también es la urbe de los altos niveles de pobreza, de los extensos cordones de marginalidad, de una fuerte desigualdad en la distribución de la riqueza y en la que los pobres, cada vez más pobres, intentan sobrevivir a dinámicas históricas y estructurales de exclusión. Cartagena, en su esencia, es la ciudad de los grandes contrastes, de las paradojas, de las historias que, por su absurdo, son difíciles de creer. (Visite el especial del papa Francisco en Colombia)

La pobreza en Cartagena está directamente relacionada con la raza. Allá, hablar de negros es hablar de pobres, y a los negros pobres, como si no fuese suficiente con tener que ingeniarse las formas de asegurar sus vidas y las de sus familias, también los discrimina una sociedad que los mira desde la cima de sus portentosos edificios, por encima de los muros y las vallas. Por eso, la visita de Francisco, el máximo jerarca de una iglesia multitudinaria en Colombia y que reunió a millones de personas en su paso por las calles de Bogotá, Villavicencio y Medellín, hará gala de una poderosa simbología y será el portador de un mensaje cuya potencia espera golpear los cimientos de una sociedad que excluye. 

Cuando el jesuita Pedro Claver llegó a La Heroica, en 1610, en la ciudad convergían varios factores que aumentaban su complejidad. A sus muelles llegaban, desde África, negros como mercancía, como carbón para aquella caldera que era la esclavitud. Cartagena era uno de los principales puertos negreros, disputado por los más temibles piratas que dejaban estelas en los mares a bordo de sus barcos de madera y cañones. Fue allí en donde Claver, enviado en misión por sus superiores, inició un largo trabajo de evangelización y adoctrinamiento y se declaró el más férreo defensor de los esclavos. (Lea también: “La sociedad no sólo se hace con los ‘purasangres’”: papa Francisco)

Su trabajo le valió la canonización y su nombre lo lleva una de las iglesias más emblemáticas. Francisco, miembro de la misma orden religiosa, también llegará este domingo a la iglesia San Pedro Claver, como recorriendo los pasos de uno de los hombres más notables de la Compañía de Jesús. Ubicada en el corazón de la ciudad amurallada, alberga las reliquias del santo, y a sus afueras una estatua recuerda al hombre que siempre estuvo del lado de los negros esclavos. En la Cartagena que despedirá al papa Francisco, siglos después, y de otras maneras, se mantiene viva la lucha a la que Pedro Claver se dedicó.

“Hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social, las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos”, les decía Francisco a más de un millón de feligreses congregados el miércoles en el parque Simón Bolívar, en Bogotá. Un discurso contundente que dispara sin eufemismos desde que llegó al país y en el que pide no olvidarse de los más pobres.

Para el historiador Javier Ortiz Cassiani, la visita del papa Francisco tendrá, sin duda, una connotación importante porque, más allá de las palabras que ha dicho en todas las intervenciones en Colombia, su orden religiosa tiene a Pedro Claver y su relación con la raza negra como una figura central. “Esa vocación que hay en Cartagena de ocultar la pobreza a los visitantes será matizada porque Francisco en su discurso tiene la idea de mirar la pobreza a la cara (…) la ciudad no puede ser tan maquillada porque la pobreza es parte del mensaje que el papa lleva al mundo”, señala Ortiz Cassiani, autor del libro El incómodo color de la memoria.

Ahora, además de prever que Francisco se referirá al tema, asegura que no vendrá a decir algo nuevo, sino peor: algo que todos saben, que sabe todo el país. “Es simbólico porque llega a una ciudad a decir lo que sus investigadores sociales, sus historiadores, sus filósofos, antropólogos y el periodismo han denunciado siempre: que hay exclusión, hay marginalización y hay un contraste descarado entre los recursos que tienen unos y otros. Pero que eso lo diga el papa es otra cosa”, comenta. La diferencia es que lo diga Francisco y, sobre todo, que se lo diga a la clase privilegiada cartagenera que con mucha seguridad irá a escucharlo a la misa que dará a las 4:30 de la tarde en el muelle del puerto.

Asimismo explica que los fuertes vínculos entre ser negro y ser pobre en Cartagena son los restos de la tradición de un pasado esclavista en el que la piel empezó a jugar un papel importante para definir en qué sitio estaban sus ciudadanos en la sociedad. En esa ciudad, para el historiador Ortiz, la pobreza no sólo está ligada a la clase, sino a una condición étnica y racial, por lo que se hace más fácil la construcción de niveles de jerarquía que crean desprecio hacia esta población.

Sin embargo, los pobres también han aprendido a sobrevivir a las dinámicas de exclusión históricas, al hecho de ser ciudadanos de segunda, a saber que no están en condición de igualdad, que tienen que ser una población objeto de control y que la garantía de tener una calle pavimentada o un abanico para mitigar las fuertes temperaturas cartageneras, que en ocasiones superan los 35°, significa empeñar su voto en una jornada electoral.

Por esa misma razón será que el papa llegará hoy al barrio San Francisco, un barrio de negros que escucha, del otro lado de un charco que crean las putrefactas aguas de la ciénaga de la Virgen, las turbinas de los aviones que aterrizan con personajes importantes y miles de turistas a bordo para conocer una cara de la ciudad de la que ellos no hacen parte. Allí está previsto que le dé la bendición a la primera piedra de la obra que levantará Talitha Qum, un proyecto de la Arquidiócesis de Cartagena que logrará que el papa comparta un momento con habitantes de calle y con niñas que han sido expuestas a la explotación y la prostitución.

El argentino Jorge Bergoglio, Francisco, el sucesor de Pedro, llega a Cartagena y podrá ver, desde el helicóptero que lo transportará desde Bocagrande hasta el muelle y desde el muelle hasta el aeropuerto, la miseria que se esparce por la ciudad como si brotara del cerro de La Popa. Por más que muchos la quieran ocultar.

Llega para sostenerle a la clase dirigente cartagenera lo que le dijo a la clase dirigente bogotana, en su propio centro del poder, el pasado miércoles: “Les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad”. Y luego partirá de vuelta hacia Roma.

Por Germán Gómez Polo - Twitter: @TresEnMil

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