El peligro mortal que enfrentan los jóvenes indígenas que están lejos de sus raíces
Según el Programa de Juventud de la Mesa Indígena del Chocó, en los primeros cuatro meses de este año se registraron 16 suicidios de jóvenes en el departamento. Para Ilsa Benuvi Caizamo, miembro del programa, los casos corresponden a varios factores relacionados con la violencia y el desarraigo cultural.
En junio, 16 equipos de fútbol conformados por jóvenes de diferentes comunidades se darán cita en el XII Campeonato Regional de los Pueblos Indígenas del Chocó. El espacio, iniciativa de la juventud, se constituye como un momento de diversión, pero tiene un propósito que transciende el entretenimiento: la prevención del suicidio en la juventud de este departamento.
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En junio, 16 equipos de fútbol conformados por jóvenes de diferentes comunidades se darán cita en el XII Campeonato Regional de los Pueblos Indígenas del Chocó. El espacio, iniciativa de la juventud, se constituye como un momento de diversión, pero tiene un propósito que transciende el entretenimiento: la prevención del suicidio en la juventud de este departamento.
De acuerdo con los datos recolectados por el Programa de Juventud de la Mesa Indígena del Chocó, entre enero y abril de 2023 se han registrado 16 suicidios de jóvenes en el departamento. Los datos corresponden solamente a seis municipios, los únicos de donde la organización juvenil ha podido extraerlos. Sin embargo, para Ilsa Benuvi Caizamo, enlace indígena en la Coordinación Regional del Pacífico Colombiano y parte de la Mesa, puede tratarse de muchos más. De los 16 casos registrados, cuatro de los jóvenes eran hombres y 12 mujeres, todos oscilaban entre los 12 y 28 años.
Según Benuvi Caizamo, quien también trabajó como enlace en la Comisión del Esclarecimiento de la Verdad, los casos de suicidio son el reflejo del daño a la tradición y a la cultura indígena. Es decir, es el síntoma de una enfermedad subyacente. “Esto ha venido originándose a raíz del conflicto armado que lleva más de 60 años en nuestro territorio y que ha ocasionado el desarraigo cultural con los desplazamientos, el confinamiento, las persecuciones, las amenazas”, expresa la lideresa de 23 años.
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“El desarraigo cultural corresponde al debilitamiento de las fuerzas espirituales. Nosotros somos, como emberas, muy espirituales, pero la violencia ha generado la desconexión total con la madre naturaleza”, asegura Benuvi Caizamo. Para ella, estas disociaciones tienen que ver con los procesos de desplazamiento a Quibdó que han tenido que vivir algunas comunidades. “Hay grupos que llevan entre 10 y 15 años asentadas en la capital de Chocó, así que ya ha crecido una nueva generación que está totalmente desarraigada, que desconoce la ley de origen”, dice haciendo referencia al conocimiento ancestral indígena.
Sin embargo, los desplazamientos que ella relaciona directamente con los suicidios reportados no son únicamente colectivos. La lideresa cuenta que es muy común que las jóvenes de las comunidades rurales sean enviadas por sus familiares al casco urbano, para buscar oportunidades trabajando en casas de familia. La misma Benuvi Caizamo fue una de ellas cuando tenía 15 años. “Tenemos reportes de niñas desde los ocho años que están siendo explotadas. Por protección de sus madres, las envían a las grandes ciudades o a la cabecera municipal para que puedan seguir con el estudio, para poder librarlas del reclutamiento forzado en las comunidades, pero terminan haciendo trabajo doméstico, sin remuneraciones. Llegan a hacer explotadas laboralmente y, en algunos casos, abusadas sexuales por parte de esas familias”.
A ojos de Ilsa Benuvi Caizamo, dejar el territorio huyendo de la violencia, no promete escaparla por completo. “La juventud cuando decide salir de territorio se enfrenta a la discriminación, el rechazo y la minimización de nuestras costumbres y a las bandas criminales en los barrios, por ejemplo en Quibdó, acosan a las niñas y las amenazan para que decidan ser sus novias”. Entre marzo y abril de 2023, Benuvi Caizamo y su grupo de trabajo registraron cuatro suicidios en el casco urbano de Quibdó, uno de ellos corresponde a una menor de edad que trabajaba como empleada doméstica en la casa de una familia afro.
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Astrid González, embera chamí del resguardo indígena de Zabaleta, hace parte del Programa de Mujeres de la Mesa Permanente de Diálogo y Concertación de los Pueblos Indígenas del Chocó, se ha abanderado de las luchas de las mujeres indígenas desde que regresó, a los 22 años, a su territorio. La suya fue una salida forzada de la comunidad, a los 13 años, tras haber sido reclutada por un grupo guerrillero que abusaba sexualmente de ella. Después de lograr escapar fingiendo un embarazo, González migró a Popayán, donde vivió varios años. “En el 2015 tomé la decisión de regresarme nuevamente a la comunidad y empecé a trabajar como docente, a organizarme con mi comunidad y el comité de mujeres. Cuando llegué a ser gobernadora, fui elegida prácticamente por las mujeres”, cuenta.
González profundiza en las dificultades que enfrentan las mujeres indígenas del Chocó, algunas de las cuales ya mencionaba Benuvi Caizamo. Junto con el grupo de mujeres, trabaja en cuatro líneas: la salud, la educación, el acceso a la justicia y los derechos humanos. “Teniendo toda esta marginalidad de violencia que se presenta, se hizo un recorrido en el departamento y se realizó un Congreso de Mujeres Indígenas en 2016, donde se mandató la política pública de mujeres indígenas y se estipularon 14 formas de violencia. Luego hicimos otro congreso en 2019, pero estas políticas públicas no son implementadas en los planes de desarrollo de las alcaldías o la gobernación”, anota González.
Parte de esta violencia contra las mujeres es, para Benuvi Caizamo, resultado, de nuevo, de la deconstrucción del tejido social y cultural de estos pueblos. “Como la juventud actual no tiene conocimiento de la ley de origen y de cómo funciona nuestro mundo, vemos muchos casos de vulneración a los derechos de las mujeres: atropellos, violencias sexuales, físicas, emocionales, económicas. Nos ha permeado la cultura occidental y hemos dejado a un lado lo que es propio de nosotros, que es la unidad, el equilibrio entre el hombre y la mujer”, asevera.
Benuvi Caizamo asegura que estos problemas que hoy enfrenta la población indígena en Chocó no solamente son ocasionados por el conflicto. “También va desde la colonización. Por eso hacemos un llamado urgente a poder empezar a construir esos lazos de unidad, hermandad y amistad en nuestros territorios”. Así, los jóvenes de la Mesa Indígena han propuesto el Campeonato Regional de los Pueblos Indígenas del Chocó y otros encuentros deportivos, e intercambios culturales entre las comunidades.
“Gracias a mis mayores, a mi mamá, yo crecí en conexión total con la naturaleza y con una fuerza espiritual que nos protegió de tantas cosas”, cuenta orgullosa Benuvi Caizamo. Su petición al Estado de la construcción de un espacio físico propio para la juventud y acompañamiento psicosocial con enfoque étnico es parte de un esfuerzo colectivo por recuperar esa fuerza con la que ella creció.
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