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Durante las dos semanas de paro nacional la circulación de imágenes y videos registrados por ciudadanos ha sido esencial para poner en evidencia la violencia del Estado en contra de la protesta. El poder de esas imágenes, que los algoritmos de plataformas como Instagram o Twitter han censurado por ofensivas, es innegable. Es justamente aprovechando su capacidad demostrativa que el periódico británico The Guardian abrió una línea de WhatsApp para recibirlas directamente.
Sin embargo, no se trata sólo de imágenes circulando masivamente en plataformas sociales. Aún cuando son hiperreales, dichas imágenes no hablan por sí mismas. Parte de lo que estamos presenciando es la consolidación de un conjunto de prácticas de interpretación y análisis ciudadanas que resiste y se opone a las narrativas públicas y estatales que niegan, suprimen, o ignoran la represión estatal y paraestatal de la protesta. Se trata de prácticas que vienen “desde abajo”, es decir, son formas de conocimiento populares que integran la documentación al alcance de cualquier persona con un smartphone con técnicas de evidencia que tradicionalmente son vistas como afines a las ciencias forenses y por ello monopolizadas por el Estado.
Llamo a este tipo de prácticas conocimiento contraforense, ampliando un término que ha sido usado para describir, entre otros, las prácticas de búsqueda de los desaparecidos de las dictaduras en América Latina. Lo clave del conocimiento contraforense es el uso táctico de técnicas de investigación comúnmente asociadas con el esclarecimiento de delitos para resistir y oponerse a la violencia del Estado, las multinacionales y el capital financiero. En el contexto del paro se trata de personas usando los medios a su alcance para producir verdades públicas que se oponen a las narrativas de criminalización de la política que dominan el establecimiento colombiano.
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También es cierto que esas imágenes de las que hablo han sido interpretadas en sentido opuesto. Recordemos cómo su uso sirvió para movilizar a grupos de ciudadanos armados en contra de la minga en Cali el pasado fin de semana, o cómo durante el paro de 2019 su circulación fue usada para crear una percepción de inseguridad que se convirtió luego en fundamento para decretar el toque de queda en Bogotá.
La diferencia radica justamente en el uso e interpretación de imágenes y lo que se busca crear con ellas. En lugar de movilizar el miedo para justificar la acción militar y policiva, las prácticas contraforenses buscan producir un realismo que se opone a la normalización de la violencia del Estado. Un ejemplo de esto es el asesinato de Dilan Torres. La muerte de Dilan constituye un momento coyuntural en la trayectoria de lo contraforense en Colombia. Sin el análisis ciudadano de las imágenes recogidas por quienes protestaban junto a él no habríamos podido reconstruir qué tipo de proyectil fue disparado por el ESMAD -ahora prohibido por una decisión de la Corte Suprema de Justicia-.
El poder contraforense en Colombia es también el resultado de un nuevo tipo de periodismo investigativo que se nutre del contenido producido por ciudadanos en las calles y lo combina con métodos de análisis de datos y visualización creando un contrapoder frente a los medios de comunicación tradicionales. El trabajo riguroso de Cero Setenta sobre la violencia policial del 9 de septiembre del 2020 en Bogotá, así como el rastreo de personas arrestadas y asesinadas en el contexto del actual paro por Mutantes, la Liga contra el Silencio y Cuestión Pública son algunos ejemplos de periodismo contraforense en Colombia hoy.
En Colombia existen múltiples trayectorias de producción de evidencia que no sólo critican al Estado, sino que cuestionan la legitimidad del supuesto monopolio de aquel sobre los métodos de producción y representación de la criminalidad. Basta recordar la juiciosa documentación de violaciones de derechos humanos que por décadas individuos y organizaciones llevaron a cabo durante el conflicto armado. O el trabajo incansable de las Madres de Soacha por documentar y demostrar correlaciones que revelaron el asesinato sistemático de miles de jóvenes por parte del Ejército.
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No cabe duda de que el uso del conocimiento contraforense en Colombia ha sido una forma de resistir la lógica de la guerra. Lo que distingue su uso en el paro es su despliegue en tiempo real para redefinir percepciones públicas sobre la protesta, así como para constituir nuevos foros de acción política (hay quienes decidieron salir a las calles después de ver videos de la atroz violencia contra jóvenes en la protesta). A través de estas prácticas también se está transformando el sentido común que por generaciones ha dominado la política, aquel que ha permitido equiparar la resistencia del pueblo con la criminalidad y tratar a ciudadanos como enemigos del Estado.
De un tiempo para acá he documentado y creado un archivo de prácticas contraforenses en Colombia en Twitter. Les invito a que lo expandan usando el hashtag #contraforense.
* Doctora en derecho y antropología (@DobleDraAzueroQ)