El robo de la espada de Bolívar y los 50 años del M-19, la guerrilla de Gustavo Petro
Mientras el presidente Gustavo Petro termina su participación en el foro de Davos y prepara su reunión con el papa Francisco, sus excompañeros del M-19 conmemoran los 50 años del robo de la espada de Bolívar, con el que nacieron como agrupación armada.
Élber Gutiérrez Roa
En 1974 el mundo era un hervidero como consecuencia de las tensiones por la Guerra Fría, la corrupción y otros males que aún siguen presentes. Günter Guillaume, secretario privado del canciller de Alemania Occidental, fue arrestado por espionaje a favor de Alemania Oriental, escándalo que hasta obligó a la renuncia del canciller Willy Brandt. En Estados Unidos, el caso Watergate también le costó el puesto al presidente Richard Nixon, a quien el gran jurado halló responsable de espionaje a sus opositores políticos (chuzadas ilegales). También hubo hambruna en Bangladesh, China descubrió sus guerreros de Terracota, Turquía invadió Chipre y en Portugal tuvo lugar la famosa Revolución de los claveles.
Por los lados de América Latina, Carlos Andrés Pérez tomó el poder en Venezuela; el general Ernesto Geisel asumió la presidencia de Brasil; Anastasio Somoza fue reelegido en Nicaragua; Juan Domingo Perón murió en su tercer periodo como presidente de Argentina y los movimientos guerrilleros estaban en plena efervescencia por el continente. En ese contexto fue que nació en Colombia el M-19, la agrupación subversiva cuyo nombre fue inspirado en el denominado fraude electoral de 1970; la misma que dejó las armas en marzo de 1990 y que en 2022 logró que uno de los suyos fuera elegido presidente de la República: Gustavo Petro, el primer mandatario de izquierda que ha tenido Colombia en sus dos siglos de vida republicana.
Petro, por andar en el foro de Davos y su reunión con el papa Francisco, no pudo asistir, pero este 17 de enero de 2024 los exintegrantes del M-19, entre ellos algunos de los que hace exactamente medio siglo tomaron parte en el robo de la espada de Bolívar, se dieron cita en la Quinta de Bolívar para conmemorar aquella acción. Por instrucción del Gobierno, la misma espada que el M-19 se había llevado, y que devolvió en 1991 tras la firma del acuerdo de paz, fue exhibida para que la ciudadanía comprenda su valor simbólico.
Pero más allá de la espada y su simbología, los exM-19 conmemoraron sus 50 años de nacimiento como agrupación armada. Una guerrilla que tuvo enorme arraigo popular, que fue protagonista de una de las tragedias más dolorosas del país (la toma del Palacio de Justicia), que firmó la paz y que ahora tiene a Gustavo Petro, uno de sus excombatientes, en la presidencia de la República.
De hecho, algunos de los cargos públicos que habitualmente ocupaban los dirigentes liberales, conservadores o del uribismo, están ahora en manos de exintegrantes del M-19. Otty Patiño es el alto comisionado para la paz; Vera Grabe es la jefa negociadora con el ELN; Augusto Rodríguez dirige la Unidad Nacional de Protección; Carlos Ramón González es director del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre); René Guarín Cortés es jefe de la oficina de Tecnologías y Sistemas de la Información del Dapre; Manuel Alberto Casanova Guzmán, director de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI); y Augusto Cubides dirige el periódico Vida, recientemente lanzado por la Presidencia de la República para informar sobre las actividades del Gobierno.
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El nacimiento del M-19
Si en pleno siglo XXI existen polémicas en Colombia respecto a los resultados de las jornadas electorales, lo ocurrido en 1970 resultó ser de tal dimensión que algunos historiadores hablan con contundencia del “fraude electoral” del Frente Nacional (liberales y conservadores) en contra de Gustavo Rojas Pinilla, el candidato de la Anapo.
La tecnología para la transmisión de datos de las votaciones era precaria, y se contaba con grandes problemas de comunicación entre Bogotá y los demás municipios, lo cual poco ayudaba en un panorama de tanta tensión. Eran las últimas elecciones presidenciales del Frente Nacional, el famoso acuerdo entre liberales y conservadores para repartirse el poder en Colombia. Según ese acuerdo, las presidenciales del 19 de abril de 1970 las tenía que ganar un conservador, que en ese caro era Misael Pastrana. No importaba lo que el país quisiera, tenía que elegir a un conservador.
Pastrana iba perdiendo en los últimos boletines informativos difundidos en la noche de la votación, pero el gobierno de Carlos Lleras Restrepo ordenó a la gente ir a sus casas para conjurar la agitación callejera y la radio dejó de transmitir los boletines con los resultados parciales del conteo de votos. Al día siguiente le informaron al país que Pastrana había ganado. Tras dos meses de polémicas, los resultados oficiales del 15 de junio ratificaron que Pastrana obtuvo 1′625.025 y Rojas se quedó con 1′561.468. El frente Nacional había ganado por solo 63.557 votos.
El M-19, un sancocho nacional
El escándalo por los resultados de las presidenciales de 1970 sirvió para ponerle nombre a un nuevo grupo guerrillero en Colombia: el M-19. Nacido de la unión entre algunos ex integrantes de la Anapo (inconformes con el sistema político por lo que consideraban un robo a Rojas Pinilla), varios desertores de las Farc e intelectuales universitarios de activa participación en los colectivos juveniles de izquierda de la época.
El M-19 en las armas
El M-19 tuvo su origen en el grupo Comuneros, que promovía análisis y estudios para resolver los problemas de la Colombia de los años 70. Luis Otero Cifuentes, Afranio Parra, Germán Rojas Niño y Vera Grave eran algunos de sus integrantes. El paso a grupo armado se dio en 1974 y hasta fue ambientado con una campaña de expectativa en la prensa.
Fue una guerrilla de corte nacionalista, que no comulgaba con las tesis del marxismo y que frecuentemente era vista por las Farc como un ejército de traidores de la causa revolucionaria, debido a dos causas principales: la primera es que varios de sus fundadores y militantes eran desertores de las Farc que habían salido peleados con Tirofijo y su combo. La segunda, por suscribir un acuerdo de paz con el Estado en momentos en que las Farc creían que eso equivalía a una rendición ante el gobierno colombiano.
El M-19 logró un gran arraigo nacional debido a que entre sus simpatizantes figuraban intelectuales de la época, una enorme base de los universitarios, grandes exponentes de las artes y figuras de la vida social y cultural. Eso explica que, desde directores de cine con reconocimiento internacional hasta habitantes de barrios de obreros en la localidad de San Cristóbal, sintieran simpatía por esa guerrilla que promovía una visión nacionalista y que acostumbraba a asaltar los camiones repartidores de la leche en los barrios del suroriente bogotano para repartirla entre la gente que llegaba de inmediato a hacer fila.
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Algunos de los fundadores del grupo guerrillero fueron:
Jaime Bateman Cayón. Fue su primer líder e ideólogo. Había estado en las Farc y en la Anapo y murió en un accidente aéreo en 1983. Su muerte significó la primera gran fractura dentro del movimiento guerrillero, que contaba con intelectuales de las principales universidades públicas y privadas del país y con liderazgos procedentes de todo el país, entre los cuales figuraban:
Carlos Toledo Plata. Médico santandereano y congresista por la Anapo. Fue asesinado en 1984, después de que había sido amnistiado por el gobierno de Belisario Betancur.
Iván Marino Ospina. Al igual que Bateman, fue expulsado de las Farc, en donde pensaban que era un infiltrado de Estados Unidos. Murió en 1985 durante un operativo de las Fuerzas Militares. Era el padre de Jorge Iván Ospina, el ahora exalcalde de Cali.
Álvaro Fayad. Era un sicólogo colombiano de origen libanés. Había sido miembro de la Juco, las Farc y fue torturado y condenado 26 años de prisión por un tribunal militar, pero recibió luego la amnistía del gobierno de Belisario Betancur, tras la cual volvió a las armas y ordenó la toma del Palacio de Justicia. Murió en 1986 en un operativo policial en Bogotá desarrollado en la casa del reconocido maestro musical Raúl Rosero, quien no estaba ese día en su residencia y cuya esposa, en estado de embarazo fue víctima de las balas oficiales. Fayad (conocido como el Turco y David), era el máximo jefe del M-19 y estaba sin escoltas. Habría ido a buscar al músico para convencerlo de que compusiera un himno al grupo guerrillero.
Carlos Pizarro León Gómez. También estuvo en las Farc. También desertó. También fue torturado durante el gobierno de Julio César Turbay y también se acogió a la amnistía del gobierno de Belisario Betancur. Ah, y también era del comando del M-19 cuando se tomaron el Palacio de Justicia. Luego, como jefe máximo, condujo a esa guerrilla a la dejación de armas, firmó la paz con Virgilio Barco, ingresó a la política, se hizo candidato presidencial y fue asesinado en un avión en plena campaña electoral, cuando viajaba hacia la costa Caribe a hacer proselitismo.
Antonio Navarro Wolff. Ingeniero sanitario de origen pastuso, fue el segundo de Carlos Pizarro en las negociaciones de paz. En mayo de 1985 sufrió un atentado con granada en Cali. Perdió una pierna y quedó con dificultades para hablar por afectaciones con esquirlas a uno de los nervios linguales. Después de firmar la paz ingresó a la política. Fue copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ministro de Salud, alcalde de Pasto, gobernador de Nariño, representante a la Cámara por Bogotá y senador de la República.
¿Y cuáles fueron las principales acciones armadas del M-19?
1974. El robo de la espada de Simón Bolívar. Fue su primera acción militar. El mensaje simbólico con el cual se presentaron ante el país el 17 de enero de 1974 al robarla de la Quinta de Bolívar. La devolvieron después de desmovilizarse, en 1991. Hubo muchas versiones sobre lo que hicieron con ella en esos 17 años. Que se la dieron a Fidel Castro, que la tuvo Pablo Escobar Gaviria y hasta que la escondieron en prostíbulos o en casas de poetas como León de Greiff. Esta última resulta tan osada como increíble, pues un hijo del poeta era militante del M-19 y accedió a guardarla. Pese a que hubo varios allanamientos en el lugar, nunca fue descubierta.
El robo de la espada fue efectista, pero no muy original estaba inspirado en una acción del grupo guerrillero Los Tupamaros, de Uruguay, los cuales se habían robado la emblemática bandera de los 33 Orientales que declararon la Independencia de ese país.
El director y libretista Carlos Sánchez, cofundador del M-19, fue uno de los protagonistas de ese primer acto armado, qué el mismo menciona como el nacimiento o presentación en público del M-19. Por orden directa de Jaime Bateman, Sánchez condujo el vehículo que esperó en la calle a los otros tres integrantes comando que ejecutó el robo de la espada. Acto seguido se dio a la fuga, no solo para escapar de las autoridades, sino porque uno de los miembros de aquel comando participaría ese mismo día en la segunda acción armada del M-19: la toma del Concejo de Bogotá.
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1976. Secuestro y asesinato de José Raquel Mercado. El líder sindical fue señalado de traición por parte de la guerrilla. La muerte de Mercado creó pugnas en el M-19, pues había una contradicción en presentarse como una guerrilla defensora de los oprimidos y asesinar a un líder sindical.
1978. El robo de las armas del Cantón Norte. Ocurrió el 31 de diciembre de 1978, pero las autoridades solo se dieron cuenta dos días después. El M-19 lo llamó la operación Ballena Azul y consistió en la construcción de un túnel de 80 metros de longitud entre una casa cercana y la armería del Cantón Norte, la máxima fortaleza militar del país. Sin disparar un tiro, el M-19 se robó más de 5,000 armas y dejó en ridículo internacional a las fuerzas militares, que muy pronto recuperaron gran parte del arsenal. Y vino entonces la represión estatal contra los simpatizantes del M-19.
Las torturas incluyeron a destacados personajes de la vida nacional como a Carlos Duplat, el actor y director que hizo “Amar y vivir” y “Los victorinos”, entre muchas otras producciones.
1980. La toma de la embajada de la República Dominicana. Otra osada acción del M-19 que tuvo inspiración internacional. En 1978, la guerrilla sandinista puso en jaque al gobierno de Anastasio Somoza al tomarse el Palacio Nacional en plena sesión conjunta de los diputados y los senadores en Nicaragua. Pedían medio millón de dólares, la liberación de 50 pesos políticos y aviones para salir del país. ¿Qué fue lo que hizo el M-19 dos años después en Colombia? Se tomó la sede de la Embajada Dominicana, en Bogotá, en plena fiesta de celebración del Día Nacional de ese país. Secuestraron a medio centenar de personas, entre ellas 16 embajadores, encabezados por el de Estados Unidos y el nuncio apostólico. ¿Qué buscaba el M-19? 50 millones de dólares, la liberación de 300 de sus presos y un avión para salir del país.
Al cabo de los dos meses que duró la toma, ambas partes reclamaban victoria. La guerrilla, porque logró tremenda vitrina internacional. Y el gobierno, porque resolvió el asunto de manera pacífica. ¿En qué terminó la toma? Todos los rehenes fueron liberados sanos y salvos y los guerrilleros se fueron en un avión hacia Cuba.
Tiempo después se supo que recibieron un millón de dólares, pero el gobierno no les quiso liberar los presos que pedían.
1988. El secuestro de Álvaro Gómez Hurtado. Gómez era hijo del expresidente Laureano Gómez y para el momento de su secuestro a manos del M-19 ya había sido dos veces candidato presidencial. El reconocido periodista e ideólogo conservador fue raptado por el grupo guerrillero el 29 de mayo de 1988, en Bogotá, y dejado en libertad dos meses después. Según sus secuestradores, se lo llevaron para presionar el regreso de las negociaciones de paz y la instalación de una Asamblea Constituyente.
En 1991, oh paradojas, Gómez Hurtado fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente que proclamó la nueva Carta Política de los colombianos. Los otros dos fueron el liberal Horacio Serpa y Antonio Navarro Wolff, recién desmovilizado del M-19.
La toma del Palacio de Justicia.
Fue la acción militar que destruyó políticamente a la M-19. Dejó una herida tan profunda en la Colombia de aquella época que el país aún no se repone, en buena medida porque nunca se supo con exactitud qué más fue lo que ocurrió en aquellas aciagas jornadas del 6 y 7 de noviembre de 1985.
El M-19 se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia que, cosa rara cuando ocurren ciertas tragedias en Colombia, no tenía protección de la Fuerza Pública. ¿Qué decía el M-19? Que lo hicieron para promover el cumplimiento de los acuerdos de paz y un juicio al presidente Belisario Betancur.
El asalto guerrillero derivó en una brutal respuesta militar y en el consecuente Holocausto a la justicia.
La imagen de palacio en llamas es la síntesis del dolor y la consternación nacional ante una serie de absurdos que incluyen la toma guerrillera y la respuesta oficial. El primer reporte oficial hablaba de 98 muertos, pero, tal sería el abuso al que se acudió para ocultar la barbarie, casi 40 años después todavía hay familias a las que no se les ha contado qué pasó con sus parientes muertos o desaparecidos en la tragedia.
Entre las víctimas figuran varios de los representantes de una de las más valientes generaciones de magistrados que ha tenido este país: Alfonso Reyes Echandía, Fabio Calderón Botero, Darío Velázquez Gaviria, Fanny González Franco, Carlos Medellín Forero. La lista es larga.
Guerrilleros, empleados de la cafetería y funcionarios de otras dependencias del Palacio también resultaron muertos o desaparecidos. El caso del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán es otra muestra concreta y dolorosa de aquella barbarie. Más de 22 años después de la toma del Palacio de Justicia, un vídeo periodístico permitió establecer que salió con vida de la toma del edificio en plena operación de retoma militar. Durante esos 22 años le habían dicho a su familia que murió en la toma guerrillera.
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La decisión de tomarse el Palacio de justicia fue tomada por la comandancia del M-19 liderada por Álvaro Fayad, Carlos Pizarro, Gustavo Arias Londoño, Iván Marino Ospina y Antonio Navarro Wolff.
¿A quién beneficiaba el holocausto del Palacio de Justicia? A la mafia del cartel de Medellín, por ejemplo. Pablo Escobar emprendió una cruzada en contra de la extradición y pregonaba que prefería a una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. De hecho, una de las versiones que el M-19 siempre negó apuntaba a que la toma guerrillera al Palacio de Justicia fue financiada por Pablo Escobar.
¿A quién más le servía la toma? Los guerrilleros de la época decían que entre los grandes beneficiados con el Holocausto había altos mandos militares, cuyos expedientes por gravísimas violaciones a los derechos humanos terminaron entre las cenizas del Palacio.
Son muchas las verdades que le quedaron debiendo al país.
El proceso de paz del M-19
A las 4:45 de la tarde del jueves 8 de marzo de 1990, en el campamento Santo Domingo, en Toribio, Cauca, Carlos Pizarro Leongómez dio su última orden como jefe del M-19: “Oficiales de Bolívar, rompan filas”. La guerrilla dejaba sus armas ante periodistas, delegados de los gobiernos de Ecuador, Perú, Bolivia y de la Internacional Socialista. Al día siguiente, en la Casa de Nariño, se firmó el histórico acuerdo político entre el gobierno, los partidos políticos, el M-19 y la Iglesia Católica como tutora moral y espiritual del proceso.
El 11 de marzo, dos días después, hubo elecciones para escoger alcaldes, concejales, diputados, representantes a la Cámara, senadores y para la consulta interna del Partido Liberal. Pero los colombianos terminaron depositando en las urnas la también famosa Séptima Papeleta para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.
¿Sirvió la paz con el M-19?
Pasados ya 34 años del proceso de paz entre el M-19 y el Estado colombiano, son varias las lecciones que quedan para el país.
- Demostró que las armas no son el camino para llegar al poder. El M-19 marcó una senda que luego siguieron grupos como el PRT y el EPL. Las Farc tardaron un cuarto de siglo más, pero también terminaron negociando.
- La Asamblea Constituyente siempre fue una de las banderas del M-19 y por eso es reivindicada como uno de sus grandes logros. Si bien es cierto que la base social que ayudó a convocarla era mucho más grande que la que simpatizaba con la guerrilla, también lo es que el M-19 fue una de las fuerzas mayoritarias en la Constituyente.
- Carlos Pizarro, el máximo jefe del M-19, ingresó a la política y fue asesinado apenas dos meses después de desmovilizarse. Como tantos desmovilizados, de tantos partidos políticos, en tantos procesos de paz en el país. (Y sigue pasando: de los 13.000 exintegrantes de las Farc que dejaron las armas y se sometieron al acuerdo de paz, más de 400 han sido asesinados). Pero el M-19 se mantuvo en su voluntad de paz, cumplió con su palabra y esa es otra lección, a pesar de tantas violencias que los asediaron desde tan variados sectores.
- Pese al arrollador éxito electoral de la Constituyente de 1991, apenas cinco años después el M-19 casi no existía como colectivo político. Dos fueron las razones principales: las pugnas internas y los errores de estrategia política. Moraleja: si un grupo deja las armas para ingresar a la política debe prepararse para ese nuevo escenario.
- Si bien el M-19 no existe como colectivo político, uno de sus exintegrantes se convirtió en el primer dirigente de izquierda en alcanzar la presidencia de la República. Se trata de Gustavo Petro, actual mandatario de los colombianos. Otro destacado dirigente político procedente del M-19 es Antonio Navarro, sobre cuya trayectoria ya se ha hablado y de quien vale la pena recordar que en su momento no solo fue el congresista más votado de la izquierda sino que fue resultó ser el mejor alcalde del país. Fue, precisamente, de la mano de Navarro como Petro llegó al Congreso, el escenario que lo catapultó en política. Navarro lo puso como su segundo renglón en la lista del movimiento Vía Alterna.
- En la época de la desmovilización del M-19 no había Corte Penal Internacional, ni se imponían a los actores de un proceso de paz las exigencias de verdad, justicia reparación y garantías de no repetición que hoy son indispensables en cualquier acuerdo de paz, en cualquier parte del mundo, y que están diseñadas para evitar que las heridas del pasado sigan abiertas. El proceso con el M-19 concluyó con un indulto a cambio de la dejación de armas, lo cual significa que se ganó la paz pero se perdió mucha verdad, cosa que ahora es muy diferente.
- Con la experiencia del M-19 se les acabó a las guerrillas el discurso de que las armas son la vía para acceder al poder. En cambio, les cayó encima una responsabilidad: la de prepararse para ser gobiernos, pues una cosa es ganar una elección y otra muy diferente es ejercer el mandato con éxito y satisfacer las expectativas de los electores.
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Gustavo Petro, el presidente que fue guerrillero del M-19
Gustavo Petro ingresó al M-19 en 1978, pero no tuvo participación en las acciones militares más conocidas del grupo debido a que era muy joven cuando estas ocurrieron. Estuvo preso y fue torturado por su pertenencia a la guerrilla y, contrario a algunas versiones de redes sociales, no es cierto que haya tomado parte en la toma al Palacio de Justicia, pues para ese entonces estaba en la cárcel.
Alternó su militancia en la guerrilla con su actividad como concejal de Zipaquirá, luego fue delatado y terminó en la cárcel tras descubrirse que era uno de los puntos que ayudaban a esconder armas de la guerrilla. Para entonces era conocido como el comandante Aureliano, nombre que escogió en honor al personaje de cien años de soledad.
Al salir de prisión se fue a Santander, en donde cambió su nombre de guerra por el de Andrés, como tributo a Andrés Almarales, uno de los guerrilleros del M-19 muertos en la toma al Palacio de Justicia.
Tras la firma del proceso de paz participó en el proceso de la Constituyente, fue funcionario diplomático, congresista y alcalde de Bogotá. En el Legislativo se convirtió en un enconado opositor del uribismo, denunciante del paramilitarismo y de la corrupción y fenómeno electoral de la izquierda.
En su tercera aspiración conquistó el sueño de hacerse presidente de los colombianos, a los que ahora tiene la responsabilidad de cumplir sus promesas de campaña, entre ellas la de respetar la constitución que ayudó a construir, conseguir la paz con la guerrilla del ELN, el desarme de las bandas criminales, aliviar la crisis social, trabajar por un país incluyente y respetar el medio ambiente. La época de las armas y de las promesas ya pasó.
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En 1974 el mundo era un hervidero como consecuencia de las tensiones por la Guerra Fría, la corrupción y otros males que aún siguen presentes. Günter Guillaume, secretario privado del canciller de Alemania Occidental, fue arrestado por espionaje a favor de Alemania Oriental, escándalo que hasta obligó a la renuncia del canciller Willy Brandt. En Estados Unidos, el caso Watergate también le costó el puesto al presidente Richard Nixon, a quien el gran jurado halló responsable de espionaje a sus opositores políticos (chuzadas ilegales). También hubo hambruna en Bangladesh, China descubrió sus guerreros de Terracota, Turquía invadió Chipre y en Portugal tuvo lugar la famosa Revolución de los claveles.
Por los lados de América Latina, Carlos Andrés Pérez tomó el poder en Venezuela; el general Ernesto Geisel asumió la presidencia de Brasil; Anastasio Somoza fue reelegido en Nicaragua; Juan Domingo Perón murió en su tercer periodo como presidente de Argentina y los movimientos guerrilleros estaban en plena efervescencia por el continente. En ese contexto fue que nació en Colombia el M-19, la agrupación subversiva cuyo nombre fue inspirado en el denominado fraude electoral de 1970; la misma que dejó las armas en marzo de 1990 y que en 2022 logró que uno de los suyos fuera elegido presidente de la República: Gustavo Petro, el primer mandatario de izquierda que ha tenido Colombia en sus dos siglos de vida republicana.
Petro, por andar en el foro de Davos y su reunión con el papa Francisco, no pudo asistir, pero este 17 de enero de 2024 los exintegrantes del M-19, entre ellos algunos de los que hace exactamente medio siglo tomaron parte en el robo de la espada de Bolívar, se dieron cita en la Quinta de Bolívar para conmemorar aquella acción. Por instrucción del Gobierno, la misma espada que el M-19 se había llevado, y que devolvió en 1991 tras la firma del acuerdo de paz, fue exhibida para que la ciudadanía comprenda su valor simbólico.
Pero más allá de la espada y su simbología, los exM-19 conmemoraron sus 50 años de nacimiento como agrupación armada. Una guerrilla que tuvo enorme arraigo popular, que fue protagonista de una de las tragedias más dolorosas del país (la toma del Palacio de Justicia), que firmó la paz y que ahora tiene a Gustavo Petro, uno de sus excombatientes, en la presidencia de la República.
De hecho, algunos de los cargos públicos que habitualmente ocupaban los dirigentes liberales, conservadores o del uribismo, están ahora en manos de exintegrantes del M-19. Otty Patiño es el alto comisionado para la paz; Vera Grabe es la jefa negociadora con el ELN; Augusto Rodríguez dirige la Unidad Nacional de Protección; Carlos Ramón González es director del Departamento Administrativo de la Presidencia (Dapre); René Guarín Cortés es jefe de la oficina de Tecnologías y Sistemas de la Información del Dapre; Manuel Alberto Casanova Guzmán, director de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI); y Augusto Cubides dirige el periódico Vida, recientemente lanzado por la Presidencia de la República para informar sobre las actividades del Gobierno.
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El nacimiento del M-19
Si en pleno siglo XXI existen polémicas en Colombia respecto a los resultados de las jornadas electorales, lo ocurrido en 1970 resultó ser de tal dimensión que algunos historiadores hablan con contundencia del “fraude electoral” del Frente Nacional (liberales y conservadores) en contra de Gustavo Rojas Pinilla, el candidato de la Anapo.
La tecnología para la transmisión de datos de las votaciones era precaria, y se contaba con grandes problemas de comunicación entre Bogotá y los demás municipios, lo cual poco ayudaba en un panorama de tanta tensión. Eran las últimas elecciones presidenciales del Frente Nacional, el famoso acuerdo entre liberales y conservadores para repartirse el poder en Colombia. Según ese acuerdo, las presidenciales del 19 de abril de 1970 las tenía que ganar un conservador, que en ese caro era Misael Pastrana. No importaba lo que el país quisiera, tenía que elegir a un conservador.
Pastrana iba perdiendo en los últimos boletines informativos difundidos en la noche de la votación, pero el gobierno de Carlos Lleras Restrepo ordenó a la gente ir a sus casas para conjurar la agitación callejera y la radio dejó de transmitir los boletines con los resultados parciales del conteo de votos. Al día siguiente le informaron al país que Pastrana había ganado. Tras dos meses de polémicas, los resultados oficiales del 15 de junio ratificaron que Pastrana obtuvo 1′625.025 y Rojas se quedó con 1′561.468. El frente Nacional había ganado por solo 63.557 votos.
El M-19, un sancocho nacional
El escándalo por los resultados de las presidenciales de 1970 sirvió para ponerle nombre a un nuevo grupo guerrillero en Colombia: el M-19. Nacido de la unión entre algunos ex integrantes de la Anapo (inconformes con el sistema político por lo que consideraban un robo a Rojas Pinilla), varios desertores de las Farc e intelectuales universitarios de activa participación en los colectivos juveniles de izquierda de la época.
El M-19 en las armas
El M-19 tuvo su origen en el grupo Comuneros, que promovía análisis y estudios para resolver los problemas de la Colombia de los años 70. Luis Otero Cifuentes, Afranio Parra, Germán Rojas Niño y Vera Grave eran algunos de sus integrantes. El paso a grupo armado se dio en 1974 y hasta fue ambientado con una campaña de expectativa en la prensa.
Fue una guerrilla de corte nacionalista, que no comulgaba con las tesis del marxismo y que frecuentemente era vista por las Farc como un ejército de traidores de la causa revolucionaria, debido a dos causas principales: la primera es que varios de sus fundadores y militantes eran desertores de las Farc que habían salido peleados con Tirofijo y su combo. La segunda, por suscribir un acuerdo de paz con el Estado en momentos en que las Farc creían que eso equivalía a una rendición ante el gobierno colombiano.
El M-19 logró un gran arraigo nacional debido a que entre sus simpatizantes figuraban intelectuales de la época, una enorme base de los universitarios, grandes exponentes de las artes y figuras de la vida social y cultural. Eso explica que, desde directores de cine con reconocimiento internacional hasta habitantes de barrios de obreros en la localidad de San Cristóbal, sintieran simpatía por esa guerrilla que promovía una visión nacionalista y que acostumbraba a asaltar los camiones repartidores de la leche en los barrios del suroriente bogotano para repartirla entre la gente que llegaba de inmediato a hacer fila.
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Algunos de los fundadores del grupo guerrillero fueron:
Jaime Bateman Cayón. Fue su primer líder e ideólogo. Había estado en las Farc y en la Anapo y murió en un accidente aéreo en 1983. Su muerte significó la primera gran fractura dentro del movimiento guerrillero, que contaba con intelectuales de las principales universidades públicas y privadas del país y con liderazgos procedentes de todo el país, entre los cuales figuraban:
Carlos Toledo Plata. Médico santandereano y congresista por la Anapo. Fue asesinado en 1984, después de que había sido amnistiado por el gobierno de Belisario Betancur.
Iván Marino Ospina. Al igual que Bateman, fue expulsado de las Farc, en donde pensaban que era un infiltrado de Estados Unidos. Murió en 1985 durante un operativo de las Fuerzas Militares. Era el padre de Jorge Iván Ospina, el ahora exalcalde de Cali.
Álvaro Fayad. Era un sicólogo colombiano de origen libanés. Había sido miembro de la Juco, las Farc y fue torturado y condenado 26 años de prisión por un tribunal militar, pero recibió luego la amnistía del gobierno de Belisario Betancur, tras la cual volvió a las armas y ordenó la toma del Palacio de Justicia. Murió en 1986 en un operativo policial en Bogotá desarrollado en la casa del reconocido maestro musical Raúl Rosero, quien no estaba ese día en su residencia y cuya esposa, en estado de embarazo fue víctima de las balas oficiales. Fayad (conocido como el Turco y David), era el máximo jefe del M-19 y estaba sin escoltas. Habría ido a buscar al músico para convencerlo de que compusiera un himno al grupo guerrillero.
Carlos Pizarro León Gómez. También estuvo en las Farc. También desertó. También fue torturado durante el gobierno de Julio César Turbay y también se acogió a la amnistía del gobierno de Belisario Betancur. Ah, y también era del comando del M-19 cuando se tomaron el Palacio de Justicia. Luego, como jefe máximo, condujo a esa guerrilla a la dejación de armas, firmó la paz con Virgilio Barco, ingresó a la política, se hizo candidato presidencial y fue asesinado en un avión en plena campaña electoral, cuando viajaba hacia la costa Caribe a hacer proselitismo.
Antonio Navarro Wolff. Ingeniero sanitario de origen pastuso, fue el segundo de Carlos Pizarro en las negociaciones de paz. En mayo de 1985 sufrió un atentado con granada en Cali. Perdió una pierna y quedó con dificultades para hablar por afectaciones con esquirlas a uno de los nervios linguales. Después de firmar la paz ingresó a la política. Fue copresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ministro de Salud, alcalde de Pasto, gobernador de Nariño, representante a la Cámara por Bogotá y senador de la República.
¿Y cuáles fueron las principales acciones armadas del M-19?
1974. El robo de la espada de Simón Bolívar. Fue su primera acción militar. El mensaje simbólico con el cual se presentaron ante el país el 17 de enero de 1974 al robarla de la Quinta de Bolívar. La devolvieron después de desmovilizarse, en 1991. Hubo muchas versiones sobre lo que hicieron con ella en esos 17 años. Que se la dieron a Fidel Castro, que la tuvo Pablo Escobar Gaviria y hasta que la escondieron en prostíbulos o en casas de poetas como León de Greiff. Esta última resulta tan osada como increíble, pues un hijo del poeta era militante del M-19 y accedió a guardarla. Pese a que hubo varios allanamientos en el lugar, nunca fue descubierta.
El robo de la espada fue efectista, pero no muy original estaba inspirado en una acción del grupo guerrillero Los Tupamaros, de Uruguay, los cuales se habían robado la emblemática bandera de los 33 Orientales que declararon la Independencia de ese país.
El director y libretista Carlos Sánchez, cofundador del M-19, fue uno de los protagonistas de ese primer acto armado, qué el mismo menciona como el nacimiento o presentación en público del M-19. Por orden directa de Jaime Bateman, Sánchez condujo el vehículo que esperó en la calle a los otros tres integrantes comando que ejecutó el robo de la espada. Acto seguido se dio a la fuga, no solo para escapar de las autoridades, sino porque uno de los miembros de aquel comando participaría ese mismo día en la segunda acción armada del M-19: la toma del Concejo de Bogotá.
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1976. Secuestro y asesinato de José Raquel Mercado. El líder sindical fue señalado de traición por parte de la guerrilla. La muerte de Mercado creó pugnas en el M-19, pues había una contradicción en presentarse como una guerrilla defensora de los oprimidos y asesinar a un líder sindical.
1978. El robo de las armas del Cantón Norte. Ocurrió el 31 de diciembre de 1978, pero las autoridades solo se dieron cuenta dos días después. El M-19 lo llamó la operación Ballena Azul y consistió en la construcción de un túnel de 80 metros de longitud entre una casa cercana y la armería del Cantón Norte, la máxima fortaleza militar del país. Sin disparar un tiro, el M-19 se robó más de 5,000 armas y dejó en ridículo internacional a las fuerzas militares, que muy pronto recuperaron gran parte del arsenal. Y vino entonces la represión estatal contra los simpatizantes del M-19.
Las torturas incluyeron a destacados personajes de la vida nacional como a Carlos Duplat, el actor y director que hizo “Amar y vivir” y “Los victorinos”, entre muchas otras producciones.
1980. La toma de la embajada de la República Dominicana. Otra osada acción del M-19 que tuvo inspiración internacional. En 1978, la guerrilla sandinista puso en jaque al gobierno de Anastasio Somoza al tomarse el Palacio Nacional en plena sesión conjunta de los diputados y los senadores en Nicaragua. Pedían medio millón de dólares, la liberación de 50 pesos políticos y aviones para salir del país. ¿Qué fue lo que hizo el M-19 dos años después en Colombia? Se tomó la sede de la Embajada Dominicana, en Bogotá, en plena fiesta de celebración del Día Nacional de ese país. Secuestraron a medio centenar de personas, entre ellas 16 embajadores, encabezados por el de Estados Unidos y el nuncio apostólico. ¿Qué buscaba el M-19? 50 millones de dólares, la liberación de 300 de sus presos y un avión para salir del país.
Al cabo de los dos meses que duró la toma, ambas partes reclamaban victoria. La guerrilla, porque logró tremenda vitrina internacional. Y el gobierno, porque resolvió el asunto de manera pacífica. ¿En qué terminó la toma? Todos los rehenes fueron liberados sanos y salvos y los guerrilleros se fueron en un avión hacia Cuba.
Tiempo después se supo que recibieron un millón de dólares, pero el gobierno no les quiso liberar los presos que pedían.
1988. El secuestro de Álvaro Gómez Hurtado. Gómez era hijo del expresidente Laureano Gómez y para el momento de su secuestro a manos del M-19 ya había sido dos veces candidato presidencial. El reconocido periodista e ideólogo conservador fue raptado por el grupo guerrillero el 29 de mayo de 1988, en Bogotá, y dejado en libertad dos meses después. Según sus secuestradores, se lo llevaron para presionar el regreso de las negociaciones de paz y la instalación de una Asamblea Constituyente.
En 1991, oh paradojas, Gómez Hurtado fue uno de los tres presidentes de la Asamblea Nacional Constituyente que proclamó la nueva Carta Política de los colombianos. Los otros dos fueron el liberal Horacio Serpa y Antonio Navarro Wolff, recién desmovilizado del M-19.
La toma del Palacio de Justicia.
Fue la acción militar que destruyó políticamente a la M-19. Dejó una herida tan profunda en la Colombia de aquella época que el país aún no se repone, en buena medida porque nunca se supo con exactitud qué más fue lo que ocurrió en aquellas aciagas jornadas del 6 y 7 de noviembre de 1985.
El M-19 se tomó a sangre y fuego el Palacio de Justicia que, cosa rara cuando ocurren ciertas tragedias en Colombia, no tenía protección de la Fuerza Pública. ¿Qué decía el M-19? Que lo hicieron para promover el cumplimiento de los acuerdos de paz y un juicio al presidente Belisario Betancur.
El asalto guerrillero derivó en una brutal respuesta militar y en el consecuente Holocausto a la justicia.
La imagen de palacio en llamas es la síntesis del dolor y la consternación nacional ante una serie de absurdos que incluyen la toma guerrillera y la respuesta oficial. El primer reporte oficial hablaba de 98 muertos, pero, tal sería el abuso al que se acudió para ocultar la barbarie, casi 40 años después todavía hay familias a las que no se les ha contado qué pasó con sus parientes muertos o desaparecidos en la tragedia.
Entre las víctimas figuran varios de los representantes de una de las más valientes generaciones de magistrados que ha tenido este país: Alfonso Reyes Echandía, Fabio Calderón Botero, Darío Velázquez Gaviria, Fanny González Franco, Carlos Medellín Forero. La lista es larga.
Guerrilleros, empleados de la cafetería y funcionarios de otras dependencias del Palacio también resultaron muertos o desaparecidos. El caso del magistrado auxiliar Carlos Horacio Urán es otra muestra concreta y dolorosa de aquella barbarie. Más de 22 años después de la toma del Palacio de Justicia, un vídeo periodístico permitió establecer que salió con vida de la toma del edificio en plena operación de retoma militar. Durante esos 22 años le habían dicho a su familia que murió en la toma guerrillera.
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La decisión de tomarse el Palacio de justicia fue tomada por la comandancia del M-19 liderada por Álvaro Fayad, Carlos Pizarro, Gustavo Arias Londoño, Iván Marino Ospina y Antonio Navarro Wolff.
¿A quién beneficiaba el holocausto del Palacio de Justicia? A la mafia del cartel de Medellín, por ejemplo. Pablo Escobar emprendió una cruzada en contra de la extradición y pregonaba que prefería a una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. De hecho, una de las versiones que el M-19 siempre negó apuntaba a que la toma guerrillera al Palacio de Justicia fue financiada por Pablo Escobar.
¿A quién más le servía la toma? Los guerrilleros de la época decían que entre los grandes beneficiados con el Holocausto había altos mandos militares, cuyos expedientes por gravísimas violaciones a los derechos humanos terminaron entre las cenizas del Palacio.
Son muchas las verdades que le quedaron debiendo al país.
El proceso de paz del M-19
A las 4:45 de la tarde del jueves 8 de marzo de 1990, en el campamento Santo Domingo, en Toribio, Cauca, Carlos Pizarro Leongómez dio su última orden como jefe del M-19: “Oficiales de Bolívar, rompan filas”. La guerrilla dejaba sus armas ante periodistas, delegados de los gobiernos de Ecuador, Perú, Bolivia y de la Internacional Socialista. Al día siguiente, en la Casa de Nariño, se firmó el histórico acuerdo político entre el gobierno, los partidos políticos, el M-19 y la Iglesia Católica como tutora moral y espiritual del proceso.
El 11 de marzo, dos días después, hubo elecciones para escoger alcaldes, concejales, diputados, representantes a la Cámara, senadores y para la consulta interna del Partido Liberal. Pero los colombianos terminaron depositando en las urnas la también famosa Séptima Papeleta para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente.
¿Sirvió la paz con el M-19?
Pasados ya 34 años del proceso de paz entre el M-19 y el Estado colombiano, son varias las lecciones que quedan para el país.
- Demostró que las armas no son el camino para llegar al poder. El M-19 marcó una senda que luego siguieron grupos como el PRT y el EPL. Las Farc tardaron un cuarto de siglo más, pero también terminaron negociando.
- La Asamblea Constituyente siempre fue una de las banderas del M-19 y por eso es reivindicada como uno de sus grandes logros. Si bien es cierto que la base social que ayudó a convocarla era mucho más grande que la que simpatizaba con la guerrilla, también lo es que el M-19 fue una de las fuerzas mayoritarias en la Constituyente.
- Carlos Pizarro, el máximo jefe del M-19, ingresó a la política y fue asesinado apenas dos meses después de desmovilizarse. Como tantos desmovilizados, de tantos partidos políticos, en tantos procesos de paz en el país. (Y sigue pasando: de los 13.000 exintegrantes de las Farc que dejaron las armas y se sometieron al acuerdo de paz, más de 400 han sido asesinados). Pero el M-19 se mantuvo en su voluntad de paz, cumplió con su palabra y esa es otra lección, a pesar de tantas violencias que los asediaron desde tan variados sectores.
- Pese al arrollador éxito electoral de la Constituyente de 1991, apenas cinco años después el M-19 casi no existía como colectivo político. Dos fueron las razones principales: las pugnas internas y los errores de estrategia política. Moraleja: si un grupo deja las armas para ingresar a la política debe prepararse para ese nuevo escenario.
- Si bien el M-19 no existe como colectivo político, uno de sus exintegrantes se convirtió en el primer dirigente de izquierda en alcanzar la presidencia de la República. Se trata de Gustavo Petro, actual mandatario de los colombianos. Otro destacado dirigente político procedente del M-19 es Antonio Navarro, sobre cuya trayectoria ya se ha hablado y de quien vale la pena recordar que en su momento no solo fue el congresista más votado de la izquierda sino que fue resultó ser el mejor alcalde del país. Fue, precisamente, de la mano de Navarro como Petro llegó al Congreso, el escenario que lo catapultó en política. Navarro lo puso como su segundo renglón en la lista del movimiento Vía Alterna.
- En la época de la desmovilización del M-19 no había Corte Penal Internacional, ni se imponían a los actores de un proceso de paz las exigencias de verdad, justicia reparación y garantías de no repetición que hoy son indispensables en cualquier acuerdo de paz, en cualquier parte del mundo, y que están diseñadas para evitar que las heridas del pasado sigan abiertas. El proceso con el M-19 concluyó con un indulto a cambio de la dejación de armas, lo cual significa que se ganó la paz pero se perdió mucha verdad, cosa que ahora es muy diferente.
- Con la experiencia del M-19 se les acabó a las guerrillas el discurso de que las armas son la vía para acceder al poder. En cambio, les cayó encima una responsabilidad: la de prepararse para ser gobiernos, pues una cosa es ganar una elección y otra muy diferente es ejercer el mandato con éxito y satisfacer las expectativas de los electores.
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Gustavo Petro, el presidente que fue guerrillero del M-19
Gustavo Petro ingresó al M-19 en 1978, pero no tuvo participación en las acciones militares más conocidas del grupo debido a que era muy joven cuando estas ocurrieron. Estuvo preso y fue torturado por su pertenencia a la guerrilla y, contrario a algunas versiones de redes sociales, no es cierto que haya tomado parte en la toma al Palacio de Justicia, pues para ese entonces estaba en la cárcel.
Alternó su militancia en la guerrilla con su actividad como concejal de Zipaquirá, luego fue delatado y terminó en la cárcel tras descubrirse que era uno de los puntos que ayudaban a esconder armas de la guerrilla. Para entonces era conocido como el comandante Aureliano, nombre que escogió en honor al personaje de cien años de soledad.
Al salir de prisión se fue a Santander, en donde cambió su nombre de guerra por el de Andrés, como tributo a Andrés Almarales, uno de los guerrilleros del M-19 muertos en la toma al Palacio de Justicia.
Tras la firma del proceso de paz participó en el proceso de la Constituyente, fue funcionario diplomático, congresista y alcalde de Bogotá. En el Legislativo se convirtió en un enconado opositor del uribismo, denunciante del paramilitarismo y de la corrupción y fenómeno electoral de la izquierda.
En su tercera aspiración conquistó el sueño de hacerse presidente de los colombianos, a los que ahora tiene la responsabilidad de cumplir sus promesas de campaña, entre ellas la de respetar la constitución que ayudó a construir, conseguir la paz con la guerrilla del ELN, el desarme de las bandas criminales, aliviar la crisis social, trabajar por un país incluyente y respetar el medio ambiente. La época de las armas y de las promesas ya pasó.
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