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Antonio José Rengifo Lozano es profesor de Derecho Internacional de la Universidad Nacional de Colombia, doctorado en la Universidad de Londres. Lo conozco desde hace 15 años, cuando planeaba interponer una acción popular para que España le devolviera a Colombia el llamado tesoro quimbaya: 122 piezas de orfebrería de oro elaboradas por la cultura indígena de ese nombre, que datan del siglo III después de Cristo, fueron extraídas y vendidas por guaqueros en el departamento de Quindío en 1890 y terminaron siendo regaladas por el presidente Carlos Holguín Mallarino en 1892 a la reina María Cristina de España.Volvimos a hablar del tema esta semana, porque se conoció la carta, fechada el pasado 9 de mayo, que los ministros colombianos de Cultura, Juan David Correa, y Relaciones Exteriores, Luis Gilberto Murillo, les enviaron a sus colegas españoles Ernest Urtasun Domenech y José Manuel Albares Bueno, respectivamente, pidiéndoles la repatriación de la colección quimbaya, que se conserva y expone en el Museo de América de Madrid. Esto teniendo en cuenta los actuales modelos internacionales de “descolonización de los museos” y para “reivindicar la soberanía cultural” y “los derechos culturales de los pueblos”.
¿Qué importancia tiene esta petición?
Una alta importancia, porque se trata de pedir amablemente que España restituya la colección para poner el problema en un contexto de Estado a Estado, dándole sentido también a la mención del concepto de soberanía cultural.
En 2017 la Corte Constitucional le ordenó al Gobierno nacional hacer todo lo posible para que ese tesoro sea devuelto a Colombia y eso fue fruto de un largo proceso judicial que usted comenzó hace por lo menos 15 años, ante el Juzgado 23 Administrativo de Bogotá, cruzada en la que participó el también abogado Felipe Rincón. ¿Ha valido la pena el esfuerzo?
Claro. Primero, nosotros lanzamos esta propuesta judicial, por decirlo así, de decirle a la justicia colombiana: aquí hay unas irregularidades. Eso dentro de los marcos que permite la ley para que los ciudadanos pudiéramos reclamar presentando una acción popular diciendo que hubo una violación muy grave. Encontramos una resistencia jurídica, porque en un momento se argumentó contra la demanda diciendo que ya no tenía mayor sentido, que ya había prescrito, pero medios de comunicación como El Espectador nos dieron voz y la Corte nos terminó dando la razón dejando en claro que esas reivindicaciones se mantienen en el tiempo en la medida en que esas violaciones históricas a la ley continúan en el tiempo presente. Y la segunda finalidad es que España considere jurídicamente la cuestión más allá de los términos de la diplomacia y estamos esperando a ver hasta dónde puede llegar esto.
Usted habla de violaciones a la ley. ¿Qué ocurrió durante el gobierno de Carlos Holguín Mallarino (1888-1892) y por qué decidió unilateralmente regalarle el tesoro quimbaya a la reina de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena?
La colección fue enviada para las conmemoraciones, en 1892, del cuarto centenario del descubrimiento de América y una vez estando en Madrid Holguín Mallarino decidió, sin consultarlo con nadie, enviar una comunicación a la reina diciéndole que se la obsequiaba y le ordenaba al embajador de Colombia entregársela. Las violaciones fueron muy claras: en primer lugar, el presidente no tenía autorización para regalar ningún bien nacional. En esa época aún no se hablaba de patrimonio cultural, pero se reconocía el valor arqueológico y la noción de su valía.
Pero aunque hubiera consultado al Congreso Nacional en ese momento, como ya lo pedía la Constitución de 1886, no debía regalar el tesoro.
No podía porque era parte del patrimonio nacional y lo sigue siendo, razón por la que esa colección es reconocida hoy desde la perspectiva artística, arqueológica y cultural como un bien de la nación colombiana. Por eso se configura la primera violación a las normas de orden constitucional, que son de orden superior. Hubiera podido hacer una donación a una potencia extranjera pidiéndole al Congreso que autorizara la celebración de un tratado internacional. Estas transgresiones fueron reconocidas por la Corte Constitucional como instancia final, porque tuvimos que recurrir a la acción de tutela.
Dentro de la investigación que usted hizo, ¿cuál fue la motivación personal del presidente Holguín para saltarse las normas? Unos dicen que quería quedar bien con España por la ayuda en un litigio con Venezuela y otros que tenía una relación amorosa con la reina.
Hay mucha historiografía y mucha anécdota, incluido un supuesto romance, pero nosotros optamos por decir no nos adentremos en las motivaciones, cualesquiera hayan sido, y centrémonos en los hechos jurídicos concretos, aunque si fue por amor que obsequió la colección quimbaya, eso le da mucho realce, pero no le quita la ilegalidad. Las motivaciones de Holguín Mallarino quedan claras en un discurso que pronunció ante el Congreso Nacional diciendo de manera bastante personal y voluntarista: “He decidido regalar la colección de una civilización extinta a la reina regente de España”. Subrayo “de una civilización extinta”, porque en esas palabras él mismo reconoce su valor histórico.
Y desde entonces algunos gobiernos colombianos intentaron sin éxito que España devolviera el regalo, por ejemplo el de Belisario Betancur, el de Ernesto Samper e incluso el de Juan Manuel Santos, cuya canciller era María Ángela Holguín, bisnieta del presidente que regaló el tesoro.
Sí, así es. Es que ni siquiera hubo respuestas formales ni informales de España al Gobierno colombiano. Recuerdo que hasta un poeta del Quindío le mandaba cartas a la entonces princesa Letizia, en términos bastante literarios del español clásico, pidiéndole devolver el tesoro, pero nunca le respondieron.
Sin embargo, hay una carta del 30 de marzo de 2022 en donde España respondió a llamados similares de la Academia de Historia del Quindío diciendo que no podía devolver esa colección porque ya hacía parte de su patrimonio cultural y por eso se exhibe en el Museo de América, localizado en la avenida de los Reyes Católicos de Madrid.
Efectivamente. Según ellos, ya forma parte del patrimonio cultural español, pero la recibieron como regalo, “un regalo envenenado”, tituló alguna vez el diario El País. Por eso son tan importantes las implicaciones jurídicas de la sentencia 649 de 2017 de la Corte Constitucional, que establece que a partir de esa transferencia ilegal España tiene ilegalmente la colección quimbaya. Yo tuve la ocasión de verla allá exhibida y es una verdadera maravilla por su valor artístico, una gran belleza que expresa la nacionalidad cultural colombiana. Es que no estamos discutiendo por el valor del oro simplemente, sino por la trascendencia de uno de los más grandes tesoros culturales que hay en el mundo, tan importante como el busto de la reina Nefertiti, que los egipcios le reclaman a Alemania.
Si la reclamación política a España no prospera, Colombia puede acudir a la Unesco, porque allá funciona un comité Intergubernamental para estos temas y hay una figura muy interesante que se llama “préstamo indefinido”, a través de la que se han devuelto piezas históricas trascendentales. Alemania devolvió por ese medio el ave de Zimbabue (emblema nacional) a ese país, ¿cierto?
Es así. Pero ojalá desde la acción diplomática se abra el espacio para que se pueda actuar jurídicamente desde los mismos Estados, desde los mismos gobiernos y los ministerios de Cultura para solucionar esto.
¿El Gobierno colombiano tiene un plazo para concretar esto o cuántos años más vamos a seguir esperando?
Los tiempos son claves y en nuestro país son muy lentos. Aquí es imputable la inacción de ciertos gobiernos.
¿Inacción de cuáles gobiernos en concreto?
El gobierno de Iván Duque, por ejemplo. Pasó en blanco sobre sobre todo este problema, se quedó en el campo de la inacción, a pesar de la urgencia de la reivindicación marcada por la Corte Constitucional. Hay que actuar y el gobierno del presidente Gustavo Petro ha actuado en buena hora haciendo la petición formal. Eso es supremamente importante, hay que actuar respaldando las decisiones judiciales y al mismo tiempo abriendo espacios para que todos participemos con criterios de unidad, no de país dividido, ni de criterios partidistas, o de izquierda o derecha, sino más bien pensando en la importancia y la justeza de una causa cultural que debería ser asumida por todos los colombianos.
Colombia ha venido recuperando mucho bien cultural que andaba refundido en museos o colecciones privadas. A comienzos de este año, por ejemplo, fueron repatriadas 60 piezas precolombinas desde Suiza.
Sí. Todo eso, como le indico, es parte de una dinámica mundial y de la acción del actual Gobierno para lograr la devolución de esos bienes culturales que estaban, incluso, amontonados en las estanterías de las embajadas de Colombia en el exterior. En ese sentido, hay que ir al compás de lo que permite la escena internacional. Le cuento que nuestra iniciativa de pedir la restitución de la colección quimbaya ha sido tomada como referencia por un grupo de abogados que está pidiendo en el Reino Unido la restitución a Grecia de los mármoles del Partenón, de Atenas, que están en el Museo Británico, en Londres. ¿Por qué? Porque se hizo un trabajo que dio un resultado y tiene una plena fundamentación jurídica.
¿Que han hecho países como Egipto, que logró que Estados Unidos le devolviera una colección de objetos de la tumba de Tutankamón, de lo que podamos aprender para presionar la devolución del tesoro quimbaya?
Mucho. En todo este tiempo ha habido unos movimientos culturales supremamente importantes de países que están haciendo reivindicaciones en términos muy similares a los que nosotros recurrimos.
Personalmente, ¿cree que España, en un acto de equidad, moralidad y reivindicación histórica, como le piden desde Colombia, devuelva el tesoro quimbaya?
Es muy difícil plantear hipótesis. Pueden pasar muchas cosas, incluyendo que España se niegue a devolverlo. Entonces habría que contemplar otras opciones.
Hay otra discusión histórica con España, de la que usted también es experto, y es la del galeón San José, patrimonio arqueológico con un tesoro a bordo que el gobierno Petro está viendo cómo rescatar del mar Caribe colombiano y España está pidiendo que lo dejen participar porque la nave hundida en 1708 tenía su bandera nacional. Pensando en soluciones diplomáticas y jurídicas, ¿no cree que los casos quimbaya y San José se van a cruzar en una negociación entre Estados?
Difícil decirlo, pero muy probablemente así será, porque el caso del galeón San José también tiene que ver con la importancia de nuestro patrimonio cultural. Todos estos temas se cruzan por factores políticos y jurídicos internacionales, por eso se habla de una geopolítica de la cultura.
¿Usted trataría los casos por aparte o al tiempo?
Sin ser experto, creo que hay que combinar las dos estrategias: la jurídica y la diplomática, pero sabiendo en qué momento se le da prioridad a cada una.
El objetivo final es rescatar la memoria cultural de los colombianos y en el caso del tesoro quimbaya, si España lo devuelve, ¿por qué usted opina que debería ser conservado y expuesto en el Museo del Oro de Armenia?
Como un reconocimiento a la cultura quimbaya, a las luchas que han dado durante mucho tiempo las comunidades indígenas originarias de esa región, sabiendo que de su territorio fue saqueado el tesoro. No olvido la intervención de los representantes indígenas en la audiencia pública que se llevó a cabo en la Corte Constitucional. Uno de ellos dijo, y me apropio de esas palabras: “El tesoro quimbaya debe volver a Colombia para apaciguar los espíritus de nuestros ancestros”.