Análisis: Lo que suman y restan cada una de las fórmulas vicepresidenciales
Ya quedaron definidas las llaves presidenciales con miras a la primera vuelta del próximo 29 de mayo. Dos analistas explican las estrategias detrás de cada designación.
La suerte está echada. Después de semanas de expectativa, rumores y movidas, al fin el partidor está completo: Colombia ya conoce sus ochos candidatos a la Presidencia con sus respectivas fórmulas vicepresidenciales. Restan dos meses para la primera vuelta y este camino, que ya parece despejado, no es otra cosa que un llamado para cada campaña: por un lado, para afianzar las estrategias que les permitan conquistar a los votantes y, por el otro, para poner en juego al fin sus “vices”, actores decisivos que pueden llegar a inclinar la balanza.
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La suerte está echada. Después de semanas de expectativa, rumores y movidas, al fin el partidor está completo: Colombia ya conoce sus ochos candidatos a la Presidencia con sus respectivas fórmulas vicepresidenciales. Restan dos meses para la primera vuelta y este camino, que ya parece despejado, no es otra cosa que un llamado para cada campaña: por un lado, para afianzar las estrategias que les permitan conquistar a los votantes y, por el otro, para poner en juego al fin sus “vices”, actores decisivos que pueden llegar a inclinar la balanza.
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Según Álvaro Duque, doctor en ciencia política y profesor de comunicación y sociedad del Politécnico Grancolombiano, el vicepresidente es una figura importante para cualquier mandatario, pues ayuda “a que se abran espacios en el Ejecutivo a grupos que tradicionalmente no acceden fácilmente al poder”. En ese sentido, explica, “contribuye a evitar la concentración del poder en un solo grupo político”.
En ello coincide la politóloga Nury Astrid Gómez, especialista en comunicación política y magíster en imagen pública y neuromarketing, quien asegura que, por mandato de la Constitución de 1991, se ideó el rol del vicepresidente para “distribuir el poder máximo en dos figuras que respaldaran y siguieran el plan político de quien obtuvo la Presidencia”. No obstante, alega que se ha convertido en un actor de pago político, bien sea retributivo o prospectivo, a fuerzas que permitan jalonar votos, mas no construir gobierno. “Ahí está la clave de las fórmulas actuales: con quién gana más, o, en otro sentido, con quién pierde menos”.
“Es una figura de representación e inclusión, pero que si tiene fuerza y trayectoria propia puede volverse en contra de quien ostenta el cargo de presidente”, indica Gómez, lamentando que un vicepresidente sin agenda propia ni recursos estratégicos puede terminar con un rol “decorativo” con ministerios o embajadas. “Se requiere una construcción de la figura: propósito, agenda, recursos y participación institucional”.
Aunque recientemente se ha cuestionado el papel del vicepresidente y las contribuciones que puede hacer al mandatario de turno –al punto que hay quienes abiertamente han pedido la eliminación del cargo–, Duque resalta que en una campaña sirve “para compensar flaquezas del candidato, bien sea por cuestiones de equidad de género, de origen geográfico o social, de experiencia o de formación profesional”. Adicionalmente, puede ser útil para reafirmar el discurso que se propone la campaña.
Bajo estas consideraciones, ambos analistas revisaron los perfiles y actuaciones de las fórmulas vicepresidenciales, detallando qué pueden aportarle o restarles a los candidatos. Estas son sus conclusiones.