Comicios 2022: una elección a tres vueltas
La batalla por la presidencia, este año, llevará a los votantes a las urnas en tres ocasiones. Las luchas internas para definir las candidaturas y las dos vueltas de la competencia final son fenómenos de naturaleza distinta.
Rodrigo Pardo*/Especial para El Espectador
A pesar de que las reglas de juego son en esencia las mismas que en años pasados, las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en 2022 tienen características que las diferencian de otras. Esta semana se inscribieron las candidaturas. El desfile por la Registraduría fue una repetición del ritual de siempre, con una que otra diferencia notable. Por ejemplo, que el número de candidaturas aumentó y se presentaron distintos tipos de opciones: las que están respaldadas por firmas o con el aval de un partido, y las que mantienen tradiciones de organizaciones partidistas.
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A pesar de que las reglas de juego son en esencia las mismas que en años pasados, las elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en 2022 tienen características que las diferencian de otras. Esta semana se inscribieron las candidaturas. El desfile por la Registraduría fue una repetición del ritual de siempre, con una que otra diferencia notable. Por ejemplo, que el número de candidaturas aumentó y se presentaron distintos tipos de opciones: las que están respaldadas por firmas o con el aval de un partido, y las que mantienen tradiciones de organizaciones partidistas.
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Con un aliciente: por distintos motivos, la autoridad electoral revivió avales que habían operado en el pasado, pero habían caído en desuso, la mayoría porque no habían alcanzado el número de votos exigido por la ley. Entre ellos, los del Nuevo Liberalismo (fundado por Luis Carlos Galán) y Salvación Nacional, el proyecto que abanderó Álvaro Gómez. Lo cierto es que 2022 cambió la tendencia de varios años en la que se reducía el número de candidatos en la competencia por la primera magistratura.
Si, en la hora de la partida, hubiera que escoger un elemento representativo y propio de esta elección, una característica que la diferencia de las anteriores es la presencia de coaliciones que, según indican los analistas, jugarán un papel predominante. Las principales entre ellas son: la que lidera Gustavo Petro (Pacto Histórico), la que encabezan Sergio Fajardo, Alejandro Gaviria o Jorge Enrique Robledo (Coalición Centro Esperanza) y el Equipo por Colombia (un grupo de exalcaldes de varias ciudades: Federico Gutiérrez, Enrique Peñalosa y Álex Char). Todo indica que los partidos han quedado relegados a la competencia por las mayorías en el Congreso.
El Partido Liberal, hasta el momento, ni siquiera tiene aspirante a la Presidencia ni apoya de forma oficial a alguien de otro partido. En general, la tarea de conseguir un aval, que en años pasados era muy difícil, en esta ocasión se ha relajado, hasta el punto de que hay aspirantes con más de un aval y partidos con ofertas para el Congreso que no apoyan candidatos presidenciales.
¿Qué significan las coaliciones? Lo primero es que agrupan a líderes diversos en términos ideológicos, de experiencia e, incluso, de proyecto. En caso de consolidarse, las coaliciones romperían la tradición partidista y darían una pista de lo que puede ser el futuro de la política, más ligado a las personalidades y emociones que a los sistemas partidistas. También tienen un peligro: no lograr mayorías en la próxima legislatura y fomentar una situación de ingobernabilidad.
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Y habría que ver si eso implicaría una modernización, o un cambio, de la agenda del debate público-electoral. Es decir, si facilitará la incorporación de nuevas ideas sobre asuntos que permanecen marginados por la agenda de siempre: el conflicto armado, las oportunidades de trabajo y el clientelismo. Hasta el momento, las encuestas indican que las preocupaciones tradicionales de los votantes se mantienen. Pero habría que ver cuál es el impacto electoral de fenómenos como la pandemia, la pérdida de visibilidad de los partidos y la creciente brecha entre las preocupaciones urbanas y las del campo. Para no mencionar el impacto de eventos internacionales que cada vez más demuestran su capacidad de afectar las agendas domésticas de países lejanos. ¿Cuándo se había sentido una preocupación tan amplia sobre la injerencia de la China en un país tan lejano como Colombia? ¿Cuándo había sido tan impactante la situación de Venezuela en la política interna colombiana?
Tal vez el gran interrogante para los asesores electorales es hasta dónde el ciclo del presente año introducirá un comportamiento distinto de los electores. Al fin y al cabo, las luchas internas para definir las candidaturas y las dos vueltas de la competencia final son fenómenos de naturaleza distinta. En las internas predominan los militantes. Dicen en Estados Unidos, cuna de este sistema, que en la primera presidencial se vota con el corazón (y pesa mucho la filiación partidista) y en la segunda con la cabeza (es decir, el pragmatismo, y se abre la feria de los cálculos).
En los inicios de esta campaña surgió el debate sobre la conveniencia o no de unificar el día electoral. Que las tres citas con las urnas se hicieran un mismo día. Pero es evidente que esta propuesta no es viable por falta de consenso. Y hasta por consideraciones razonables: la separación del calendario “limpia” las elecciones y disminuye la influencia de las maquinarias. Las elecciones a tres vueltas son más costosas, pero también son más puras. Al menos, esa será una novedad para seguir de cerca en la elección que se avecina.
*Periodista