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Desde hace un tiempo el papa Francisco sigue más de cerca la situación en Colombia; está preocupado por la pobreza, la inequidad y, sobre todo, por la violencia. Luis Mariano Montemayor, su representante en el país desde 2019, le informa, y le habla con la confianza que le da ser su amigo desde los años 90, cuando lo conoció en Buenos Aires. El monseñor argentino y Jorge Mario Bergoglio han analizado la actualidad electoral colombiana y siguen los acontecimientos previos a la segunda vuelta electoral.
¿Le sorprendieron los resultados de la primera vuelta presidencial en Colombia?
Como a todos, un poco sí porque se había detectado el ascenso de Rodolfo Hernández, pero no teníamos datos para evaluar si le iba a alcanzar. Era claro que él iba a ser el tercero en discordia y en definitiva que sería él quien iba a definir la elección si no pasaba a segunda vuelta. Él lo sabía y nosotros también. Y por eso se encontró con el santo padre.
Llama la atención justamente eso: que los dos candidatos que se reunieron con el papa Francisco son los que pasan a segunda vuelta. ¿Palanca divina?
Seamos sinceros, no hay que tener una bola de cristal y no hacemos pases mágicos, pero es una muestra de la seriedad con que analizamos la situación. En el caso de Gustavo era una fija: él iba a estar, eso era claro por lo que los datos señalaban. La sorpresa fue que él pidiera encontrarse con el papa. Era obvio, para quien no tenga una ceguera ideológica, que un posible presidente de Colombia es un factor que teníamos que conocer. Y luego vino este candidato un poco atípico y me pide en una carta que quiere encontrarse con el santo padre y explicarle algunas de sus propuestas. Nobleza obliga y aquí no estamos a favor de uno u otro candidato; ¿Y por qué no los otros candidatos?, me preguntan. Porque no lo pidieron. No invité a nadie, pero tampoco excluimos a nadie.
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¿Cómo fueron esas reuniones con Francisco?
Dos encuentros diferentes en dos circunstancias distintas. Gustavo les ganó un poco a todos porque se les adelantó. Pero cada uno dijo lo que necesitaba y el papa pudo preguntar y escuchar. Con Petro duró más el diálogo, porque hay toda una visión ideológica que queríamos esclarecer. Rodolfo es más puntual, simple, directo y desarmante.
Usted ha mencionado que el papa está preocupado por Colombia. ¿Qué es lo que tanto inquieta al papa?
El interés del papa en la región se debe leer en coordenadas de pobreza e inequidad, un escándalo para un continente católico y donde la Iglesia tiene una presencia notable. Colombia tiene unos índices mayores de inequidad que otros países latinoamericanos, pero aquí la gran preocupación del papa es terminar con esa violencia armada. Este país hasta el 2016 estaba en guerra total y aún hoy queda aplicar los Acuerdos de Paz y traer al Eln a la mesa de negociaciones.
¿En qué punto deja este gobierno los acercamientos con el Eln y qué esperar de un futuro gobierno?
Quedamos dispuestos a continuar las iniciativas que se venían adelantando, junto con Naciones Unidas y la OEA, un esfuerzo convergente para facilitar al gobierno colombiano tener relación con este grupo armado para tener una paz completa y lograr la implementación del Acuerdo de Paz. El Eln ha dicho que está dispuesto a dialogar con cualquier candidato que gane; hizo dos gestos importantes: una tregua unilateral, como había pedido la comunidad internacional para las legislativas, y para la primera vuelta lo hizo espontáneamente; supongo hará lo mismo para la segunda vuelta.
Eso hace más fáciles las cosas para que, una vez aclare sus ideas iniciales, el nuevo gobierno decida si retoma o quiere encomendarnos una tarea específica. Cada gobernante tiene unos modos diferentes y estos dos candidatos no son iguales, pues ven los caminos un poco diferente. No voy a decir cuál es más realista.
¿Cuáles son esos puntos claves de la Santa Sede en Colombia que usted ha conversado con los candidatos?
Mis diálogos con los aspirantes presidenciales son básicamente sobre qué hacemos con los Acuerdos de Paz, en qué quieren que los apoyemos, después el Eln. Ellos saben que estamos dispuestos y hay sintonía con Gustavo y Rodolfo. Otro tema será digerir el informe de la Comisión de la Verdad, una tarea que nos tomará tiempo. Habrá que trabajar para implantar las ideas de la reconciliación y el consenso; ¿nos dejarán? No sé…
Habla del informe de la Comisión de la Verdad que se presentará en un par de semanas. ¿Está listo el país para escuchar lo que van a decir?
No, va a ser muy duro. Pero lo ha sido en Argentina con el informe Nunca Más; ha sido muy duro en Guatemala, El Salvador. Es muy difícil enfrentarnos con la realidad que ya sabemos, cuando nos la pone en letras. Enfrentarse con la verdad integral es complejo. Yo me he reunido con la Comisión dos veces y los exhorté a la rigurosidad, es lo único que da garantías sobre cualquier aproximación ideológica. Es que estamos hablando de décadas de violencia, de crímenes gravísimos, de una proporción de víctimas insólita en las Fuerzas Armadas, la población, las formaciones guerrilleras… Será doloroso, pero curativo. Ninguna nación que aspire a ser democrática puede poner los crímenes debajo de la alfombra, ¿cómo enfrentarlos? Los instrumentos son muchos. Hay que poner un punto final y para eso existen las amnistías. Pero nada va a sustituir la tarea política, los partidos y las instituciones. Hay que reconciliarse políticamente. Por eso las elecciones son tan importantes, ¿a quién elegimos?
¿Cree que el siguiente gobierno sí aplicará los Acuerdos de Paz, dado que los dos candidatos en disputa los han respaldado en campaña?
Estamos retrasados en la aplicación de los acuerdos, no es que no se haya logrado; sería injusto no reconocerlo. El retraso se debe en buena parte a la pandemia, que nos quitó un año y medio para los proyectos y la integración civil de los excombatientes. Los acuerdos están, el Consejo de Seguridad se lo dejó muy claro al presidente colombiano en su último encuentro, cuando le dijo que apoya su aplicación integral. La justicia transicional está funcionando, la Comisión de la Verdad está por entregar su informe, la JEP ya tiene las megacausas en marcha y va a haber un antes y un después. Los que no creen se van a dar cuenta de qué es esto de justicia transicional, que no es la cárcel ni tampoco impunidad. Nadie deja el Kaláshnikov para ir preso, por eso se hacen los acuerdos. Hay que leer cómo los dos candidatos van fijando sus tiempos en este tema.
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¿La Santa Sede seguirá colaborando con el próximo presidente?
Están los puentes con los dos, tenemos un diálogo con ambos; a los dos les decimos lo que pensamos de la situación nacional; una vez en el poder puede que se olviden, pero se los recordaremos. Lo que necesitamos es disponibilidad, no hay prejuicios. “Que viene el comunismo”, dicen por ahí; ¡Y qué! Hemos sobrevivido con Castro en Cuba, no nos echó ni nos fuimos, duramos unos cuantos años recomponiendo la relación de cooperación, pero se puede: ¿nos vamos a asustar? O el otro lado: “¡Que viene el populista!”… bueno, hemos tenido gobiernos populistas, hasta hace poquito en el norte hubo alguno y, sin embargo, no rompimos relaciones y hubo cooperación por el bien común. Hay intereses de Estado sin importar si es progresista, de derecha, de izquierda, populista…
¿Cómo se configura Colombia, aliado de EE. UU., en ese cambio ideológico que vuelve a tener la región, gobiernos progresistas, de izquierda…
La relación con Estados Unidos no depende del partido de gobierno; los norteamericanos están acostumbrados a tratar con gobiernos de izquierda latinoamericanos. Si no fuera así hace tiempo que no tendrían ninguna influencia aquí. Que luego haya olas hacia la izquierda o la derecha depende de muchas circunstancias. Leí hace poco que todos los gobiernos que estaban administrando durante la pandemia perdieron las elecciones y, como veníamos de una ola de derecha, hoy gana la izquierda… ¿No queríamos que la izquierda optara por la vía democrática en vez de la vía armada? Bueno, pues no nos quejemos de que de vez en cuando ganen alguna elección. Eso es lo normal de la política, la democracia es así. Ayunar a los políticos les hace bien, son más lúcidos.
La guerra en Ucrania ha tenido efectos en todo el mundo. ¿Cómo ha visto a Colombia ese conflicto?
Colombia está en el ojo del huracán. El problema de Ucrania no es de ahora, lo venimos arrastrando en 2014. Y eso está relacionado con Venezuela. De alguna manera, la Federación Rusa ha sentido una presencia occidental en Ucrania, que ellos califican de hostil, y entonces le jugaron una carta a Estados Unidos en su propio terreno: Venezuela. No podemos asombrarnos porque si aquí hay consejeros americanos y apoyo de las fuerzas armadas de EE. UU. a las colombianas, al otro lado es exactamente lo mismo. Lo que pasa allá tiene influencia acá. Más si Colombia es aliado estratégico de la OTAN porque esto va para largo. Mientras tanto hay problemas que se deben ir resolviendo, como la legitimidad o no del gobierno de Maduro, que depende de cómo avancen las negociaciones entre oposición y gobierno. Estados Unidos ya ha dicho que va en esa línea en la que nosotros hemos estado desde hace tiempo. Esto es para mostrar cómo los problemas están ligados. Hay que pensar más allá del ambiente inmediato, del Caribe, si no se puede quedar descolocado.
¿Falló la apuesta del gobierno del cerco diplomático a Venezuela?
No voy a juzgar la política del presidente Duque. Es obvio que nosotros no hemos roto relaciones diplomáticas con Venezuela ni hemos reconocido el gobierno de Juan Guaidó. Eso es un problema de ellos, que decidan quién es el legítimo mandatario, pero es un hecho que Maduro lo controla todo, legítimo o no. Conozco bien la frontera y es esencial para la población binacional mantener un canal abierto, por todo: población, educación, economía. Para eso se necesita mínimo tener relaciones consulares o un encargado de negocios. Eso es posible para Colombia.
La migración se cruza en todo esto, el gobierno actual hizo un gran esfuerzo con la regularización de mucha población venezolana, pero es un tema que genera conflicto, más en campaña…
Es uno de los éxitos del presidente Duque. El Estatuto Temporal es una innovación a nivel internacional y fue osado y un acto de generosidad y reconocimiento real de la interrelación entre los dos pueblos. El registro es importantísimo porque da acceso a la salud y a la educación de una forma regulada que no daña al ciudadano colombiano. El esfuerzo de Colombia es grande, eso cuesta, hay que regularizar para poder obtener el apoyo internacional. No tengo conciencia que algún candidato haya dicho que va suspender el Estatuto, alguno ha dicho que será más “durito” si hay criminalidad… los va a poner al otro lado de la frontera. Bueno, hay que distinguir una cosa es el migrante y otra el migrante criminal. Hay que defender a los inmigrantes que son honestos.
Ya pasó un año del paro, usted fue muy crítico con lo que sucedió, ¿cómo está el país hoy?
No estamos bien, hay hambre en Colombia. En las conversaciones con los candidatos que van a gobernar ya ha salido este tema. La iglesia local está muy preocupada por la política de combate al hambre. Exige concertar esfuerzos, gobierno y oposición deben trabajar unidos. La juventud está inquieta porque no trabaja no estudia y se le han cerrado las puertas y encima nadie los escucha. Eso no va a pasar rápido. Hay que crear puestos de trabajo y eso pone en interrogación el actual modelo económico; el trabajo informal no es la solución. El tema juventud es un desafío en toda la sociedad porque hay una frustración, expectativas alimentadas que no pueden ser satisfechas y el joven es impaciente. Un problema para cualquier gobierno. Hay que repensar frente a una explosión social: las balas no son la solución. Ahí se juzga la calidad de un gobierno democrático; no estoy muy contento con lo que pasó, lo dije, pero ciertamente eso no puede volver a pasar.
¿Qué es lo que más necesita Colombia en este momento?
Consensos, el mal de Colombia es la exclusión: “Yo tengo la verdad, tú no”. Necesita una interacción inclusiva, pero no solo de la mujer y las minorías, de la sociedad. Hay que tener mayor sensibilidad, porque las circunstancias son extremas.
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