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Federico Gutiérrez sin hechos coyunturales no habría trazado la carrera política que tiene hoy. El Proceso 8.000, la organización de universitarios en Medellín para hablar de país, la adhesión del Nuevo Partido al Partido de la U, el ser candidato del uribismo y perder en la tierra que lo gestó como líder y símbolo, el volver a intentarlo como independiente y ganarle al de Uribe en las últimas dos semanas de campaña, el hacer una Alcaldía de Medellín mediática que puso a sonar su nombre en Colombia, el recibir la oferta para ser ministro de Defensa y el declinar la invitación porque su intuición le decía que todavía no era el momento de dar el salto de lo local a lo nacional.
Dio ese salto en 2021, lanzándose como precandidato a la Presidencia. Participó de una coalición, la del Equipo por Colombia, y le ganó en una consulta a Alejandro Char, que mueve la maquinaria electoral en la Costa Caribe; a Enrique Peñalosa, que fue alcalde dos veces de la capital del país, y a David Barguil, que fue el senador conservador más votado en 2018. Lo hizo con sus principales cualidades políticas, esas que conectan con las personas más allá de las propuestas: su don de gentes y “bacanería”, su desparpajo y cercanía, su carisma y capacidad de convocar.
“Fico nunca manifestó que quería ser presidente. Es más, Cata (la hermana mayor) y yo fuimos las últimas que nos enteramos de que se iba a lanzar”, dice Juliana, la hermana menor, quien se refiere a él como lo hace hoy gran parte de la gente que lo considera como la única opción que puede contrarrestar a Gustavo Petro en una segunda vuelta.
Familia, amigos y fútbol
Federico Gutiérrez Zuluaga no nació en una familia política, de estirpe dirigente, de esas que dictan el futuro de un apellido. Su papá, Hernán, era un ingeniero civil y su mamá, Amparo, una delineante de arquitectura, decoradora y ama de casa entregada a sus hijos: Catalina, Fico y Juliana. Ambos migraron del Eje Cafetero a Medellín en búsqueda de oportunidades, donde las encontraron y emergieron como una familia de clase media en ascendencia.
Donde los Gutiérrez Zuluaga nunca se educó al margen de un color político, sí bajo los principios católicos, la importancia de la familia y en construir círculos de amistad. En esto último, Fico se destacó. “Él era el niño que todo el mundo perseguía por su carisma y era el centro de conexión con amigos nuevos que fueron llegando”, recuerda Juan David Londoño, con quien creció en el barrio Belén Alameda y estudió hasta cuarto de primaria en el colegio Benedictinos. La amistad hoy sigue más que vigente.
El fútbol fue su principal preocupación, luego, con el tiempo, fueron las niñas y la fiesta. No le importaba madrugar los domingos para lavar el carro que le prestaba su papá para poder salir y sabía que si quería rumbear o viajar a fincas con sus amigos debía de trabajar en vacaciones en la empresa de estudios de suelos de este. Ahí tuvo la primera noción de lo que es la guerrilla, cuando, junto con un equipo de ingenieros y obreros, tuvieron que salir despavoridos de El Carmen de Viboral por una toma que hicieron en el pueblo. La experiencia trabajando con Hernán, su papá, lo llevó a decidirse por seguirle los pasos y convertirse en ingeniero civil. “No es que lo haya direccionado a estudiar esa carrera. Fede la escogió”, recordó Juliana.
La universidad y el Proceso 8.000
Para Fico, el Proceso 8.000 fue un momento de inflexión como sujeto político. El único contacto con lo público y político lo tuvo cuando su papá fue director de Planeación de Medellín de la administración de Luis Alfredo Ramos (1992-1994). Y a duras penas la familia recordaba el legado de la bisabuela materna, Carolina Gómez, que tuvo un liderazgo reconocido en Marinilla (oriente de Antioquia), donde se bautizó un parque en su honor.
Esas son las únicas conexiones que Juliana Gutiérrez le encuentra al despertar político de su hermano. “Después del Proceso 8.000, todos los sectores de la sociedad se pronunciaron al respecto, menos los universitarios. Entendiendo la importancia de hablar y sentar posturas, estudiantes de todas las universidades de Medellín, privadas y públicas, crearon un movimiento ciudadano que en el 97 se convirtió en movimiento político, que se llamó Universitarios Haciendo Nación (UHN). Hacíamos actividades académicas, políticas y sociales. En estas últimas, Fico se destacaba”.
El que habla es el hoy concejal Jaime Cuartas (Alianza Verde), quien coincidió con Federico Gutiérrez en UHN, movimiento que sacó una curul en la corporación municipal de Medellín en 1997, a través de Santiago Vélez Trucco. El cuarto de esa lista era Gutiérrez, quien efectivamente se convertiría en cabildante en 2004. Tanto Cuartas, como Fico y Santiago Gómez, el que fue su mano derecha durante la Alcaldía, trabajaron en la Unidad de Apoyo Normativo de Vélez Trucco, un concejal que brilló más por su locura, a causa de una descompensación química, que por su labor.
“De UHN salieron figuras destacadas del departamento, como David Escobar, presidente de Comfama; Felipe Gil, secretario de Educación de Sergio Fajardo; Juan Camilo Quintero, quien fue mano derecha de Aníbal Gaviria en su primera gobernación; Augusto Posada, exrepresentante a la Cámara, y pues Fico, Santiago Gómez y otros”, ilustra Juan David Valderrama, amigo de colegio de Gutiérrez, exgerente de su campaña a la Alcaldía en 2015 y exfuncionario de su administración, sobre la marca que fue el movimiento en jóvenes de la ciudad. Jaime Cuartas lo resume así: “UHN formó una camada de líderes interesantes”.
De UHN al Concejo
Impulsados por Vélez Trucco, Fico y Jaime Cuartas participaron de la elección de los Consejos Municipales de Juventud (CMJ) en 1999. Gutiérrez quedó electo, pero poco duró en el cargo al cumplir la edad límite para participar de ese proceso. Al terminar, decidió ejercer su carrera en la constructora CDO, intención que duró poco, pues en 2003 volvió a las andanzas políticas junto a Jaime Cuartas, Juan Camilo Quintero (quien fue a la Asamblea de Antioquia) y Santiago Gómez.
Ya no existía UHN y del trabajo de Vélez Trucco solo les quedó el aprendizaje de hacer campaña en las calles, en los buses, en los barrios. Y eso fue lo que hicieron con el aval del Nuevo Partido, creado por figuras nacionales como Óscar Iván Zuluaga, Gina Parody y Rafael Pardo, en 2003, con Fico como cabeza de lista al Concejo. A la par de su campaña, apoyó a Sergio Fajardo a la Alcaldía y ambos, ese año, ganaron. “Yo no fui ninguna conexión entre Fico y Fajardo, yo apoyaba a uno porque era mi amigo de infancia y al otro porque es mi primo. Fico coincidía en temas con Fajardo y por eso lo respaldó”, explica Juan David Valderrama.
Federico Gutiérrez inició formalmente su carrera política como concejal apoyando la administración de Fajardo y haciéndose conocer como ese personaje carismático, con chispa para conectar con la gente y hacerlos sentir cercanos, escuchados, importantes. En 2007 buscó reelegirse por la U, donde llegaron muchas figuras del Nuevo Partido y el uribismo, y ahí sacó la mayor votación, más de 13.000 apoyos. Nuevamente respaldó a Fajardo con su candidato a la Alcaldía Alonso Salazar, quien también recibió respaldo de Lina Moreno, esposa del entonces presidente Álvaro Uribe.
“Su llegada a la U fue más coyuntural, no tanto porque él fuera uribista”, agrega Juan David Valderrama, sin embargo, eso no lo interpeló, pues más adelante encontraría las cercanías ideológicas. Al ser el principal elector del Concejo, Fico se convirtió presidente de la corporación entre 2008-2009 y, desde entonces, comenzó a desmarcarse de Salazar y a hacerle oposición, principalmente en temas de movilidad y seguridad. Este último asunto fue en el que encontró más coincidencias con el uribismo.
La aspiración a la Alcaldía
Los resultados electorales de 2007 hicieron pensar a Fico. Veía la oportunidad de dar un paso más. El siguiente reto debía ser la Alcaldía. Ganó la consulta interna de la U, imponiéndose sobre líderes como Gabriel Jaime Rico y Darío Montoya. Además, sentía la confianza de contar con el respaldo del mayor elector de Colombia, Álvaro Uribe, quien terminó la Presidencia en 2010 y en 2011 lo acompañó en campaña. Pero como dice el dicho: “Nadie es profeta en su propia tierra”. Fico perdió ante Aníbal Gaviria, quien iba en llave a la Gobernación con Sergio Fajardo.
“Fajardo no iba a apoyar al candidato de Uribe y a Fico le molestó que se fuera con Aníbal”, recuerda Juan David Valderrama, pero las relaciones con el fajardismo no estaban rotas. Para 2011, Jaime Cuartas y Fico también se distanciaron y cada uno siguió su camino político. El primero lo hizo con la Alianza Verde, luego de que la U le cerrara las puertas. Lo único que le quedó a Gutiérrez de UHN era su amistad y lealtad con Santiago Gómez, quien estuvo, ha estado y está a su lado permanentemente, unas veces con más protagonismo y más incidencia sobre él.
Lo que siguió después de 2011 se conoce poco. Se sabe que trabajó en asesorías en seguridad en Argentina y México de la mano de la hoy senadora Paola Holguín y en preparar su aspiración para 2015. La derrota ante Aníbal Gaviria solo lo animó a no desistir en su deseo de convertirse en alcalde de Medellín. Y lo logró, pese a los números que le eran adversos. “Él lo ve como un aprendizaje y la oportunidad de conocer más la ciudad. Empezó a evolucionar más en el contacto con la gente y en cómo conectarse con sus problemas”, apunta Germán Medina, estratega de la campaña de Fico en 2011 y 2015, y actualmente a la Presidencia.
La llegada a la Alcaldía
Los planes para convertirse en alcalde estaban dentro del Centro Democrático, partido que el uribismo creó tras el distanciamiento con Juan Manuel Santos y la U. Pero las cosas no se dieron. No es que Fico haya decidido irse por la derrota en 2011, sino que el aval le fue otorgado a Juan Carlos Vélez. El hecho de no contar con una colectividad que lo respaldara no iba a detenerlo.
En poco tiempo, antes de las elecciones de 2015, creó su movimiento, Creemos, recogió firmas y comenzó a hacer campaña como aprendió con UHN, en la calle, con la gente. Su dupla a la Gobernación fue Federico Restrepo, un fajardista de vieja data. Esta fórmula se desvaneció cuando Alonso Salazar entró en la ecuación. Con la aspiración de Salazar, Compromiso Ciudadano y toda la estructura de Sergio Fajardo se fue con él y con Federico Restrepo, sin embargo, ninguno despegó.
“Desde el uribismo buscaron a Fico y lo invitaron a unirse a Juan Carlos Vélez, haciéndole propuestas tentadoras, pero él me decía que no quería porque tenía la intuición de que iba a ganar”, recuerda Valderrama que, en ese entonces, lo acompañó como su gerente de campaña. El último mes fue definitivo. La exconcejala y hoy representante electa por el Pacto Histórico, Luz María Múnera, recuerda que hubo cambios de vallas, colores y mensajes, y que faltando unas semanas la intención de voto por Fico empezó a crecer.
Para Fernando Valencia, docente de análisis político de la Universidad de Antioquia, lo de Federico Gutiérrez en el último mes fue la creación de un “fenómeno publicitario” a través de las encuestas. Un periodista que cubrió la elección de ese año y prefiere no revelar su nombre comentó que se escucharon rumores de que Fico recibió ayuda por parte de las mediciones de Invamer Gallup, ensanchando su candidatura. Y, una vez electo, nombró gerente de EPM a Jorge Londoño de la Cuesta, dueño de la firma.
“Recordemos que en Colombia la gente votar por el que va ganando, porque no nos gusta perder”, agregó Luz María Múnera. Otros rumores se escucharon en ese entonces, como, por ejemplo, que Uribe dio la orden en las comunas de no votar por su candidato, Juan Carlos Vélez, sino por Federico Gutiérrez. Cierto o no, ganó y ratificó que en Medellín el uribismo per se no gana. Tampoco lo hizo en 2019, cuando se impuso Daniel Quintero sobre Alfredo Ramos, incluso sobre Santiago Gómez, el amigo y escudero de Fico que renunció a la Secretaría de Gobierno.
La persona, el candidato y el gobernante
Cuando se les pregunta a sus conocidos, incluso a sus contradictores, todos coinciden en una descripción: “Fico es un ‘bacán’”. No en vano la favorabilidad durante su administración como alcalde no bajaba del 70 % y se catapultó varias veces como el mandatario de ciudades capitales mejor evaluado. La gente hace el chiste de que hasta saludaba a los perros y gatos cuando salía a la calle, que, para él, es su principal oficina. “Salir con él es imposible porque no le niega una foto o un abrazo a nadie”, dice su mejor amigo Juan David Londoño. Por eso, cuando se reúnen, optan por encontrarse en la casa de alguno.
A su hermana Juliana se le ilumina la cara cuando recuerda su niñez junto a sus papás, Catalina y Fico. “Le decíamos Joderico porque no se quedaba quieto. Era muy activo, muy amiguero, era el que siempre convocaba. Él le encuentra el momento charro a todo. Cuando llamaban a mi mamá al colegio porque se portaba mal o sacaba malas notas, ella no podía verlo de reojo porque se reía”. Para Juan David Londoño la palabra que lo describe es la ecuanimidad; para Juliana Gutiérrez, la autenticidad. “No aparenta nada, le han pedido que deje de hablar tan paisa y él dice que no, que ese es su acento. Fico saluda a alguien en la calle al igual que a un presidente de una empresa”, agrega la menor de la familia.
Esa es la persona detrás del candidato, el hijo, el padre, el esposo, el hermano, el amigo, el ciudadano preocupado por el otro, el candidato cercano a la gente, el líder. Esta división la hace Juan David Valderrama, quien insiste sobre las tres facetas que conoció de Fico como amigos de colegio, como su gerente de campaña y como director del Inder en su Alcaldía. “Si hay algo que destacarle a Federico es su intuición y liderazgo, nunca dejó de creer que ganaría la Alcaldía y cuando llegó quiso retribuirle a la gente que lo acompañó en esa campaña tan difícil. En su mayoría eran jóvenes sin tanta experiencia en lo público, conocidos y amigos con los que creció. Le sacaban chismes de que le daba puestos a familiares de concejales, pero las personas no miran el contexto. La prima de Simón Molina (concejal uribista) fue nombrada secretaria de las Mujeres no por burocracia, sino que ella era amiga de toda la vida de Fico”, comenta Valderrama.
Para él, las únicas cuotas políticas en el gabinete de Fico fueron Óscar Hoyos, hermano del senador Germán Hoyos, que fue colega en el Concejo, y Eugenio Prieto, liberal de siempre de Medellín. Quienes estuvieron con él en la Alcaldía hoy están en campaña a la Presidencia. “Él se hizo amigo de sus secretarios, porque es el tipo de persona que hace amigos adonde va. Con nosotros siempre tuvo un liderazgo horizontal, aceptaba que no se las sabía todas y escuchaba siempre”, dice Andrés Tobón, coordinador electoral de campaña y exsecretario de Seguridad, luego del escándalo que tuvo Gustavo Villegas, un punto en común con Fajardo, pues Villegas fue secretario de Gobierno en la alcaldía del también candidato a la Presidencia por la Coalición Centro Esperanza.
En eso concuerda Germán Medina, su estratega, quien le tira línea. “Él escucha y es muy receptivo, y con base en las recomendaciones que se le hacen, toma la decisión final, no con talante autoritario, sino constructivo”, resalta. Para Fernando Valencia, profesor de la UdeA, esas características de Fico como persona y líder lo tejen como un personaje caudillo. “No lo hablo a mal, pero el caudillismo es el proyecto político que se construye alrededor del personalismo de alguien. Federico Gutiérrez no tenía una estructura a la que responder, por eso decidía por él”, explica el analista político, que siguió la administración desde una veeduría ciudadana.
Para Valencia, así como para los excabildantes Luz María Múnera y Daniel Carvalho, Federico Gutiérrez terminó escuchando solo a los sectores de la ciudad que le eran cajas de resonancia. Las organizaciones sociales, ambientales y de paz controvirtieron fuertemente su administración por sus decisiones y por la actitud cerrada frente a las críticas y peticiones. “Fico gobernó con un sector y nunca abrió la puerta al diálogo con los contradictores”, dijo un defensor de derechos humanos de la ciudad, que prefiere no ser citado.
“La primera ruptura que tuve con él fue cuando le manifesté junto a Daniela Maturana que íbamos a votar por el ‘sí’ en el plebiscito. No le gustó mucho y nos pidió que lo hiciéramos a título personal y no a nombre de Creemos. Yo desde que llegué a la lista al Concejo le dije que no era uribista y quería estar en un lugar alejado de ese proyecto político. Y en su momento sentía que podía trabajar con él”, comentó Carvalho, exconcejal y también representante electo. Adicional a esto, hubo otros hechos y visiones de ciudad que lo fueron alejando de Gutiérrez. Cosa que le sucedió a Juan David Valderrama.
Ambos, desde sus posiciones, chocaron con la mirada de seguridad de Fico. “Incorporó un estilo pendenciero como el que usa el uribismo, que yo no compartía, y puso de moda el alcalde tuitero”, asevera Carvalho, reiterando en más de una ocasión que, pese a esto, el saludo de Fico hacia él nunca se congeló y que cumplió con los acuerdos programáticos que hicieron en campaña. Valderrama agrega: “Al encontrar en la comunicación digital una posibilidad de gobernar, eso le hizo perder foco y convirtió la Alcaldía en una institución unipersonal y no en un equipo”.
Precisamente, haciendo uso de la comunicación, Federico Gutiérrez se posicionó como el principal enemigo de la inseguridad, ganándose apodos como el sheriff. “Aníbal Gaviria le dio más golpes a la delincuencia que Fico, pero él era un mago para comunicar”, opinó off the récord un concejal. “Federico desdibujó la figura administrativa y civil, participando de los operativos contra estructuras delincuenciales de la ciudad y ponía en peligro a las personas que saludaba en los barrios, pues cuando se iba la autoridad, las bandas salían a matar a quienes habían visto con él. En su administración aumentaron los índices de homicidios, reclutamiento y desplazamiento intraurbano. En conclusión, exacerbó la confrontación”, agregó Fernando Valencia.
La exconcejala Múnera percibió que los temas de seguridad y paz de Medellín se entendieron bajo la dualidad de vencedores y vencidos. “Esa es una mirada guerrerista, tenía un discurso muy de confrontación y del obedecimiento, con vallas con mensaje ‘Portate bien’. Es como la amenaza, el papá represivo que le dice eso al hijo”, opinó la hoy representante electa.
Sus críticos le cuestionan también la permanencia de Santiago Gómez como su secretario de Gobierno, personaje al que describen como el poder a la sombra o el encargado de las decisiones administrativas, y el responsable de generar tensiones con sectores de la ciudad que pedían ser escuchados, y le reprochan a Fico su falta de fondo, de profundidad, de conocimiento técnico sobre las problemáticas, no solo de Medellín, sino ahora del país. “Federico es muy buen envase”, dice alguien que trabajó con él en campaña. “¿Cómo va a decir que plata es plata en una entrevista hace poco hablando sobre las regalías? Eso muestra su desconocimiento de lo público”, insiste Luz María Múnera.
Por último, algo que no pueden obviar es la falta de su independencia, pues terminó gobernando con 20 de 21 concejales de la ciudad y manteniendo el statu quo político. Cosa que no cambia en su aspiración presidencial. “¿Cómo pretende venderse como la opción de cambio con los apoyos de Álvaro Uribe, César Gaviria, Andrés Pastrana, Alejandro Char? Ese es el país que va a unir”, recalcó el defensor de derechos humanos citado, quien no ve en él posibilidad de cambio y convergencia para Colombia. Frente a esa pregunta, su secretario Andrés Tobón responde: “El cambio es que él va a ser el presidente, los otros ya gobernaron. Viene de ser alternativo, entiende que son apoyos de personas que conocen el país y tienen unos liderazgos reconocidos. Aquí todos son bienvenidos, a excepción de los corruptos y los malos”.
El lunar de la captura de Gustavo Villegas
La captura de Villegas, en julio de 2017, fue uno de los episodios más difíciles durante la administración de Fico, junto a la tragedia por Hidroituango y el accidente del avión en el que se transportaba el equipo de Chapecoense. Para los consultados, como secretario de Seguridad, Gustavo Villegas se convirtió en mano derecha de Gutiérrez, precisamente porque el tema de seguridad era uno de los pilares, sino es el más, de la Alcaldía.
Y el hecho de que lo capturaran ejerciendo el cargo por nexos con la Oficina de Envigado, una de las bandas criminales que Fico decía atacar, fue toda una paradoja. Más adelante fue condenado por abuso de la función pública por buscar negociaciones con la Oficina para buscar su sometimiento. “Fue un momento crítico e inesperado, porque estábamos en la tarea de perseguir estructuras criminales. La orden de él fue trabajar como si no hubiera pasado nada, para no quebrar la institucionalidad, y dejar que el proceso judicial se desarrollara”, recuerda Tobón, quien quedó como secretario encargado del despacho hasta que lo nombraron oficialmente.
Para la exconcejala Luz María Múnera, quien fue su única férrea opositora en la corporación, no fue tan así: “Nos convocaron a una reunión con los secretarios y el alcalde por la crisis institucional que podía despertar la captura de Gustavo y que querían hablar con nosotros a hablar sobre qué hacer para proteger esa institucionalidad. Cuando yo llego a la reunión veo que era una competencia por decir quién quería más y a quién le dolía más la situación de él. Incluso el alcalde insistía en su inocencia. Nadie estaba hablando de la ciudad”.
“Por supuesto que uno escoge con quién trabajar revisando su historia y hoja de vida, pero nadie piensa que va a nombrar a una persona con nexos con grupos delincuenciales. Conozco a Federico hace 6-7 años, vi su actuar como alcalde, la responsabilidad es personal y cada uno debe responder por sus actos”, dijo su fórmula vicepresidencial, Rodrigo Lara Sánchez, en entrevista hace unos días con El Espectador.
Por más que defiendan el nombramiento de Villegas y el pecar por confianza de Fico al invitarlo a su equipo, un defensor de derechos humanos de la ciudad preveía lo que iba a pasar con el secretario de Seguridad. “Lamenté su nombramiento, siempre me pareció sospechoso por experiencias personales que tuve con él cuando fue secretario de Gobierno de la Alcaldía de Fajardo y se vivía la desmovilización de los grupos paramilitares en la ciudad. Ya siendo secretario de Federico, amigos que trabajaban con Villegas me contaban que Gustavo hacía reuniones con líderes de bandas. Para mí, el alcalde estaba enterado de los acuerdos y cómo estos los beneficiaban en su aparente lucha para controlar la delincuencia”, dijo la fuente, que pidió no ser citada.
Los únicos condenados por buscar esos acuerdos para mejorar la percepción de seguridad fueron Gustavo Villegas y Mariano Humberto Zea, otro funcionario del despacho, pero para los habitantes de Medellín, especialmente los que sienten la violencia a la esquina de sus casas, saben que desde las administraciones municipales se hacen pactos con y entre las bandas para tener momentos en los que puedan ufanarse en decir que llegó la paz, pero ninguno la ha logrado de forma estructural.