“La paridad sin reforma política no será efectiva”: Olga Amparo Sánchez
La directora de la Casa de la Mujer habla sobre los 40 años de trabajo de la organización en pro de los derechos políticos, económicos y sociales de las mujeres, y de cómo ve la contienda electoral.
Durante 40 años, la Casa de la Mujer ha sido protagonista y testigo de la lucha y la conquista de derechos políticos, civiles y económicos de las colombianas de todas las procedencias y todas las edades. Un 8 de marzo de 1982, justamente en una conmemoración del Día de las Mujeres, se le dio vida a esta organización que ha entendido los principios de persistir y resistir ante una realidad tan adversa y de espaldas a la mayoría de la población de Colombia. Estos 40 años se cumplen, justamente, en el marco de unas elecciones, en las que la participación política de las mujeres ha aumentado y se ha diversificado, pero en la que todavía hay retos en cuanto a garantizar dicha participación en términos de igualdad con sus contendores. Olga Amparo Sánchez, directora de la Casa, cuenta cuáles son esos desafíos para quienes llegarán al poder.
Lea: Casa de la Mujer cumple 40 años trabajando por la democracia con enfoque feminista.
¿Qué significan estos 40 años que celebra la Casa de la Mujer?
Significan persistencia, insistencia, resistencia y subvertir mucho al patriarcado en muchos temas. El primer 25 de noviembre del 81 salimos alrededor de 15 mujeres al Planetario Distrital a gritar: “La calle es nuestra, rompamos el silencio”. Nos dijeron locas, brujas y, 40 años después, tenemos leyes que favorecen a las mujeres, en términos de protección, de atención y de sanción. Una cosa es la ley, otra que no se cumpla. Tenemos un instrumento que las mujeres pueden realmente utilizar para demandar sus derechos.
También ha significado mucho dolor y rabia, porque ver a niñas de ocho años violadas y mujeres violentadas hasta la muerte dentro de sus hogares produce dolor, mucha rabia e indignación, que hemos sabido canalizar para seguir trabajando por ellas. Y, sobre todo, ha significado mucha esperanza en el proyecto político y social que ofrece el feminismo.
¿Y cuál es el proyecto político y social que ofrece el feminismo?
No es una postura esencialista, sino desde la realidad. En el feminismo hay un potencial muy grande para contribuir a transformar esta sociedad, sino el mundo. Esta es una propuesta libertaria de todos los seres humanos, de todos los grupos que hemos sido subordinados, es una propuesta que humaniza la vida. Y al humanizar la vida, pues se transforman las realidades de la sociedad.
¿Por qué reivindicar de lo íntimo a lo político, que es el nombre de la celebración de estos 40 años?
El feminismo no transforma solo lo privado, como lo hemos dicho las feministas, sino también lo íntimo, sobre la forma como la sociedad ha construido nuestra subjetividad. Cuando el feminismo irrumpe en la intimidad es muy difícil que una no salga a la calle a gritar que tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo o que tenemos derecho a vivir libres de violencias. Ese es el sentido, de “lo personal es político” a “lo íntimo es político”. Creemos que ahí está el gran potencial de transformación del feminismo, que es contribuir a deconstruir esas identidades y subjetividades que nos ha enseñado el patriarcado, tanto a los hombres como a las mujeres.
¿Cómo se ha transformado el trabajo y la incidencia en estos 40 años de la Casa de la Mujer?
La Casa de la Mujer tiene en su matriz entender que la situación de subordinación y opresión de las mujeres pasa por transformaciones radicales en el modelo económico y en la política. Desde esa perspectiva, nosotras hemos estado vinculadas en los momentos históricos más importantes de estos 40 años, que ha sido la Asamblea Nacional Constituyente, los Acuerdos de Paz o el acompañamiento y los reclamos que hicimos en la masacre del Palacio de Justicia al Gobierno, Ejército y M-19. Yo creo que la incidencia está íntimamente relacionada con los momentos históricos y las realidades de este país, así como con los avances en el conocimiento. Entonces hacer incidencia hace 40 años no se tenía que sacar agenda. Era una relación más cara a cara con los actores políticos. Ahora tienes que hacer una mecánica de aprender a hacer la agenda, cómo la presentas y manejar las redes. Ha ido cambiando en ese sentido y enriqueciéndose. Siempre teniendo como columna vertebral la situación de las mujeres, que debe pasar por ampliar la democracia para este país. Nosotras decimos radicalizar la democracia, por una ciudadanía emancipadora para las mujeres, y por la construcción de la paz vista desde casa, porque la principal guerra que hay en este país contra las mujeres pasa en la casa, y, si esa guerra no se elimina, en este país no va a ser posible hablar de paz.
En voz de una de las feministas del país que ha visto esas transformaciones que se han vivido desde la década de los 80, ¿qué tanto han cambiado las realidades de las mujeres a hoy en día?
Ha cambiado la realidad para ciertos sectores de mujeres. Evidentemente han cambiado unos imaginarios y roles con relación a nosotras. En estos momentos no tenemos los mismos imaginarios que tuvieron mi abuela o mi mamá. En estos 40 años ha mejorado el estatus jurídico de la mujer y hemos avanzado en derechos reconocidos formalmente. El ingreso de las mujeres a las universidades es un cambio muy importante porque fue sacarnos del espacio privado o los aprendizajes que vinculaban a la mujer. También somos más autónomas y eso no quiere decir que todas las mujeres sean feministas por ejercer su autonomía. Hoy podemos hablar de tener una vicepresidenta o presidenta, hace 40 años era impensable. Esto ha mejorado, pero hay grandes colectivos de mujeres que no gozan de estos derechos, como las del Pacífico, que se están muriendo al parir o niñas en La Guajira son desnutrición o campesinas analfabetas. Eso es una vergüenza.
¿Qué podríamos esperar del próximo Congreso para avanzar en derechos de mujeres?
En principio, necesitamos renovar al Congreso y no necesariamente me refiero a que llegue gente joven, sino comprometida con romper las ataduras de las relaciones hegemónicas, de la guerra o del dinero. Otro deseo es que las mujeres avancemos a un poder político colectivo, es decir, que las mujeres de diferentes procedencias lleguen al Congreso y se unan para realizar alianzas estratégicas en favor de nosotras. Ahí podríamos hablar de un verdadero poder político colectivo de las mujeres. ¿Por qué lo digo? Todos los movimientos han sido nombrados: el sindicalista, el obrero, el indígena, el educador, el de las negritudes. Las mujeres llevamos haciendo movimiento desde el primer tercio del siglo XX y nunca nos llaman a un proceso de negociación, porque no tenemos poder político colectivo y la esperanza es que el próximo Congreso sea un paso decisivo para construir eso.
En 2022 hemos vivido el fallo de Causa Justa, tenemos a dos precandidatas presidenciales étnicas, dos cabezas de lista al Senado afro, una cabeza de lista de un movimiento feminista. ¿Tenemos mayor amplitud democrática como mujeres?
Sí creo que se están dando cambios significativos, que se han logrado a través de luchas anteriores. Durante la Asamblea Nacional Constituyente, la Red Mujer y Constituyente, queríamos dar la pelea de la libre opción de maternidad junto a unos asambleístas. Con esto hablábamos de despenalización total del embarazo, métodos anticonceptivos, atención a problemas de fertilidad, etc. La Iglesia dijo que pelearía para que la vida se reconociera desde la concepción. Nosotras decidimos no seguir esa discusión, porque en el futuro no íbamos a tener posibilidades de despenalizar el aborto vía legal. Si hubiera quedado como el planteamiento católico, no estaríamos hablando de lo que pasó el pasado 21 de febrero con la demanda de Causa Justa. Hay un acumulado de luchas que hoy lo estamos viendo. Pasaron 30 años para que fuera efectivo lo que en ese momento estábamos diciendo, que es una libre opción a la maternidad. Creo que sí estamos asistiendo como espectadoras a los efectos de un acumulado de luchas. No solo en el acumulado de lo que representa, por ejemplo, Francia Márquez, sino también del movimiento afro y de mujeres que dentro del establecimiento han peleado derechos.
En 2020, el Congreso aprobó la paridad en el nuevo Código Electoral, la Corte no se ha pronunciado con relación a este, pero se esperaba que en consonancia, como estaba el debate público sobre la paridad en ese momento, los partidos en este 2022 iban a presentar listas paritarias, ¿qué cree que pasó con los partidos, pues las mujeres no son el 50 % de las candidatas?
Lo que pasa es que no hay las condiciones materiales para que esa paridad sea una realidad. Por un lado va la ley y, por el otro, las condiciones materiales. La paridad exige que los partidos seriamente tengan una transformación. Es decir, va más allá de asignar un número en las listas. Se requiere que los liderazgos tengan legitimidad y autoridad dentro de las organizaciones políticas, y eso no se ha logrado, porque no le están dando el mismo apoyo e impulso a la candidata que está al final de la lista que a la cabeza de lista. Además de estas condiciones materiales dentro de los partidos, se requieren unas en términos de cómo se hace campaña y política. O sea, quién cuida a los hijos o a los adultos mayores mientras se está haciendo campaña. Esa es una limitación grandísima que no la discuten las colectividades.
Más: Los partidos se comprometieron a la paridad y no cumplieron.
Eso requiere una reforma política...
Es que la paridad sin reforma política no será efectiva. Los partidos deben creer que las mujeres estamos en la capacidad y contamos con las habilidades y conocimientos para hacer política. Asimismo, la paridad significa que los señores cedan su lugar. Eso es distribución de poder.
¿Qué ha observado de agenda de mujeres y diversidades en las campañas presidenciales?
Están muy pobres. Tienen un planteamiento porque son agendas de moda, pero no hay propuestas serias de transformación. Y eso implica a los partidos. Ninguno ha hablado sobre cómo transformarse para que la paridad sea una realidad. Tampoco los candidatos tienen ideas aterrizadas de cómo cerrar las brechas de la pobreza de las mujeres o qué presupuesto les van a asignar. Todo es muy general. ¿Quieren apoyar económicamente a las mujeres para que creen proyectos productivos? ¿Cuánto dinero les darán? Tampoco hay ningún candidato ni candidata que diga seriamente “voy a hacer una propuesta frente al sistema educativo para que una transformación cultural”. Si desde el sistema educativo no empezamos a transformar esos imaginarios, esos estereotipos de que las mujeres somos un objeto, la situación de nosotras no va a cambiar estructuralmente.
Debo preguntar, ¿qué opinión le mereció lo que dijo Íngrid Betancourt en el debate de la Sergio Arboleda de que hay mujeres “que se hacen violar”, y sus excusas?
Yo parto de creer. Siempre me peleo para que le crean a una, pero me parece que tuvo mucha falta de empatía con las víctimas de violencia y un desconocimiento total a la discusión que vienen haciendo las feministas en Francia sobre la voz pasiva. No me gustan los linchamientos, sí las críticas. Fue muy desafortunada y alguien que quiera llegar a la Presidencia debe estudiar seriamente qué es lo que pasa con las mujeres que han sido violadas o que viven situaciones de violencia.
Durante 40 años, la Casa de la Mujer ha sido protagonista y testigo de la lucha y la conquista de derechos políticos, civiles y económicos de las colombianas de todas las procedencias y todas las edades. Un 8 de marzo de 1982, justamente en una conmemoración del Día de las Mujeres, se le dio vida a esta organización que ha entendido los principios de persistir y resistir ante una realidad tan adversa y de espaldas a la mayoría de la población de Colombia. Estos 40 años se cumplen, justamente, en el marco de unas elecciones, en las que la participación política de las mujeres ha aumentado y se ha diversificado, pero en la que todavía hay retos en cuanto a garantizar dicha participación en términos de igualdad con sus contendores. Olga Amparo Sánchez, directora de la Casa, cuenta cuáles son esos desafíos para quienes llegarán al poder.
Lea: Casa de la Mujer cumple 40 años trabajando por la democracia con enfoque feminista.
¿Qué significan estos 40 años que celebra la Casa de la Mujer?
Significan persistencia, insistencia, resistencia y subvertir mucho al patriarcado en muchos temas. El primer 25 de noviembre del 81 salimos alrededor de 15 mujeres al Planetario Distrital a gritar: “La calle es nuestra, rompamos el silencio”. Nos dijeron locas, brujas y, 40 años después, tenemos leyes que favorecen a las mujeres, en términos de protección, de atención y de sanción. Una cosa es la ley, otra que no se cumpla. Tenemos un instrumento que las mujeres pueden realmente utilizar para demandar sus derechos.
También ha significado mucho dolor y rabia, porque ver a niñas de ocho años violadas y mujeres violentadas hasta la muerte dentro de sus hogares produce dolor, mucha rabia e indignación, que hemos sabido canalizar para seguir trabajando por ellas. Y, sobre todo, ha significado mucha esperanza en el proyecto político y social que ofrece el feminismo.
¿Y cuál es el proyecto político y social que ofrece el feminismo?
No es una postura esencialista, sino desde la realidad. En el feminismo hay un potencial muy grande para contribuir a transformar esta sociedad, sino el mundo. Esta es una propuesta libertaria de todos los seres humanos, de todos los grupos que hemos sido subordinados, es una propuesta que humaniza la vida. Y al humanizar la vida, pues se transforman las realidades de la sociedad.
¿Por qué reivindicar de lo íntimo a lo político, que es el nombre de la celebración de estos 40 años?
El feminismo no transforma solo lo privado, como lo hemos dicho las feministas, sino también lo íntimo, sobre la forma como la sociedad ha construido nuestra subjetividad. Cuando el feminismo irrumpe en la intimidad es muy difícil que una no salga a la calle a gritar que tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo o que tenemos derecho a vivir libres de violencias. Ese es el sentido, de “lo personal es político” a “lo íntimo es político”. Creemos que ahí está el gran potencial de transformación del feminismo, que es contribuir a deconstruir esas identidades y subjetividades que nos ha enseñado el patriarcado, tanto a los hombres como a las mujeres.
¿Cómo se ha transformado el trabajo y la incidencia en estos 40 años de la Casa de la Mujer?
La Casa de la Mujer tiene en su matriz entender que la situación de subordinación y opresión de las mujeres pasa por transformaciones radicales en el modelo económico y en la política. Desde esa perspectiva, nosotras hemos estado vinculadas en los momentos históricos más importantes de estos 40 años, que ha sido la Asamblea Nacional Constituyente, los Acuerdos de Paz o el acompañamiento y los reclamos que hicimos en la masacre del Palacio de Justicia al Gobierno, Ejército y M-19. Yo creo que la incidencia está íntimamente relacionada con los momentos históricos y las realidades de este país, así como con los avances en el conocimiento. Entonces hacer incidencia hace 40 años no se tenía que sacar agenda. Era una relación más cara a cara con los actores políticos. Ahora tienes que hacer una mecánica de aprender a hacer la agenda, cómo la presentas y manejar las redes. Ha ido cambiando en ese sentido y enriqueciéndose. Siempre teniendo como columna vertebral la situación de las mujeres, que debe pasar por ampliar la democracia para este país. Nosotras decimos radicalizar la democracia, por una ciudadanía emancipadora para las mujeres, y por la construcción de la paz vista desde casa, porque la principal guerra que hay en este país contra las mujeres pasa en la casa, y, si esa guerra no se elimina, en este país no va a ser posible hablar de paz.
En voz de una de las feministas del país que ha visto esas transformaciones que se han vivido desde la década de los 80, ¿qué tanto han cambiado las realidades de las mujeres a hoy en día?
Ha cambiado la realidad para ciertos sectores de mujeres. Evidentemente han cambiado unos imaginarios y roles con relación a nosotras. En estos momentos no tenemos los mismos imaginarios que tuvieron mi abuela o mi mamá. En estos 40 años ha mejorado el estatus jurídico de la mujer y hemos avanzado en derechos reconocidos formalmente. El ingreso de las mujeres a las universidades es un cambio muy importante porque fue sacarnos del espacio privado o los aprendizajes que vinculaban a la mujer. También somos más autónomas y eso no quiere decir que todas las mujeres sean feministas por ejercer su autonomía. Hoy podemos hablar de tener una vicepresidenta o presidenta, hace 40 años era impensable. Esto ha mejorado, pero hay grandes colectivos de mujeres que no gozan de estos derechos, como las del Pacífico, que se están muriendo al parir o niñas en La Guajira son desnutrición o campesinas analfabetas. Eso es una vergüenza.
¿Qué podríamos esperar del próximo Congreso para avanzar en derechos de mujeres?
En principio, necesitamos renovar al Congreso y no necesariamente me refiero a que llegue gente joven, sino comprometida con romper las ataduras de las relaciones hegemónicas, de la guerra o del dinero. Otro deseo es que las mujeres avancemos a un poder político colectivo, es decir, que las mujeres de diferentes procedencias lleguen al Congreso y se unan para realizar alianzas estratégicas en favor de nosotras. Ahí podríamos hablar de un verdadero poder político colectivo de las mujeres. ¿Por qué lo digo? Todos los movimientos han sido nombrados: el sindicalista, el obrero, el indígena, el educador, el de las negritudes. Las mujeres llevamos haciendo movimiento desde el primer tercio del siglo XX y nunca nos llaman a un proceso de negociación, porque no tenemos poder político colectivo y la esperanza es que el próximo Congreso sea un paso decisivo para construir eso.
En 2022 hemos vivido el fallo de Causa Justa, tenemos a dos precandidatas presidenciales étnicas, dos cabezas de lista al Senado afro, una cabeza de lista de un movimiento feminista. ¿Tenemos mayor amplitud democrática como mujeres?
Sí creo que se están dando cambios significativos, que se han logrado a través de luchas anteriores. Durante la Asamblea Nacional Constituyente, la Red Mujer y Constituyente, queríamos dar la pelea de la libre opción de maternidad junto a unos asambleístas. Con esto hablábamos de despenalización total del embarazo, métodos anticonceptivos, atención a problemas de fertilidad, etc. La Iglesia dijo que pelearía para que la vida se reconociera desde la concepción. Nosotras decidimos no seguir esa discusión, porque en el futuro no íbamos a tener posibilidades de despenalizar el aborto vía legal. Si hubiera quedado como el planteamiento católico, no estaríamos hablando de lo que pasó el pasado 21 de febrero con la demanda de Causa Justa. Hay un acumulado de luchas que hoy lo estamos viendo. Pasaron 30 años para que fuera efectivo lo que en ese momento estábamos diciendo, que es una libre opción a la maternidad. Creo que sí estamos asistiendo como espectadoras a los efectos de un acumulado de luchas. No solo en el acumulado de lo que representa, por ejemplo, Francia Márquez, sino también del movimiento afro y de mujeres que dentro del establecimiento han peleado derechos.
En 2020, el Congreso aprobó la paridad en el nuevo Código Electoral, la Corte no se ha pronunciado con relación a este, pero se esperaba que en consonancia, como estaba el debate público sobre la paridad en ese momento, los partidos en este 2022 iban a presentar listas paritarias, ¿qué cree que pasó con los partidos, pues las mujeres no son el 50 % de las candidatas?
Lo que pasa es que no hay las condiciones materiales para que esa paridad sea una realidad. Por un lado va la ley y, por el otro, las condiciones materiales. La paridad exige que los partidos seriamente tengan una transformación. Es decir, va más allá de asignar un número en las listas. Se requiere que los liderazgos tengan legitimidad y autoridad dentro de las organizaciones políticas, y eso no se ha logrado, porque no le están dando el mismo apoyo e impulso a la candidata que está al final de la lista que a la cabeza de lista. Además de estas condiciones materiales dentro de los partidos, se requieren unas en términos de cómo se hace campaña y política. O sea, quién cuida a los hijos o a los adultos mayores mientras se está haciendo campaña. Esa es una limitación grandísima que no la discuten las colectividades.
Más: Los partidos se comprometieron a la paridad y no cumplieron.
Eso requiere una reforma política...
Es que la paridad sin reforma política no será efectiva. Los partidos deben creer que las mujeres estamos en la capacidad y contamos con las habilidades y conocimientos para hacer política. Asimismo, la paridad significa que los señores cedan su lugar. Eso es distribución de poder.
¿Qué ha observado de agenda de mujeres y diversidades en las campañas presidenciales?
Están muy pobres. Tienen un planteamiento porque son agendas de moda, pero no hay propuestas serias de transformación. Y eso implica a los partidos. Ninguno ha hablado sobre cómo transformarse para que la paridad sea una realidad. Tampoco los candidatos tienen ideas aterrizadas de cómo cerrar las brechas de la pobreza de las mujeres o qué presupuesto les van a asignar. Todo es muy general. ¿Quieren apoyar económicamente a las mujeres para que creen proyectos productivos? ¿Cuánto dinero les darán? Tampoco hay ningún candidato ni candidata que diga seriamente “voy a hacer una propuesta frente al sistema educativo para que una transformación cultural”. Si desde el sistema educativo no empezamos a transformar esos imaginarios, esos estereotipos de que las mujeres somos un objeto, la situación de nosotras no va a cambiar estructuralmente.
Debo preguntar, ¿qué opinión le mereció lo que dijo Íngrid Betancourt en el debate de la Sergio Arboleda de que hay mujeres “que se hacen violar”, y sus excusas?
Yo parto de creer. Siempre me peleo para que le crean a una, pero me parece que tuvo mucha falta de empatía con las víctimas de violencia y un desconocimiento total a la discusión que vienen haciendo las feministas en Francia sobre la voz pasiva. No me gustan los linchamientos, sí las críticas. Fue muy desafortunada y alguien que quiera llegar a la Presidencia debe estudiar seriamente qué es lo que pasa con las mujeres que han sido violadas o que viven situaciones de violencia.