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Rodolfo Hernández Suárez, el candidato a la presidencia de La Liga de Gobernantes Anticorrupción —quien ha sorprendido por su repunte en las últimas encuestas— es calificado por muchos como “el Donald Trump colombiano”, pues se asemeja en su carácter, estilo de cabello y la inusual pasión que entremezcla los negocios con la política.
Nacido en 1945 en el municipio de Piedecuesta (Santander), Hernández es reconocido por sus negocios en el sector inmobiliario, los cuales surgieron tras su formación como ingeniero en la Universidad Nacional y sobre los terrenos del trapiche de su mamá (quien anteriormente tenía una fábrica de tabaco llamada Montecarlo).
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Según lo descrito en La Silla Vacía, por la década del 70 dos comerciantes de Zapatoca ( Abelardo Serrano Tello y Guillermo Gómez) que vivían en Piedecuesta le propusieron a Hernández el negocio de construir cinco casas. Ellos pondrían el capital y el ingeniero el trabajo. En el 72 se casó con Socorro Oliveros y ese mismo año fundaron la Constructora Hernández, Gómez y Serrano. “Nos quedó utilidad de 60 mil pesos, como 200 millones hoy. ¡Eso era cocaína!”, cita al candidato el medio de comunicación.
Hoy esta empresa es conocida como Constructora HG (la ‘H’ por Hernández y la ‘G’ por Gómez, quien falleció y el ingeniero decidió conservarla a modo de homenaje. El apellido “Serrano” desapareció un año después de la fundación, pues Abelardo decidió retirarse a causa de un pleito.
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Según información contenida en el Registro Único Empresarial y Social (RUES), bajo el nombre de Constructora HG aparecen empresas en Pasto, Peñol, Bogotá, Medellín, Barranquilla, Villavicencio, Tolú y, por supuesto, Bucaramanga. A nombre de su esposa, quien es la encargada de gerenciar esta firma, también aparecen empresas (con registro mercantil cancelado) relacionadas a actividades inmobiliarias y comercio al por menor de alimentos (víveres en general), bebidas (alcohólicas y no alcohólicas) y tabaco.
Se estima que en la actualidad Hernández ha estado detrás de la construcción de casi unas 20.000 unidades de vivienda en el país y, según La Silla Vacía, los activos de estas empresas superan los $119.000 millones y con utilidades de unos $17.000 millones.
En coyuntura con el negocio de la Construcción, HG también presta servicios inmobiliarios y de inversiones (créditos hipotecarios). De hecho, se cree que esta última línea de negocio fue la que catapultó a Hernández en la década de 1990 con la conocida crisis de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC, que no solo frustró el sueño de tener casa propia a millones de personas, sino que llevó al suicidio a unas 2.000, según estimaciones de la asociación Anupac).
Básicamente, Hernández vio en este problema una oportunidad, pues comenzó a notar que la mayoría de las personas no podían pagar sus casas (por las elevadas tasas de interés en el sistema bancario tradicional), por lo que creó un sistema de financiación llamado Plan 100, que consistía en créditos hipotecarios a 100 cuotas.
En entrevista con Revista Semana, Hernández dijo que su capital es de US$100 millones (casi $400.000 millones) y que tributa cerca de $20 millones de pesos cada día (incluyendo sábados y domingos) por lo que sus impuestos al año superan los $7.000 millones.
Con tanta cifra, no sorprende por qué el candidato aseguró días atrás que, de resultar electo, donaría todo su sueldo.
Ahora con el apoyo de Ingrid Betancourt, el ingeniero aspira a ocupar la Casa de Nariño, esto en medio de una investigación en su contra sobre un supuesto caso de corrupción durante su administración en Bucaramanga. “Yo no me robé un peso, al contrario, saqué el nido de ratas de la alcaldía”, se defiende Hernández.
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Según la información reportada en Cuentas Claras, la campaña del ingeniero ha tenido una financiación por más de $4.137 millones, de los cuales $4.000 han provenido de créditos del sector financiero. Sus gastos, de momento, se acercan a los $3.000 millones.
Fortuna y, ahora, poder. ¿Qué tan buena puede resultar esta combinación para Rodolfo Hernández y para el país?
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