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“En Colombia no hay fraude (…) no se puede hacer fraude porque intervienen muchos actores y las inconsistencias se han evidenciado”. De esta forma, el registrador Alexánder Vega rompió en la noche del jueves su silencio de tres días frente a las alarmas por un supuesto fraude electoral al encontrarse que la lista más votada al Senado, la del Pacto Histórico, no aparecía con votos en el 25 % de las mesas en el país. El funcionario dejó pasar un tiempo sin hacer referencia al tema y las narrativas de irregularidades electorales aumentaron por montones. No solo la izquierda, también en la derecha comenzaron a reportar supuestos faltantes de votos. No faltó quien pidiera su renuncia, a lo que respondió: “No hay motivo para salir del cargo, hemos dado todas las garantías”.
Vega ha sido el gran señalado en el eco de desconfianza que se ha posado sobre las elecciones de 2022, tanto las que ya pasaron como las que se avecinan, las presidenciales de mayo. No solo fueron las dudas en el preconteo, varias etapas han sido las cuestionadas por el papel que han cumplido él y su Registraduría, que autodenominó “la del siglo XXI”. El subcoordinador del observatorio jurídico de la MOE, Danilo Sepúlveda, al hacer un balance de la labor de la entidad, señala que desde 2007 se había evidenciado una apertura progresiva al acceso a la información, que “permitía una veeduría y un seguimiento a los procesos electorales”, lo cual ha cambiado desde que asumió Vega. Incluso, este se habría escudado en el aumento de plazos para responder a los derechos de petición. Algo que, para la MOE, no tiene sentido cuando el calendario electoral es reducido y sigue corriendo.
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En la misma veeduría han cuestionado todos los problemas que hubo en la reciente inscripción de cédulas: “No hubo claridad y hubo muchos que no pudieron hacer verificación, y esa inscripción no queda en firme. En algunos casos se cambiaron puestos y la gente no tenía conocimiento de manera previa”. En este punto, la Fundación Karisma, en voz de Pilar Sáenz, considera que la Registraduría ha hecho una implementación tecnológica con “muchísima improvisación”, evidenciada en la inscripción de cédulas. Para Sáenz, no tiene sentido que, solo 15 días antes de las elecciones, Vega saliera a decir que más de 300.000 personas se quedaron sin inscripción en un nuevo punto por la falta de la verificación biométrica: “300.000 personas son mucha gente”.
Dichas fallas pasan inadvertidas cuando se comparan con el escándalo por la supuesta pérdida de votos del Pacto Histórico. Lo más probable es que no se trate de un fraude, sino de una deficiencia en el diseño del formulario E-14. Esto tampoco es un asunto menor, porque habrían sido varias las alertas a la Registraduría de que dejar al Pacto Histórico como una especie de pie de página se iba a prestar para malos entendidos. “Es cierto que en la última reunión de seguimiento estuvo la representante del Pacto Histórico exponiendo este problema de diseño y señaló lo que podía ocurrir. Finalmente, pasó”, comentó a este diario José Antonio de Gabriel, jefe adjunto de la Misión de Observación Electoral (MOE) de la Unión Europea.
La MOE en Colombia igualmente fue crítica en este punto, pues se habían hecho las advertencias. Según Sepúlveda, no solo en este tema la Registraduría de Vega hizo oídos sordos, también cuando se le pidió mayor pedagogía sobre las curules de paz: “No atendieron esas recomendaciones y estamos viendo lo que pasó”. Los espacios de seguimiento habrían sido ignorados parcialmente por el ente electoral. Se presentaron varias observaciones “que no fueron totalmente advertidas”. Organizaciones que pidieron no identificarse hablaron de un dejo de “orgullo” en Vega que hizo que no respondiera a las solicitudes de cambio de diseño, que saliera tarde a dar la cara ante los señalamientos de fraude y que sus declaraciones empeoraran el ambiente.
Por otro lado, el jueves, Alexánder Vega aseguró que el tema del E-14 se salía de sus manos, debido a que por ley se exige que sean las tres copias que hoy hay y la ubicación de los partidos y diseño es de forma aleatoria y decidida por una máquina. A pesar de esta negación de responsabilidades, Juliana Uribe, de la organización Movilizatorio, aseguró que el daño está hecho, pues lo ocurrido en estos días “desmotiva la participación y genera desconfianza hacia la Registraduría y las instituciones en general”. Es por esto que la petición que se hace es que haya un reconteo completo, para dotar nuevamente de confianza las elecciones y enviar el mensaje de “todo voto cuenta”. Y se cree que la única salida es la renuncia de Vega.
Una aplicación tecnológica con “muchísima improvisación”
Desde Karisma han cuestionado en gran manera la forma en la que la Registraduría ha llevado a cabo el tema tecnológico. Por ejemplo, ha habido fallas en “inscripción de cédulas, verificación de la inscripción de cédulas, y no se pudo usar la aplicación de delegados”, y en todos estos casos no ha habido explicaciones, ni por la Registraduría ni por la empresa que debía auditar los contratos para estas aplicaciones. Pilar Sáenz toca un tema que hasta el momento habría pasado inadvertido. El domingo no solo falló el sistema de Infovotantes, sino que tampoco habría funcionado una aplicación de delegados, tema que no tuvo relevancia, pues la ciudadanía en general no sabía de su existencia.
Sin embargo, las mayores reservas están en el tema del software de escrutinio nacional, hecho por Indra. Hasta este viernes fue entregada su versión final y, según Sáenz, esta tampoco es, pues aún debe pasar por simulacros que permitan ajustar posibles fallas. “No hay un software final. Todavía faltan pruebas y pues hasta ahora se va a hacer la última parte para saber que quedó bien”, aseguró la experta de Karisma, que agregó que no hay auditoría alguna del programa debido a que en un primer momento se dijo que la haría la Universidad Nacional, después se corrigió a que lo haría la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) y ahora se ha dicho que ninguna entidad ha podido realizarlo. “Es altamente irregular que el software no esté terminado y que no se haya revisado”, concluyó.
Así vivieron la jornada los jurados
Ciudadanos que fungieron como jurados en las mesas de votación denunciaron y confesaron irregularidades cometidas en las urnas, como fue la impactante declaración de Suani Lefevre Bessudo, nieto del dueño de Aviatur, Jean Claude Bessudo, de haber cometido delitos electorales adrede. Con ese tufillo en el aire, candidatos de todos los partidos encendieron las críticas por votos perdidos y luego recuperados en el escrutinio.
A la par que los cuestionamientos fueron creciendo, las misiones de observación electoral afirmaron que aún es muy temprano para asegurar que hubo fraude, porque el preconteo es un paso que se realiza por parte de ciudadanos, que pueden cometer errores, como señaló la MOE. Y es imposible negar que lo que sí tuvo lugar en las urnas fueron cadenas de errores que iniciaron desde la propia Registraduría y que bien se pudieron replicar en gran parte de los 727.823 jurados de votación y los 77.164 remanentes. Al menos eso pudo constatar El Espectador gracias a testimonios de quienes ejercieron esta labor y que, con sus palabras, dejaron en entredicho tanto la gestión de Vega como la idea de que su Registraduría es la del siglo XXI.
Elecciones precarias
Jenny Giraldo fue jurado de votación en la mesa 26 ubicada en el colegio salesiano El Sufragio, que queda en el Parque de Boston, en Medellín. Es la segunda ocasión en que ha sido llamada a esta labor. Su conclusión de la jornada del domingo pasado es que ocurrieron “una sumatoria de pequeños detalles que, juntos, ayudan a que el proceso sea muy precario”. Con varias anécdotas ilustró muchos de los errores mencionados por la directora de la MOE en el preconteo, en etapas incluso anteriores como la capacitación que la Registraduría les hizo y refiriéndose a la actitud de los jurados. “Puede que no sean fraudes intencionales, pero sí es claro que la forma de hacerlas se presta muy fácil para hacerlos”.
“A mí me gusta el ejercicio de ser jurado de votación. En la capacitación fue una sorpresa ver la cantidad de gente muy joven, era como estar en un salón universitario. A mí las instrucciones me parecieron claras, pero creo que también estas tuvieron ciertas repercusiones el día de las elecciones. Por ejemplo, como la mesa era tan pequeña y en la capacitación nos hicieron énfasis en que solo podíamos entregar el tarjetón de la consulta si nos lo pedían, esas papeletas las guardamos en el interior del pupitre hasta que nos los solicitaran. Una chica de la Registraduría dijo que debían estar visibles, con las caras de los candidatos hacia arriba, pero eso fue hacia las 3:00 de la tarde”, relató Giraldo, asumiendo que su mesa lo podía hacer por la regla dispuesta en la capacitación de no sesgar a los votantes.
Además de esto, contó que en la capacitación le recomendaron no hacer asteriscos en los espacios vacíos del E-14, sino rayas contundentes que atravesaran todo el cuadro. “Esto lo aconsejaron porque la persona encargada de hacerlo podía cansarse en algún momento, entonces argumentaron que el asterisco se iba a volver un mamarracho y se podía prestar para confusiones. Optamos hacer rayas, pero creo que en últimas debimos hacer los asteriscos y que la advertencia no podía enfocarse en el cansancio, sino en instruirnos con otras soluciones, como turnarnos esta labor o algo que no se prestara para un fraude”.
Giraldo observó que en la mesa de votación que le tocó preponderaron los jurados jóvenes que “no tenían ni idea, que nunca lo habían hecho, que no se atrevían a preguntar”. “La primera irresponsabilidad de la Registraduría está en ese cambio tan drástico de los jurados. Por fortuna vi a tiempo que una de mis compañeras de mesa estaba contando los votos del Nuevo Liberalismo en el montoncito del Partido Liberal. Esto pasó cuando estábamos separando los votos por partido, antes de llenar los E-14, y tuvimos que contar nuevamente. Pero si en una mesa pasó eso y nadie lo vio, pues esos tarjetones se pudieron contar para el Partido Liberal sin ningún problema”.
Esa misma sensación le quedó a Luisa María López, politóloga y quien fue jurado en la mesa 30 de la institución educativa CEFA, también en Medellín. López trabajó en la Registraduría en otros procesos electorales y, después de los comicios de este 13 de marzo, asintió en la repercusión que tuvo en el preconteo la participación de personas que asistían por primera vez como jurados.
“En mi mesa hubo una chica que no fue a la capacitación porque no era obligatorio. Era su primera vez como jurado y siento que ahí faltó rigurosidad. Hubo dos momentos complejos donde se evidenció la inexperiencia: uno, cuando una señora llegó pidiendo el tarjetón de las curules de víctimas y nadie más que yo (por mi profesión) tenía información de eso en la mesa. Ese tema ni siquiera se trató a profundidad, nunca se explicó en qué regiones. Otro momento fue cuando una jurado muy joven, que además era la primera vez que iba a votar, estaba contando doblemente los votos en las listas preferentes. Es decir, contó los votos de los candidatos y además los sumó al partido. Hubo que parar y explicarle que así no era, pero hablando con otros jurados eso se repitió mucho”.
La experiencia de Paola Milena Bautista fue un poco distinta. Ella fue jurado en la mesa 28 del colegio Julio Flórez en Pontevedra, en Bogotá. “La capacitación fue terrible, rápida y uno ni entendió. Tocó luego revisar la información que mandaban al correo. Y como jurado me fue peor. La Registraduría y la Procuraduría no se ponían de acuerdo con las indicaciones: la primera decía que se le podía dar certificado de asistencia a quien solo venía a votar la consulta y la segunda decía que el certificado solo se le debía dar a quien votara Cámara y Senado. Menos mal no se nos presentó el caso, pues no hubiéramos sabido qué hacer”, contó.
Explicó que hubo una irregularidad en el preconteo: “Alguien diferente nos decía que los formularios los llenáramos con rayas, otros con asteriscos, otros que los dejáramos sin nada. Finalmente, en Senado hubo más votos totales que en Cámara, entonces una chica de la Registraduría nos pidió que ajustáramos para que quedaran con la misma cantidad de votos. Era una diferencia como de 35 votos, entonces las repartimos entre diferentes partidos”. Otra fuente que solicitó resguardar su nombre narró que fue jurado en el coliseo Cayetaño Cañizares, en Kennedy, Bogotá. Su testimonio evidencia nuevamente las inconsistencias en el proceso electoral y la falta de conocimiento de los jurados de votación.
"Tres de los seis jurados no habían participado en las elecciones y cuando les hacíamos preguntas a la gente de la Registraduría nos decían que 'muy buena pregunta', pero no sabían responder. La Procuraduría regañó a mi mesa porque no sabíamos que no podíamos ofrecer la consulta, por ejemplo. Yo me equivoqué al contar un voto menos de total real para la circunscripción indígena y en el E-14 no se puede corregir, solo se puede escribir comentarios. Uno como jurado, si la embarra, suerte", resaltó, añadiendo que su deseo y el de sus compañeros era terminar la jornada e irse para su casa lo más pronto posible.
Juliana Villalobos estuvo como jurado en el puesto 2 del colegio Piloto, ubicado en el barrio Fátima de la localidad de Tunjuelito, en Bogotá. Su primera referencia de esta misión fue que la capacitación se la dieron “personas que estaban muy cansados” y que por eso la explicación que inicialmente era de dos horas terminó durando menos de hora y media. “Se saltaron muchos videos y no es comparable hacer un ejercicio con 10 papeletas a hacerlo con 200”.
Villalobos, quien hizo la capacitación junto a muchos estudiantes, manifestó que lo más irónico es que el domingo, cuando les hacían alguna pregunta a los funcionarios y contratistas de la Registraduría, “contestaban muy feo y decían que si era que no nos habían capacitado”. Entre quejas por el horario extenso, porque los baños no tenían ni papel higiénico y no había primeros auxilios, coincidió en que el tema del conteo se hizo bajo mucha presión, lo que sin duda derivó en errores no intencionales.
“Fueron cuatro horas contando votos. Tocaba hacer reconteo porque no coincidían los números. Los formularios eran confusos y mucha gente hacía las cosas rápido, incluso muchos por salir de paso y eso se vuelve una bola de nieve. Mucha gente dice que hubo fraude, que hay números tachados, pero es porque hay errores al contar. El proceso es tan mecánico que es muy difícil garantizar que todo esté bien. Al otro día uno debe trabajar como si nada, y a muchos poco les importa si repisan los números o no”.
Daniela Méndez también fue jurado en el Colegio Piloto y, asimismo, su primera dolor de cabeza como jurado fue en la capacitación que, contó, se llevó a cabo en una sola sesión que duró dos horas, y que además se hizo un mes antes de las elecciones. “Ponen un video con el manejo de los formatos y ya”, comentó. Un poco más grave, dijo, fue el desarrollo de una jornada larga que empezó a las 6:30 am y en la que “ni siquiera daban un vaso de agua. A otros funcionarios sí les llevaban refrigerio y hasta almuerzo”, narró.
Pero sin duda el mayor problema llegó a la hora de llenar los formatos, una labor que describe como “bastante tediosa” pues eran paquetes de mínimo 100 hojas, en donde estaba cada partido, que tenía del número 1 al 100, y luego otros subnúmeros. “Eran unos formatos muy grandes; tocaba sumarlos y pasarlos a otro formato, que era casi lo mismo”, manifestó, y como recomendación sugirió que esta labor debería tener una compensación económica. “Así quizás la gente lo haga con más actitud. O podrían hacer una convocatoria para quienes quieran ser jurados”.
Los reparos sobre los muchos vacíos que quedaron tras la capacitación son una constante. También le ocurrió a Laura Valencia, jurado de votación en el barrio Juan Pablo II de Ciudad Bolívar, en Bogotá, quien consideró que tuvo una “capacitación exprés”. “No se escuchaba lo que decían, solo duró unas dos horas, con 10 minutos de práctica en una mesa con cartones didácticos. Esto podría ser mucho más organizado y hacerlo por salones o cubículos, porque hay tanto ruido que ni se entiende lo que dicen. Al final hicimos un simulacro, pero el conteo de los votos fue totalmente diferente a lo que nos habían dicho”, mencionó.
Según Valencia, en la capacitación no les explicaron en detalle las muchas posibilidades que podían presentarse con los formularios E-14 y el total de las casillas. “Ya en la práctica nos cambiaron las cosas en esa cartilla infinitamente grande. La capacitación fue una pérdida de tiempo, nos pusieron a hacer cosas innecesarias y se contradijeron entre ellos mismos”.
Todo eso sin contar que al no ser un puesto de votación grande, estuvieron en carpas y ese día llovió en Bogotá. “Donde estaba la carpa se entró el agua. Nos tocó poner las cajas encima de las mesas y hubo mucha aglomeración. En general creo que existe mucho desorden. Una cosa es lo que indican en la capacitación y otra en el conteo”, añadió.
Todos estos episodios, resumió Jenny Giraldo, se constituyen poco a poco en equivocaciones de seres humanos que sienten que están perdiendo tiempo de su día de descanso mientras ejercen como jurados de votación, pero también de un sistema con incongruencias que no se ha adaptado a las dinámicas propias de las elecciones. “A nosotros se nos perdieron dos lapiceros y desde la Registraduría nos dijeron que no había de repuesto. En la Registraduría del siglo XXI, en la que además no hay voto electrónico, no hay lapiceros de repuesto. Esa precariedad se presta para cualquier tipo de trampa en el diligenciamiento de un formulario, en el reconteo, en manipular un formulario que puede mágicamente desaparecer”, concluyó.