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Con su particular voz serena, pero contundente, el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, abordó la renuncia reciente del comisionado Carlos Guillermo Ospina, mayor en retiro del Ejército. En el marco de esa coyuntura, que en cierta medida ensombreció el Informe Final de la verdad histórica que entregará el 28 de junio esta entidad, De Roux habló de las preocupaciones de la Comisión, que van más allá del episodio sobre las razones de salida de Ospina.
(Contexto: Mayor Carlos Ospina, comisionado de la Verdad, renuncia a su cargo)
De entrada, De Roux enfatizó en que los 10 comisionados que conforman el pleno que dirige el Informe Final no hacen parte de ningún partido político y tampoco están participando en la campaña presidencial desde ninguna orilla, palabras que contrarian las afirmaciones del mayor Ospina, quien en una entrevista aseveró que el Informe Final sí intentaría interferir con la política, durante esta carrera electoral, por cómo sería presentada la verdad en dicho documento.
“Nosotros no tenemos nada que ver con la campaña política. El informe se lo entregaremos a quien quede finalmente como presidente, sea ‘Fico’, sea Petro o el que sea. Hemos decidido no meternos en la campaña para mantenernos en nuestra profunda tarea. Por ninguna razón nos dejaremos meter en la campaña política, por ningún espectáculo de los medios, ni de nadie, porque la responsabilidad de la Comisión es muy grande”, insistió.
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Bajo ese contexto, De Roux reiteró que los antecedentes de los y las comisionadas no corresponden a la militancia política, sino a la academia, al periodismo, a la defensa de los derechos humanos y de la paz, argumento que, de alguna manera, respondía al argumento del mayor Ospina, pues este manifestó que se sintió señalado y estigmatizado al interior del pleno del que hizo parte. “Han dicho que yo soy parte de un complot, que yo entré a la Comisión a hacer inteligencia, que yo quiero dañarla y que estoy haciendo un informe que es un contrainforme, porque mi verdad es diferente a la que presentan ellos” expresó en días pasados.
De hecho, para darle fuerza a su visión del asunto, el padre Francisco de Roux recordó que a los comisionados los escogió un triunvirato de tres magistrados internacionales, uno nacional, y una científica. “[Ellos] no tenían que ver nada con Santos y con los hombres de las Farc. Se hizo un esfuerzo para que fuera un comité independiente”, agregó.
De Roux aclaró dos aspectos más que mencionó el comisionado saliente Carlos Guillermo Ospina. El primero trata de la afirmación de Ospina sobre el abandono en el que habría dejado la Comisión de la Verdad a uno de sus colaboradores. “Hablamos con el muchacho que él dijo que no protegimos y [fue] todo lo contrario. Y hemos hablado con muchos militares, en la perspectiva de que no estamos contentos con el sistema de seguridad que hay en Colombia. Hay seguridad para la propiedad privada, máxima seguridad para la máxima propiedad, pero vaya a Bojayá”, exclamó, preguntándose por el enfoque de protección que ha habido en Colombia.
En esa línea, trató de dar claridad sobre un segundo punto: la visión de la Comisión de la Verdad sobre la Fuerza Pública. Nosotros estamos en la misma orilla del Ejército, nos importa la seguridad de los colombianos. Pero, como lo hemos hecho, no funciona. tenemos más de 10 millones de victimas. La seguridad es de todos, pero no consiste en armas porque estas no nos dieron seguridad”, afirmó.
El fondo del asunto
Para el presidente de la Comisión, las opiniones que suscitó la renuncia de Carlos Ospina, por ser el único militar en el pleno, y sus argumentos sobre el trabajo de la entidad, son un reflejo de que el país sigue en modo guerra. Y no porque la Comisión de la Verdad no pueda ser cuestionada, pues al realizar un trabajo estatal está sujeta a la veeduría ciudadana. El argumento de De Roux para enfatizar en este asunto obedece a que, durante décadas enteras, la atención ha estado en asuntos que podrían calificarse menores, en comparación con las afectaciones estruendosas del conflicto interno para que este siga existiendo sin que el país se inmute por la realidad, en vez de que, como sociedad, Colombia entera decida ahondar en las causas estructurales que todavía hoy sostienen los enfrentamientos.
“La mayoría de las personas que murieron en la guerra fueron personas pobres. Campesinos, indígenas, afros, mujeres del pueblo. Esta sociedad, simbólicamente, comunicativamente, pedagógicamente, políticamente, sigue en guerra. Ese efecto simbólico se traslada en asesinatos a los territorios”, resaltó el padre Francisco de Roux.
En ese sentido, declaró sin nombrar al comisionado saliente que esa separación de Ospina de su papel de comisionado de la Verdad por diferencias con sus compañeros , “es un reflejo de que seguimos en los montajes, en los impactos, cosas que nos mantienen en el modo guerra”.
“Colombia tiene que salir de ahí y si no, difícilmente podríamos hablar de que vamos a construir juntos, en la diferencia. Es una brutalidad que nos matemos por pensar distinto. Esa es la gran preocupación de la Comisión y a nosotros nos importa poder hablarle a este país desde el dolor profundo en el que nosotros estamos”, manifestó, recalcando en que más allá de la polémica con Ospina, en juego está la historia sobre la tragedia colombiana, las más de 10 millones de víctimas y la continuación de la crisis humanitaria.
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“Colombia ha matado por no reaccionar. Esa es la gran preocupación y por eso cosas como las que han pasado estos días nos parecen tan pequeñas y por eso no les damos importancia”, explicó Francisco de Roux. Su reflexión fue mucho más profunda y está dada con una clave a la hora de conocer el Informe Final que seguramente desatará una conversación difícil, pero necesaria como país. Por ejemplo, recordó cómo el país siguió funcionando entre 1996 y 2008, a pesar de las tragedias que vivían miles de colombianos fueron televisadas, cómo la gente siguió su vida entre 2003 y 2004 mientras la historia de las ejecuciones extrajudiciales empezó a hacer eco, cómo el país no paró a pesar de que la vida se le escurrió de entre las manos a más de ocho millones de desplazados y a los miles de campesinos a los que les fueron arrebatadas más de siete millones de hectáreas.
“¿Dónde estábamos nosotros? La dignidad de los colombianos se estaba haciendo pedazos. Mientras pasaban estas cosas, las universidades seguían dando clases, los comerciantes seguían vendiendo, los curas seguíamos dando misa. Y el país cada vez más era un río de sangre. El paramilitarismo fue un entramado en el que participaron civiles, Ejército, Estado y empresarios. Eso lo sabía Colombia y se estaba haciendo muy duro en unos años. ¿Por qué Colombia no reaccionó? ¿Por qué lo dejamos pasar como si no tuviera que ver con nosotros? Solo [se enfocaron en] hacer el negocio de la prensa, manejar la noticia para crear impacto, pero no para poner cara y decir que se paraban los periódicos hasta que estas cosas se acabaran en el país. Eso no lo hicimos. La crisis humanitaria en Colombia es vista en el mundo como una de las cosas más graves que han pasado”, fueron las cuestiones que dejó abiertas.
Con ellas, entre líneas Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, puso la mirada en lo que pasará una vez se conozca el Informe Final: “De ninguna manera es para que Colombia se divida, para señalarnos, para decir que el otro es el malo. Es para que comprendamos lo que nos ha pasado como pueblo, nos toca mostrar responsabilidades históricas, políticas, éticas. Lo vamos a hacer, pero no lo hacemos para señalar, dividir, sino para decir que construyamos esto juntos. Si no lo hacemos juntos no es posible”.
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