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Normalmente el cierre de sesiones del Congreso es agitado y a contrarreloj. En la última semana, antes del receso de junio, hay jornadas maratónicas y las plenarias son de al menos ocho horas y hasta la medianoche. La intención es depurar una agenda represada con importantes proyectos que se pueden hundir ante la típica demora del Poder Legislativo. Asimismo, son varias las veces que el Gobierno ha querido pasar una iniciativa de último momento y las labores del Congreso se tienen que extender al máximo, incluso para sesiones extraordinarias. Pero todo parece indicar que no será así para el último semestre del período 2018-2022. Esta ha sido la última semana más calmada del cuatrienio y es una muestra del pausado ritmo que hubo durante este semestre, en el que la labor legislativa quedó eclipsada por el debate electoral.
Como cada año electoral, el Congreso tuvo que enfrentar el comienzo de sesiones justo unos días después de las elecciones legislativas y en los meses en los que se desarrolla la elección presidencial, lo que varios han señalado como una de las explicaciones del reducido trabajo legislativo, tanto en comisiones como en plenarias.Al comparar la cantidad de sesiones del pleno de ambas corporaciones entre el primer semestre de 2021 y el de 2022, se evidencia una clara disminución. En el caso de Senado, se pasó de 19 sesiones a solo 15. Y en Cámara, la reducción fue más abrupta: de 36 sesiones a 23. Puede que la cantidad de plenarias realizadas no sea tan diciente, por lo que se debe entrar a ver la cantidad de horas sesionadas. En el caso de la corporación presidida por Juan Diego Gómez, hubo una disminución de más del 50%: de 107 horas a casi 49. Por los lados de las plenarias de Cámara, la reducción en tiempo trabajado fue de 61%: en 2021 se sesionaron 261 horas, mientras que en 2022 se bajó a 103.
El decrecimiento de sesiones también significó la casi desaparición del control político. Mientras que en 2021, en Cámara, hubo cada semana una sesión para esta labor, en este semestre de 2022 se limitó al debate de moción de censura en contra del ministro de Defensa, Diego Molano, por el operativo en Putumayo en el que murieron varios civiles, y uno sobre el transporte en el país. En el caso de Senado, se embolató el debate de control político en contra del mismo ministro y al final la oposición no pudo lograr llamarlo para que rindiera cuentas por la extradición de Otoniel y otros temas relacionados con el Clan del Golfo. Para varios consultados, el tema electoral copó la agenda y desplazó algunas de las labores que legalmente tiene la rama legislativa.
Desde las mesas directivas tratan de dar una explicación sobre lo evidente. El secretario Gregorio Eljach dijo que este semestre “se juntan varias circunstancias”. Según él, los segundos semestres de legislaturas son menos movidos que los primeros. Además, es el último semestre de cuatro años de legislatura, lo que implica que solo se discute “lo que viene quedando de años anteriores”. Asimismo, aseguró que aún se siguen sintiendo los efectos de la pandemia: “Desde que comenzó hubo muchas alteraciones en la forma en la que se trabajaba. Los cambios dramáticos que hubo en estos años afectan el balance final”. El secretario reconoció que efectivamente las elecciones tienden a afectar al Congreso, porque “como dirigentes políticos tienen que atender esa parte”.
Esta combinación enunciada por Eljach, sobre todo en el énfasis electoral, hace que muchos senadores y representantes concuerden en que este ha sido un “semestre muerto”. Para el representante Gabriel Santos, que salió quemado en la elección legislativa, esta es la mejor descripción de lo vivido entre el 16 de marzo y el 17 de junio. “No está pasando nada trascendental. Las campañas toman preponderancia y hay pocas sesiones, poco control político”, expresó Santos, que señaló que el asunto presidencial hace que los más involucrados tengan otras obligaciones por fuera del Congreso. En este punto reconoció que también pasa por una desmotivación de los que no regresarán el 20 de julio: “No hay interés en mover una agenda, porque muchos ya no volveremos al Congreso”.
Otros de los consultados hablan que el bajón en el ritmo viene desde el Gobierno, que decidió no impulsar su agenda ante el eventual cierre de Congreso y de su administración. Destacan entre los proyectos a los que les metió la ficha el Ejecutivo el de empalme, que resultó hundido, y el de la repartición de las curules de paz. También figura el de elevar a ley el decreto de la justicia virtual, pero su trámite fue más demorado de lo esperado y fue aprobado justo después de que acabara la vigencia de la ordenanza que introdujo la virtualidad en la justicia. “No creo que la explicación de las ausencias sea la campaña. Los incentivos se acaban. Se pierde empuje y el Gobierno se queda sin fuerzas”, expresó un representante que pidió guardar su identidad.
En Senado igual hubo posiciones similares frente a la disminución de las actividades, aunque allí reconocen que “buena parte de los congresistas ocupan su tiempo en la actividad de campaña”, comentó el senador Antonio Sanguino, que añadió que algunos tienen responsabilidades electorales y otros son propiamente candidatos. “Es un cierre bastante desafortunado o muy poco sensible con las urgencias del país”, expresó el senador, que criticó la dilatación de proyectos relevantes, como la ratificación el Acuerdo de Escazú. Sanguino y otros consultados destacaron que se perdieron tres semanas de sesiones en el Senado por la elección de la segunda vicepresidencia al principio de la legislatura. “Por dilatar el nombramiento, no convocaron las primeras tres semanas. Luego dos semanas en el debate de ese tema”, comentó el senador Gustavo Bolívar.
Gustavo Bolívar (Pacto Histórico) aseveró que se dejaron de programar los proyectos de la oposición y hasta se dio libre la semana previa a las elecciones, “el semestre fue perdido completamente”. El fin de las sesiones mixtas, un supuesto intento por afectar la campaña de Gustavo Petro, hizo que muchas veces no se pudieran continuar las discusiones por falta de quórum, por inasistencia de algunos o porque se iban antes de finalizar la sesión. La senadora Esperanza Andrade fue enfática en el tema de la dificultad de construir quórum, pues se notaban “las ausencias de varios senadores, que contestaban a lista y al rato se iban”.
En este punto, varios del sector oficialista han señalado a Gustavo Petro y a cercanos al Pacto Histórico. Supuestamente cumplían con el llamado a lista y luego se iban. “Una serie de senadores muy cercanos que están trabajando activamente”, expresó Andrade, que reconoció que pasó muy parecido con los congresistas que le hicieron campaña a Federico Gutiérrez. Sin embargo, los cercanos a Gustavo Petro niegan dichos señalamientos y aseguran que, si al caso tuvieron una sola falla y que incluso llegaron a pensar en pedir una licencia no remunerada para no afectar la labor legislativa, pero que al final esta no fue necesaria.
Lo cierto es que la combinación de pocas sesiones plenarias programadas, la ruptura del quórum ante la falta de congresistas en el capitolio y la continua participación de los congresistas en campaña hicieron que el primer semestre de 2022 pasara sin pena ni gloria para el Congreso. Incluso, algunos como Gustavo Bolívar, cuestionaron que aún así recibieron sus pagos completos sin ninguna reducción ante el descenso de la actividad legislativa.