Voto cristiano, ¿un pecado mortal?
Las iglesias cristianas no tienen hoy un líder que los represente de verdad, pero su voto, en gran mayoría, va a ser en contra de Petro. Ese voto nadie lo tiene que guiar ni persuadir, llegará solo.
Alfredo Serrano Zabala
Colombia está cerca de definir cuál será la persona que regirá sus destinos en los próximos cuatro años. Hay incertidumbre si la designación se conocerá en la primera vuelta (programada para el 29 de mayo) o si será necesaria una segunda vuelta (el domingo 19 de junio). Según la reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría para la revista Semana (publicada el pasado 20 de marzo de 2022), en la intención de voto puntea el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, con un 32 % de favorabilidad, seguido por Federico Gutiérrez, con 23 %. Después, empatados, aparecen Rodolfo Hernández y Sergio Fajardo, los dos con un 10 %.
En medio de un panorama político en creciente polarización, aguarda muy a la sombra el público elector de las multitudinarias iglesias cristianas, voto que puede ser determinante para inclinar la balanza a favor de uno de los candidatos. Se trata de una fuerza que ya demostró de lo que es capaz cuando con su sufragio por el “no” hizo trizas el plebiscito que buscaba refrendar el Acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc, el 2 de octubre de 2016, resultado que asombró al mundo.
Se engañan quienes piensan en el país que con el voto cristiano no pasa nada, y más con el reciente mal resultado de las elecciones al Congreso de la República, del 13 de marzo de 2022, en donde la fusión de los partidos MIRA y Colombia Justa Libres solo logró cuatro curules para el Senado, tres de ellas para el primero.
Valga advertir que miles de cristianos no vieron con buenos ojos la alianza entre las dos colectividades por diferencias doctrinales, y por ello se alejaron de respaldar esa opción política avalada en Colombia Justa Libres por John Milton Rodríguez y el exdirector del Fondo Nacional del Ahorro Ricardo Arias, quienes terminaron enfrascados en serias disputas para dirimir quién de los dos sería el candidato a la Presidencia 2022. Así, mientras Colombia Justa Libres perdía dos curules al Senado y MIRA conservaba las tres que tenía, sus fieles presenciaban una nueva salida en falso de sus autodenominados “voceros”.
Es bien sabido que los cristianos llegan a las iglesias en busca de todo, menos para resolver sus inclinaciones políticas. Entonces ven esa arena como algo secundario, a tal punto que militancias otrora tan disciplinadas y exitosas, como la de los esposos César Castellanos y Emma Claudia Rodríguez de Castellanos, líderes de la Iglesia Misión Carismática Internacional, ahora obtengan resultados negativos en las urnas. Su hija menor, Sara Castellanos, ungida para seguir el legado y aspirar al Senado en la lista del Partido Liberal, no lo logró de acuerdo con los resultados de los escrutinios. Y también fueron derrotados con la “quemada” a la Cámara de Clara Lucía Sandoval, otra oveja de su redil.
Hay que decir igualmente que muchos fieles de la Misión Carismática Internacional, cuyo modelo de multiplicación ha sido adoptado por iglesias en el mundo y cristianos de otros templos, no han visto con agrado que al púlpito de esa congregación, donde se imparte la palabra de Dios, se haya permitido subir a políticos como los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, a Germán Vargas Lleras o excandidatos como Óscar Iván Zuluaga, entre otros. Eso sí, los pastores Castellanos se han movido al estilo Roy Barreras: del lado de Uribe Vélez, para donde Vargas Lleras, pasando a la orilla de Santos y ahora último cayendo en las huestes del expresidente César Gaviria, director del Partido Liberal.
Lo cierto es que esa ambivalencia en términos de militancia política por parte de iglesias cristianas, tan representativas en Colombia como la Misión Carismática Internacional, Manantial de Vida, Bethesda y Avivamiento, así como liderazgos como el de la propia Viviane Morales, además del mal paso por el Senado del pastor Enrique Gómez y otros tantos, han desestimulado, fragmentado y confundido esa fuerza electoral entumecida que representan, en lo que se puede ver como un pecado más que venial.
No hay que creer de manera ingenua que los votos cristianos son los que reflejan el número que ostentan el MIRA o Colombia Justa Libres. No, la participación cristiana tiene una capacidad de incidencia en Colombia que supera el millón y medio de votos, pero hoy esta comunidad, mucho más ilustrada que antes, está aburrida y hastiada de la corrupción que promulgan los políticos tradicionales. Ahora, si bien es cierto que los cristianos no vislumbran hoy a un líder que los represente de verdad, un creyente genuino alejado de las mañas y vicios de la clase política, también es cierto que su voto, en gran mayoría, va a ser en contra de Gustavo Petro en la primera vuelta y seguramente con más contundencia en la segunda. Ese voto nadie lo tiene que guiar ni persuadir, llegará solo.
Como colofón, el pastor Darío Silva, de la iglesia Casa Sobre la Roca, envió el 27 de marzo, vía Whatsapp, el siguiente mensaje tipo advertencia: “Las contradicciones de los cristianos. Oran por la vida, pero votan por candidatos que están a favor del aborto; oran para que Dios libre a la Iglesia de la persecución en países comunistas, pero votan por candidatos comunistas; oran pidiendo a Dios por la expansión del evangelio, pero votan por candidatos que quieren cerrar iglesias; oran por la familia, pero votan por candidatos que defienden ideologías destructoras de la familia; oran por los hijos, pero en las elecciones votan por los candidatos que defienden a los pedófilos y la ideología de género; oran para que Dios libere a los jóvenes de las drogas, pero votan por candidatos que están a favor de legalizarlas (…) de nada sirve orar como cristiano, pero votar como pagano”. De ese calibre es el debate.
* Escritor y periodista.
Colombia está cerca de definir cuál será la persona que regirá sus destinos en los próximos cuatro años. Hay incertidumbre si la designación se conocerá en la primera vuelta (programada para el 29 de mayo) o si será necesaria una segunda vuelta (el domingo 19 de junio). Según la reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría para la revista Semana (publicada el pasado 20 de marzo de 2022), en la intención de voto puntea el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, con un 32 % de favorabilidad, seguido por Federico Gutiérrez, con 23 %. Después, empatados, aparecen Rodolfo Hernández y Sergio Fajardo, los dos con un 10 %.
En medio de un panorama político en creciente polarización, aguarda muy a la sombra el público elector de las multitudinarias iglesias cristianas, voto que puede ser determinante para inclinar la balanza a favor de uno de los candidatos. Se trata de una fuerza que ya demostró de lo que es capaz cuando con su sufragio por el “no” hizo trizas el plebiscito que buscaba refrendar el Acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc, el 2 de octubre de 2016, resultado que asombró al mundo.
Se engañan quienes piensan en el país que con el voto cristiano no pasa nada, y más con el reciente mal resultado de las elecciones al Congreso de la República, del 13 de marzo de 2022, en donde la fusión de los partidos MIRA y Colombia Justa Libres solo logró cuatro curules para el Senado, tres de ellas para el primero.
Valga advertir que miles de cristianos no vieron con buenos ojos la alianza entre las dos colectividades por diferencias doctrinales, y por ello se alejaron de respaldar esa opción política avalada en Colombia Justa Libres por John Milton Rodríguez y el exdirector del Fondo Nacional del Ahorro Ricardo Arias, quienes terminaron enfrascados en serias disputas para dirimir quién de los dos sería el candidato a la Presidencia 2022. Así, mientras Colombia Justa Libres perdía dos curules al Senado y MIRA conservaba las tres que tenía, sus fieles presenciaban una nueva salida en falso de sus autodenominados “voceros”.
Es bien sabido que los cristianos llegan a las iglesias en busca de todo, menos para resolver sus inclinaciones políticas. Entonces ven esa arena como algo secundario, a tal punto que militancias otrora tan disciplinadas y exitosas, como la de los esposos César Castellanos y Emma Claudia Rodríguez de Castellanos, líderes de la Iglesia Misión Carismática Internacional, ahora obtengan resultados negativos en las urnas. Su hija menor, Sara Castellanos, ungida para seguir el legado y aspirar al Senado en la lista del Partido Liberal, no lo logró de acuerdo con los resultados de los escrutinios. Y también fueron derrotados con la “quemada” a la Cámara de Clara Lucía Sandoval, otra oveja de su redil.
Hay que decir igualmente que muchos fieles de la Misión Carismática Internacional, cuyo modelo de multiplicación ha sido adoptado por iglesias en el mundo y cristianos de otros templos, no han visto con agrado que al púlpito de esa congregación, donde se imparte la palabra de Dios, se haya permitido subir a políticos como los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, a Germán Vargas Lleras o excandidatos como Óscar Iván Zuluaga, entre otros. Eso sí, los pastores Castellanos se han movido al estilo Roy Barreras: del lado de Uribe Vélez, para donde Vargas Lleras, pasando a la orilla de Santos y ahora último cayendo en las huestes del expresidente César Gaviria, director del Partido Liberal.
Lo cierto es que esa ambivalencia en términos de militancia política por parte de iglesias cristianas, tan representativas en Colombia como la Misión Carismática Internacional, Manantial de Vida, Bethesda y Avivamiento, así como liderazgos como el de la propia Viviane Morales, además del mal paso por el Senado del pastor Enrique Gómez y otros tantos, han desestimulado, fragmentado y confundido esa fuerza electoral entumecida que representan, en lo que se puede ver como un pecado más que venial.
No hay que creer de manera ingenua que los votos cristianos son los que reflejan el número que ostentan el MIRA o Colombia Justa Libres. No, la participación cristiana tiene una capacidad de incidencia en Colombia que supera el millón y medio de votos, pero hoy esta comunidad, mucho más ilustrada que antes, está aburrida y hastiada de la corrupción que promulgan los políticos tradicionales. Ahora, si bien es cierto que los cristianos no vislumbran hoy a un líder que los represente de verdad, un creyente genuino alejado de las mañas y vicios de la clase política, también es cierto que su voto, en gran mayoría, va a ser en contra de Gustavo Petro en la primera vuelta y seguramente con más contundencia en la segunda. Ese voto nadie lo tiene que guiar ni persuadir, llegará solo.
Como colofón, el pastor Darío Silva, de la iglesia Casa Sobre la Roca, envió el 27 de marzo, vía Whatsapp, el siguiente mensaje tipo advertencia: “Las contradicciones de los cristianos. Oran por la vida, pero votan por candidatos que están a favor del aborto; oran para que Dios libre a la Iglesia de la persecución en países comunistas, pero votan por candidatos comunistas; oran pidiendo a Dios por la expansión del evangelio, pero votan por candidatos que quieren cerrar iglesias; oran por la familia, pero votan por candidatos que defienden ideologías destructoras de la familia; oran por los hijos, pero en las elecciones votan por los candidatos que defienden a los pedófilos y la ideología de género; oran para que Dios libere a los jóvenes de las drogas, pero votan por candidatos que están a favor de legalizarlas (…) de nada sirve orar como cristiano, pero votar como pagano”. De ese calibre es el debate.
* Escritor y periodista.