Elecciones en Colombia: entre la polarización y las redes sociales

Los profesores Luis Carlos Valencia, de la Facultad de Ciencias Políticas de la Javeriana, y Jairo Libreros, de la Facultad de Gobierno del Externado, hablan del campo minado en que se mueven las campañas. Sin la perturbación de la amenaza armada de las Farc, ahora Colombia se enfrenta a nuevos riesgos electorales: la polarización que podría terminar en violencia, y los mensajes calumniosos de las incontrolables plataformas digitales.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
04 de marzo de 2018 - 02:08 a. m.
El profesor Luis Carlos Valencia analizó para El Espectador las múltiples variables que influirán en los votantes. Foto: Gustavo Torrijos / Jairo Libreros. Foto: Twitter.
El profesor Luis Carlos Valencia analizó para El Espectador las múltiples variables que influirán en los votantes. Foto: Gustavo Torrijos / Jairo Libreros. Foto: Twitter.
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Analista Luis Carlos Valencia, Facultad de Ciencias Políticas, Universidad Javeriana

“Las encuestas no son una herramienta neutral”

¿Confía en los resultados de las encuestas electorales?
Las encuestas electorales cumplen, hoy día, dos funciones: medir las preferencias de los electores con relación a unos candidatos y ser instrumentos de los candidatos y de los medios de comunicación para actuar en determinada dirección con el objeto de dirigir las preferencias de los votantes en cierto sentido. Ahora bien, en contextos de alta incertidumbre, complejidad, polarización e incidencia creciente de los medios de producción de opinión pública, sus predicciones se deben asumir con cautela y prudencia. Sólo son instrumentos para el análisis.


Afirma que las encuestas son “instrumentos de los candidatos y de los medios para actuar en determinada dirección”. ¿Implica que esas mediciones pueden hacer variar los resultados electorales? 
Implica que las usan instrumentalmente para buscar unos resultados, aunque no siempre lo logran.


¿Habla de manipulación?
Preferiría el término “instrumentalización”. 


¿Cuál es la diferencia? Es preocupante porque pueden afectar las elecciones…
Por supuesto, las afectan. Las encuestas no son una herramienta neutral. Se utilizan de acuerdo con los intereses de grupos de presión, de los candidatos o de sus partidos.


¿Significa que las encuestadoras no son objetivas, sino que están al servicio de ciertas campañas?
Las encuestadoras utilizan técnicas de cuantificación de preferencias que siempre están mediadas por intereses subjetivos, aunque tengan una escala técnica de medición objetiva que se manifiesta en el margen de error.


En épocas preelectorales, encuestadoras y medios se desbocan, las primeras con mediciones, y los segundos, publicándolas. En etapa poselectoral, las primeras explican sus equivocaciones y, los segundos, las critican. ¿Por qué no aprendemos de los errores?
No se trata de aprender de los errores. Como dije, las encuestas son utilizadas por los políticos, sus equipos de campaña y los medios masivos para intervenir en las elecciones. Tendremos encuestas electorales para mucho rato, errores en las predicciones y rectificaciones. Y se repite. Hay que reconocer el papel que cumplen las encuestas, durante los procesos electorales, en la sociedad de masas: generar opinión e incidir en las preferencias de los electores. 


Su sinceridad me sorprende. Las conductas políticas de los votantes y sus decisiones, ¿son previsibles o siempre existe el riesgo de que cambien?
Los expertos en encuestas sostienen que las preferencias de los electores sí son predecibles, pero también saben que siempre estarán mediadas por factores subjetivos difíciles de predecir. La incertidumbre creciente y la complejidad de los procesos políticos actuales hacen que la política sea, cada vez, menos sólida y más “líquida”. El problema radica en prever por cuál filo va a correr el agua cuando múltiples variables interactúen: los intereses de los votantes, el clima político, social o económico, el comportamiento de las élites y los grupos de presión, entre otros. 


Hay resultados incomprensibles en la misma encuesta. Por ejemplo: aumenta el porcentaje de intención de voto para un candidato, pero también aumenta su imagen desfavorable. ¿Invalidan las encuestas las respuestas contradictorias?
Los electores no votan, necesariamente, por quienes tengan una imagen favorable. Humberto de la Calle, en una medición reciente, obtiene la imagen más favorable entre los candidatos y, al mismo tiempo, baja en las preferencias de voto a un 5 %. ¿Qué lo explica? Tal vez se le considera un político no corrupto, no involucrado en redes criminales ni en escándalos mediáticos, pero no se le reconoce el voto por pertenecer a un partido involucrado en denuncias, se le pasa cuenta de cobro por aparecer como candidato del gobierno Santos o por su papel en la negociación del Acuerdo de Paz, altamente cuestionado por amplios sectores de opinión.


Pero, entonces, ¿por qué el candidato del partido cuyo jefe ha sido relacionado con un supuesto ataque sexual y con la fabricación de falsos testigos, sube como espuma?
Porque inciden otros factores: suele darse el caso de un candidato que aunque tenga serios cuestionamientos de carácter ético o moral, por ejemplo, su cercanía a personajes políticos que han sido relacionados con actividades criminales, goce de preferencia electoral porque también se le percibe como el estandarte de la seguridad, el orden y la defensa de la nación, valores bien posicionados en la decisión electoral.


Estas son las primeras elecciones después de firmado el Acuerdo de Paz. ¿Cuáles pueden ser las diferencias por este factor con respecto a las anteriores jornadas?
Las Farc han sido, en los últimos años, un actor estratégico en los procesos electorales. Lo fueron para el triunfo de Pastrana, para los dos gobiernos de Uribe y también para los dos de Santos. Y desde cuando se votó el plebiscito de 2016, el proceso de paz quedó marcado como elemento central de la polarización de las fuerzas políticas del país. Es innegable que en las elecciones de este año seguirán siendo determinantes.


En una de las encuestas publicadas recientemente (Caracol Radio y Red más Noticias) a la pregunta: ¿quién quiere que sea presidente en 2018?, las respuestas fueron: Gustavo Petro, 22 %; Iván Duque, 21 %. ¿Significa que la Presidencia se definirá en el campo de uno de los dos extremos ideológicos? 
Hay que tomar con cautela las encuestas de esta semana, porque los candidatos que puntean son los de mayor opción en las respectivas consultas internas de sus coaliciones que se van a votar el próximo domingo, lo que podría haberlos puesto arriba en las preferencias, a diferencia de los otros candidatos presidenciales que no participan en una elección inmediata. Así que pudo haber una distorsión. Ahora bien, los dos son candidatos fuertes para pasar a la segunda vuelta: Duque, porque agruparía a los electores del uribismo duro y blando, y a los sectores de opinión no uribistas asustados con el discurso de la amenaza del populismo y del castrochavismo. El segundo, Petro, porque puede capitalizar no sólo el voto de opinión progresista, sino el desprestigio de los políticos tradicionales. La polarización no va a ser entre dos extremos, la derecha y la izquierda, sino entre un voto a la derecha, en consonancia con el momento político, y un voto de centro, el de Petro. Lejos está Petro de ser castrochavista y populista.


Su última afirmación también me asombra: todo se dice de Petro menos que sea de centro. Creo que ni a él le debe gustar que lo ubiquen en esa posición. ¿Por qué dice eso?
Basta oírlo y leer sus propuestas programáticas para entender que ni su programa de gobierno ni sus promesas de campaña son de izquierda, sino que está en el centro. Hay que entender también que el centro también tiene espectros que van desde la derecha hasta la izquierda. Petro puede representar el ala más izquierda del centro, pero, aunque lo parezca, no tiene las características que definen a la izquierda tradicional. 


En efecto, muchos personajes de la izquierda real afirman que Petro no pertenece a esa corriente ideológica, pero, ¿cómo aceptar que no es populista cuando fue ese estilo el que impuso en la Alcaldía de Bogotá?
Dos elementos para tener en cuenta: uno, buena parte de la actividad que Petro desempeñó durante la alcaldía fue la de su defensa con movilizaciones, concentraciones, discursos desde el balcón, etc., para contrarrestar los ataques con que trataban de destituirlo y que podrían haberle dado una imagen populista. Dos, el populismo se relaciona con el otorgamiento de un protagonismo excesivo, participación o representación política a sectores sociales excluidos, marginados o subalternos. No se puede decir que eso sucedió, realmente, en la administración Petro.


Muy polémico ese concepto. La polarización política e ideológica, ¿da réditos electorales a corto plazo y será determinante en el triunfo electoral? 
Sí. La polarización tenderá a crecer, en el fondo, porque importantes sectores de las élites políticas y económicas tradicionales y otros grupos importantes de presión perciben que lo que está en juego es la supervivencia del dominio y control del Estado por parte de esas fuerzas. 


¿Qué puede suceder con el estado de la democracia si el triunfo presidencial se logra con tesis que polarizan cada vez más a los votantes?
Que gobernar, sobre todo en tiempos de posconflicto, va a ser mucho más difícil; que la fragmentación política y parlamentaria hará más complicado construir mayorías sólidas y estables, y que la frágil democracia que todavía tenemos estará en juego ante la amenaza del autoritarismo, una tentación que en períodos de reacción política no deja de ser atractiva tanto para élites como para otros sectores. La experiencia europea del fascismo todavía está fresca y se está recreando.

¿Cuáles son las características de los colombianos que, ante los escándalos de corrupción política, les impiden cambiar de candidato?
En términos generales, podemos definir dos tipos de votantes: el elector de una red clientelar y el elector de opinión. El primero vota por una intermediación en la que el valor moral y los principios no entran en juego. El segundo toma en cuenta sus identidades políticas o ideológicas, sus simpatías partidistas o personales, o sus preferencias morales. Pero no siempre fenómenos como la corrupción definen las preferencias a la hora de votar. Entre otras razones, porque no sólo están en crisis los valores morales de los políticos, sino también los de la política como práctica social. Así, el todo vale, vale.


¿Qué quiere decir con “el todo vale, vale?”
Que se han perdido los referentes morales de la política y que hay una profunda fractura entre los fundamentos éticos y la     práctica social lo que hace que fenómenos como la corrupción no sean vistos, siempre, como factor determinante para votar o no por un candidato. Por ejemplo, aunque para unos sectores de la sociedad sea cuestionable apropiarse de los bienes públicos, para otros sectores, digamos los del propio terruño, puede ser visto como una virtud y quien lo hace, ser percibido como un héroe.

 

Analista Jairo Libreros, Facultad de Gobierno, Universidad Externado de Colombia

“Entramos en la era del populismo digital”

Las múltiples informaciones sobre o contra candidatos en las redes sociales, ¿impactan de manera determinante a los votantes?
En teoría, acceder a todas las informaciones mejora la capacidad de tomar decisiones, pero en la práctica lo que permite decidir es la capacidad de análisis. Y las redes sociales no facilitan ese proceso. A esto le sumamos que los formuladores de noticias falsas han encontrado en la saturación de la información, un espacio ideal para distorsionar la discusión pública, descalificar ideas y candidatos, y manipular la intención de voto.


¿Cuál es la importancia real de las  llamadas “fakenews” que se difunden con la intención de dañar la reputación de los candidatos contrarios al propio?
Las noticias falsas constituyen una estrategia efectiva de engaño. Permiten contrarrestar la información imparcial y veraz de un medio de comunicación y si su contenido es político, partidista o electoral, en el preciso momento en que ese contenido se convierte en viral, altera la realidad, captura electores y se impone como referente para tomar decisiones.


Teniendo en cuenta la sorprendente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos con intervención digital rusa, ¿se puede afirmar que vivimos una nueva era política en que las campañas presidenciales pueden ser definidas por la difusión de datos falsos?
El proceso de elección de Trump nos llevó a una nueva etapa de marketing político en el mundo. La ideología, el perfil del candidato, el respaldo de un partido o a una propuesta de gobierno ya no determinan la conquista del poder. Entramos en la era del populismo digital y su punta de lanza son las fakenews. La intromisión rusa en las elecciones norteamericanas fue efectiva, porque sus servicios de inteligencia entendieron que para influir en la vida política de otro país no sólo necesitaban información estratégica, sino reclutar a los electores contaminando su capacidad de información y análisis en las redes sociales. 


Entonces, ¿los estrategas electorales deben dedicarse al mundo digital? 
El “voto de opinión” se pierde sin trabajo en redes sociales. Puede sonar políticamente incorrecto, pero es una realidad. Los estrategas lo saben. Esto es más cierto aún, con la llegada de los millennials a la vida política electoral. Por ejemplo, los jóvenes en Colombia, que son entre 8 y 12 millones, están en capacidad de redefinir la composición del Congreso y de darle nombre al nuevo inquilino de la Casa de Nariño. El trabajo electoral en las redes digitales que, especialmente, orienta a los jóvenes, es el antídoto de la maquinaria política tradicional. Quien no use esta estrategia, está condenado a ser invisible.


Las campañas publicitarias tradicionales -propaganda en prensa, vallas, etc.-, ¿serán desplazadas, en corto tiempo, por los videos tipo youtuber y por mensajes en plataformas como Whatsapp, Facebook y otras?
Las campañas tradicionales ya están desplazadas. Si bien todavía vemos una combinación de estrategias publicitarias, el impacto de un mensaje en Facebook, Whatsapp o Youtube es más efectivo, garantiza un mayor nivel de recordación y, si se convierten en tendencia o son virales, su valor publicitario es más relevante que el de la publicidad tradicional de los medios de comunicación.

 

Ataques físicos a Petro y Uribe

La tensión electoral está subiendo de manera peligrosa. Esa es la impresión generalizada en el país por la polarización que se vive y por las agresiones verbales que, hasta hace dos días, se habían presentado contra algunos candidatos, en particular a los representantes de las antiguas Farc. El viernes pasado, no obstante, el rechazo a otras campañas ascendió su nivel. En Cúcuta, la caravana del aspirante presidencial Gustavo Petro fue intimidada y el vehículo en que se movilizaba fue golpeado con objetos que astillaron los vidrios, pese a que estaban blindados. Hubo desasosiego y denuncias en el sentido de que Petro había sufrido un ataque a bala, pero pronto se desmintió esa versión. Ese mismo día, al otro lado del territorio nacional, en Popayán, un numeroso grupo de estudiantes de la Universidad del Cauca llegó hasta el lugar en donde el expresidente Uribe intentaba liderar una manifestación de apoyo a su candidato Iván Duque, y en medio de gritos le lanzaron huevos y piedras. La situación se puso tan peligrosa, que la Policía Antidisturbios tuvo que intervenir y disolver a los manifestantes. Los voceros de los dos extremos del espectro electoral sufrieron sendos actos violentos casi a la misma hora. Es el momento de llamar a la mesura, dijeron voceros políticos y del Gobierno.


 

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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