Elecciones regionales: así ha sido la reconfiguración de la política colombiana
Las elecciones regionales son más o menos recientes. En sus poco más de 30 años de existencia han servido para cambiar la política nacionaly profundizar la descentralización.
Este 2022 fue un año electoral, y como en Colombia siempre se está en un constante llamado a las urnas, 2023 también lo será. Las justas nacionales, en las que salió elegido Gustavo Petro, les darán paso a las votaciones regionales, en las que el país escogerá a gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. Para expertos, como el exmagistrado del CNE Armando Novoa, “esas elecciones se pueden interpretar como de mitaca. Si bien se eligen autoridades locales, se pone a prueba la gestión del Gobierno Nacional por la vía al respaldo a sus fuerzas políticas”. No obstante, no siempre ha sido así, pues solo hasta hace 30 años existen y solo hasta 2003 se configuraron tal cual son hoy.
Hasta los años 80, las alcaldías y gobernaciones eran ocupadas por los que designara el presidente de la República. Los colombianos solo elegían a nivel regional a quienes los representarían en concejos y asambleas, y lo hacían en las mismas fechas en las que se elegía a la Cámara y a la mitad del Senado, elecciones conocidas como “de mitaca”. No obstante, tal como señala la politóloga e investigadora Pilar Gaitán en su texto sobre las primeras elecciones de alcaldes, el movimiento descentralista que se estaba dando a nivel global y las complejidades políticas y económicas de Colombia fue el mayor impulso para que en 1986 se tramitara la reforma que aprobó la elección popular de alcaldes. En un primer momento se estableció que sería cada dos años, en la misma justa electoral legislativa.
Así fue la elección regional de 1991-1992:
Fue una descentralización a medias, pues aún los gobernadores eran designados por el primer mandatario y dos años era muy poco tiempo para llevar a cabo la tarea que exige el cargo de alcalde. Bajo este nuevo panorama se celebraron las elecciones locales de 1986, 1988 y 1990. Solo fue hasta 1991, con la nueva Constitución, que se instauró la elección popular de gobernadores. El espíritu descentralizador de esta nueva carta magna no solo llevó a instaurar la escogencia por voto de alcaldes y gobernadores, sino que se intentó tratar de separar la influencia de las elecciones regionales de las locales. Incluso para este fin se amplió el período de dos a tres años. Ello no se logró del todo, pues el trienio llevó a que en 1994 se celebrara en el mismo año las presidenciales, en las que salió elegido Ernesto Samper, y las regionales.
La instauración de las elecciones regionales terminó cambiando la estructura política del país. En un primer lugar, como ya se dijo, esto sirvió para romper con el férreo centralismo que por más de 100 años imperó en Colombia con la Constitución de 1886. A ojos de Armando Novoa, hubo “una redistribución del poder, que antes estaba centralizado en la Presidencia”. Alejandra Barrios, cabeza de la Misión de Observación Electoral (MOE), tiene una visión muy similar y señala que “las elecciones regionales han permitido una visión más de cada región, una comprensión de cómo funcionan los territorios”. En ese mismo sentido, agrega, se ha dado paso a una mayor capacidad local de administración, aunque no del todo, pues reconoce que “somos un país que se mira desde y para Bogotá”.
Así fue la elección regional de 1994:
Ese reconocimiento regional ha sido paso a paso. Incluso en las primeras elecciones a gobernadores, que se votaron en distinta fecha a la de alcaldes, se notó el poco reconocimiento de algunas zonas del país. Hasta 1991, Colombia se dividió en departamentos, intendencias y comisarías, siendo las primeras las de mayor calado y las últimas las que menos incidencia tenían en la planeación nacional. Solo hasta la nueva Constitución se elevaron todas las divisiones administrativas al mismo nivel de departamentos. Sin embargo, se consagró un artículo transitorio en el que las antiguas comisarías (Amazonas, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada) no tendrían elecciones de gobernadores hasta 1997. Por suerte, este punto fue derogado poco después, aunque implicó que dichos departamentos solo eligieran por primera vez a sus autoridades en los comicios de 1994.
En otra orilla, las elecciones regionales colaboraron en el intento de romper con el bipartidismo que imperó en gran parte del siglo XX. Uno de los enfoques de la Constitución de 1991 fue poner un alto al sistema cerrado que se centraba en liberales y conservadores, y el nuevo esquema colaboró con esta tarea. Ya desde 1991-1992, años de las elecciones de gobernadores y alcaldes, se comenzó a ver candidatos independientes, que se lanzaban por firmas -una buena parte de las alcaldías de capitales quedaron en este tipo de aspirantes- y el surgir de nuevos movimientos, como el de Integración Regional. En 1994 aumentó la presencia de otros actores en el plano regional, como la Alianza Democrática M-19, y algunos partidos de índole religiosa.
Así fue la elección regional de 1997:
Sin embargo, fue solo hasta los 2000 cuando se vio un claro debilitamiento en la presencia de conservadores y liberales en las sillas de gobernaciones y alcaldías. En este punto hay que entender que la Constitución del 91 facilitó en demasía la creación de partidos, por lo que se pasó de tener dos partidos a casi 80 en casi 10 años. Este fenómeno se ve en el ámbito regional con la aparición entre 1994-2003 de múltiples partidos y movimientos de los que hoy no queda rastro. En esto último también tiene que ver la reforma política de 2003, que introdujo el umbral electoral, lo que volvió a limitar la cantidad de colectividades que existen.
La proliferación de partidos dejó ver un fenómeno que ocultaba el bipartidismo, y es que no había una identificación ideológica en los territorios, sino una representación política local, y así lo señala Alejandra Barrios: “Eso fue lo que permitió una explosión de partidos que representaban los poderes regionales con casas políticas muy fuertes”. De acuerdo con Armando Novoa, esto ha terminado por desencadenar el “surgimiento de élites regionales que han capturado el manejo del poder local”. Y se ha traducido en más casos de corrupción a niveles locales: “A mayor descentralización se hace más visible el nivel de corrupción, pero hay es que democratizar el poder”, añadió el experto.
Así fue la elección regional de 2000:
El tema también pasa por el conflicto. Desde los primeros procesos regionales se vio la mano de la violencia influenciar el proceso de una forma u otra. Tan solo en 2003 se rompió el récord de candidatos asesinados, con 29 que no pudieron llegar a la cita en las urnas, como registró el diario El Tiempo en la edición del domingo de la elección. En estas mismas elecciones se vio con claridad un fenómeno que después tendría a buena parte del Congreso rindiendo cuentas ante la Corte Suprema de Justicia: la parapolítica. Las figuras y los movimientos que llegaron en 2002 y 2006 al Legislativo tuvieron su expresión en las elecciones de 2003 y en 2007. En las primeras hubo victorias en varios departamentos de Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática, Colombia Viva, Colombia Siempre y otros partidos que tenían dos cosas en común: eran férreos defensores del gobierno de Álvaro Uribe y varios de sus miembros fueron procesados por nexos con los paramilitares. En 2007 también se vio la victoria de partidos como Alas-Equipo Colombia y Convergencia Ciudadana, colectividades cuyos miembros también fueron salpicados en el escándalo por relaciones irregulares con los grupos de autodefensa.
No obstante, más allá de la macabra alianza entre política y paramilitarismo, también llama la atención en 2003 que las elecciones regionales estuvieron condicionadas por el referendo del expresidente Álvaro Uribe, que se celebró justo un día antes de los sufragios para alcaldes, gobernadores, concejos y asambleas. Nunca antes o después un proceso regional estuvo tan condicionado por una figura tan fuerte como la de Uribe, que incluso llevó a que el país saliera dos días seguidos a las urnas. Sin embargo, si se ven los mapas electorales de dichos años, también fueron los momentos en que se comenzaron a consolidar los sectores alternativos en el plano regional. Por ejemplo, en 2003 se dieron las primeras victorias en forma de la izquierda. Si bien en 1994 se presentó el triunfo de la AD-M19 con Antonio Navarro Wolff (Pasto) y Luis Eduardo Gómez (Riohacha), solo fue hasta ese año que se consolidaron movimientos de izquierda, como el Polo Democrático, y tuvieron importantes victorias como las de Luis Garzón en Bogotá y Angelino Garzón en la Gobernación del Valle del Cauca. Ese mismo año fue la victoria de Sergio Fajardo en Medellín.
Así fue la elección regional de 2003:
“En el período de los ocho años de Uribe se empezaron a fortalecer las opciones alternativas”, expresó Novoa, quien recordó que después vendrían las victorias del Polo con Samuel Moreno (Bogotá) y Antonio Navarro Wolff (Nariño). En las elecciones posteriores ya se dio una consolidación mayor con las victorias de Gustavo Petro en la capital y la consolidación del Partido Verde, luego Alianza Verde, ante la unión con el movimiento Progresistas. Desde entonces se ha dado un crecimiento de los sectores alternativos en contravía a la política tradicional. “Creo que igual que hoy, tenemos unas miradas y resistencias muy interesantes”, expresó Alejandra Barrios frente a la consolidación de los sectores alternativos.
De la misma forma se ha afianzado la política tradicional, aunque ya no solo a través de liberales y conservadores. “En los partidos tradicionales se ha hecho una federación de poderes regionales que se asocian. No tenemos partidos fuertes en el nivel regional”, recalcó Barrios, para señalar cómo en el panorama regional el poder ya pasa a repartirse entre liberales, conservadores, la U, Cambio Radical y ahora último el Centro Democrático. Las primeras señales de esa configuración también vienen de 2003. En dicho año apareció Cambio Radical con victorias en las gobernaciones de Meta y Arauca Luego, en 2007, surgió con fuerza en el campo regional la U, que ganó en las gobernaciones de Vichada, Sucre, Meta, Magdalena, Guainía, Chocó y Casanare. Sobre este partido, la directora de la MOE indicó que es una muestra del carácter de federación regional, pues sus miembros salieron de los conservadores y liberales sin mayor afinidad ideológica.
Así fue la elección regional de 2007:
Los siguientes años, como se ve en los mapas de votaciones, demuestran que ahora último se han estabilizado las fuerzas, aunque la entrada en 2015 del Centro Democrático se llegó a agitar un poco el panorama. Sin embargo, el cambio más grande vino con la Ley 1475 de 2011 -por la cual se adoptan reglas de funcionamiento de los partidos y movimientos políticos-, puesto que se consolidó la tendencia de ir en coalición. En 2015, de 31 gobernaciones, en 16 se eligieron aspirantes que venían de una coalición. En las siguientes justas, las de 2019, la cifra subió hasta 25. Un fenómeno parecido pasó con las alcaldías de las capitales. Frente a este fenómeno los expertos han llamado la atención, pues señalan que se están aprovechando de una figura creada para darles oportunidad a las minorías y partidos pequeños con el único fin del éxito electoral. Y bajo este paraguas han logrado la cubierta partido disimiles como liberales, conservadoras, Cambio Radical, etc. Además de la poca coherencia ideológica de estas alianzas, también resaltan que esto ha servido para que no asuman la responsabilidad política por sus avalados y las posibles irregularidades que cometan.
Todo parece indicar que esta figura de coalición volverá a ser importante en 2023, pues el Pacto Histórico, cuyo líder natural es el presidente Gustavo Petro, logró su éxito electoral bajo esta forma, aunque hay que aclarar que hubo una mayor cohesión ideológica. Por eso las elecciones regionales del próximo año serán claves para ver hasta dónde se estiran las capacidades de alianzas y cuál será el respaldo que tendrán las fuerzas afines al primer mandatario. No obstante, también hay que ver cuál será la respuesta de los tradicionales y cómo se usará la figura de coalición. Existe la duda de si se va a replicar la coalición de gobierno por todo el territorio nacional o si en estas zonas las alianzas serán distintas, lo que volvería a demostrar que las movidas de la política nacional no siempre son las mismas que la territorial. Por el momento, ya se viene hablando de que en buena parte de los territorios irían alianzas del Pacto, con los Verdes, uno que otro de los partidos que acaban de recibir la personería jurídica (En Marchar, Fuerza Ciudadana y La Fuerza de la Paz) y los liberales. Tocará esperar a finales de octubre de 2023 para saber cómo se darán esas supuestas coaliciones y cómo quedará pintado el mapa regional para los próximos cuatro años (2024-2027).
Así fue la elección regional de 2011:
Así fue la elección regional de 2015:
Así fue la elección regional de 2019:
Este 2022 fue un año electoral, y como en Colombia siempre se está en un constante llamado a las urnas, 2023 también lo será. Las justas nacionales, en las que salió elegido Gustavo Petro, les darán paso a las votaciones regionales, en las que el país escogerá a gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. Para expertos, como el exmagistrado del CNE Armando Novoa, “esas elecciones se pueden interpretar como de mitaca. Si bien se eligen autoridades locales, se pone a prueba la gestión del Gobierno Nacional por la vía al respaldo a sus fuerzas políticas”. No obstante, no siempre ha sido así, pues solo hasta hace 30 años existen y solo hasta 2003 se configuraron tal cual son hoy.
Hasta los años 80, las alcaldías y gobernaciones eran ocupadas por los que designara el presidente de la República. Los colombianos solo elegían a nivel regional a quienes los representarían en concejos y asambleas, y lo hacían en las mismas fechas en las que se elegía a la Cámara y a la mitad del Senado, elecciones conocidas como “de mitaca”. No obstante, tal como señala la politóloga e investigadora Pilar Gaitán en su texto sobre las primeras elecciones de alcaldes, el movimiento descentralista que se estaba dando a nivel global y las complejidades políticas y económicas de Colombia fue el mayor impulso para que en 1986 se tramitara la reforma que aprobó la elección popular de alcaldes. En un primer momento se estableció que sería cada dos años, en la misma justa electoral legislativa.
Así fue la elección regional de 1991-1992:
Fue una descentralización a medias, pues aún los gobernadores eran designados por el primer mandatario y dos años era muy poco tiempo para llevar a cabo la tarea que exige el cargo de alcalde. Bajo este nuevo panorama se celebraron las elecciones locales de 1986, 1988 y 1990. Solo fue hasta 1991, con la nueva Constitución, que se instauró la elección popular de gobernadores. El espíritu descentralizador de esta nueva carta magna no solo llevó a instaurar la escogencia por voto de alcaldes y gobernadores, sino que se intentó tratar de separar la influencia de las elecciones regionales de las locales. Incluso para este fin se amplió el período de dos a tres años. Ello no se logró del todo, pues el trienio llevó a que en 1994 se celebrara en el mismo año las presidenciales, en las que salió elegido Ernesto Samper, y las regionales.
La instauración de las elecciones regionales terminó cambiando la estructura política del país. En un primer lugar, como ya se dijo, esto sirvió para romper con el férreo centralismo que por más de 100 años imperó en Colombia con la Constitución de 1886. A ojos de Armando Novoa, hubo “una redistribución del poder, que antes estaba centralizado en la Presidencia”. Alejandra Barrios, cabeza de la Misión de Observación Electoral (MOE), tiene una visión muy similar y señala que “las elecciones regionales han permitido una visión más de cada región, una comprensión de cómo funcionan los territorios”. En ese mismo sentido, agrega, se ha dado paso a una mayor capacidad local de administración, aunque no del todo, pues reconoce que “somos un país que se mira desde y para Bogotá”.
Así fue la elección regional de 1994:
Ese reconocimiento regional ha sido paso a paso. Incluso en las primeras elecciones a gobernadores, que se votaron en distinta fecha a la de alcaldes, se notó el poco reconocimiento de algunas zonas del país. Hasta 1991, Colombia se dividió en departamentos, intendencias y comisarías, siendo las primeras las de mayor calado y las últimas las que menos incidencia tenían en la planeación nacional. Solo hasta la nueva Constitución se elevaron todas las divisiones administrativas al mismo nivel de departamentos. Sin embargo, se consagró un artículo transitorio en el que las antiguas comisarías (Amazonas, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada) no tendrían elecciones de gobernadores hasta 1997. Por suerte, este punto fue derogado poco después, aunque implicó que dichos departamentos solo eligieran por primera vez a sus autoridades en los comicios de 1994.
En otra orilla, las elecciones regionales colaboraron en el intento de romper con el bipartidismo que imperó en gran parte del siglo XX. Uno de los enfoques de la Constitución de 1991 fue poner un alto al sistema cerrado que se centraba en liberales y conservadores, y el nuevo esquema colaboró con esta tarea. Ya desde 1991-1992, años de las elecciones de gobernadores y alcaldes, se comenzó a ver candidatos independientes, que se lanzaban por firmas -una buena parte de las alcaldías de capitales quedaron en este tipo de aspirantes- y el surgir de nuevos movimientos, como el de Integración Regional. En 1994 aumentó la presencia de otros actores en el plano regional, como la Alianza Democrática M-19, y algunos partidos de índole religiosa.
Así fue la elección regional de 1997:
Sin embargo, fue solo hasta los 2000 cuando se vio un claro debilitamiento en la presencia de conservadores y liberales en las sillas de gobernaciones y alcaldías. En este punto hay que entender que la Constitución del 91 facilitó en demasía la creación de partidos, por lo que se pasó de tener dos partidos a casi 80 en casi 10 años. Este fenómeno se ve en el ámbito regional con la aparición entre 1994-2003 de múltiples partidos y movimientos de los que hoy no queda rastro. En esto último también tiene que ver la reforma política de 2003, que introdujo el umbral electoral, lo que volvió a limitar la cantidad de colectividades que existen.
La proliferación de partidos dejó ver un fenómeno que ocultaba el bipartidismo, y es que no había una identificación ideológica en los territorios, sino una representación política local, y así lo señala Alejandra Barrios: “Eso fue lo que permitió una explosión de partidos que representaban los poderes regionales con casas políticas muy fuertes”. De acuerdo con Armando Novoa, esto ha terminado por desencadenar el “surgimiento de élites regionales que han capturado el manejo del poder local”. Y se ha traducido en más casos de corrupción a niveles locales: “A mayor descentralización se hace más visible el nivel de corrupción, pero hay es que democratizar el poder”, añadió el experto.
Así fue la elección regional de 2000:
El tema también pasa por el conflicto. Desde los primeros procesos regionales se vio la mano de la violencia influenciar el proceso de una forma u otra. Tan solo en 2003 se rompió el récord de candidatos asesinados, con 29 que no pudieron llegar a la cita en las urnas, como registró el diario El Tiempo en la edición del domingo de la elección. En estas mismas elecciones se vio con claridad un fenómeno que después tendría a buena parte del Congreso rindiendo cuentas ante la Corte Suprema de Justicia: la parapolítica. Las figuras y los movimientos que llegaron en 2002 y 2006 al Legislativo tuvieron su expresión en las elecciones de 2003 y en 2007. En las primeras hubo victorias en varios departamentos de Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática, Colombia Viva, Colombia Siempre y otros partidos que tenían dos cosas en común: eran férreos defensores del gobierno de Álvaro Uribe y varios de sus miembros fueron procesados por nexos con los paramilitares. En 2007 también se vio la victoria de partidos como Alas-Equipo Colombia y Convergencia Ciudadana, colectividades cuyos miembros también fueron salpicados en el escándalo por relaciones irregulares con los grupos de autodefensa.
No obstante, más allá de la macabra alianza entre política y paramilitarismo, también llama la atención en 2003 que las elecciones regionales estuvieron condicionadas por el referendo del expresidente Álvaro Uribe, que se celebró justo un día antes de los sufragios para alcaldes, gobernadores, concejos y asambleas. Nunca antes o después un proceso regional estuvo tan condicionado por una figura tan fuerte como la de Uribe, que incluso llevó a que el país saliera dos días seguidos a las urnas. Sin embargo, si se ven los mapas electorales de dichos años, también fueron los momentos en que se comenzaron a consolidar los sectores alternativos en el plano regional. Por ejemplo, en 2003 se dieron las primeras victorias en forma de la izquierda. Si bien en 1994 se presentó el triunfo de la AD-M19 con Antonio Navarro Wolff (Pasto) y Luis Eduardo Gómez (Riohacha), solo fue hasta ese año que se consolidaron movimientos de izquierda, como el Polo Democrático, y tuvieron importantes victorias como las de Luis Garzón en Bogotá y Angelino Garzón en la Gobernación del Valle del Cauca. Ese mismo año fue la victoria de Sergio Fajardo en Medellín.
Así fue la elección regional de 2003:
“En el período de los ocho años de Uribe se empezaron a fortalecer las opciones alternativas”, expresó Novoa, quien recordó que después vendrían las victorias del Polo con Samuel Moreno (Bogotá) y Antonio Navarro Wolff (Nariño). En las elecciones posteriores ya se dio una consolidación mayor con las victorias de Gustavo Petro en la capital y la consolidación del Partido Verde, luego Alianza Verde, ante la unión con el movimiento Progresistas. Desde entonces se ha dado un crecimiento de los sectores alternativos en contravía a la política tradicional. “Creo que igual que hoy, tenemos unas miradas y resistencias muy interesantes”, expresó Alejandra Barrios frente a la consolidación de los sectores alternativos.
De la misma forma se ha afianzado la política tradicional, aunque ya no solo a través de liberales y conservadores. “En los partidos tradicionales se ha hecho una federación de poderes regionales que se asocian. No tenemos partidos fuertes en el nivel regional”, recalcó Barrios, para señalar cómo en el panorama regional el poder ya pasa a repartirse entre liberales, conservadores, la U, Cambio Radical y ahora último el Centro Democrático. Las primeras señales de esa configuración también vienen de 2003. En dicho año apareció Cambio Radical con victorias en las gobernaciones de Meta y Arauca Luego, en 2007, surgió con fuerza en el campo regional la U, que ganó en las gobernaciones de Vichada, Sucre, Meta, Magdalena, Guainía, Chocó y Casanare. Sobre este partido, la directora de la MOE indicó que es una muestra del carácter de federación regional, pues sus miembros salieron de los conservadores y liberales sin mayor afinidad ideológica.
Así fue la elección regional de 2007:
Los siguientes años, como se ve en los mapas de votaciones, demuestran que ahora último se han estabilizado las fuerzas, aunque la entrada en 2015 del Centro Democrático se llegó a agitar un poco el panorama. Sin embargo, el cambio más grande vino con la Ley 1475 de 2011 -por la cual se adoptan reglas de funcionamiento de los partidos y movimientos políticos-, puesto que se consolidó la tendencia de ir en coalición. En 2015, de 31 gobernaciones, en 16 se eligieron aspirantes que venían de una coalición. En las siguientes justas, las de 2019, la cifra subió hasta 25. Un fenómeno parecido pasó con las alcaldías de las capitales. Frente a este fenómeno los expertos han llamado la atención, pues señalan que se están aprovechando de una figura creada para darles oportunidad a las minorías y partidos pequeños con el único fin del éxito electoral. Y bajo este paraguas han logrado la cubierta partido disimiles como liberales, conservadoras, Cambio Radical, etc. Además de la poca coherencia ideológica de estas alianzas, también resaltan que esto ha servido para que no asuman la responsabilidad política por sus avalados y las posibles irregularidades que cometan.
Todo parece indicar que esta figura de coalición volverá a ser importante en 2023, pues el Pacto Histórico, cuyo líder natural es el presidente Gustavo Petro, logró su éxito electoral bajo esta forma, aunque hay que aclarar que hubo una mayor cohesión ideológica. Por eso las elecciones regionales del próximo año serán claves para ver hasta dónde se estiran las capacidades de alianzas y cuál será el respaldo que tendrán las fuerzas afines al primer mandatario. No obstante, también hay que ver cuál será la respuesta de los tradicionales y cómo se usará la figura de coalición. Existe la duda de si se va a replicar la coalición de gobierno por todo el territorio nacional o si en estas zonas las alianzas serán distintas, lo que volvería a demostrar que las movidas de la política nacional no siempre son las mismas que la territorial. Por el momento, ya se viene hablando de que en buena parte de los territorios irían alianzas del Pacto, con los Verdes, uno que otro de los partidos que acaban de recibir la personería jurídica (En Marchar, Fuerza Ciudadana y La Fuerza de la Paz) y los liberales. Tocará esperar a finales de octubre de 2023 para saber cómo se darán esas supuestas coaliciones y cómo quedará pintado el mapa regional para los próximos cuatro años (2024-2027).
Así fue la elección regional de 2011:
Así fue la elección regional de 2015:
Así fue la elección regional de 2019: