Elegir dónde parir: la autonomía que les han negado a las mujeres
Dar a luz fuera de una clínica es estigmatizado y tildado de acto clandestino, pero desconoce las decisiones de las gestantes. El limbo jurídico sobre este tema obstaculiza los cuidados de la mujer recién parida y su bebé, y vuelve tortuoso el trámite de registrar al recién nacido.
“¿En qué momento le entregamos a un desconocido la decisión de cómo vamos a parir?”, se pregunta María Camila Jaramillo Gómez, una mujer que hizo lo contrario a lo establecido: dio a luz en su casa en Medellín. Acompañada de una partera formada en la tradición indígena y de una doula amiga, duró 23 horas en labor de parto para dilatar y dar vida a Noah Betancur Jaramillo. Sucedió a pesar de que su decisión fue cuestionada. Quería un parto humanizado, lejos de comentarios ofensivos, tactos invasivos y procedimientos quirúrgicos. Parir fuera de una clínica significó para ella un momento íntimo y poderoso, pero la enfrentó al estigma institucional por cuenta de un limbo jurídico que pone en tela de juicio la autonomía de las mujeres para elegir cómo y dónde hacerlo.
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“¿En qué momento le entregamos a un desconocido la decisión de cómo vamos a parir?”, se pregunta María Camila Jaramillo Gómez, una mujer que hizo lo contrario a lo establecido: dio a luz en su casa en Medellín. Acompañada de una partera formada en la tradición indígena y de una doula amiga, duró 23 horas en labor de parto para dilatar y dar vida a Noah Betancur Jaramillo. Sucedió a pesar de que su decisión fue cuestionada. Quería un parto humanizado, lejos de comentarios ofensivos, tactos invasivos y procedimientos quirúrgicos. Parir fuera de una clínica significó para ella un momento íntimo y poderoso, pero la enfrentó al estigma institucional por cuenta de un limbo jurídico que pone en tela de juicio la autonomía de las mujeres para elegir cómo y dónde hacerlo.
“Noah llegó súper inesperado, pero decidí tener a mi hijo. Su papá y mi familia, que es del Opus Dei, no estaban de acuerdo con que naciera en casa; pero les dije que yo era la que iba a parir, que era mi decisión. No lo tuve en la clínica porque no quería que me lo cogieran y se lo llevaran ahí mismo a pesarlo sin tener un primer contacto conmigo, que le dieran tetero si yo me despistaba, que me dijeran cosas hirientes y estar indefensa y sola ante los médicos”, narra Jaramillo Gómez. Su relato es una de las razones por las que muchas mujeres que no hacen parte de pueblos negros o indígenas optan por parir en casa. Quería evitar la violencia obstétrica que viven muchas maternas en centros médicos, entre otras razones, por los procedimientos estandarizados que se aplican para todas.
Según varios estudios sobre las experiencias del parto clínico en el contexto colombiano, el escenario es bastante agresivo. “Es rico hacerlos, pero no tenerlos”: un análisis sobre la violencia obstétrica durante la atención del parto en Colombia, publicado en 2019 por la revista Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario, así lo dice. El documento no solo reúne fuertes testimonios de seis mujeres que vivieron un momento negativo y traumático en las salas de parto en Bogotá, sino que apunta a las dificultades de la técnica aplicada y el servicio en los centros de salud.
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“Algunos de sus paradigmas y características son la consideración de las maternas como ‘objetosʼ de intervención, más que como sujetos de derecho y de decisión; el entendimiento del cuerpo gestante como cuerpo funcional, que debe cumplir con unos requisitos previamente estandarizados, donde todas las mujeres son sometidas a los mismos procedimientos e intervenciones protocolarias, aun cuando no los necesiten; un contexto altamente jerarquizado, donde las maternas ocupan una posición de subordinación; por ello son alienadas de su rol activo durante el parto, otorgando notoriedad, protagonismo y poder autoritario al personal de la salud que las atiende; y lógicas neoliberales donde las instituciones buscan ganancias económicas y reducción de gastos”, son algunos factores que menciona el texto.
Todo esto ocurre a pesar de las recomendaciones que ha hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde hace más de tres décadas para que el sistema de salud aplique un modelo de parto respetado y humanizado. En 2014, el organismo internacional insistió en que las faltas de respeto, el trato abusivo o negligente “pueden violar los derechos de las mujeres y tener implicaciones para su salud y bienestar” a corto y largo plazo. En 2018, reiteró que el parto no es universal ni está estandarizado, y por eso sugiere no hacer las siguientes prácticas: “Episiotomía (o corte del perineo) en mujeres que presentan un parto vaginal espontáneo, presión del fondo uterino para facilitar el parto y uso de líquidos intravenosos para abreviar la duración del trabajo de parto”, son algunas.
En ese mismo año, la OMS apuntó que “la mayoría de los aproximadamente 140 millones de nacimientos a nivel mundial cada año no presentan factores de riesgo de tener complicaciones para ellas ni para sus bebés”. Por eso, no se recomiendan las intervenciones para acelerar el trabajo de parto y nacimiento con medicamentos como oxitocina ni por medio de cesárea. De hecho, desde 1985 la comunidad internacional ha considerado que la tasa ideal para las cesáreas debe oscilar del 10 % al 15 %, detalló la OMS; no obstante, en septiembre de 2020, la cifra en el país fue del 35,14 %, en plena pandemia, una cifra mucho más alta de la indicada.
Sobre esto, Cristian Pérez, ginecólogo y obstetra cartagenero, manifiesta que aunque la práctica de episiotomías y la inducción a cesáreas se ha reducido en el país, es un hecho que el personal médico ha abusado de estos protocolos en el trabajo de parto de las mujeres, así sean innecesarios. “En la sala de parto uno analiza variables como la cantidad de contracciones y la intensidad de las mismas para aplicar estas prácticas, porque el uso de medicamentos como la oxitocina, para acelerar el parto, puede llevar a una ruptura uterina y por ende a una cesárea de emergencia”, expresa.
Si bien la OMS y el Centro Latinoamericano de Perinatologia, Salud de la Mujer y Reproductiva (CLAP) han definido unos tiempos para iniciar el trabajo de parto sin poner en riesgo la vida de la gestante y su bebé, Pérez reconoce que “falta capacitación de los entes territoriales y de los hospitales sobre el parto respetado”. “La episiotomía no es rutinaria, no se debe hacer en todos los partos. Y si nos remontamos a 2014, el porcentaje de cesáreas en el país era más alto, pero sigue siéndolo. Lo ideal es que haya capacitaciones masivas para reducir esto y evitar un estallido vaginal, es decir, múltiples desgarros y necesidad de sutura”, dice.
Con esa realidad en mente, María Camila Jaramillo Gómez se decantó por el parto en casa, una práctica por la que optan cientos de mujeres, pero de la que no hay cifras oficiales, pues no está regulada en la ley. Tampoco se tienen registros unificados de parteras y sus diversas distinciones según su cosmovisión y aprendizaje, ni están identificadas en su totalidad a lo largo del territorio. De hecho, como ha pasado con los derechos reproductivos de las mujeres, elegir dónde parir es una discusión que es necesaria, pero que aún está fría y enfrenta el rechazo, en este caso, de las clínicas y la comunidad médica, según le mencionaron a El Espectador tres parteras y dos mujeres que se toparon con barreras para acceder a la licencia de maternidad y registrar a sus hijos por haber elegido este camino.
Una discusión que llega al Congreso
En los últimos cinco años han llegado varios proyectos de ley al Congreso relacionados con este tema. Entre ellos está el que buscaba humanizar el parto para garantizar los derechos de la mujer en embarazo, trabajo de parto, parto, posparto y duelo gestacional o perinatal, cuyo propósito era penalizar la violencia obstétrica. Ambos, apoyados por grupos de parteras organizadas, no vieron la luz y quedaron archivados. Ahora, el debate vuelve a la palestra por un proyecto para regular el parto en casa. Desde diciembre reposa en el Legislativo y está a la espera de su primer debate.
La iniciativa es de Juan Fernando Reyes Kuri, representante a la Cámara por el Partido Liberal, quien afirmó que la intención de la propuesta es respaldar la libre elección de las embarazadas. En el documento, Kuri incluye que las parteras puedan expedir certificados de nacido vivo, un oficio que hasta ahora solo pueden emitir los médicos. No obstante, en la formulación del proyecto no fueron consultadas los grupos de parteras organizadas. Al dejar por fuera su voz, se estableció, por ejemplo, que sea el Ministerio de Salud el que emita una guía con los protocolos para realizar un parto en casa. “Esto no es consecuente con la protección de la partería tradicional porque pretende universalizar una atención que está hecha de diferentes conocimientos”, dijo al respecto Policarpa Prieto, partera en tradición. Al respecto, Kuri expresó que se están realizando mesas de trabajo para reunir las posturas de las parteras y moldear la iniciativa, una vez inicie su discusión en el Capitolio. Se espera que los legisladores la prioricen en la agenda.
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¿Qué significa parir en casa?
María Camila Jaramillo Gómez tuvo acompañamiento ginecobstetra y de su partera, quien la asistió desde el tercer mes de embarazo, el alumbramiento y hasta el puerperio. “Estuve moviéndome por todo el cuarto, me puse de cuclillas, caminaba y me agachaba para sobrellevar las contracciones. No me imagino haberlas tenido acostada. Luego de 23 horas subí la pierna a un butaco y agarrada del papá de Noah parí casi que totalmente parada, vertical. Siento que le di el regalo más maravilloso a mi hijo: nacer de forma respetuosa con él y con mi cuerpo”, recuerda.
Sobre esto, Carolina Zuluaga, partera contemporánea desde hace 12 años, anotó que aunque hay desconocimiento y estigma alrededor de esta práctica, está en aumento porque las madres y sus familias quieren vivir el parto como una experiencia amorosa, algo que no están encontrando en el sistema de salud. En ese tiempo ha acompañado cerca de 600 partos en Bogotá y la costa Caribe. Además, en compañía de otra partera formó a otras cinco mujeres en el oficio y haciendo cálculos, dice, que podrían ser más de 400 partos los que ellas siete asisten en un año.
Bajo la corriente de la partería urbana, Zuluaga expresa que el parto en casa es, sobre todo, una decisión planificada en la que la mujer y su círculo familiar buscan a una partera desde el principio de su embarazo para llevarlo a cabo. “Les decimos que lleven el control médico prenatal a la par del nuestro, porque hace parte del seguimiento a su salud. Hacemos talleres, ejercicios y recomendaciones nutricionales, les contamos de qué se trata el parto en casa. Claro, solo asistimos a embarazos de bajo riesgo; uno de alto riesgo no es apto para parir en casa. Nuestro acompañamiento parte de una atención uno a uno, que se basa en la confianza en la fisiología de la mujer y de que su cuerpo está diseñado para parir naturalmente”.
Como ellas, Natalia Herrera optó por parir en su casa a su segunda hija, luego de que en su primer posparto sufrió de un dolor de cabeza invalidante, tras un error del anestesiólogo, que le puso la epidural (anestesia de parto) en la médula. En medio del nuevo coronavirus nació Elisa Molano Herrera en La Calera. Su llegada, como relató su madre, estuvo rodeada de calor de hogar y de la compañía de una partera, su padre Alfredo y dos aprendices de partería. “Escogí el camino de parir en casa porque también me quería tomar muy en serio el cuidado posparto. Estaba muy enfocada en ello, no quería estar moviéndome en un hospital y menos en pandemia”, cuenta. La recuperación de esos cuarenta días siguientes (etapa llamada dieta o puerperio) es clave para que el útero vuelva a su estado y tamaño natural, el cuerpo de la madre se reponga del esfuerzo que representa dar vida y se genere un vínculo durante la lactancia entre la madre y el recién nacido. Ella logró no interrumpir este período, pero sabe que muchas mujeres que escogen este camino viven tortuosos trámites y negativas institucionales para registrar a sus bebés en la Registraduría o en una Empresa Prestadora de Salud (EPS).
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Un círculo traumático de tramitología
“Es un ciclo vicioso”, explica Herrera, “como tienes a tu bebé en casa y una partera no puede expedir un certificado de nacido vivo no puedes registrarla en la Registraduría fácilmente y sin este documento no existe en el sistema colombiano ni te la inscriben en una EPS. Te piden también una muestra de su RH y en el laboratorio para hacer esta muestra vuelven y te piden el certificado de nacido vivo”, detalla Herrera. Las mujeres se ven enfrentadas a mucho estrés y complicaciones, que se podrían evitar, solo porque la partera no está habilitada para dar constancia del nacimiento de un bebé, así lo haya presenciado y brindado el servicio de partería. Que ella no pueda expedir dicho certificado crea todo un círculo tortuoso de trámites que afectan a la madre y la bebé.
“Sin el certificado de nacido vivo, debes llevar dos testigos ante la Registraduría. Hicimos eso, pero cuando pensamos que estábamos terminando el proceso, nos devolvieron el trámite por no tener el RH. Pagamos a un laboratorio para que viniera a hacerle la prueba a Elisa, pero cuando se enteraron de que no teníamos dicho certificado nos cancelaron. Tuvimos que buscar una bacterióloga para que nos hiciera el favor de la prueba a domicilio, porque no me podía ir sin mi bebé, y no queríamos exponernos en pandemia. Al final, lo conseguimos; nos costó $100.000, cuando es una prueba que vale $15.000”, recapitula Natalia Herrera. Su testimonio no solo evidencia las trabas que le tocó sortear en un momento que había destinado a guardar total reposo para dedicarse a su recuperación y su hija, sino que demuestra que parir en casa es un privilegio en las condiciones actuales.
“Todo esto es un recorrido traumático por el que no tiene que pasar una mujer que acaba de parir, porque, entre otras cosas, si una mamá está estresada esto puede afectar su lactancia. Entonces, cualquier Estado que se precie de ser garantista debería asegurar, en términos de legislación, que estas mujeres que paren en la casa tengan acceso a este tipo de trámites”, añade. Pero ese no fue el único lío. El reconocimiento de la licencia de maternidad también representó un problema. “La EPS también pide el certificado de nacido vivo. Entonces, al no tenerlo casi no me la reconocen. Me tocó hacer un derecho de petición y hasta enfrentar a mi ginecóloga y decirle que me ayudara: le pedí un documento que diera constancia que, efectivamente, mi bebé nació porque vine a valoración posparto con ella. Todo esto solo porque no está establecido que la partera expida el certificado de nacido vivo”, agrega.
El dilema está tan constituido que las propias parteras han encontrado rutas para contrarrestar estos efectos negativos. “Tenemos modelos y formatos establecidos de derechos de petición y tutelas para que les den las licencias de maternidad a las mamás que paren en casa, porque la respuesta genérica de las EPS es que no tienen derecho de elegir dónde parir, y eso es absurdo”, refiere Carolina Zuluaga. Raimy Ramírez, aprendiz de partera y miembro de las Parteras Urbanas Organizadas, dice que, en efecto, tienen “aliados” en algunas registradurías, laboratorios, bacteriólogas y pediatras para derribar estas barreras. “Son personas que no estigmatizan el parto en casa. Pero la realidad es que a la sociedad le hace falta información sobre la partería. Lo increíble es que haya funcionarios de la Registraduría que no sepan sobre las otras opciones para registrar a un recién nacido. Un registro de nacimiento es un derecho y dificultar este trámite es negarlo”, opinó Ramírez.
¿Qué hacer?
Zuluaga y Ramírez concuerdan en que son las familias y propiamente las madres, que optan por el parto en casa, las afectadas por falta de regulación o al menos de alguna figura que respalde y reconozca su decisión. Sin embargo, entre las parteras no hay aún un consenso frente a la regulación y si ven o no necesario adentrarse en esas aguas. Raimy Ramírez asegura que regular el parto en casa sería beneficioso, pero primero las parteras de diversas vertientes deben encontrarse y ponerse de acuerdo frente al tema. “Antes de hablar de cómo regular el parto en casa es importante hacer una junta nacional de partería y revisar la propuesta, con sus pros y contras”, expone.
En contraste, Carolina Zuluaga habla de que, más allá de que el Congreso discuta en torno al parto en casa, o que intente reglamentar un oficio tan diverso como es la partería, lo que debe hacer el Legislativo es respaldar el derecho a elegir dónde parir de las mujeres, pues hay más modalidades que se podrían considerar, como casas de partería, por ejemplo. En todo caso, para ella, la necesidad está en que la mujer gestante pueda ejercer su derecho con todas las garantías.
“La resolución 3280 para la atención de la población materna habla sobre la autonomía de las mujeres, la libre decisión de dónde dar a luz. Por otro lado, el Estado y el sistema de salud se contradicen y crean una legislación que contempla únicamente el parto clínico. Desde que no salgamos del concepto de que solo la mujer que no puede acceder al servicio de salud es la que pare en casa, estamos lejos de reglamentar algo. Hay mucho desconocimiento y desconfianza que cuestionan la elección de la mujer en torno a su parto y no conciben que esto exista”, añade Zuluaga.
Por lo pronto, las mujeres que paren en su casa, aunque son una minoría frente a las que dan a luz en una clínica, piden que usar su autonomía no signifique enfrentar mecanismos agresivos y confusos. “Por qué tiene que ser así?”, piensa Natalia Herrera. María Camila Jaramillo, por su parte, se reafirma en que, a pesar del estigma y las barreras, no cambiaría su decisión. “Me parece muy complejo que un ginecobstetra les dicte a las mujeres cómo debe ser su parto y nosotras sin saber qué pasa. Por mi elección me llamaron bruta, me dijeron que si se me había venido el muchachito, que no me importaba mi hijo. Mi experiencia fue amorosa e íntima. Una sí sabe parir”, concluye.