América debería llamarse Amazonia: Así fue el encuentro Mujica-Petro
El encuentro privado entre el expresidente uruguayo José Mujica y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, tuvo un testigo de excepción: el vicecanciller colombiano, Jorge Rojas, quien en este texto comparte sus impresiones.
Jorge Rojas Rodríguez*
Los dos hombres se sentaron frente a frente en el pequeño espacio colmado de libros, que bien puede ser biblioteca, comedor, sala de recibir o dormitorio.
Pepe, apoyado en su bastón,ocupó un butaco de madera sin espaldar ni descansa brazos, el único en el que podía sentarse para atenuar sus dolencias.
Petro se reclinó en un sillón gris claro ubicado a muy poca distancia de su interlocutor.
Se sentía un afecto interminable en el ambiente, un halo de respeto sincero y admiración profunda. Ambos sabían que era un momento único y, tal vez, irrepetible, y una sensación simultánea de alegría y vacío asaltó los corazones.
Haciendo un gran esfuerzo, Pepe había salido de su casa para recibir a Petro y había caminado unos pocos metros, siempre del brazo de Lucía, amor invencible y soporte vital de su larga lucha.
“Bienvenido amigo y compañero”, le dijo Pepe exhibiendo una inmensa sonrisa y los dos se fundieron en un poderoso abrazo que solo terminó cuando Petro afirmó que estaba muy contento de venir a su chacra para imponerle, como presidente de Colombia, la Orden de Boyacá en el grado de Gran Cruz, la misma que instituyó el libertador Simón Bolívar para condecorar a quienes le sirven a la patria, a la libertad y a la paz.
Los dos caminaron lentamente hacia la biblioteca de la sencilla morada donde habita quien una vez fue presidente de la Republica Oriental del Uruguay y que ahora, a sus 90 años, ejerce como el viejo sabio de la tribu.
Fue un encuentro de política, historia, filosofía, ambientalismo y poesía en el que presidente y expresidente intercambiaron frases e ideas, recuerdos y preocupaciones que iban y venían como si quisieran dejar testimonio de sus vidas dedicadas a luchar sin pausa por las causas de la humanidad (y ahora del planeta), que los juntan desde antes de conocerse.
“Luchar por la paz de Colombia es una causa noble”, dijo Pepe para iniciar el diálogo entre dos exguerrilleros que alguna vez se rebelaron con la utopía de construir un mundo mejor, uno en el movimiento de liberación nacional Tupamaros, el otro en el Movimiento 19 de Abril. Dos excombatientes que alguna vez estuvieron presos y sufrieron persecución, que alguna vez fueron torturados y dos líderes políticos que una vez y para siempre dejaron las armas para luchar en democracia por los mismos ideales.
“Ya los tiempos de Ché pasaron", le dijo Petro a Pepe para sentenciar que la guerra ya no es el camino. “Ya no es el camino hermano y vos vivís en un país con una guerra tan larga que pareciera que la sociedad se acostumbró y eso es tremendamente ilógico, por eso te compadezco hermano”, comentó Pepe.
Los dos fueron elegidos presidentes por la vía de los votos y ambos constataron que sus programas de gobierno se hicieron alrededor de la vida, de la justicia social y la inclusión, del respeto por la naturaleza, de los derechos humanos y de la urgencia de enfrentar la crisis climática que agobia al planeta.
“Tenemos que juntarnos para defendernos, la América toda”, insinuó Pepe para advertir los tiempos difíciles que se advierten.
“Hay mucha tragedia acumulada en América Latina, el daño que le ha hecho Estados Unidos a Colombia es inconmensurable, nosotros tenemos suerte porque estamos más lejos”, le dijo Pepe mirando a un Petro que había hecho el relato de la historia del conflicto armado en Colombia y sus causas.
De pronto, Pepe retomó el tema continental y sorprendió a Petro con una idea audaz: “Petro, deberíamos cambiarle el nombre a América Latina, no me gusta el nombre que nos impusieron porque dejaron por fuera a los negros, los indígenas, a los pueblos originarios”, dijo Pepe, y Petro le respondió que si, “le regalamos el nombre a Estados Unidos de América”.
De inmediato, Pepe propuso que América debería llamarse “Amazonia” porque nosotros dependemos de la Amazonia, el continente todo depende de la Amazonia y Petro le dijo que así como Europa tiene un himno, Amazonia debía tener un himno, aún cuando no encontraron cuál podía ser ese himno que identifique el continente de los sueños que siempre compartieron.
En ese momento intervino Lucía, la legendaria compañera senadora del Frente Amplio: “el continente todo depende de la Amazonia, el agua en el sur depende de la Amazonia, de los ríos voladores que aquí nos traen vida”.
Juntar estos líderes puede alborotar ideas revolucionarias, pensé yo escuchando la conversación.
“No nos alcanza la vida para seguir soñando pero tenemos certeza de que no abandonaremos la lucha por alcanzar esos sueños”, le dijo Pepe a Petro y le aconsejó: “el mejor dirigente es el que deja siempre a quien lo supere con ventaja, esa es la lucha más larga de nuestra vida”.
“Jamás vamos a renunciar a lo que fuimos y lo que somos, revolucionarios”, respondió Petro.
Cuando se disponían al abrazo final, a la despedida obligada, yo le pedí a Pepe un mensaje para nuestro país y Pepe, apoyando su cara en el bastón y mirando como un niño la cámara del celular, empezó diciendo: “quieran a Colombia, por encima de todo, la quieran a Colombia…”
* Vicecanciller de Colombia
Los dos hombres se sentaron frente a frente en el pequeño espacio colmado de libros, que bien puede ser biblioteca, comedor, sala de recibir o dormitorio.
Pepe, apoyado en su bastón,ocupó un butaco de madera sin espaldar ni descansa brazos, el único en el que podía sentarse para atenuar sus dolencias.
Petro se reclinó en un sillón gris claro ubicado a muy poca distancia de su interlocutor.
Se sentía un afecto interminable en el ambiente, un halo de respeto sincero y admiración profunda. Ambos sabían que era un momento único y, tal vez, irrepetible, y una sensación simultánea de alegría y vacío asaltó los corazones.
Haciendo un gran esfuerzo, Pepe había salido de su casa para recibir a Petro y había caminado unos pocos metros, siempre del brazo de Lucía, amor invencible y soporte vital de su larga lucha.
“Bienvenido amigo y compañero”, le dijo Pepe exhibiendo una inmensa sonrisa y los dos se fundieron en un poderoso abrazo que solo terminó cuando Petro afirmó que estaba muy contento de venir a su chacra para imponerle, como presidente de Colombia, la Orden de Boyacá en el grado de Gran Cruz, la misma que instituyó el libertador Simón Bolívar para condecorar a quienes le sirven a la patria, a la libertad y a la paz.
Los dos caminaron lentamente hacia la biblioteca de la sencilla morada donde habita quien una vez fue presidente de la Republica Oriental del Uruguay y que ahora, a sus 90 años, ejerce como el viejo sabio de la tribu.
Fue un encuentro de política, historia, filosofía, ambientalismo y poesía en el que presidente y expresidente intercambiaron frases e ideas, recuerdos y preocupaciones que iban y venían como si quisieran dejar testimonio de sus vidas dedicadas a luchar sin pausa por las causas de la humanidad (y ahora del planeta), que los juntan desde antes de conocerse.
“Luchar por la paz de Colombia es una causa noble”, dijo Pepe para iniciar el diálogo entre dos exguerrilleros que alguna vez se rebelaron con la utopía de construir un mundo mejor, uno en el movimiento de liberación nacional Tupamaros, el otro en el Movimiento 19 de Abril. Dos excombatientes que alguna vez estuvieron presos y sufrieron persecución, que alguna vez fueron torturados y dos líderes políticos que una vez y para siempre dejaron las armas para luchar en democracia por los mismos ideales.
“Ya los tiempos de Ché pasaron", le dijo Petro a Pepe para sentenciar que la guerra ya no es el camino. “Ya no es el camino hermano y vos vivís en un país con una guerra tan larga que pareciera que la sociedad se acostumbró y eso es tremendamente ilógico, por eso te compadezco hermano”, comentó Pepe.
Los dos fueron elegidos presidentes por la vía de los votos y ambos constataron que sus programas de gobierno se hicieron alrededor de la vida, de la justicia social y la inclusión, del respeto por la naturaleza, de los derechos humanos y de la urgencia de enfrentar la crisis climática que agobia al planeta.
“Tenemos que juntarnos para defendernos, la América toda”, insinuó Pepe para advertir los tiempos difíciles que se advierten.
“Hay mucha tragedia acumulada en América Latina, el daño que le ha hecho Estados Unidos a Colombia es inconmensurable, nosotros tenemos suerte porque estamos más lejos”, le dijo Pepe mirando a un Petro que había hecho el relato de la historia del conflicto armado en Colombia y sus causas.
De pronto, Pepe retomó el tema continental y sorprendió a Petro con una idea audaz: “Petro, deberíamos cambiarle el nombre a América Latina, no me gusta el nombre que nos impusieron porque dejaron por fuera a los negros, los indígenas, a los pueblos originarios”, dijo Pepe, y Petro le respondió que si, “le regalamos el nombre a Estados Unidos de América”.
De inmediato, Pepe propuso que América debería llamarse “Amazonia” porque nosotros dependemos de la Amazonia, el continente todo depende de la Amazonia y Petro le dijo que así como Europa tiene un himno, Amazonia debía tener un himno, aún cuando no encontraron cuál podía ser ese himno que identifique el continente de los sueños que siempre compartieron.
En ese momento intervino Lucía, la legendaria compañera senadora del Frente Amplio: “el continente todo depende de la Amazonia, el agua en el sur depende de la Amazonia, de los ríos voladores que aquí nos traen vida”.
Juntar estos líderes puede alborotar ideas revolucionarias, pensé yo escuchando la conversación.
“No nos alcanza la vida para seguir soñando pero tenemos certeza de que no abandonaremos la lucha por alcanzar esos sueños”, le dijo Pepe a Petro y le aconsejó: “el mejor dirigente es el que deja siempre a quien lo supere con ventaja, esa es la lucha más larga de nuestra vida”.
“Jamás vamos a renunciar a lo que fuimos y lo que somos, revolucionarios”, respondió Petro.
Cuando se disponían al abrazo final, a la despedida obligada, yo le pedí a Pepe un mensaje para nuestro país y Pepe, apoyando su cara en el bastón y mirando como un niño la cámara del celular, empezó diciendo: “quieran a Colombia, por encima de todo, la quieran a Colombia…”
* Vicecanciller de Colombia