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¿En qué se parece y en qué es diferente el actual proceso electoral de otros anteriores? Por supuesto, el período previo a las campañas en este año marcó un nuevo camino. Sería imposible que un evento como la epidemia del coronavirus, que golpeó a todo el mundo, puso en peligro la salud y hasta amenazó de muerte a miles, no modificara el ánimo colectivo.
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O que no afectara el estado mental de los electores y su forma de votar: sus expectativas sobre lo que haga el Gobierno, el alcance de la enfermedad, el miedo a sus manifestaciones. Habrá que ver si el tiempo que resta para las elecciones —las presidenciales serán en mayo 29 (primera vuelta) y junio 19 (segunda vuelta), las de Congreso en marzo 12— es suficiente como para que los avances en el combate de la pandemia la vayan sacando del lugar que ocupa en las mentes de los votantes.
En el punto de partida, según los sondeos de opinión, el electorado se caracteriza por su gran preocupación hacia lo que acontece y por su pesimismo frente al futuro. Según el estudio más reciente de Invamer, en agosto, un 77 % de los encuestados considera que el país va por mal camino y solo un 15 % piensa lo contrario: que va por buen camino. En la más reciente del Centro Nacional de Consultoría para la revista Semana, un 84 % de los colombianos considera que el país va por mal camino.
A menos que entre el momento actual y las fechas de las elecciones haya un cambio improbable —por la magnitud de la visión pesimista—, los votantes irán a las urnas con sentimientos de que se está eligiendo un gobierno para solucionar una crisis. Es decir, que se necesita un cambio. En momentos difíciles, la gente prefiere rectificación sobre la continuidad. Y la actual, la del coronavirus, es una de las crisis más duras que se recuerde, en términos de afectar la vida cotidiana de los ciudadanos.
Los colombianos votarán por quien les ofrezca una opción creíble de cambio de rumbo. ¿A quién le interesa la continuidad de una de las peores situaciones de salud pública que ha habido, con todo lo que ella significa (muertes, enfermos, desempleo y malestar generalizado)? A veces los candidatos dejan la sensación de que no comprenden la magnitud de la crisis y los sentimientos que esta ha generado. O piensan —¿con el deseo?— que la pandemia y sus efectos se van a curar de aquí a las elecciones.
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Las encuestas corroboran que los votantes están buscando nuevos rumbos. La imagen del presidente Iván Duque es una de las más bajas que se recuerde en cualquiera de sus antecesores: solo un 35 % aprueba su gestión en la encuesta de Invamer. Y en la del Centro de Consultoría, el primer mandatario tiene una percepción negativa del 75 % y solo un 20 % aprueba su gestión. El expresidente Álvaro Uribe, líder permanente de las encuestas desde su llegada al poder en 2002, en la actual coyuntura bajó a un 59 % de imagen negativa (y 35 % positiva), mientras que durante años había logrado conservar, sin mucho cambio, registros mucho más favorables.
Cuando la percepción sobre la labor de un mandatario es tan negativa, las opciones electorales que prometen rectificación, nuevo rumbo —el famoso “cambio”— son más competitivas y rentables en el proceso electoral que las que se asemejan o se identifican con quienes están en el poder. Por algo, en la coyuntura actual, las cartas continuistas (los candidatos del Centro Democrático) están pasando por el momento más amargo desde la aparición de su partido. Con un entorno así, no es de extrañar que, hasta ahora, las opciones más lejanas al gobierno de Duque lleven la delantera.
El otro factor que puede distorsionar el panorama de las opciones de los distintos candidatos es el conocimiento que los electores tienen de sus trayectorias. A juzgar por el cubrimiento de los lanzamientos de figuras públicas como Juan Carlos Echeverri, Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez y Alejandro Char —exfuncionarios y exmandatarios locales— no son todavía identificados en el ámbito nacional.
Desde luego, es muy temprano. Varios de los partidos no han seleccionado su candidato. A estas alturas, cuatro años atrás, al finalizar el año calendario anterior al electoral, Iván Duque era un desconocido. La tabla que registra en estos momentos, por ejemplo, el Centro Nacional de Consultoría, en Semana, la encabeza Gustavo Petro (19,7 %) y le siguen: Sergio Fajardo (5,8 %), Rodolfo Hernández (4,6 %), Juan Manuel Galán (4,2 %), María Fernanda Cabal (3,2 %), Federico Gutiérrez (3 %), Alejandro Gaviria (2,6 %) y Óscar Iván Zuluaga (1,8 %). En esta tabla, y en otras similares, no hay grandes sorpresas: los grandes favoritos vuelven a ser los que participaron en la elección anterior.
Solo que en esta ocasión, con un entorno de difícil interpretación —uribismo de capa caída, proceso de paz desdibujado, economía golpeada por la pandemia, partidos en estado crítico y pesimismo generalizado—, hay condiciones para contemplar escenarios y tendencias distintas a las tradicionales. Es un escenario que, en principio, facilita el surgimiento de fenómenos distintos.
Lo cierto es que es muy temprano para hacer vaticinios. La mayoría de los votantes no han decidido por quién sufragar. Apenas comienza el registro de candidaturas (y van primero los procesos para elegir un nuevo poder Legislativo). Los debates presidenciales apenas empiezan y seis meses que faltan para la primera vuelta son una eternidad en estos tiempos de celulares, datos y conexión permanente.
*Periodista.