Murillo: la ficha más fuerte de la diplomacia que zanjó el ruido de Petro en Washington
El embajador de Colombia ante la Casa Blanca, Luis Gilberto Murillo, logró cuatro encuentros entre el presidente y su homólogo estadounidense, Joe Biden. En estos 15 meses fortaleció los procesos de cooperación binacional y les dio manejo a una serie de declaraciones del jefe de Estado que generaron inconformidad en esa potencia. Israel y Palestina pasaron por su agenda.
Daniel Valero
A Luis Gilberto Murillo, el hombre que diplomáticamente representa a Colombia ante Estados Unidos desde el día uno de la administración de Gustavo Petro, lo llamó directamente el ahora jefe de Estado para ofrecerle el cargo que ostenta hace 15 meses y por el cual, pese a todas las turbulencias que se han vivido en ese período, ha logrado sostener una relación fluida y sincera entre Bogotá y Washington.
Es a él a quien le ha tocado explicar la postura del presidente en torno a Israel y Palestina sin calificar como terrorista a Hamás, una organización que Estados Unidos sí tiene entre su lista de amenazas mundiales y que, tras un brutal atentado el pasado 7 de octubre en suelo judío, desató una represalia desmedida en la Franja de Gaza que ya deja más de 15.000 muertos.
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También es quien ha tenido que sortear el ruido que generó en los estamentos de poder estadounidenses que el primer presidente colombiano realmente de izquierda asumiera el solio de Bolívar replanteando un vuelco a la lucha contra las drogas, lo que implicaría modificar los procesos de extradición y que, además, cambió el foco de la persecución de los cultivos de hoja de coca a priorizar la interdicción para atacar lo que llamó la cadena más fuerte del narcotráfico. Incluso, por abrirles la puerta a negociaciones con bandas eminentemente traquetas en el marco de su apuesta de paz total, que para Washington deberían ser judicialmente perseguidas.
Además, sin contar otras declaraciones públicas que Petro ha dado y que han tenido impacto en el círculo más cercano al presidente Joe Biden, Murillo tuvo que capotear el dardo con el que el mandatario colombiano culpó a Estados Unidos –en octubre de 2022– de estar “arruinando” economías en todo el planeta. Incluso, por esas mismas semanas, señaló a Washington de generar carestías en Colombia y de la devaluación del peso.
Pero si algo conoce perfectamente Murillo es cómo y entre qué canales se mueve el poder estadounidense y con quiénes debe tener interlocución directa para que, más allá de la polémica pública, los lineamientos del jefe de Estado sean entendidos de fondo. Y ahí, tal vez, está el quid de por qué ha logrado cuatro encuentros directos entre Petro y Biden, 70 reuniones de alto nivel con funcionarios estadounidenses, 34 visitas de fichas claves de la Casa Blanca a Colombia y –entre otros hitos diplomáticos– 32 asistencias de delegados colombianos a Estados Unidos.
“Nosotros decidimos apoyar al presidente Petro en segunda vuelta, se creó un frente amplio, y allí él me pidió apoyo en la relación con Estados Unidos; incluso en campaña hice varios viajes para ambientar lo del presidente. Después me dijo que quería que estuviera al frente de la Embajada en Washington. Hubo mucha discusión, porque tenía que renunciar a la ciudadanía, por lo que nos demoramos como un mes, y él me dijo que eso era un tema familiar que debía resolver. Después decidimos, como familia, que sí valía la pena”, le dijo Murillo a El Espectador cuando se le preguntó por su aterrizaje en el actual Gobierno.
Este diplomático de 56 años, nacido en una región chocoana conocida como Andagoya o Medio San Juan, se tituló como ingeniero de minas en la Universidad Estatal de Moscú, Rusia, gracias a una beca del Icetex. Allá también –durante los seis años que estuvo (1984-1990)– obtuvo su maestría en ciencias de la energía.
De regreso a Colombia, pero desde 1993 bajo la administración del entonces presidente liberal César Gaviria, se vinculó a los asuntos públicos de Chocó. Fue director de la Corporación de Desarrollo y más adelante trabajó en temas ambientales con Antanas Mockus en la Alcaldía de Bogotá.
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Y para las elecciones regionales de 1997 se quedó con la Gobernación de Chocó, pero -tras un enredo con las actas electorales- tuvo que dejar el cargo por decisión del Consejo de Estado; eso pasó en enero de 1999. Y un año después fue secuestrado por paramilitares que operan en su departamento natal, lo que lo llevó a irse del país hacia Estados Unidos, donde comenzó a tejer las relaciones que actualmente lo hacen el hombre fuerte de la diplomacia colombiana ante la Casa Blanca.
En 2011, en otros comicios en los que lo avaló Cambio Radical, volvió a ganar la Gobernación de Chocó, pero también por recursos judiciales fue apartado del cargo en noviembre de 2012. Dos años después, en la administración de Juan Manuel Santos, entró a manejar un plan de choque para ese departamento y, en 2016 -tras la reelección-, fue designado ministro de Ambiente.
Un año después, luego de desacuerdos por la forma en que el partido votó proyectos sobre la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), renunció a Cambio Radical. Ahí se puso a trabajar en lo que 24 meses después fue Colombia Renaciente, colectividad con la que fue fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo en 2022 y con la que apoyó, en segunda vuelta, al ahora presidente Petro.
“El presidente Petro públicamente ya había dado señales de que quería que fuera su embajador en Estados Unidos; después alguien me llamó y me dijo que el presidente quería hablar conmigo sobre eso, y recuerdo que me pusieron en contacto con Laura Sarabia, su entonces secretaria privada. Me dieron un teléfono directo de él y lo llamé por la aplicación Line para hablar de todo eso; ya luego cruzamos mensajes sobre las prioridades que tenía”, agregó Murillo en diálogo con este diario.
Desde esa escena de designación pública, pasando a la presentación de cartas credenciales a Biden y llegando a la rendición de cuentas que entregó de su cargo el pasado 4 de diciembre, Murillo se ha fortalecido en los círculos de poder estadounidenses y se ha ratificado como una pieza clave de la diplomacia que está al mando del canciller Álvaro Leyva. Aunque, según otras fuentes, tiene línea directa con Petro, pero siempre respeta los canales formales de diálogo con Bogotá.
En su gestión, además, ha logrado comprometer US$13,2 millones para la conservación de biodiversidad, US$48 millones más donados a través de cooperación bilateral y, entre otros muchos asuntos que también pasan por el control de efectos que puedan tener algunas declaraciones públicas de Petro, ya logró que 53.700 colombianos que viven en Estados Unidos se hayan beneficiado con los procesos de reagrupación familiar. Incluso, entre enero y agosto de este 2023, 735.000 estadounidenses han viajado hacia Colombia y, en el mismo período, 1.022.400 colombianos han ido hacia ese territorio.
(Gustavo Petro apostó por cuatro frentes de diálogo para rescatar su acuerdo nacional)
Quienes lo conocen de cerca hablan de su tono siempre amable para dialogar, de su paciencia para debatir sobre asuntos polémicos o de impacto, pero también destacan su tono firme cuando se trata de defender las causas en las que cree, como cuando paró en seco a un par de congresistas republicanos que agredieron verbalmente a Petro.
En todo caso, como él se lo dijo a este diario cuando se le notificó que estaría en esta edición de personajes del año, está listo a trabajar desde el frente en el que le asigne el presidente Petro –sonó hace un par de meses para ser canciller–, pero que por su conocimiento de Washington y sus círculos de poder preferiría estar otros meses allá. La última palabra la tiene el jefe de Estado, aunque Murillo es de los pocos que puede decir que sí es escuchado por un mandatario que cada vez tiende a cerrar más su círculo de confianza.
Vea aquí la entrevista completa que El Espectador le realizó al embajador Luis Gilberto Murillo:
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A Luis Gilberto Murillo, el hombre que diplomáticamente representa a Colombia ante Estados Unidos desde el día uno de la administración de Gustavo Petro, lo llamó directamente el ahora jefe de Estado para ofrecerle el cargo que ostenta hace 15 meses y por el cual, pese a todas las turbulencias que se han vivido en ese período, ha logrado sostener una relación fluida y sincera entre Bogotá y Washington.
Es a él a quien le ha tocado explicar la postura del presidente en torno a Israel y Palestina sin calificar como terrorista a Hamás, una organización que Estados Unidos sí tiene entre su lista de amenazas mundiales y que, tras un brutal atentado el pasado 7 de octubre en suelo judío, desató una represalia desmedida en la Franja de Gaza que ya deja más de 15.000 muertos.
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Además, sin contar otras declaraciones públicas que Petro ha dado y que han tenido impacto en el círculo más cercano al presidente Joe Biden, Murillo tuvo que capotear el dardo con el que el mandatario colombiano culpó a Estados Unidos –en octubre de 2022– de estar “arruinando” economías en todo el planeta. Incluso, por esas mismas semanas, señaló a Washington de generar carestías en Colombia y de la devaluación del peso.
Pero si algo conoce perfectamente Murillo es cómo y entre qué canales se mueve el poder estadounidense y con quiénes debe tener interlocución directa para que, más allá de la polémica pública, los lineamientos del jefe de Estado sean entendidos de fondo. Y ahí, tal vez, está el quid de por qué ha logrado cuatro encuentros directos entre Petro y Biden, 70 reuniones de alto nivel con funcionarios estadounidenses, 34 visitas de fichas claves de la Casa Blanca a Colombia y –entre otros hitos diplomáticos– 32 asistencias de delegados colombianos a Estados Unidos.
“Nosotros decidimos apoyar al presidente Petro en segunda vuelta, se creó un frente amplio, y allí él me pidió apoyo en la relación con Estados Unidos; incluso en campaña hice varios viajes para ambientar lo del presidente. Después me dijo que quería que estuviera al frente de la Embajada en Washington. Hubo mucha discusión, porque tenía que renunciar a la ciudadanía, por lo que nos demoramos como un mes, y él me dijo que eso era un tema familiar que debía resolver. Después decidimos, como familia, que sí valía la pena”, le dijo Murillo a El Espectador cuando se le preguntó por su aterrizaje en el actual Gobierno.
Este diplomático de 56 años, nacido en una región chocoana conocida como Andagoya o Medio San Juan, se tituló como ingeniero de minas en la Universidad Estatal de Moscú, Rusia, gracias a una beca del Icetex. Allá también –durante los seis años que estuvo (1984-1990)– obtuvo su maestría en ciencias de la energía.
De regreso a Colombia, pero desde 1993 bajo la administración del entonces presidente liberal César Gaviria, se vinculó a los asuntos públicos de Chocó. Fue director de la Corporación de Desarrollo y más adelante trabajó en temas ambientales con Antanas Mockus en la Alcaldía de Bogotá.
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Y para las elecciones regionales de 1997 se quedó con la Gobernación de Chocó, pero -tras un enredo con las actas electorales- tuvo que dejar el cargo por decisión del Consejo de Estado; eso pasó en enero de 1999. Y un año después fue secuestrado por paramilitares que operan en su departamento natal, lo que lo llevó a irse del país hacia Estados Unidos, donde comenzó a tejer las relaciones que actualmente lo hacen el hombre fuerte de la diplomacia colombiana ante la Casa Blanca.
En 2011, en otros comicios en los que lo avaló Cambio Radical, volvió a ganar la Gobernación de Chocó, pero también por recursos judiciales fue apartado del cargo en noviembre de 2012. Dos años después, en la administración de Juan Manuel Santos, entró a manejar un plan de choque para ese departamento y, en 2016 -tras la reelección-, fue designado ministro de Ambiente.
Un año después, luego de desacuerdos por la forma en que el partido votó proyectos sobre la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), renunció a Cambio Radical. Ahí se puso a trabajar en lo que 24 meses después fue Colombia Renaciente, colectividad con la que fue fórmula vicepresidencial de Sergio Fajardo en 2022 y con la que apoyó, en segunda vuelta, al ahora presidente Petro.
“El presidente Petro públicamente ya había dado señales de que quería que fuera su embajador en Estados Unidos; después alguien me llamó y me dijo que el presidente quería hablar conmigo sobre eso, y recuerdo que me pusieron en contacto con Laura Sarabia, su entonces secretaria privada. Me dieron un teléfono directo de él y lo llamé por la aplicación Line para hablar de todo eso; ya luego cruzamos mensajes sobre las prioridades que tenía”, agregó Murillo en diálogo con este diario.
Desde esa escena de designación pública, pasando a la presentación de cartas credenciales a Biden y llegando a la rendición de cuentas que entregó de su cargo el pasado 4 de diciembre, Murillo se ha fortalecido en los círculos de poder estadounidenses y se ha ratificado como una pieza clave de la diplomacia que está al mando del canciller Álvaro Leyva. Aunque, según otras fuentes, tiene línea directa con Petro, pero siempre respeta los canales formales de diálogo con Bogotá.
En su gestión, además, ha logrado comprometer US$13,2 millones para la conservación de biodiversidad, US$48 millones más donados a través de cooperación bilateral y, entre otros muchos asuntos que también pasan por el control de efectos que puedan tener algunas declaraciones públicas de Petro, ya logró que 53.700 colombianos que viven en Estados Unidos se hayan beneficiado con los procesos de reagrupación familiar. Incluso, entre enero y agosto de este 2023, 735.000 estadounidenses han viajado hacia Colombia y, en el mismo período, 1.022.400 colombianos han ido hacia ese territorio.
(Gustavo Petro apostó por cuatro frentes de diálogo para rescatar su acuerdo nacional)
Quienes lo conocen de cerca hablan de su tono siempre amable para dialogar, de su paciencia para debatir sobre asuntos polémicos o de impacto, pero también destacan su tono firme cuando se trata de defender las causas en las que cree, como cuando paró en seco a un par de congresistas republicanos que agredieron verbalmente a Petro.
En todo caso, como él se lo dijo a este diario cuando se le notificó que estaría en esta edición de personajes del año, está listo a trabajar desde el frente en el que le asigne el presidente Petro –sonó hace un par de meses para ser canciller–, pero que por su conocimiento de Washington y sus círculos de poder preferiría estar otros meses allá. La última palabra la tiene el jefe de Estado, aunque Murillo es de los pocos que puede decir que sí es escuchado por un mandatario que cada vez tiende a cerrar más su círculo de confianza.
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