“Es muy importante que el Eln dé mayores muestras de voluntad de paz”
Luis Gilberto Murillo, el embajador de Colombia en Estados Unidos, dialogó con El Espectador sobre la perspectiva de Washington en torno a la paz total, el manejo que le ha dado ante la Casa Blanca a las posturas del presidente Gustavo Petro sobre Israel y Palestina, y de cómo la migración será un eje central de la relación binacional en 2024. ¿Qué dijo de su futuro en el cargo?
Daniel Valero
Embajador, ya son 15 meses de gestión, ¿cómo están las relaciones entre Colombia y Estados Unidos?
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Embajador, ya son 15 meses de gestión, ¿cómo están las relaciones entre Colombia y Estados Unidos?
Lo primero que nos propusimos fue mantener y proteger una relación que es estratégica y es especial, tanto para Colombia como para los Estados Unidos, porque compartimos valores, poderes, y es muy importante. Eso llevó a que generáramos, primero, un excelente nivel de diálogo, sincero, muy franco, muy abierto y de confianza. Es una relación muy cercana. Se recordará que tanto el secretario de Estado, Antony Blinken, como el presidente Joe Biden, llamaron muy rápidamente al presidente Petro para hablar, para felicitarlo por su triunfo en cuestión de horas. Pero también aquí se hizo algo que no era muy común en la relación y fue que, antes de la posesión, Jonathan Feiner, vicedirector del Consejo Nacional de Seguridad, vino a Colombia con Juan González y Brian Nichols a tener una conversación sobre la orientación de la relación.
¿Ese diálogo binacional ha cambiado?
Pues, además de eso, por primera vez hemos tenido cerca de 70 visitas de alto nivel, de trabajo con funcionarios tanto de Colombia a Washington como de Washington a Colombia. Se ha creado una relación muy cercana. Y es un tanto así por, obviamente, los cambios que se dan en Colombia, con el nuevo gobierno, pero también con los cambios en los Estados Unidos. Pasamos por un proceso de ajuste de la relación, de poder calibrarla frente a nuevas prioridades, a nuevos estilos. Y eso se logró. Ha sido tan así que, y esto no tiene precedentes, hemos logrado en este año cuatro encuentros de los dos presidentes, del presidente Petro y del presidente Biden, pero también de los cancilleres, el canciller Leyva y Anthony Blinken, que estuvo aquí en Colombia. También William Burns, director de la CIA, estuvo en Colombia. Y estuvo en Colombia el secretario Alejandro Mallorca y un sinnúmero de altos funcionarios. Eso ha generado también resultados en las prioridades que nos trazamos.
Usted habla de “cuidar” la relación. ¿Cómo se ha hecho esa tarea teniendo en Colombia el primer gobierno netamente de izquierda y con varias intervenciones públicas que generan ruido en Washington?
Es un proceso de ajuste y en el que se está trabajando en calibrar la relación. Se presentan posiciones que a veces no coinciden, pero se trabaja para llegar a acuerdos por la madurez de la relación. Hemos tenido momentos, obviamente, que generan desafíos porque se tiene el primer gobierno de izquierda en Colombia y tanto nosotros aquí en Colombia, que estamos en un gobierno de centro-izquierda, como en Estados Unidos, tenemos que acostumbrarnos a las maneras de relacionarnos, a los lenguajes, a las narrativas, pero también a las prioridades.
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¿Han cambiado los ejes del diálogo por ese “ajuste”?
Yo recuerdo cuando hablábamos con el presidente Petro y el canciller Leyva que en nuestras prioridades teníamos cinco establecidas: el cambio climático, respuesta a la crisis climática, conservación de la diversidad en un marco de justicia; después, todos los relacionamientos. El cambio climático relacionado con la paz, los esfuerzos de paz, paz total, democracia. Pero la primera prioridad no era, obviamente, el eje central de la lucha contra el narcotráfico para tratar de desnarcotizar la relación. Eso generó algunas miradas porque dicen, no, pero este ha sido el eje de la relación. Pues no, nosotros creemos que el eje de la relación ahora tiene que ser la respuesta a la crisis climática. Entonces, ese tipo de cambios generaron algunos desafíos a los cuales, afortunadamente, se pudo responder de manera muy satisfactoria.
¿Venezuela también implicó un giro en ese diálogo entre Bogotá y Washington, ya que la administración anterior que estaba en la Casa de Nariño tenía una línea muy diferente a la del presidente Petro frente a Nicolás Maduro?
Esa fue una de las discusiones bien interesantes, porque el presidente Petro de entrada, y fue una decisión muy importante, dijo que se iba a regularizar la relación con Venezuela. El objetivo nuestro es que obviamente haya soluciones concretas en términos económicos y democráticos para Venezuela, que sean decisiones del pueblo venezolano, porque compartimos una larga frontera, pero también una relación de hermandad entre los dos pueblos. Nos apartamos diametralmente de lo que estaba haciendo el gobierno anterior.
¿Leyeron bien eso en Estados Unidos?
Fue de muy buen recibo en la Casa Blanca. En un ambiente de sinceridad, el presidente Petro fue muy claro en el hecho de que Colombia iba a jugar un papel muy proactivo y constructivo en poder resolver, ayudar a resolver, los desafíos del pueblo venezolano en la medida en que ellos lo permitieran; también en poder hacer alianzas con otros países. La convocatoria de la conferencia que se realizó en Bogotá, donde la comunidad internacional se puso de acuerdo en que se tenían que conseguir soluciones al desafío democrático en Venezuela y soluciones para poder levantar las sanciones contra Venezuela. Eso no solo terminaba afectando al pueblo venezolano. Esa conferencia de abril le dio un nuevo aire, un nuevo giro a lo que la comunidad internacional estaba planteando frente a Venezuela. Ahí Colombia ha estado jugando un papel muy importante, muy decisivo y muy en colaboración con los Estados Unidos.
¿Fue un error haber considerado a la Venezuela de Maduro una dictadura?
Los pueblos tienen derecho a su autodeterminación y son decisiones que toma cada uno de los pueblos; y así se valoran. Plantear una política de ruptura de relaciones con un país vecino con tantos nexos con Colombia, hace que Colombia esté asumiendo un impacto bastante alto. Aquí tenemos una población cercana a los 2,5 casi 3 millones de venezolanos y venezolanas a quienes se les dio un estatus de protección temporal, que es un modelo a nivel mundial. En un contexto de estos, plantear la ruptura de relaciones no tiene mucho sentido, porque se aparta, inclusive, del concepto mismo y de la esencia de la diplomacia. Pero no quisiera referirme mucho al tema de Venezuela, porque hay otros responsables de eso. Yo llego simplemente a facilitar en Washington una interacción importante entre los gobiernos de Estados Unidos, Colombia y Venezuela.
Desde Washington, su sede de trabajo, dijeron que las disidencias y el Eln son la principal amenaza terrorista en Latinoamérica. ¿Esto afecta la apuesta de paz total?
En la agenda es muy importante el fortalecimiento de todos los temas de seguridad, de política de drogas, pero bajo unos nuevos paradigmas. Seguridad humana. Vamos a sembrar vida para poder combatir el narcotráfico, pero no vamos a perseguir ni campesinos ni a estas comunidades. Y están los esfuerzos de paz. El gobierno de Estados Unidos apoya los esfuerzos de paz de Colombia. Estados Unidos ha manifestado su apoyo a la paz total. Pero, obviamente, en ese apoyo a la paz total hay muchas discusiones y Colombia tiene unos desafíos en cómo avanzar en el camino de lograr acuerdos de paz con los grupos al margen de la ley. En este caso hay un apoyo bipartidista desde el punto de vista del Congreso, pero también muy de la sociedad de Estados Unidos a la implementación del acuerdo de paz con las Farc. Es central ese apoyo a la implementación del acuerdo y ahí se ha visto el apoyo de Estados Unidos a la JEP. Sin embargo, en ese mismo marco, tiene mucho sentido el avance que ha hecho el país en las negociaciones con el Eln y con otros grupos de origen político. Hemos tenido discusiones en lo que tiene que ver con el sometimiento.
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¿Washington ha planteado la necesidad de hablar sobre el sometimiento de esos grupos?
Diría que hay un gran interés del lado de Estados Unidos en que se pueda avanzar en un marco jurídico para el sometimiento. Ya el ministro (Néstor) Osuna lo ha manifestado recientemente, que va a presentar una ley de sometimiento de grupos que vienen de estar en estas redes criminales, que se consideran grupos dedicados exclusivamente al narcotráfico y que no tienen ningún origen político. Allí hay un interés de Estados Unidos y siempre con el propósito de apoyar, de ver cómo acompañan al país como lo acompañaron en el proceso con las Farc.
¿Qué le han dicho, embajador, sobre los diálogos con el Eln?
Hay muchos sectores críticos de la posición y de la actitud del Eln, porque coinciden con el Gobierno en la generosidad que se ha tenido en abrir estos espacios de diálogos, pero hay sectores en Estados Unidos que consideran que no se ve una reciprocidad por parte del Eln en ese sentido.
¿Eso es un llamado tácito al Eln para que se metan más con el proceso de paz?
Hay mucho interés. Yo recuerdo que cuando presenté credenciales al presidente Biden, uno de los temas que salió en esa corta conversación de cinco minutos fue su interés en el proceso de paz y en el Eln. Lo tenía en su radar. Es muy importante que el Eln dé mayores muestras de voluntad de paz y de concretar realmente un acuerdo con el Gobierno Nacional.
La postura de Colombia sobre Israel, Palestina y Hamás, ¿cómo ha sido leída en Washington?
Hay un interés central en el escenario de Washington frente a lo que está sucediendo en Gaza y hay coincidencias con el Gobierno colombiano en el hecho de que se debe avanzar hacia una solución que pueda permitir la existencia de dos Estados, la necesidad de tener una tregua, un alto al fuego, para que se puedan discutir de manera tranquila soluciones. También, en el hecho de rechazar cualquier acción violenta, que lo que lleva es a un impacto sobre la población civil; y además en que se cumpla realmente con el derecho internacional, el derecho internacional humanitario, porque son centrales. Como lo llaman mucho en Washington, la aplicación de la ley de la guerra. En Washington todavía, y eso hace parte de los desafíos, se están acostumbrando a tener a una Colombia y a un gobierno colombiano que es muy sincero en sus posiciones, pero que también de manera decidida lidera una política exterior progresista, que tiene elementos muy centrales y que siempre está del lado de la manera en que Colombia entiende los pueblos que están en opresión.
Esa “sinceridad”, embajador, ¿ha generado algún tipo de ruido en el diálogo binacional?
Hay sectores que no estaban acostumbrados a esa posición tan sincera y directa de Colombia y del presidente Petro. Y yo creo que eso es lo que está pasando. Y eso es muy bueno, porque estamos en un ambiente de diálogo sincero, pero también en igualdad, que fue una de las líneas planteadas por el presidente Petro desde el día uno y desde la reunión uno que se sostuvo con Estados Unidos. Somos aliados, aliados estratégicos, y eso requiere que tengamos diálogos francos; además, no siempre vamos a coincidir en las posiciones, porque el presidente Petro parte de la defensa de unos intereses.
¿Su trabajo diplomático se ha visto impactado por el hecho de que Colombia no haya declarado a Hamás como una organización terrorista, tal cual la considera Washington?
Yo he sido muy claro, y he estado en muchas reuniones en el Congreso estadounidense y con el Gobierno de Estados Unidos. Mi tarea es explicarle al pueblo de Estados Unidos, pero también a los centros de poder, cuál es nuestra posición. El presidente Petro lo dijo muy claramente, los hechos cometidos por Hamás, pero también los excesos de Israel, son hechos barbáricos que merecen condena. Y hemos sido muy claros en esa posición, porque ha sido la tradición que ha tenido el país con el pueblo que se encuentra en situación de opresión y que ha generado una enorme solidaridad. El presidente Petro lo ha manifestado y eso se entiende en Washington, y tan es así que rápidamente se ha visto cómo en los Estados Unidos hay cada vez mayor entendimiento. Aquí se necesita una solución de fondo y realmente hay que entender lo que ha venido planteando el pueblo palestino. Esto quiere decir que ambos pueblos tienen que, en primer lugar, convivir, pero además de eso, hay que sacar a la población civil de cualquiera de estos conflictos.
Esto no ha cambiado el diálogo…
Yo creo que, aunque ha generado solicitudes de aclaración de algunos sectores en Estados Unidos, hoy se entiende mucho mejor la posición del presidente Petro y del país. El diálogo siempre se ha mantenido, ha sido muy fluido.
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Ya viene 2024 y en Estados Unidos hay elecciones presidenciales. ¿Qué retos vienen en la relación binacional, por qué la migración será un eje central?
Con el presidente Petro y el canciller Leyva nos planteamos una agenda para gestionar desde lo diplomático la necesidad de que atendamos la migración, que no es mala, pero debe hacerse de manera ordenada, regulada y segura. Lo primero es garantizar que tengamos una migración que sea humana, que realmente responda a las necesidades de la humanidad de estas personas, pero también que sea solidaria, para evitar actitudes xenófobas. Y, en ese sentido, lo que nosotros como Gobierno buscamos es atender las causas de la migración. ¿Por qué la gente se va? Porque no tiene las mejores condiciones. En el caso colombiano, que se ha incrementado la migración, necesitamos mayor apoyo para inversión en ciertas regiones. Pero la crisis del momento está muy asociada a la situación de Venezuela, que recibe y sufre unas sanciones que también generan esto.
Hay ciertos países que se perciben desbordados…
Todo ese flujo migratorio lo están absorbiendo países en América Latina, pero también tiene un impacto en los Estados Unidos. La respuesta tiene que ser a un desafío regional y global. Debe haber una migración humana, solidaria, y allí tiene que haber más inversiones en nuestros territorios. Y también debe haber una lucha y combate contra redes criminales que se están beneficiando de la migración con la trata de personas y el flujo irregular de migrantes. Someten a estas poblaciones, se aprovechan de estas poblaciones, explotan a estas poblaciones para poder tener renta de esa naturaleza. La decisión inquebrantable de Colombia es combatir estas redes criminales. Y se deben desarrollar campañas que generen concientización en la población de que, por favor, no se sometan, no se arriesguen a caer en manos de esas redes y hacer ese recorrido por esas trochas de la muerte.
¿Eso implica tomar medidas sobre el Tapón del Darién?
Algunas de esas trochas tienen que ver con el Tapón del Darién, pero otras tienen que ver con la mayor movilización de migrantes que se está registrando a través de San Andrés y pasando a Nicaragua. No deben someterse a ese tipo de riesgos. Hay que lograr detener el aumento de los migrantes que se les considera extracontinentales. Hemos visto un aumento de migrantes que vienen, obviamente, de Asia o que vienen del continente africano, que vienen de otras zonas del mundo que están utilizando esto como plataforma. Eso, precisamente, hay que detenerlo. También hay que garantizar canales de migración legal, ordenada, y ahí aparecen las oficinas de movilidad segura. En Bogotá, en Cali y en Medellín se han instalado estas oficinas para que este flujo de migrantes pueda realmente tramitar lo que les permite ingresar legalmente. Ya lo han hecho cerca de 350.000 personas en todo el continente. Asociado a esas vías legales, nosotros vemos en el caso colombiano que es importante agilizar todo lo que tiene que ver con las visas de turistas para que realmente tengamos normalidad.
¿Ya hay diálogos con Estados Unidos para materializar esos procesos?
Ahí la Embajada de Estados Unidos, el gobierno de Estados Unidos, ha hecho un trabajo muy importante con el embajador (Francisco) Palmieri y con la cónsul general. Vemos que hay que avanzar en garantizar que la población colombiana tenga mayor acceso a visas de trabajo para que haya mayor movilidad laboral. También que tengamos mayor oferta y mayor acceso a intercambios educativos, intercambios culturales, a visas de talento. Allí hay cerca de 150 posibilidades de poder movilizarse de manera regular y legal a Estados Unidos. Como país, tenemos que aprovechar muchísimo más.
Hace poco se planteó que Estados Unidos deje de exigir visa a los colombianos…
Es que también hay dos componentes adicionales. Nosotros insistimos en que Colombia tendrá que seguir trabajando en el hecho de que, en algún momento, puede ser que no alcancemos en este Gobierno porque es un proceso de varios años, la población colombiana que quiera movilizarse a Estados Unidos como turista no requiera visa. Uno de los logros de esta diplomacia efectiva es que hemos tenido un aumento sustancial de turistas de Estados Unidos hacia Colombia. Pero hay muchos colombianos que quisieran hacerlo también. Y lo otro en lo cual hemos avanzado, y estamos en discusiones con los Estados Unidos, es en el alivio migratorio para casi 300.000 colombianos y colombianas que están en Estados Unidos y que requieren el permiso de al menos de 18 meses o dos años para regularizar su situación.
¿Ya están operando los procesos de reunificación familiar?
Pudimos lograr que se establezca un programa de reunificación familiar. Había mucha gente pendiente. El Departamento de Estado ha enviado ya 6.000 invitaciones para que familias colombianas se puedan reunificar en Estados Unidos. Y hay posibilidades de personas que pueden ser elegibles y que son un poco más de 17.000. En el horizonte que vemos, la cifra total que puede beneficiarse de este nuevo sistema llega a cerca de 53.000 familias colombianas. Ese ya es un avance, pero queremos seguir trabajando esta agenda. Nunca antes se había planteado la agenda migratoria de los colombianos en Estados Unidos.
Embajador, usted habla seguido de la necesidad de inversiones en los territorios para atender la migración. ¿Eso se ha materializado también?
Este tema va a ser central el año entrante por varias razones. Es una gran necesidad de ambos países y tenemos que resolverlo. Pero, además, Estados Unidos va a entrar en un proceso electoral donde el tema migratorio es central. Allí hay una oportunidad para que lo podamos discutir. Nosotros tenemos un acuerdo de cooperación para objetivos de desarrollo, que es con la USAID, que arrancó en el 2021 y llega hasta el 2025. Y es un acuerdo por cerca de 1.500 millones de dólares para cooperación en términos del desarrollo. Aspiramos a iniciar el año entrante la renegociación del nuevo acuerdo por 4 o 5 años. Y aspiramos que haya un promedio de ayuda para el desarrollo que esté alrededor, específicamente para temas asociados a la USAID, entre 250 y 300 millones de dólares al año. Pero en el total de la cooperación de Estados Unidos, aspiramos que esta cifra esté entre 500 y 550 millones de dólares al año. Esa discusión va a estar en el centro de la relación bilateral el año entrante.
¿De qué forma se abordará esa discusión en 2024?
Lo hemos hablado con el presidente Petro y con el canciller Leyva, y estamos trabajando sobre una nueva estrategia de relacionamiento que incorpore estas prioridades, el cambio climático, todo el tema de la agenda nuestra en los Estados Unidos. Le hemos llamado, y se están probando nombres, una especie de estrategia o Plan Vida Colombia. Es decir, evolucionar del Plan Colombia y del Plan Paz Colombia. Ya es el momento de evolucionar al Plan Vida Colombia y se va a presentar el otro año.
¿Qué tanto le ha copiado Estados Unidos a Colombia el reenfoque en torno a la política contra las drogas?
Ahí se está dando un vuelco muy importante, un cambio de paradigmas. Uno de los temas es la erradicación, que tiene que ser manual en el acuerdo con las comunidades, pero además de eso tiene que haber unos indicadores que impliquen que haya presencia del Estado y transformación de los territorios. Más allá de sustitución, se está hablando de transformación. Eso va en el marco de la política que ya se había discutido con Estados Unidos de tener un abordaje holístico de política de control de drogas. Ahora debe haber más interdicción. Pero nosotros, obviamente, lo que estamos diciendo es que hay una ventana de oportunidad, porque hay, en muchas zonas, voluntad de las comunidades en salir de esos circuitos de la economía de la coca a circuitos realmente de economías legales.
Pero, embajador, ¿qué se ha logrado en torno a la discusión de las drogas?
Aquí se realizó una sesión muy importante del Grupo de Trabajo Bilateral Antinarcóticos. Hubo mucha coincidencia, se pudieron discutir los temas en los que había ciertas diferencias y ya hoy se cuenta con una nueva política de drogas; sembrando vida, desterramos el narcotráfico. Y Estados Unidos está, precisamente, apoyando esa política, porque entiende que muchas de las herramientas que hemos utilizado no han funcionado.
¿Cómo va la renegociación del TLC que planteó el presidente Gustavo Petro?
Se ha avanzado bastante y va a ser uno de los temas del año entrante, porque se reúne la comisión administradora que va a recibir todos los insumos de los comités, que ya se reunieron este año. Ahí se van a tomar decisiones de los ajustes que hay que hacerle al Tratado de Libre Comercio.
¿Cuándo se reúne ese gran comité del TLC de la renegociación?
El ministro (Germán) Umaña es quien está liderando, y nosotros lo acompañamos. Se definen las fechas en el primer trimestre del año entrante, pero es una decisión que él tomará, conjuntamente, con su colega de Estados Unidos. Aquí se está hablando de los mecanismos. Es decir, qué mecanismos hay que ajustar para dinamizar el comercio entre los dos países, que sea de manera justa, que realmente los beneficios se compartan de mejor manera, porque el tratado ya tiene 10 años y todos coinciden en que hay que modernizarlo.
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Embajador, a lo largo de esta entrevista suena como un diplomático al que no se le ven intenciones de regresar…
Yo estoy cumpliendo una tarea en la embajada por asignación del presidente Petro y el canciller Leyva, y ahí voy a estar hasta que ellos lo decidan. Lo más importante es contribuir al país. Yo conozco ese ambiente allá y desde allá puedo seguir cumpliendo con las misiones que se me dan. Nos llena de satisfacción que la relación esté en un muy buen momento. Se recordará que aquí decían que al menos a los dos meses prácticamente que iba a haber un rompimiento de la relación. Pero no, al contrario, hemos tenido una relación muy cercana y sincera. Y yo creería que allí todavía hay mucho por hacer. Yo quisiera seguir contribuyéndole al presidente Petro y al Gobierno en la transformación del país, en la implementación del plan de desarrollo para que realmente convirtamos a Colombia en una potencia de la vida. Creo en eso.
Aporta más, según sus palabras, desde Washington…
Lo que pueda aportar desde allí, lo haré. Hay, sobre todo ahora, mucho interés en lo que está sucediendo a nivel global. Creo que es una buena plataforma y yo me siento muy cómodo en ese trabajo. Creo que hay una valoración de que lo que estamos haciendo se está haciendo en un marco de una diplomacia efectiva y he contado con mucha comprensión y respaldo del presidente, la vicepresidenta, el canciller.
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