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Para hablar del 2021 de Estamos Listas hay que irse primero a 2017 o, bueno, un año antes, cuando se comenzó a gestar esa idea de crear un movimiento político de mujeres, con vocación y opción de poder, capacidad de feminizar la política y demostrar que hay otras formas de llegar a los cargos públicos y de representación, pensadas desde lo colectivo, la confianza y la estética, y de enaltecer el ejercicio de imaginar, en ese entonces, una Medellín más digna y justa para las mayorías sociales. Un proyecto que en la actualidad cobija a todo el país.
Era 2016, plena campaña alrededor de la refrendación del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la extinta guerrilla de las Farc. Las feministas de Medellín se juntaron, como solo ellas saben hacerlo, a acompañar y soñar por el ‘Sí’ para el fin de la guerra. La realidad de los resultados (ganó el ‘No’), aunque fue un golpe en las organizaciones de mujeres, no terminó siendo herida para estas o, bueno, específicamente para cinco amigas que se sentaron a pensar cómo, desde lo político, podían seguir apostándole a ese texto de La Habana, que, hay que decirlo, fue el primero del mundo en incluir un enfoque de género transversal.
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“Ante esa derrota, nos encontramos con un ramplonazo y nos preguntamos en qué estábamos, qué podíamos construir para este país a través de la agenda feminista, que ha asumido como prioridad el pacifismo, y aportar desde un lugar, que es lo público, generando cambios desde la política, que es lo común”, cuenta Marta Restrepo, una de las cinco cofundadoras, como momento de génesis del primer movimiento político de mujeres en Colombia.
El 16 de noviembre de 2017 se convirtió en la fecha que marcó un norte, en la que las cinco fundadoras les compartieron como propio ese sueño colectivo a otras 30 mujeres de Medellín de todas las procedencias: academia, organizaciones sociales, política, sector público, líderes ambientales y juveniles. Allí nació el círculo uno y cada una de las participantes se fue con la misión de invitar a otras cinco amigas, hermanas, madres, primas, vecinas o colegas. El propósito era afiliar al menos a 150 mujeres. Y llegaron 700 con la convicción de que se podía (puede) hacer política de la mano de los feminismos. Algo inédito para el país.
En 2019, después de dos años de sostenerse y tejer desde los vínculos, sin grandes financiadores ni padrinos políticos, lograron 28.000 votos y, por ende, una curul en el Concejo de la capital antioqueña. Con este resultado alcanzaron el objetivo que se plantearon: participar en la política electoral y ocupar el poder. Ahora esa vocación no está solo en lo local sino en lo nacional, por decisión de las más de 700 afiliadas, que sentaron posición mediante una plataforma de democracia interna. Y no porque unas cuantas así lo pactaron. “Somos un movimiento político radicalmente democrático”, enfatiza Dora Saldarriaga, titular del asiento en la corporación de Medellín, sobre esa característica de las que muchos se ufanan, pero más bien pocos practican.
Este 2021 ya no son 700 en Medellín, en sus comunas y veredas, sino más de 1.700 de todas las regiones de Colombia, que ven en Estamos Listas la esperanza para que por fin sus necesidades, preocupaciones y anhelos sean prioridad para discutir en el Senado de la República, porque allá aspiran llegar con 550.000 votos. Mientras tanto, están recogiendo las firmas que avalen esa intención de participar a escala nacional. “Los partidos siguen pensando que somos una problemática por atender, un tema que atender, pero las mujeres somos más de la mitad de la población y necesitamos estar en el centro de la agenda”, dijo Piedad Toro, otra de las cinco cofundadoras.
Y se lo hicieron ver al país entero el 5 de abril en la Convención Nacional Feminista, en la que aclamaron a Francia Márquez y Ángela María Robledo como candidatas presidenciales para 2022. Y el 20 de julio, cuando hicieron una proclama por un congreso para las mayorías sociales, donde se presentan como una alternativa de representación para asegurar el cuidado de la vida en todas sus formas, además de la dignidad y justicia para las poblaciones históricamente marginadas.
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En ambos eventos primó más lo simbólico y marcaron una pauta que dentro de unos años la historia reconocerá como el punto de inflexión cuando las mujeres decidieron ser las protagonistas y ocuparse del espacio que por siglos les dijeron que les era vedado: lo público. Este lugar en el que hablan ahora solo fue posible gracias al camino ya recorrido por las feministas del sufragismo, las que también salieron a las calles a exigir que parara el desangre en los años 80 e hicieron parte del proceso constituyente de 1991. Y también gracias a las mujeres que estuvieron en el proceso de paz, recordando que el conflicto armado las afectó de formas indecibles; sin duda, más que a los hombres.
“Para nosotras ha sido histórico sostenernos por cuatro años, en términos legales, como un movimiento significativo de ciudadanas; hacer política desde el feminismo en Colombia y tener una agenda que defienda el aborto libre, seguro y gratuito, la educación sexual, la educación no sexista, la justicia, la paz y, por último, retar al poder patriarcal y demostrar que nosotras tenemos la capacidad, inteligencia, decencia, transparencia y belleza de hacer política electoral”, resume Marta Restrepo. Y no se puede hablar en pasado perfecto de ellas, porque todavía tienen mucho por cobijar con esos círculos de confianza (estructuras como funcionan) que siguen tejiendo.
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Las mujeres de Colombia están listas para ocupar la política. Y no es una pregunta ni un permiso, es una convicción que tienen y ya tiene una siembra de 28.000 votos en Medellín. El 13 de marzo de 2022 será el segundo momento de recoger la cosecha a través de las once candidatas que conforman su lista al Senado. Su fin ahora es convertirse en partido político y tener una estructura organizativa que les permita estar en el poder desde las periferias, desde donde siempre se piensan.